━thirty two: cry of the dragon
╭══❅•°•CAPÍTULO XXXII•°•❅══╮
LLANTO DEL DRAGÓN.
❝Con una voz que ejerce el poder del antiguo arte nórdico. Cree, cree, el de sangre de dragón ya viene❞
━HORAS ANTES DE LA LARGA NOCHE.
Los dragones eran criaturas fantásticas, como era bien sabido, dominaban los cielos, la tierra y el mar. Cada uno era único y eso los volvía especiales. La leyenda que su padre le había contado se remontaba generaciones atrás, donde los dragones eran alabados como dioses y agraciados como amigos, mucho antes de que los hombres, ambiciosos y egoístas, los señalaran como el enemigo. Entre ellos se encontraba el Monstruo Alado, el símbolo y el orgullo de la isla Fair.
Los libros y las palabras no podían alcanzar a apreciar tales bestias, se habían extinto mucho antes de que los bardos cantaran sobre hombres montados en criaturas aladas que danzaban en el cielo y su sombra ocultara el sol. Los registros de la súbita desaparición no estaban escritos, muchas teorías se habían creado por los años restantes hasta que la historia los había olvidado. Una masacre masiva entre tribus, escorpiones gigantes capaces de atravesar la dura coraza del dragón, incluso se llegó a mencionar que se mataron entre ellos. Lo único seguro es que, una vez que los Monstruos Alados dejaron de verse, Fair olvidó sus orígenes.
Eran llamados Corazón de Dragón, sin embargo, por dos generaciones, no hicieron más que dar caza, incentivados por las islas vecinas y aliados más fuertes que no podían rechazar. Todo eso había terminado cuando Ishbal y Morag Kerr se presentaron con un dragón y cambiaron el curso de la historia. Eran dragones, siempre lo fueron, por un momento se habían olvidado de aquello y tal vez por eso Fair cayó en desgracia.
Habían sufrido y Alistair lo sabía, su madre murió cuando le dió a luz, su padre y Rhaegal fueron asesinados por el hombre que volvía a perseguirlos. Lo único a lo que se aferraba era a su hermana, sin ella ya se hubiera vuelto loco, sabrá Odín de lo que era capaz de hacer. Mirar a Chimuelo seguía siendo una tarea difícil, todo era muy difícil aunque pretendiera lo contrario. Pero Alistair tenía el don de fingir estar bien y ocultar sus sentimientos, a veces hasta se engañaba a si mismo.
Aún así no dejaba de mirar al diminuto dragón que habían encontrado en el drakkar, jugando entre las alas de Brann a unos metros de donde él estaba. No podía encontrar un significado, alguna respuesta divina ni nada que le indicara que podría estar pasando. El pequeño Monstruo Alado había aparecido de la nada, una sensación de alivio, emoción y esperanza se instaló en su pecho una vez que sus ojos naranjas se fijaron en los suyos. Pero el dragón no lo había elegido a él, había elegido a Idunn.
Y él no podía estar más que feliz por ello.
Sin embargo, él también tenía sangre de dragón, descendía de los grandes señores dragones y podía considerarse uno si fuera un poco más positivo. Miró el cielo buscando alguna señal de su hermana, que estaba afuera volando pero al menos no sola, tal vez por eso no la contradijo como siempre solía hacer cuando Idunn se tiraba en misiones suicidas constantes. El ambiente estaba calmado, el cielo contaba con algunas nubes dispersas y el atardecer caía sobre ellos. Pero el resto de sus emociones estaban desbordadas. Frunció el ceño girando hasta las mesas que habían armado para el gran banquete que los berkianos pretendían hacer, incluso si el Jefe no se mostraba muy emocionado con esa idea. Alistair podía notarlo en las facciones de Hipo, estaba muy preocupado y realmente podía entender, claro que lo entendía.
Al igual que él, el castaño y joven jefe alzaba la mirada cada cierto tiempo, tanto que milagrosamente su madre e Idunn aparezcan como por Chimuelo, a quien había dejado ir para buscar a la Furia Luminosa. Lo cual le pareció una pésima idea, pero decidió no opinar. Decidió cerrar la boca desde que vió la jeringa de Grimmel, su cabeza era un desastre, no creía que tenía algo que decir respecto a todo lo que estaba pasando. Era mucho para él.
