━thirty: the longest night

══❅•°•CAPÍTULO XXX•°•❅══
LA NOCHE MÁS LARGA.

❝Muéstrame de qué estás hecho, lévantate del suelo y enfrenta el miedo❞

Siggy y Neo admiraban a Trueno desde lejos, sentados mientras los padres de la castaña ayudaban a alzar el campamento y bajar las cosas importantes junto a sus dragones. El híbrido se encontraba acostado mirando como Brann jugaba con el nuevo dragón que habían encontrado en el drakkar, se veía fastidiado, al parecer por la atención que le daban al pequeño.

Pero no se fijaba en eso, aunque era divertido verlo así, se fijaba en lo grande y majestuoso que era aún acostado en la hierba fresca. Sus crestas se alzaban hacia arriba, todas con puntas afiladas brillando bajo el sol de la tarde, era enorme, especialmente porque ella era pequeña y ni hablar del Terrible Terror. El híbrido se sentó por sus patas traseras cuando el Monstruo Alado se le acercó, se miraron por unos segundos hasta que el más pequeño comenzó a treparlo, estirando sus escamas y usando sus espolones como escalera para llegar a su cabeza y sentarse sobre ella.

Trueno bufó y soltó una pequeña risa al ver su rostro serio, Chimuelo se le acercó al verlos juntos por lo que el dragón morado aprovechó para ladear su cuello y así echar al pequeño sobre él. Unas risas leves llegaron a su oídos de un lado, giró la cabeza notando las figuras altas de los jefes parados junto al señora Abadejo, suspirando notó la marca reciente del fuego en el rostro de Idunn, sintiéndose culpable.

— Iré contigo —murmuró Idunn luego de volverse a centrarse. Valka iría a ver los alrededores para asegurarse de que no los estaban siguiendo y estaban lo suficientemente seguros en esta isla. Hipo suspiró—. Por favor, necesito saber que él no está cerca de mi, de que estamos seguros o no podré estar tranquila.

— Irías igual si te digo que no —puso una mueca mirándola—. Sé que no puedo tomar decisiones por ti y no tienes por qué preguntarme, pero esta vez desearía que te quedaras.

— Estaremos bien, hijo —intercedió Valka poniendo una mano sobre el hombro del castaño para darle más seguridad, ambas entendían su preocupación pero era algo que necesitaban hacer, algo que Idunn necesitaba hacer.

Hipo tuvo una guerra mental por un rato, estaba seguro que Idunn conseguiría escapar, era un alma libre y él no la iba a atajar. Sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla ir sola, Grimmel ya le había hecho demasiado daño como para arriesgarse a eso. Suspiró moviendo los hombros.

— Por favor, si no encuentran nada, dense la vuelta y vengan —pidió mirando a ambas, a las últimas dos mujeres que formaban parte de su familia.

Valka asintió y le apretó el hombro antes de caminar hacia un lado para ponerse su armadura. La pareja se miró un rato antes de que el castaño se acercara, alzó su mano marcada y ardiente para besar sus nudillos y acariciar sus dedos.

— Ten cuidado, mi lady, aún hay cosas de las que debemos hablar —murmuró sin soltar su mano, Idunn tragó saliva al saber de que se trataba. Rápidamente cambió su expresión a una divertida.

— Y hacer —le guiñó el ojo antes de deslizarse de un lado dejando a un Hipo sonriente viendo como se alejaba, moviendo sus cabellos que fueron tocados por el fuego.

La pelirroja suspiró mientras avanzaba hasta la carpa improvisada que había hecho para pasar la noche, un momento a solas era lo que necesitaba, solo eso. Cerró sus ojos un momento pero los volvió a abrir al instante cuando todos los gritos, rugidos animales y el fuego ardiente se hicieron presente en su cabeza. Maldijo en un susurro, estas pesadillas de día se habían calmado bastante cuando encontró un poquito de paz en Berk, ya notó que todo su esfuerzo se fue a la basura. Apretó su mano con la otra cuando una sacudida la envolvió y comenzó a temblar.

