━thirty one: breath of life

══❅•°•CAPÍTULO XXXI•°•❅══
RESPIRO DE VIDA.

❝De pie en el polvo de lo que queda de nosotros, puedo verte en mi alma❞

— ¿Eh? —fue lo primero que salió de su boca, le dolía todo su cuerpo y su cabeza se apretaba en un zumbido molestoso, no estaba para estas cosas.

Su pulso tembló sin saber que hacer, nunca había visto a su primo y no tenía cabeza para evaluar los rasgos de su rostro, ¿y si era una mentira? ¿pero por qué se vestía diferente si así lo fuera? Necesitaba sacar a Alistair de ahí pero se quedó en su lugar dudando de todas sus decisiones, desconfiaba hasta de su propia sombra.

El rubio le suplicó con su mirada, no pensaba que la reunión con su familia pérdida sea así, pero lo entendía, la pelirroja había pasado por un secuestro y sabrá que cosas más por las heridas que llevaba y los gestos de dolor que hacía. No pudo evitar mirar al suelo cuando un cuerpo caído llamó su atención, el cuerpo de un lado y la cabeza del otro cortado perfectamente, ¿tan letal era su prima? No quería comprobarlo, pero iba a terminar igual si no tenía cuidado.

Alistair tosió y fue capaz de mover su mano para agarrar el tobillo de la arquera —que seguía apuntando al recién llegado— para llamar su atención, no fue difícil, Idunn lo miró al instante.

— Es él, baja... baja el arco —murmuró antes de soltar un suspiro cansado, quería dormir, ambos se alertaron.

Idunn abrió los ojos al verlo así de vulnerable, vio al rubio y confiando en su hermano, bajó el arco. Kristoff entonces aprovechó para acercarse a la vez que la pelirroja se ponía de rodillas. Alistair puso todo su esfuerzo para levantarse siendo ayudado por ambos aunque Idunn apenas y podía soportar su propio peso.

— Deja yo lo llevo, no te esfuerces —habló el rubio al notar como ella no parecía controlar su cuerpo, lo miró, el mismo color de azul impactando contra si, idénticos.

Bajo la luz de la antorcha y rodeada de las sombras de sus demonios, se vio reflejada en los ojos de Kristoff Haraldsen. Su primo. El hijo del hermano de su padre que nunca supo que tenía. Sangre de su sangre.

Infló sus pulmones de todo el aire que pudo recoger para asentir, soltó a su hermano dejando que el rubio cargara con todo su peso, ella se quedó a su lado vigilando cada movimiento, porque Alistair era demasiado alto, demasiado grande para cualquier persona. Una estruendo la sobresaltó y desde el pasillo unas luces naranjas impactaron contra la pared, y los gruñidos, oh esos sonidos podía identificarlos a kilómetros. Gruñó y se maldijo a si misma, no era tiempo de estar conmocionada, no era tiempo para entrar en pánico pero la adrenalina estaba pasando y finalmente se dio cuenta de lo que había pasado y lo que sucedía ahora mismo.

— Vamos, Al, resiste un poco más, ayúdame un poco si puedes —la cálida voz de su primo la sacó de sus pensamientos, Kristoff rodeó la cintura de Alistair y puso el brazo del pelirrojo sobre sus hombros, y el muy maldito de su hermano gemelo se atrevió a sonreír, ¡A sonreír! Dioses, quería su optimismo.

Volvió su atención a la entrada cuando una sombra oscureció las luces rojas, una sombra con forma humana. Kristoff detuvo sus movimientos y se tensó al observar lo mismo sin saber si aquella figura pertenecía a un amigo o enemigo. Idunn, en cambio, volvió a levantar el arco y cuando la figura se acercó lo suficiente, soltó la flecha, sin dudar esta vez. Lo próximo que escucharon fue un chillido, un jadeo, el movimiento de la persona desviando el arma y el golpe de la flecha contra el muro detrás.

— Virgen Santísima —exclamó aquella persona, Idunn no notó que su primo volvió a relajarse al escucharlo sino que recargó la flecha en el arco, que confiara en él no significa que lo haría con cualquiera que atravesaría aquella entrada sin puerta—. Ey, soy amigo, cariño, baja el arma —miró a la sombra y las luces naranjas impactaron en su rostro revelando nuevamente a un muchacho de su edad, el pelo castaño y el mismo uniforme que el rubio. El castaño abrió los ojos al ver el estado de su hermano y este de vuelta sonrió.

— Se dice por favor y tienes suerte que hubiera fallado —habló una nueva voz que Idunn conocía demasiado bien como para lograr bajar el arco. La figura alta y femenina de Dhalia Gorm se mostró a lado del castaño y el pelo como la nieve que relucía en pequeñas trenzas le sacó un suspiro, nunca había tenido tantas de ganas de llorar y abrazarla al mismo tiempo—. Al, Idunn, Dioses.