Se acercó a una vikinga de pelo negro, como alas de cuervo, que cortaba los alimentos y olvidando los pensamientos pésimos de hace minutos, le sonrió de lado. La chica, que parecía solo unos años menor que él, abrió los ojos con sorpresa y un sonrojo cubrió sus mejillas. Era adorable, lo reconoció, pero Alistair solo quería pescado para sus dragones.
—Jefe Kerr, ¿en que le puedo ayudar? —preguntó mandando sus hombros hacia atrás, mostrando una mejor postura que la que estaba teniendo al cortar el pescado. Una mujer mayor detrás de ella, que parecía ser su madre, detuvo sus movimientos para mirarlos, le lanzó un trapo a su esposo y ninguno pudo disimular la sorpresa y emoción que les recorrió al ver que el Jefe de Fair se había acercado a su hija. Alistair por su parte, acostumbrado a estas cosas, solo les sonrió con amabilidad.
—¿Esto es para el banquete, no? Me preguntaba si podía llevar algunos a los dragones, no han comido nada aún —explicó, aunque los pedacitos jamás llenarían a dragones adultos como Arwen y Brann, serviría para el Monstruo Alado que nunca se cansaba de jugar. La madre de la muchacha se levantó con las intenciones de regalarle todos los pescados que habían atrapado a la mañana, tal vez así ganaba al jóven y guapo señor dragón del norte, pero por suerte, eso no pasó.
—Ah, si, claro. —La chica sonrió con timidez antes de asentir, se limpió las manos y agarró una cesta para poner dos pescados enteros y los cortados, como si supiera a que dragones quería alimentar—. Si quieren más puedes volver.
—Eres muy amable, ¿señorita...? —hizo un ademán sujetando la cesta que le pasaba, ella no lo soltó, esperando que le diga su nombre para poder agradecerle correctamente. Cuando la berkiana abrió su boca, con el sonrojo corriendo hasta sus orejas, un empujón lo movió a un lado obligándolo a soltar la canasta por la brusquedad.
—Si querías pescado Hipo tiene una cesta repleta que Tormenta recolectó —informó la recién llegada, Alistair la miró y una sonrisa cruzó sus labios, su cabeza se inclinó hacia ella echando sus mechones rojos adelante.
—Ah, no quería importunar, querida —reconoció, aunque ocultó la parte que no tenía idea sobre esa información, de todos modos no estaba pensando de forma correcta. Astrid bufó, le arrebató el cesto a la chica y se lo pasó al pelirrojo pegándolo a su pecho antes de darse la vuelta—. Ey —soltó una risa, giró hasta la chica para darle las gracias antes de ir tras la rubia.
La berkiana susurró una pequeña respuesta pero Alistair ya se había ido, tras la hermosa estratega y jinete del Nadder. Jamás tendría oportunidad, reconoció.
»Eres muy impredecible, Ast —resaltó una vez pudo alcanzar a la rubia—. No sabía que habías recolectado, ¿ahora si puedo ir contigo?
—Tus palabras no me van a sorprender, Alistair.
—¡Que cruel! —exclamó con una risa, miró a la chica a su lado con la cabeza inclinada. Observó su ceño fruncido, su cabello dorado meciéndose a los lados de su sien y cayendo en cascada por su espalda, la cinta de cuero que siempre llevaba como una especie de tiara. El pelirrojo sonrió de lado, una sonrisa más pequeña y timida que antes, tuvo que desviar la mirada para no quedar como un tonto—. Pero es verdad, siempre me sorprendes, Astrid.
—¿Eso para ti es algo malo? —lo miró con una ceja alzada, tratando de descifrar la mirada y todo lo que el Jefe de Fair era. Con Idunn había sido más fácil, recordó, pero con Alistair debía empezar a quitar el seguro del libro con cuidado y lentitud, Astrid ansiaba leerlo.
—Nah, sigue sorprendiendome toda mi vida si así lo deseas, estaré encantado —confesó, sus miradas se encontraron y fue Astrid quien terminó sorprendida esta vez. Alistair le regaló una sonrisa cálida y ella suspiró, no sin antes darle un golpe en su hombro y desviar su mirada escuchando la risueña carcajada del fairiano.