No era bueno aguantar lo que sentía, había tardado mucho en estar sola y que todo lo que pasó la golpeara, sus demonios nunca se fueron, entendió finalmente que ella nunca había sanado y temía que nunca lo hiciera. Se sentó al borde de la cama apretando con ímpetu la mano que temblaba como una hoja, regulando su respiración para calmar a su corazón asustado de la amenaza que surgía aquel hombre. Aquel que le había arrebatado todo y que seguía perturbandola.

Se sentía como una niña de vuelta, oculta en su habitación mientras temblaba y lloraba por todo lo que se le venía, por la muerte de su padre, por la quemadura, por la presión que exigía ser jefa y como el pueblo parecía no estar consciente de que hacía lo que podía, por estar sola, sin que nadie la apoyara. Y luego vinieron los ataques y más muertes. Luego tuvo que liberar a los dragones.

Soltó un jadeo lamentable sacudiendo su cabeza con brusquedad, por rebuscar y sobrepensar como lo hacía antes y que dejó de hacerlo, por volver a sentirse como una niña huérfana desamparada en un gran mundo que le exigía ser la mejor. Sollozó aguantando las lágrimas y temblorosa se acercó hasta su bolsa, buscó entre sus cosas hasta que lo halló en lo más profundo. El collar que le había regalado su padre. Era un talisman circular de plata con runas dibujadas a su alrededor que reconoció como la de protección, alegría y amor, en medio lucía la brújula Vegvísir. En la contracara se hallaba escrito por el metal en el idioma fairiano que ella poco o nada usaba, aún así el acento en su lengua era notoria.

Mar sin gheibh thu an-còmhnaidh do shlighe dhachaigh. Para que siempre encuentres tu camino a casa.

Esta ocasión fue la única vez en años que no dudó ningún segundo en ponersela y aferrarse a la joya, se sentó en el suelo pensando en lo familiar y cercana que se sentía a su padre de esta forma.

— Ya no sé que hacer —susurró, los grabados se pegaron a su palma por la fuerza que ejercía, soltó el aire que había estado conteniendo—. Por favor, papá, ayúdame.

• • •

Se dirigieron hacia el norte y lo rodearon volviendo por el camino que habían tomado, la niebla cubrió todo a su paso por lo que el vuelo fue lento pero no calmado, estaban alertas y nerviosas. Sujetaba las riendas con fuerza, poco o nada hablaron en el camino. De alguna manera Idunn estaba segura de que Grimmel estaba siguiendo sus rastros, por más que se esforzaron en no dejar uno, era un cazador, un depredador, los encontrarían si no tenían cuidado.

Sentía un leve enojo consigo misma, con aquella parte que quería huir y culpaba al miedo que la inundaba. Era una drakenhart, era casi la última del linaje Kerr, era un Dovahkiin y aquel hombre no debía asustarla.

Cuando la niebla se hizo mucho más espesa bajaron el nivel de vuelo sin darse cuenta, no se podía ver más allá de las crestas de sus dragones, tampoco era fiable guiarse por el sonido del mar, el silencio era lúgubre. Cruzó miradas con Valka antes de que ambas alzaran sus cascos para probar si sus vistas servían de algo en aquella pobre visual de la naturaleza. La pelirroja achicó sus ojos hasta que de la nada apareció el mástil de un barco, estiró las riendas de Trueno pero ambos dragones fueron lo suficientemente rápidos para desviarlo. Respiró agitada agarrando la cuerda de su arco que se cruzó en la espalda, la vista se hizo un poco más clara revelando la gran flotilla de barcos que flotaban sin ningún movimiento por el nulo oleaje, todos rodeando una alta construcción flotante que reconoció al instante poniéndole los pelos de punta.

Abrió los ojos al ver a lo que podían enfrentarse si los hallaban, las inmóviles velas blancas tenían dibujadas el símbolo de una Pesadilla Monstruosa atravesada por una espada. Era la Alianza del Norte. Antes de seguir uniendo cabos una sombra negra se hizo presente en el cielo, un fuerte con cuatro puntas llevado por aquellos y únicos dragones que odiaba. Apretó su mandíbula y no dejó que las memorias pasadas la distrajeran, aunque no sirvió de mucho cuando escuchó un rugido detrás de ellas y desde las nubes apareció con suma rapidez una Garra Mortal que golpeó a Valka casi echandola, pero que fue directo a ella. Idunn no pudo ni parpadear cuando aquel dragón la sujetó con sus garras arrastrándola fuera de la montura de Trueno y la arrojó al vacío.