Dhalia se adentró al cuarto con la rapidez de un pez dentro del agua hasta los hermanos que estaban lado a lado, llevando sus gráciles manos a las mejillas de ambos, preocupada pero manteniendo la calma.

— Hola, princesa —habló Alistair con la voz sumamente ronca, boqueó antes de volver a hablar—. R-recibieron mi lindo mensaje. Said no estaba incluído.

— No puede ser —habló el castaño entrando para ayudarlo también, poniéndose del otro lado sujetando el hacha del pelirrojo en la otra mano—. Está herido y sigue maltratandome.

— ¿Dhalia? —murmuró Idunn queriendo salir de su estupor, maldita sea, no es momento de estar conmocionada, se volvió a decir—. ¡Dhalia! ¿Por qué están aquí? ¿Cómo? ¿Qué pasó?

— Al nos envió una carta de que te habían secuestrado —explicó antes de voltear a ver a los otros dos justo antes de otro estruendo que sacudió la torre—. Te lo digo mejor luego.

Aunque Dhalia parecía estar en control y calmada con la situación, Idunn podía leer fácilmente el miedo y preocupación en su mirada. Tal vez sí había estado en calma hasta el momento que vio a Alistair herido, puesto que Dhalia no estaba dispuesta a perderlo ahora que lo había vuelto a encontrar.

— ¡Hay que salir de aquí!

Idunn luchó contra ella misma y con un gruñido volvió a ella, mientras Kristoff y el que supuso se llamaba Said sacaban a su hermano de aquella infernal sala, volvió para agarrar a Müspel y su casco, Gorm la esperó y ambas fueron tras el trío. Alistair trataba de no dormir y ayudarlos para que su peso no sea una molestia, pero era bastante notorio su dolor y cansancio, y aún así seguía esforzándose.

Al llegar hasta el centro de la fortaleza, Idunn especialmente confirmó que las luces naranjas eran el fuego que las Garras Mortales estaban lanzando sobre pequeñas siluetas que corrían hasta arriba de la torre. Hipo, Astrid, Valka, el equipo. Mierda, mierda, mierda, mierda. Sí habían venido por ella, era exactamente lo que aquella serpiente quería más también estuvo segura que no había esperado refuerzos. Se detuvieron cuando un escombro cayó frente a ellos alzando una nube de polvo y fuego. Pero el pilar había abierto una abertura en la pared y el viento frío de la noche les dio la bienvenida a la libertad, para Idunn fue un momento glorioso.

Dhalia rodeó su muñeca con su mano para estirarla hacia la salida, ahogó un quejido y respiró rápidamente, el polvo inflamable por culpa del ácido de aquel dragón le picaba en los ojos y a sus pulmones ya maltratos los golpeaba. Se estaba ahogando, se estaba ahogando. Dhalia salió primero pero Idunn la soltó, no aguantaba, no podía aguantar un minuto más, se sujetó del pilar que ardía bajó sus guantes y tosió sangre. Abrió la boca sin poder respirar y siguió escupiendo, la sangre espesa se deslizó de sus labios cómo agua, de su nariz, tapando todos sus orificios. Jadeó y las lágrimas salieron.

Se ahogaba en su propia sangre, las consecuencias finalmente llegaron a ella, del golpe que se dio contra el océano, de los golpes de los cazadores, sus costillas rotas lacerando sus pulmones llenos de polvo ácido y aunque no lo veía ni lo sentía, estaba segura que sus heridas mal tratadas volvieron a abrirse. No podía respirar, jadeó y gritó desesperada hasta que cayó de rodillas llevando sus manos a su garganta, rasguñando su piel, como queriendo arrancarselo para poder respirar. Las lágrimas de puro miedo se mezclaron con su sangre.

— Idunn, Idunn, no, no —habló Dhalia demasiado rápido como para entenderla, puso sus manos sobre sus hombros y en un movimiento ágil la atrajo a ella, hasta afuera, de pie sobre los escombros que casi lograron volver a echarla y aunque avanzó unos pasos, cayó, no del todo, porque la peliblanca se aferraba a ella, queriendo sacarla del infierno que se desataba a sus espaldas. Se puso de rodillas frente a ella, con las manos en su hombro sin saber que hacer, dolorosamente sin ideas y le rompía ver como Idunn la miraba, demasiado asustada, estaba pidiendo ayuda—. Trata de relajarte, ya sé que es difícil, pero te va a costar más si entras en pánico —su mano temblaba cuando le pasó el cabello rojo detrás, estaba desesperada pero debía mostrar calma para que Idunn la imite—. Así, abre la boca... ¡Alyssane!