Arwen, su Aullido Lanudo, se acercó a ellos alzando la cabeza y olfateando el pescado curiosa y hambrienta, le hizo una seña con la cabeza para que los acompañara. Caminaron lado a lado junto a la dragona de hielo. Arwen era una dragona mayor y no se juntaba con los demás, además la baja temperatura que la rodeaba alejaba a los dragones, así que prefería estar sola o junto a Alistair. Nada de eso importó cuando llegaron junto a Brann, porque ni bien los vió, el Monstruo Alado se vió contento en jugar con ella. Arwen parpadeó ante la pequeña cosita que se acercaba, pero pasaron segundos antes de que alzara la cola y bajara la cabeza para seguirle el juego. Mientras el pelirrojo los miraba, sorprendido por esa interacción, Brann acercó lentamente su hocico al cesto para arrebatarle un pescado.
—Oye. —Giró tomándolo por debajo de su cabeza en forma de regaño, Brann suspiró sacando humo de sus narices para nada impresionado. Alistair sonrió y agarró un pescado dando un paso hacia atrás—. ¿Esto es lo que quieres? Ve por él —lo tiró a un lado, directo a las fauces de la Pesadilla Monstruosa que había pertenecido a su padre alguna vez, quien lo degustó con placer. El pelirrojo acarició su cabeza con la sonrisa más relajada—. Cuando esto termine te llevaré a casa, amigo.
Astrid se había puesto de rodillas encantada por el dragón bebé, el fairiano la imitó luego de darle el último pescado a su dragona. El Monstruo Alado, al ver que sus cuidadores se alimentaban, se acercó hasta ellos moviendo sus dos patas traseras junto a los espolones unidos a sus alas haciéndolo ver muy adorable. Alistair le puso enfrente un corte cuadrado, crudo y esponjoso, la tierna carne rosada era acariciada por lo rayos del sol que se ocultaba tras la colina de la nueva isla. El dragón se acercó hasta su comida, lo olió unos segundos antes de estornudar sacándole risas a ambos. Entonces la bestia legendaria miró a Alistair y ladeó su cabecita, las risas habían llamado su atención, parpadeó antes de inclinarse y escupir un poco de humo directo a la carne en el suelo hasta que se convirtió en un pequeño pero poderoso fuego. Aún sin tantas llamas, notaron como el rosado iba tornándose marrón a negro y eso pareció agradarle, ya que una vez cocinado, el dragón comenzó a darle mordiscos hasta tragarlo por completo.
El pelirrojo alzó las cejas curioso por aquello, la mayoría de los dragones les gustaba la comida cruda, no la cocinaban antes. Sonrió poniendo otro corte para ver que repetía su acción pasada.
—Es muy especial, nunca ví un dragón así —reconoció la rubia a su lado, sin quitarle la vista al pequeño animal—. Es la misma clase que los dragones que adornan la entrada a Fair, ¿no?
—Si, papá hablaba mucho de ellos —asintió llevando su mano para acariciar al pequeño, pasó sus dedos por su cabeza y cuello, lo escuchó ronronear mientras cortaba la carne del pescado quemado con sus dientes muy bien formados—. Él decía que descendemos de los primeros hombres, los tres hermanos Kerr que cruzaron el mar volando sobre dragones de algún lugar lejano al sur y que se asentaron en Fair.
—Siempre fueron jinetes —afirmó Astrid girando a verlo, se acomodó en el suelo cruzando sus piernas. Alistair asintió, sus ojos fijos en el dragón.
—Se habían extinto hace tanto tiempo que parecían productos de mitos y cuentos de náufragos dementes, pero papá siempre supo que ellos volverían, nunca entendí que fuerza lo ataba para creerse tal cosa —suspiró, de niño esas historias le encantaban, esperando que su hermana y él sean quienes traerían la gloria de vuelta pero una vez que Morag murió a manos de un dragón, las fantasías infantiles murieron con él—. Ahora lo veo y quiero echarme a reír, papá era tan testarudo que es capaz de agarrar un huevo del Valhalla y arrojarnos.
—Bueno, no creo que sea coincidencia —asintió llamando su atención, alzó las cejas para que prosiguiera—. Eres un Drakenhart al igual que Idunn y... Grimmel... —la mención del cazador le dió un escalofrío, desvió la mirada y su ceño se arrugó, Astrid le puso la mano sobre su brazo, dándole apoyo—. Él les hizo daño pero él desearía ser igual de grandes que ustedes. ¿No crees que tal vez signifique algo?
—Estaba tratando de creerlo, pero... —sus palabras se cortaron y las llevó el viento, el Monstruo Alado se había acercado cansado de aquella palabrería, subiéndose a su regazo y acostándose sobre sus piernas, dejando su cabeza levantada hasta él y lo miró profundamente directo a sus ojos. Alistair tragó saliva, nervioso. Se vió a si mismo reflejado en sus ojos, sus pupilas en una línea y el salvaje color naranja de las llamas bailaron ante él. Se sintió más calmado y el calor en su interior se extendió como hace mucho tiempo no lo hacía.