Soltó un grito mientras oía el rugido de Trueno y ver como se daba la vuelta para ir por ella más la Garra Mortal le hizo frente chocando contra él, iniciando la danza de dragones. Un rayo cruzó el cielo antes de que su cuerpo chocara contra el mar de forma cruda y brusca, el impacto dolió como si hubiera caído en un suelo lleno de rocas, se le fue la respiración y todo su cuerpo le envió advertencias de alguna rotura, eso sin contar que el agua estaba helada. La aturdió de sobremanera que no pudo ni moverse para salir a respirar, solo se hundió viendo como las luces de los rayos se cruzaban encima del océano y luego desaparecer como si nada, dejándola con una terrible sensación. Sus sentidos comenzaron a apagarse cuando algo se zambullo cerca de ella, unas garras la envolvieron y la sacaron. Cuando creía recuperar la esperanza notó en su borrosa vista que el dragón era rojo y no púrpura.

La Garra Mortal la dejó con poco cuidado sobre la cubierta de uno de los tantos galeones, empapada y con todo su cuerpo gritando de dolor, el uniforme tal vez sirva para que el fuego y la electricidad no le hagan daño, pero no fue hecho para aguantar ser lanzada al agua de una altura promedio. Su espalda, piernas y brazos dolían como si le hubieran incrustrado cuchillos, aún así giró sobre si misma para escupir el agua que había logrado tragar y recuperar su vista. Notó que estaba siendo rodeada por cazadores y atrapadores, todos con las puntas de sus armas apuntandole.

— Increíble, sigue viva, eso es admirable —escuchó decir a uno casi riendo, no supo identificar quien era. Trató de ponerse de pie pero el frío y el dolor la hicieron ver como un potro recién nacido.

— Tiembla como un gusano.

— No seas condescendiente, es un gusano al igual que los demonios que protege.

— Un gusano que se está levantando igualmente.

Mientras los oía hablar, Idunn no se detuvo en ponerse de pie, sentía el peso reconfortante de su arco en su espalda y a Muspel en su cintura, aunque estaría empapada y no se prendería, le animaba el hecho que no estaba desarmada. Se puso de pie ignorando que el dolor recidía en su pierna izquierda, se sujetó por ambas sin querer mostrarles que estaba débil temblando en medio de ellos. Miró el cielo sin encontrar alguna pista de Valka o Trueno, un miedo diferente se le instaló en el pecho que la mantuvo de pie y la ayudó a sacar su arco y poner una flecha en la cuerda.

— Yo no haría eso si fuera tú, encanto —dijo un hombre alto, tenía el cabello negro y rapado de un lado, no era de por aquí fue lo que notó y que la apuntaba con una reluciente espada—. Baja el arma.

La pelirroja tiritó pero no iba a rendirse sin haber luchado antes, pasó todo el peso por su pierna buena y apuntó hasta uno de los cazadores, no sabía quien era y tampoco le interesaba, si Valka también cayó necesitaba encontrarla. El hombre le lanzó otra mirada de advertencia y fingió bajar el arco, segundos pasaron para que vuelva a alzarlo y disparara al alzar. Se oyó un quejido y un golpe sordo, pero no volteó para observar a quien le había acertado. El grupo gruñó en conjunto como lobos que estaban a punto de lanzarse por su presa, respiró agitada, diciendo que podía hacerles un poco de daño.

Uno hombre fue quien se acercó primero recibiendo otra flecha directo en su cuello, había entrenado mucho para que todos sus disparos mortales sean en aquella parte específica del cuerpo, sin embargo, no le daban mucho tiempo para recargar cuando eran veinte o más contra uno. Luchó usando las cuchillas de su arco, un golpe en su mandíbula la desestabilizó y un corte en su pierna mala la hizo caer. Retrocedió hasta chocar contra la orilla del barco, notó en su desesperación que su pierna no era la única parte que estaba sangrando. Aunque herida notó orgullosa que hizo caer a varios también.

— Basta —escuchó una voz autoritaria oírse detrás de todos los lobos que la acechaban con ojos hambrientos, hicieron pasar a la dueña de la voz hasta que se quedó frente a ella. Idunn notó que era una mujer alta con un asco de donde salían dos cuernos parecidos a los de un alce, su uniforme era cuero negro que podría haber sido la piel de un dragón, no estuvo segura, llevaba una capa peluda color gris sujetada por dos ganchos dorados con el símbolo de Los Señores de la Guerra, tenía una expresión dura y los ojos ligeramente estirados. La veía con repulsión y hastío—. Él quiera verla.

Idunn la miró fijamente, sus sentidos no estaban funcionando de la mejor manera, escuchó unos pasos a su lado y se giró solo para ver una cabellera blanca como las nubes de verano en un movimiento tan veloz, solo sintió el golpe en su cabeza y todo su mundo se volvió negro.

• • •

Cuando despertó la noche ya había caído y lo que supo fue que nunca había sentido tanto dolor en su vida. Estaba acostada boca abajo en un catre dolorosamente hecho de roca, claramente para que el prisionero la pasara mal hasta durmiendo, un lindo detalle. No identificó donde estaba mientras giraba para quedar de espaldas, lanzó un aullido y maldijo en alto al identificar finalmente que se había roto una costilla, no supo si fue por la caída o en la pelea.

— Eres alguien muy irritable pero admito que siento admiración —habló una voz que ella bien conocía, frenó todos sus movimientos y quejas, quedando totalmente inmóvil mientras abría los ojos de sopetón—. Te agradezco que decidieras venir, no estaba en mis planes pero me gusta pensar que soy alguien que se adapta a la situación.

Reguló su respiración queriendo concentrarse en los cortes en su pierna, brazo, los golpes que sentía en todos lados, el dolor infernal en la espalda, la costilla rota y las heridas que se hizo cuando Berk ardió. Cualquier dolor que se le presentara era mejor que bajarse de su nube y saber donde y con quien estaba. No dijo absolutamente nada mientras se sentaba dejando escapar quejidos involuntarios y pequeñas lágrimas que humedecieron sus ojos por el esfuerzo dado. Sentía la mirada grisácea y fría sobre ella pero no dejó que eso la intimidara. Para su sorpresa notó que le habían vendado las heridas pero solo eso, ninguna bebida o pomada para el dolor e incluso su ropa seguía mojada en ciertas zonas.

— He oído mucho sobre ustedes, los Drakenhart, su historia es patéticamente interesante y doy crédito en algo —apuntó siguiendo hablando al notar que ella no lo haría—. Son duros y difíciles de matar, aunque tu padre fue un ejemplo muy fácil.

Idunn apretó la roca bajo ella con tanta fuerza que se hizo daño, sus dientes castañearon y el fuego en su interior se encendió cuando alzó la mirada para verlo. No llevaba su casco por lo que su cabello rojo y semi mojado se pegaba a su rostro.

— ¿Dónde está mi dragón? —escupió con la voz ronca, pero dura como una roca lanzada al vacío.

— Si te hace sentir mejor, no lo sé, no lo tengo y no me interesa —respondió con aquella voz que le causaba repulsión, sonaba tan arrogante y egocéntrico, como si estuviera en un gran podio y fuera el mejor de todos. Aunque aquella esperanza surgió por su respuesta, no debía confiar en él—. Mueres por preguntarme algo, vamos, sueltalo.

Idunn lo miró fijamente, Grimmel estaba recostado por una mesa larga en donde habían mapas y lápices, también notó que su casco y armas estaban delicadamente puestos tras él. La miraba con profunda curiosidad, como si quisiera saber todos los secretos del universo y ella los tenía, bufó, era tan falso que solo le daban más ganas de apuñalarlo.