No era coincidencia, nada de esto lo era. Era de la sangre de dragón, era un dragón y volverían a traer la gloria que en antaño gozaban.
Astrid soltó su agarre para no interrumpir aquel momento que estaba viendo. Los señores dragones. ¿Cómo era posible que tal cosa haya sido olvidada? En los tiempos en los que ella era una niña hubiera sido un escándalo si sabían sobre señores antiguos cabalgando dragones legendarios. Incluso la misma información de Fair cuidando dragones antes del Incendio no eran más que rumores, nadie quería cruzarse con algún fairiano y que el chismerio resultara ser cierto.
—Lo ves —señaló la rubia una vez que el dragón dejó de mirarlo, ahora se acurrucaba para dormir en el regazo del pelirrojo—. Necesitas creer más en ti. ¿Como lo decían en tu idioma?
Alistair soltó un bufido parecido a una risa, la miró con una gran sonrisa y el brillo en sus ojos pareció captar los ajenos.
—Dovahkiin, el de sangre de dragón.
—Está bien, Dovahkiin, ¿y qué pretendes hacer a partir de este día? —preguntó alzando una ceja y acercándose a él para observar su mirada, Al bajó la cabeza manteniendo una sonrisa más tenue esta vez, sus ojos se fijaron en el pequeño dragón durmiendo y suspiró.
—Aguardar mi destino.
• • •
La noche había caído rápidamente mientras ellos seguían acunando a los dragones, prendieron antorchas y una gran hoguera donde los berkianos danzaban y cantaban, estaban maravillados ante la nueva isla. El pelirrojo pensó que sería muy difícil moverlos de aquí si la idea del jefe era buscar el Mundo Oculto. En algún punto Hipo se unió a ellos sentandose sobre las hierbas, al parecer escapándose de Brutacio que seguía queriendo darle consejos para poder desposar a Idunn. Cabe aclarar que Alistair soltó una carcajada, pobre de este hombre que debía sacarle un si a su hermana, realmente quería ver eso. Para fortuna de Hipo, Alistair lo apreciaba mucho y aceptaba su relación, más aún así siempre encontraba maneras de burlarse de él. Pero prefería hacerle burlas que recordar su preocupación por todo lo que le rodeaba. Que no pensara en Chimuelo solo ahí afuera, en Idunn y su madre también afuera, en su gente que parecía estar olvidando que estaban en peligro.
El castaño ocultó su rostro entre sus manos muy frustrado cuando Brutacio apareció de la nada, Alistair se mofó y Astrid rodó los ojos sin poder creer la estupidez de los hombres.
—Con razón Idunn te rechazó —negó, fue toda su conclusión. Hipo la miró ofendido alejando sus manos y poniéndolo sobre sus rodillas.
—No olvides que solo tiene una pierna —apuntó el rubio que se había acomodado entre los tres como si hubiera sido invitado.
—Mi hermana así lo quiere, hay que respetar gustos —el pelirrojo se encogió de hombros, Brutacio soltó una risa burlona.
—Gracias, chicos, muchísimas gracias, me ayudan mucho.
Mientras sus amigos soltaban risas y seguían burlándose de su mala suerte, el Monstruo Alado, ya despierto y observandolos, alzó la cabeza del regazo del fairiano. No fue hasta que saltó al suelo que alertó al resto, olfateó el ambiente y un gruñido ahogado salió de sus fauces, como si estuviera sollozando, miró por todos lados como si buscara algo o a alguien. Las risas se detuvieron y solo el sonido de la gente del fondo podía escucharse. Por un momento olvidaron que estaban en peligro, por un momento todo aquel miedo volvió a ellos.
—¿Qué pasa, pequeño? —preguntó Alistair, intentó acercar su mano pero el dragón lo desvió y caminó a un lado de él.
Y por primera vez luego de siglos escucharon el llanto de un Monstruo Alado, sus chillidos eran fuertes, sus gruñidos agudos y desesperantes, aleteaba tratando de volar y miraba hasta la oscura noche. Los cuatro se pusieron de pie, sin entender, pero se alertaron cuando escucharon un aleteo mucho más grande venir del cielo. Pronto, de la oscuridad, escucharon un rugido y la sombra de un dragón tapó las estrellas hasta caer al suelo, cansado y asustado, Trueno derrapó por el pasto. Tenía rasguños en sus patas y en el cuero de su montura, también se podía ver una marca de dientes superficial en su cuello.