— ¿Por qué lo hiciste? Aquella noche, nos obligaste a ver como los matabas a ambos, ¿por qué? —soltó, era una pregunta que le había rondado por la cabeza durante seis años. Grimmel alzó las cejas esperando aquella pregunta.

— Que ustedes hubieran estado ahí viendo no fue mi problema, llámalo destino o cualquier estupidez vikinga —hizo un movimiento de manos—. Esa noche no fue la primera vez que tú padre y yo hablamos —reveló, la pelirroja parpadeó un tanto soprendida—. Solo que él no sabía que había sido yo.

— Estabas evaluando tu patio de juegos, estabas en el pueblo —afirmó, por eso supo como entrar sin ser visto y causar caos en todas las zonas, conocía cada punto de Fair como ella, apretó su mandíbula al ver que ladeaba su cabeza confirmando aquella sospecha, incluso lucía alegre por descubrir aquello—. ¿Y que demonios ganabas matandolo? ¡Maldita sea, incluso entiendo lo de Rhaegal! ¿Pero por qué él?

— Rhaegal —repitió el nombre del Furia Nocturna con burla—. Por eso, joven jefa, ponen nombres a estas criaturas y las dejan convivir entre ustedes como si fuera parte de la familia, sueños absurdos de niños. Tu padre fue a muchas reuniones queriendo compartir esa ideología, envenenar con sus ideas absurdas, no convenció a nadie pero imagínate si hubiera sido así. Hubiera llevado al mundo al caos...

— Personas como ustedes llevan al mundo al caos, no quieras culpar a animales que estaban mucho antes que nosotros —contraatacó, la irá que sentía se elevaba—. Eres un maldito hipócrita, tú usas dragones.

— Son asesinos de dragones, para eso fueron creados —explicó un tanto divertido—. Los demás dragones no me interesan, estoy aquí por el asesino mayor.

— Los Furias Nocturnas son criaturas amables y leales, pero que sabrás tú de lealtad, si estoy con el asesino mayor —escupió, en contra de todo, Grimmel sonrió—. ¿Por qué quieres matarme a mi ahora? ¿No te bastó con mi padre?

— Eres idéntica a él, esa testarudez y luchar por lo que crees correcto, es admirable —asintió, lo decía en serio—. Tu hermano no tanto, diría que es del lado de tu madre, quizás, pero ambos tienes el mismo objetivo, proteger dragones —se acercó hasta los barrotes que los separaban con pasos calmados—. Ambos van a extender las ideas tóxicas que los humanos y dragones pueden convivir juntos, no estoy dispuesto a que eso suceda.

— Entonces piensas cortar de raíz, ¿esa siempre fue tú idea? —hizo puño de sus manos con tanta fuerza que sus uñas se incrustraron en su palma—. Matarnos no te servirá, sabes que hay muchos más que piensan igual.

— Lo sé, pero sería divertido extinguir el linaje más antiguo del archipiélago —se quedó frente a las rejas gruesas viéndola sentada aún adolorida—. Los dragones rojos del norte vieron su fin desde hace mucho, ¿te cuento un secreto, joven jefa? Tu padre se hizo de enemigos y fue lo que lo llevó a su muerte. Luces sorprendida.

— ¿Sugieres que lo mandaron matar? ¿Que te mandaron matarlo? —preguntó abriendo los ojos pensando en todas las remotas posibilidades—. Tú no eres un mercenario.

— Tienes razón, no lo soy, solo fue un favor que les hice por darme la ubicación del que creía era el último Furia Nocturna vivo —se encogió de hombros, parecía hablar de que cenaría y no de como mató a alguien en agradecimiento, la pelirroja siseó.

Parpadeó, ¿quien querría ver muerto a Morag? Había pensado por mucho tiempo que había sido causa de la testarudez de su padre y la crueldad de Grimmel, pero el cazador lo hubiera matado igual si entregaban a Rhaegal. Alguien le había dicho sobre el Furia y alguien le había pedido matar a Morag, ¿pero quién y por qué? Lo miró de vuelta.

— ¿Quiénes? —se puso de pie aunque le dolió un infierno, lo hizo, ignoró las puntadas y habló con una frialdad que prometía muchas cosas—. Hablaste en plural, ¿quiénes fueron? ¿quiénes te dijeron que mataras a mi padre?

— Estoy tentado en dejarte viva para ver lo que puedes hacer con esa ira y rabia —comentó encantado de ver aquella faceta, capaz de entregar todos los nombres solo para que ella explotara.

— ¡¿Quiénes?! —exclamó, no quería sus juegos en estos momentos. Grimmel la observó un largo rato, evaluando sus posibilidades.

— ¿Crees que soy capaz de traicionarlos? —preguntó en tono condescendiente, casi burlón—. Mi honor...

— Tú no tienes honor, sabandija.

— Eres un enigma, puedes servir —comentó más para si mismo que para ella, la fairiana frunció el ceño sin entender pero hastiada de esperar una respuesta—. Se hacen llamar los Lobos Rojos.

Fue lo único que le dijo y no la ayudaba en nada, jamás había escuchado hablar de aquel grupo. Frunció el ceño mirando al cazador, satisfecho por ponerle más dudas en su cabeza, gruñó, él sabía muchas más cosas que ella y lo presumía, lo odiaba. Apretó sus manos de vuelta cuando sintió el temblor volver a su sistema. El rostro maravillado de Grimmel le respondió de por qué se lo contaba, no perdía nada traicionando a los lobos si la mataría antes de que salga el sol.

— ¿Por qué ya no me matas? Estoy seguro de que te ahorrarías muchos problemas si dejabas que me ahogara —apuntó, hubiera preferido morir luchando o ahogada a que el peliblanco usara contra ella sus dragones, porque claro que lo haría, ya lo intentó en Berk. Grimmel curvó sus labios en una sonrisa ladina.

— Aún no lo comprendes, ¿verdad? Él vendrá por tí y con él su dragón —admitió su plan, todo el peso que estaba aguantando por su pierna mala se le vino encima y la sacudió—. Eres el cebo perfecto para atraer a tu novio.

Una corriente eléctrica cruzó su cuerpo y el impulso la llevó a correr hasta las rejas en un intento desesperado y cargado de ira contra aquel hombre, tal cual lo hizo hace seis años al intentar cruzar el fuego. Chocó contra los barrotes pero logró atravesar su brazo derecho para querer alcanzarlo, Grimmel se desvió por milímetros antes de que pudiera alcanzarlo. Idunn gruñó golpeando los barrotes como si eso fuera suficiente para romperlo.

— No le hagas daño —gruñó como un dragón enojado.

El cazador la observó y en un veloz movimiento sujetó su mano con fuerza para que no escapara de su agarre, un escalofrío recorrió la columna de la pelirroja al sentir su tacto, no quería que la tocara, le causaba repulsión. Grimmel dio vuelta su mano y un quejido salió de sus labios por la forma brusca en que se lo hizo, se estiró hacía atrás para salir de su agarre logrando que solo se lastimara más. El peliblanco observó las cicatrices de su mano marcada, el recorrido de las llamas acidas que sus Garras Mortales le dejaron con tanta amabilidad. Se estiró aún más saliendo de su agarre finalmente chocando sus nudillos contra el metal de la reja, disimuló su dolor solo para mirarlo con el más puro enojo.

— Disfruta la noche —murmuró, y sin decir nada más se retiró dejándola sola en aquella oscura y húmeda celda.

Golpeó la palma de su mano contra la reja con impotencia, estaba demasiado lastimada como para que un nuevo golpe la afectara. Cayó al suelo sucumbida por el dolor lacerante de su pierna y costilla, quería llorar pero estaba demasiado furiosa como para derramar lágrimas por el momento. Había sido un error venir.

• • •

No sabía cuanto tiempo había pasado, no era capaz de ver la luz de la luna para poder identificar que hora sería, pero por más tarde que sea no pudo pegar el ojo por más cansada que se hallaba. Se encontraba sentada en el suelo recostada por el catre de piedra cabezeando de un lado al otro, le pesaba tanto su cabeza que le impresionó que no haya caído al suelo. Al menos agradecía que Grimmel no se hubiera mostrado de vuelta, en cambio a eso puso guardias en la entrada sin puertas, le animaba saber que el cazador era consciente de que podía escapar.