—¡Trueno! —exclamó el menor de los Kerr, el dragón púrpura lo miró con las pupilas en una línea, buscando ayuda en él. Más se detuvo no solo al notar sus heridas, se congeló al ver que no venía con su jinete.
Trueno se acercó a él e hizo un sonido desde el fondo de su garganta de forma dolorosa y apenada, Astrid se puso a su lado pasando sus manos por los rasguños tratando de tranquilizarlo. Otro par de alas fueron escuchadas y Brincanubes tocó tierra casi de la misma manera que el otro, la diferencia era obvia, no tenía heridas y su jinete bajo de él.
—¡Mamá! ¿Estás herida? ¿Qué pasó? ¿Dónde está Idunn? —se aproximó Hipo hasta su progenitora, Valka se quitó el casco con la respiración agitada.
—No sé cómo pero Grimmel nos está rastreando —respondió la mayor mirando a su hijo pero aún así bajaba la mirada y aquello solo hizo que Alistair pensara cosas horribles—. Tiene como cien barcos, tal vez más, con suficientes jaulas para todos nuestros dragones.
—Bien, felicidades por él —escupió el pelirrojo, ya había sabido que haría eso, ya lo había visto con su armada, ya sabía que esto iba a pasar. Las miradas se dirigieron hasta él un poco sorprendidas por su tono brusco—. ¿Dónde está mi hermana? —vió a Valka tragar saliva y mover sus ojos hasta su hijo, el silencio le quitó la paciencia y al parecer no fue el único que quiso una respuesta.
—Mamá, ¿dónde está Idunn? —preguntó el castaño, un poco más calmado, arrastrando las palabras esperando que le diga que la pelirroja solo decidió ir a un paseo sin su dragón herido—. Mamá...
—No lo sé, uno de esos dragones la agarró y la tiró al mar... no sé si ella... —suspiró dejando las palabras al aire. La culpa se notaba en sus ojos, de cómo pudo perderla en medio de una armada de barcos y aguas congeladas, sabiendo perfectamente que las Garras Mortales de Grimmel ya conocían su olor—. Lo siento, pasó muy rápido.
La vista de Hipo se oscureció completamente, cualquier sonido le pareció lejano, solo podía oír las palabras de su madre repetirse una y otra vez. Apretó su mandíbula, sabía que había sido mala idea dejarla ir, sabía que no debió dejar ir a Chimuelo tampoco. Giró a ver a su cuñado, la mirada de Alistair era dura y ni bien sus ojos se encontraron, el pelirrojo supo que debía hacer algo, así que se dió la vuelta para buscar a Arwen. A quien le importaba que ya sea tarde y podía ir directo a la boca del lobo, no le podían arrebatar a su última familia, preferiría morir antes de aceptarlo.
—¡Alistair! Alistair. —Hipo fue tras él y lo agarró del brazo para detenerlo, el castaño al igual que él estaba asustado y ansioso, quería salir volando de ahí lo antes posible... pero su dragón no estaba.
—No me digas que no haga nada, es lo último que tengo —gruñó entre dientes enfrentando al Jefe de Berk, este a su vez negó con la cabeza sin soltarlo.
—Iré contigo, no puedo permitirme perderla así sin más —soltó, sus pensamientos no podían aceptar que la mujer que amaba estaba en peligro o aún peor, muerta, por Odín, no quería ni hacerse la idea de eso. Pensó en todas las cosas que deseaba decirle y se arrepentiría toda su vida por dejarla ir, nuevamente, si algo le hubiera pasado—. Quiero salir de aquí ahora, pero Chimuelo no está y no quiero que vayas solo, confía en mi.
—Confío en ti desde que mi hermana me dijo que te amaba —murmuró, aquellas palabras fueron como una daga para el corazón de Hipo. Tan dolorosas y agrias como lágrimas con espinas. Soltó su brazo y bajó la cabeza.
—No debí dejarla ir. —Apretó su mandíbula y pasó la mano por su rostro.
—No, pero Idunn es salvaje, lo hubiera hecho de igual manera —suspiró, cerró los ojos contando hasta diez, cualquier arrebatamiento de ira y estupidez para ir sin un plan fue saliendo de su cabeza. No podían arriesgarse así—. Déjame enviar una carta de auxilio a Kain, tengo una idea. —Hipo alzó la mirada, sus ojos verdes planeando y asintió.