Observó la antorcha encendida encima de su cabeza sin ganas de pararse para acercar el fuego a ella, tenía demasiado frío y si las heridas mal curadas o la Garra Mortal no la mataban antes, lo haría la hipotermia. No tenía la suficiente fuerza como para planear un plan, de todos modos estaba sola en medio de todos sus enemigos. Estuvo divagando todas estas horas, pensando en los Lobos Rojos pero sus pensamientos siempre la dirigía a un camino sin salida, estaba totalmente pérdida.

Mientras seguía cavilando sin éxito alguno, escuchó un golpe y el familiar sonido de metal chocando contra metal. Alzó la cabeza y se incorporó rápidamente aunque fue una mala idea, todos sus músculos le gritaron regañandola por tan repentino movimiento. Se acercó cojeando hasta las rejas soltando un siseo para saber lo que estaba pasando, se costernó pensando que Hipo si había venido por ella. Vio como los guardias abandonaron sus puestos, frunció el ceño aguantando la respiración al oír unos quejidos seguido por el silencio que habitaba en ese lugar. Pasaron unos segundos que le parecieron eternos hasta que volvió a escuchar unos pasos, tragó saliva antes de que un hombre alto y pelirrojo cruzara el umbral.

— Alistair —murmuró al ver a su hermano, su voz estaba ronca pero su cuerpo se relajó nada más verlo, aunque esa tranquilidad no le duró mucho, debían salir de ahí. Por su parte, el pelirrojo respiró totalmente aliviado al verla en una pieza—. ¿Qué estás haciendo aquí?

— Turisteando —murmuró con falsa alegría antes de lanzarse una mirada obvia—. Te estoy rescatando, animal.

— También me agrada verte —sonrió, su hermano le puso las manos sobre las suyas que sostenían los barrotes—. Al, es una trampa, hay que salir de aquí antes.

— Claro que es una trampa —murmuró antes de alejarse para buscar la llave.

Al no encontrarlo volvió hasta ella alzando su hacha para partir la cerradura pero un movimiento a sus espaldas lo hizo tensarse y el grito de Idunn fue lo que logró que se diera la vuelta y se defendiera de la espada del hombre. Era el mismo hombre con el pelo rapado de un lado, el mismo que le había cortado la pierna. Alistair chocó su hacha de doble filo con la espada y lo hizo retroceder hasta chocar contra la mesa, el hombre desvió el filo mortal del arma del vikingo y se deslizó por el suelo quedando del otro lado de la mesa. Quedaron separados por ello pero mirándose fijamente mientras Idunn no podía hacer nada más que mirarlos pelear.

Ambos hombres volvieron a chocar luego de que Alistair pateara la mesa para echar las armas de su hermana hasta ella, Idunn se arrodilló estirando su mano para alcanzar a Muspel que era el más cercano. No tendría fuego pero tendría filo. Alzó la vista desesperada con ganas de salir para apoyarlo, el pelirrojo logró sujetar la espada en el metal retorcido de su hacha y lo atrajo hacia sí para golpearlo y desarmarlo. Pero el hombre dedujo sus intenciones por lo que cuando lo acercó, sacó una daga de su cinturon y lo apuñaló en el pecho. El Kerr menor soltó un quejido pero ni el arma lacerante incrustrado cerca de su corazón no lo haría caer.

Idunn gritó al verlo pero Alistair siguió luchando, ella desesperada logró agarrar a Muspel y con las manos temblorosas por saber que su hermano estaba herido, buscó el compartimiento donde guardaba el gel de la Pesadilla Monstruosa para poner en su capsula, estaba temblando con ímpetu y el nerviosismo causó que se le cayera unas dos veces. La adrenalina llegó cuando vio que Alistair era apuñalado esta vez por la espada filosa del enemigo.