—Quisiera oír esa idea.
• • •
Idunn estaba para la mierda, al menos así se sentía. Sin embargo, los dolores eran más ligeros que cuando estaba en esa fría celda de piedra, temblando de frío, mojada y adolorida. Cuando Kristoff la dejó sola se puso a pensar en lo que había pasado y la ira volvió a arrebatarle un sonido lastimero de su garganta lastimada. Los rayos la habían salvado y de alguna manera también ayudó a calmar su dolor. Había sido una dura noche, necesitaría mínimamente un mes para entender toda la información que había engullido sin previo aviso.
Se miró sus manos, aún sentada en la cama, pasó sus dedos por las quemaduras en su brazo derecho, las marcas hacían jirones su piel y creaban surcos como las olas del mar. Ya no dolía pero ahora más que nada ardía como si aún tuviera el brazo metido en fuego. Los recuerdos cruzaron su mente, su hermano y ella atrapados en una barrera de fuego, su padre poniéndose frente a las llamas, vió como si estuviera nuevamente ahí y pudiera ver el colmillo de la Garra Mortal incrustarse en el pecho de su padre hasta alcanzar su corazón. Recordó sus gritos y como su piel ardió como Fair aquel día.
No había sido fortuito, no había sido un accidente, no había sido solo la sed de sangre de Grimmel. Lo habían mandado matar. Morag, el mejor hombre que haya conocido, que había ayudado a su isla a crecer y devuelto las tradiciones de sus antepasados. Un hombre triste que añoraba al amor de su vida y a sus viejos amigos. ¿Qué daño había hecho? Sin darse cuenta las lágrimas corrieron por sus mejillas, sus lágrimas cayeron sin parar salpicando su ropa y sus manos. Y una vez que el llanto se volvió insoportable, no pudo parar. Dejando su vista borrosa y su cuerpo tembloroso ante cada sacudida violenta.
Sintió a alguien entrando, alzó la vista echa un desastre y aunque sus lágrimas le impedían ver con exactitud quien era, notó la figura de Hipo antes de que se acercara y la rodeara con sus brazos. Y ahí, aferrándose a él, dejó salir todo. El castaño acarició su espalda con pequeños círculos y dejando que se desahogara. Siempre había sabido que Idunn era muy fuerte, pero todo lo que había aguantado le estaba cobrando un precio muy alto y su cautiverio con el asesino de su padre habrá sido su límite. No quisiera ni imaginarse las cosas que le habrán hecho. Cerró los ojos queriendo borrar ese pensamiento, la aferró a él y juró que no volvería a dejarla ir.
—Ya pasó, ya pasó, no volverás ahí, enfrentaremos esto juntos —prometió, dejó un beso en su cabello y luego en su sien. El cuerpo de Idunn sufría espasmos por el llanto, lentamente fue calmandose, sus sollozos seguían escuchándose y no intentó soltarlo ni una vez. Él tampoco lo haría. Sin abandonar el abrazo se sentó a su lado hundiendo las capas de pieles, la acomodó y el rostro de la pelirroja se hundió en su cuello.
—Perdón —murmuró, su voz estaba completamente ronca, dolía escucharla tratar de esforzarse.
—No hables, tampoco te disculpes, no fue culpa tuya —negó, se separó ligeramente para limpiar sus lágrimas, sus ojos estaban rojos al igual que su nariz y sus mejillas. Unos cuantos sollozos la recorrían de vez en cuando pero trataba de contenerlos, cerró sus ojos mientras Hipo la limpiaba. Soltó un suspiro por el toque amable del castaño, los detalles que ponía y la suavidad con la que la trataba. Habían sido pocas horas cautiva, pero se sentía como una eternidad, no pensó tenerlo frente a ella de esta forma de nuevo. Cuando abrió los ojos notó su ceño fruncido. Tragó saliva buscando su voz.
—¿Estás... enojado con-conmigo? —preguntó, sería lo más justo se dijo, si tan solo lo hubiera escuchado no estaría pasando por esto. Pero Hipo negó y suavizó su mirada, sus dedos pasaron por sus mejillas hasta su mandíbula. Pasó por distintos puntos de su rostro, como si quisiera recordar cada parte y luego hacerle una pintura de memoria.