Todo su mundo pareció romperse cuando su hermano cayó al suelo y una energía sobrenatural la cegó. Prendió a Muspel y con una fuerza descomunal golpeó las rejas atravesando el metal, que se derretía por el fuego de dragón. Toda debilidad se extinguió y los dolores dejaron de importarle cuando rompió los barrotes y salió al encuentro del hombre. Este se dio la vuelta al notar que había salido, pasando su espada manchada con la sangre de su hermano hacia su otra mano para apuntarle a que se acercara, una invitación, Idunn no dudó en aceptarla.

Con el fuego ardiendo en su interior, sujetó con fuerza a Muspel y utilizando las maniobras que le había enseñado Valka, atacó usando ambas hojas con flamas. Ellos no le arrebatarían de vuelta a alguien de su familia. Atacó con estocadas brutales, golpeó la espada pero con la otra punta le hizo un gran corte seco en la pierna, el hombre se quejó retrocediendo pero ella no se detuvo. Agarró la espada y esta se fundió a Muspel como una hiedra que se enredaba por casas abandonadas, la golpeó y lo tiró lejos. El hombre viéndose indefenso intentó golpearla pero el fuego y las heridas que le había hecho le impedían acercarse.

Con una última estocada, Idunn le incrustó la punta ardiente en el hombro antes de alejar la punta para verlo caer, el hombre de rodillas levantó la vista pero fue suficiente para que la pelirroja alzara a Muspel de un lado y le diera un tajo tan profundo en su garganta que su cabeza rapada se deslizó fuera de su cuerpo, cayendo al suelo con una cortadura seca. Idunn respiró agitada antes de apagar su arma viendo sin arrepentirse de lo que había hecho, se dio la vuelta y veloz como un rayo se acercó hasta el cuerpo caído de su hermano.

Cayó de rodillas poniendo sus manos en sus heridas, marchándose con su sangre, trató de no temblar pero fue inútil.

— No te atrevas a dejarme o iré hasta al Valhalla a echarte a patadas —amenazó pero estaba aterrada, estaba sangrando mucho aunque esperaba que el traje hubiera servido para que no sea un corte muy profundo. Su hermano la miró y no pudo creer que le sonrió, respiraba agitado, consciente pero débil, esperaba que el dicho que era difícil matarlos tuviera algo de razón. Él agarró su mano.

— No me iré —murmuró con voz taciturna, logrando que la mayor soltara las lágrimas que había estado conteniendo. Él estaba luchando, él siempre luchaba.

Unos pasos se escucharon por el estrecho pasillo y un estruendo mucho más lejos, se exasperó, ella no podía luchar si le superaban en número pero haría lo que fuese necesario para proteger a su pequeño hermano, era la mayor, era su deber. Se arrastró hasta agarrar su arco y sacar una flecha para luego incorporarse, temblando como una hoja, por el frío, el dolor y el miedo que sentía. Se puso frente a Alistair preparada para morir por él.

Estuvo a punto de soltar la flecha cuando un hombre rubio cruzó el umbral, su vista azulada opacada por la oscuridad del lugar se fijó en Alistair y abrió los ojos, pero alzó los brazos cuando vio que ella lo tenía en la mira. No vestía como cazador ni como vikingo, notó la pelirroja, tenía una camisa blanca y sobre ella un chaleco azul con una insignia que no alcanzó a ver.

— ¿Quién eres? —preguntó con voz cargada de ira, él habrá notado como le temblaba el pulso, ella no lo conocía—. ¡¿Quién eres, qué quieres?!

El rubio tragó saliva y alzó aún más los brazos al notar que si daba un mal paso ella le dispararía, estaba asustada y no lo conocía, suspiró viéndola con calma y confianza antes de responder.

— Soy Kristoff Haraldsen, vengo ayudar, prima.


Jeje.

Antes que nada, hola que tal, extrañé esto. Y lo otro es que lleGAMOS A LOS 100K DE LECTURAS, LLORO DIOSMIO MUCHAS GRACIAS 😭 no hubiera logrado nada sin ustedes, los amo.

No pondré mucho pq siento que me van a asesinar, so, díganme que les pareció el cap, ¿quienes creen que sean los Lobos Rojos? Kristoff bb.

Sin mucho que decir, nos leemos, recuerden que los tkm uwu.

Mag.

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