—Estoy enojado pero no contigo —murmuró suave, sus ojos pasaron a la quemadura nueva en la comisura de sus labios, el que se había hecho en Berk al salvar una niña. Pasó su pulgar por el, acariciando lento para no dañarla. Los ojos azules de su novia se vieron confusos ante su respuesta, soltó un suspiro bajando la mirada solo un momento—. Estoy enojado con él, por hacerte daño y por tener la audacia de seguir haciéndolo —se fijó nuevamente en ella—. No mereces esto, mereces ser tratada como una reina, como la diosa que tienes su nombre. Idunn, te amo, ya te lo dije una vez, no podría vivir en un mundo sin ti.
El corazón de Idunn se aceleró tanto que su pecho dolió, ¿fue la costilla rota? Quien sabe, lo único que sabía y estaba segura, es que solo Hipo Abadejo era capaz de causarle tantas emociones. Esa intensidad y amor que solo él podía darle, no habría otro lugar en donde quisiera estar que no sean sus brazos. Sonrió con ojos brillantes y mejillas del mismo color que su cabello, boqueó deseando poder hablar mejor para decirle cuanto lo amaba, lo mucho que deseaba compartir una vida con él y que quemaría el mundo por él. Pero aunque se esforzara en hacerlo, seguía sonando como una ardilla herida. Era vergonzoso.
Alzando su mano derecha para acariciar su mejilla, Hipo sonrió sin mostrar dientes recostandose por su toque. Llevó su propia mano hasta la suya, sintiendo su piel quemada, la irregularidad y algunos callos, por usar tanto el arco. Le dejó un beso en la palma, lentamente rozó sus labios hasta llegar a su muñeca, a la chica le recorrió un escalofrío cuando empujó la manga de su ropa con sus labios para besar aquella fea cicatriz perfectamente horizontal. Hipo levantó la mirada al sentirla temblar ligeramente, no era un lugar que le agradaba y él lo sabía, acarició su mano bajando hasta besar sus nudillos. Idunn no podía sacar su vista de él, con aquella delicadeza que manejaba siempre al tocarla, pero esta vez se sentía diferente, él se sentía diferente.
El castaño se enderezó, sin soltar su mano, dirigió la otra nuevamente hasta la quemadura de su rostro, la que se extendía hasta su mandíbula. Siguió su trazo hasta la ceja izquierda, notando que tenía un corte ya cicatrizado, seguramente de la misma madera en llamas que la había golpeado. Observó como sus pecas se extendían por sus mejillas y nariz como una constelación. Se decidió a acercarse y trazar un camino de besos por todos esos lugares. Idunn cerró los ojos con un suspiro moviendo su cabeza por cada beso que le regalaba, alzó la cabeza una vez que él bajó y bajó, sus labios terminaron dejando pequeños besos en su cuello, en la cicatriz que ella misma se había causado, soltó un suspiro encantada. Los labios ajenos subieron hasta los de ella y quedaron a solo unos centímetros, fue Hipo quien acortó la distancia.
Sus labios danzaron en una melodía que solo ellos dos conocían. Lento y cuidadoso, diciéndose lo que en palabras era difícil expresar, todo el amor que se tenían, la adoración y el deseo mutuo. Hipo había tenido demasiado miedo de perderla y le carcomía las entrañas saber que no estuvo para ella cuando estaba peleando por su vida. No era la primera vez que se ponía en peligro y aún así siempre sería su mayor temor. Acunó su rostro con una mano y la otra se aferró a la cintura, trataba de no apretarla con tanta fuerza, era conciente de su estado pero por los Dioses, no quería separarse. La besó con mayor desesperación, escuchó el pequeño jadeo de la pelirroja pero siguió el ritmo del beso sin problema, ambos necesitaban esto.
Idunn fue recostandose por la cama llevando consigo al castaño, este pasó una mano por su espalda y la otra la usó de ancla para no aplastarla, usó todas sus fuerzas para no dañarla. Cuando su respiración se volvió más pesada separó sus labios uniendo sus frentes, Idunn pensó que esta era una muy buena manera de perder aire y la única que aceptaba.
—Ah, espera que... me curé... —tragó saliva, deseando que su cuerpo esté en mejores condiciones.
Las mejillas de Hipo se sonrojaron pero se había sentido tan bien, que el miedo y la desesperación del momento, por casi perderla, eran muchos. Pero también notó que lo deseaba y fue algo que realmente lo avergonzó. Aún así escondió su rostro en el hueco de su cuello respirando su aroma, el agua salada del mar donde había caído seguía impregnado a ella como también de la electricidad y a Trueno. Pocas veces olía a flores o frutas, pero a Hipo le agradaba de esta manera. Le dejó un beso en el cuello, luego otro en la mandíbula hasta uno en sus labios, antes de levantarse y sentarse al borde de la cama. Lo cual fue un error, la vista de Idunn acostada con el pelo revuelto, sus ropas desordenadas, las mejillas rosadas y los labios hinchados podría ser su causa de muerte. Tragó saliva pasando una mano por su nuca, desviando la mirada hasta un ofendido Monstruo Alado que se acercaba a ellos. Casi olvidaba que estaba con ellos.
—Quédate acostada, debes descansar, nos reuniremos más tarde pero si no estás en condiciones te quedarás aquí —ordenó, vió como los espolones del dragoncito se aferraban a la cama para poder subir.
—Eeestoy bien. —No sonaba bien, al menos quería escuchar la situación, nada en el mundo la dejaría postrada a una cama (si no era con Hipo encima de ella, claramente). El aludido suspiró, conociéndola.
—Traeremos la reunión aquí entonces, mientras tanto deberían cambiarte las vendas, puedo llamar a Astrid, Dhalia o a mamá —hizo un gesto para levantarse, necesitaba tomar aire y sentir el aire frío, pero Idunn no opinaba lo mismo cuando lo sujetó de su muñeca. Su mirada lo decía todo, "házlo tú", mientras Hipo suspiraba el dragón logró subirse y volver a acurrucarse sobre el estómago de la fairiana, como lo había hecho antes—. Idunn.
—Grimmel... —decir su nombre con la garganta hecha mierda era aún peor—. Él me dijo algo... mandaron matar a papá... Ellos... Mataron a papá —comenzó a toser apretando las pieles debajo de ella, Hipo se levantó rápidamente para darle un vaso de agua, una vez le pasó la picazón volvió a mirarlo—. No te vayas.
—No me iré, mi lady, aquí me quedo —apretó su mano—. Aquí y siempre.
• • •
El dragón acostado sobre ella hacía vibrar su estómago, era calentito y cuando estaba cerca sus heridas no le dolían. Era casi mágico y su mente comenzó a imaginar todas esas historias que sabía sobre los Monstruos Alados. Compartían sangre, era un dragón como ellos, tal vez por eso se estaba curando más rápido. En Fair, cuando uno se sentía enfermo o estaba herido, se recomendaba estar cerca de un dragón, se supone que el calor de estas criaturas y su sencilla existencia maravillosa podía curar hasta la peor enfermedad. Tener al mismísimo Monstruo Alado durmiendo encima de ella era como tener las manos de los dioses curandola. Ella decidía creer, si podía ver a un dragón legendario supuestamente extinto, podía creer cualquier cosa.
El dragón comenzó a despertarse, bostezó mostrando todos sus dientecitos que serían más grandes que ella una vez creciera. Si derrotaban a Grimmel, desearía volver a Fair y mostrarles a su pueblo que los pobres niños jefes que odiaban habían traído a su dragón de vuelta. Quería ver sus caras, quería ver su asombro y más que nada, quería sus disculpas por exigir tanto a una niña de quince años que seguía de luto por su padre.
Acarició su lomo, el dragón se estiró alargando sus alas ronroneando. Una vez que se quitó la pereza se sentó —aún sobre su estómago— por sus patas traseras y la miró ladeando la cabeza. Cómo si le preguntara por que seguía en cama, ella sonrió sin encontrar respuesta. Él parecía saber más que ella incluso con solo meses de nacido. Su apariencia le recordó a uno de los dragones de la leyenda, el Monstruo Alado del primer jefe de Fair, un dragón negro como la noche y los ojos rojos como los cabellos de los Kerr. Se decía que su fuego también era rojo y que podía derretir el suelo mismo.
Este pequeño tenía ojos naranjas y pequeñas escamas escarlatas que brillaban más bajo la luz del sol. Pero Idunn llegó a una conclusión.
—Te llamaré Balerion.
,,,,, hola o.o
yo llegando con capítulo nuevo como si nada después de casi dos años
AJSJJSNS primero que nada buenas noches, segundo perdonenme 😭😭 vi que la última actualización fue en julio de 2021??? ª
PERO VINE INSPIRADA, agradezco a pau porque me dio inspo para seguir nuevamente <3
en fin no tengo mucho que decir PERDÓN POR TARDAR, díganme que les pareció el cap y no se olviden de votar òwó.
mag.
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