La dragona multicolor llegó tras la peliblanca creando un fuerte viento, Idunn se inclinó hacia el suelo cerrando los ojos con fuerza ya que temía que la sangre saldría como lágrimas. Alistair balbuceó su nombre al pasar a su lado pero los tres se detuvieron, no podían escapar los cinco en el Canto Mortal, era demasiado peso por más grande que la dragona pudiera ser.

— Esto te va a doler —murmuró la vrediana sacando una daga del cinturón, no quería hacerlo pero era su única opción, debía liberar su respiración. Pero no se espero que la misma Idunn sujetara el cuchillo, le diera la vuelta y se abriera la garganta.

El grito ahogado de Idunn explotó en el aire al mismo tiempo que la pared detrás de ellos caía en pedazos. Todo pasó demasiado rápido, Dhalia de movió dispuesta a ponerse sobre la pelirroja al igual que Kristoff sobre Alistair y Said que ya estaba soltándolo para ir junto a Gorm, pero unos rayos rompieron el cielo, directo hacia los escombros que explotaron por la carga de energía.

Los rayos fueron atraídos hacia el uniforme de Idunn, como reconociendo el metal ya desgastado por aquella descarga familiar. Said saltó hacia Dhalia para alejarla de la tormenta eléctrica que se formaba alrededor del cuerpo de la fairiana sin entender que estaba pasando. Su cabello rojo, como la sangre que la manchaba, se levantó como si flotara bajo el agua hasta que los rayos desaparecieron y volvió a su misma posición. Su garganta le quemaba pero ya era capaz de respirar, aspiró temblorosa sin saber cuánto había añorado sentir el aire frío y el aroma salado del mar. Un respiro de vida.

Un movimiento pesado llamó la atención de todos y el cuerpo púrpura aterrizó sacudiéndose, Trueno se acercó sin dudar hasta Idunn aún en el suelo tratando de adueñarse de todo el aire que podía, otro estruendo y el frío se hizo insoportable ya que nadie se dio cuenta de cuando Arwen había llegado y usaba su hielo curativo con Al cuando este ya estaba a minutos de desmayarse.

Nadie dijo nada, ni preguntaron cómo Idunn seguía viva luego de apuñalarse. Solo Dhalia fue capaz de salir de los brazos del soldado kainiano para acercarse a la pelirroja que quería ponerse de pie. Idunn se sujetó de Trueno, casi aliviada al verlo sano y salvo, supuso que al no encontrarla había vuelto a la isla, seguramente obligado por Valka, sabía que el híbrido era lo suficientemente terco como para quedarse igual si eso lo ponía en peligro. Recordó el nombre de su primo pero sentía que se desgarraría la garganta si hablaba, así que lo señaló, a su hermano y a él, y luego al dragón eléctrico.

— Si, Trueno es enorme —asintió Dhalia entendiendo al instante—. Said ven conmigo en Alyssane, Kristoff lleva a Al hasta Trueno, no podrá volar solo.

— Ellos dos tampoco están en condiciones de volar solos —señaló el rubio aunque se movió hasta el híbrido—. Iré con ustedes, ¿soportará a los tres? —preguntó dirigiéndose a su prima, ella asintió.

Idunn, aún sujetándose por él, volteó hasta Trueno haciendo una seña para que se baje todo lo que podía, él obedeció. No podía hablar y temblaba pero no debía estar conmocionada, se volvió a decir por tercera vez, aguantando y explotando su cuerpo al máximo. Kristoff se acercó hasta el enorme cuerpo del ser alado, sorprendido, no había visto un dragón tan grande y diferente hasta ahora, y aunque su primo le había informado que se trataba de un híbrido, no se había imaginado lo imponente que iba a ser.

Ayudó a Alistair a subir, sin estar seguro de como hacerlo él mismo, así que volteó hacia los demás. Dhalia seguía a lado de Idunn observando su garganta, sorprendida, pero la soltó para poder irse de ahí. Kristoff le ofreció la mano a su prima, ella lo aceptó, temblorosa, subió a Trueno casi tan torpe como lo hizo la primera vez que voló en él. El rubio miró sus movimientos cuidadosamente y la imitó, era más grande de lo que imaginó cuando estuvo ahí arriba. Arwen fue la primera en levantar vuelo, seguido de Trueno demostrando que podía ser más grande a ojos de los recién llegados. Dhalia se quedó en tierra hasta que ellos estuvieron en el aire y fue tras ellos, vigilando, temblando y rezando a los Dioses de que aguanten hasta llegar a la isla, Said tras ella, puso una mano sobre la de ella y la apretó.

Se alejaron lo suficientemente rápido cuando vieron al Destripador Carmesí acercarse para destruir la torre. Alistair abrazó a su hermana poniendo su frente en su hombro y Kristoff los miraba temiendo que pudieran caer.

— ¡Idunn! —alguien gritó desde el cielo, una mancha celeste apareció a lado de ellos. La pelirroja recostada también por Alistair volteó a ver a un Hipo sumamente preocupado detrás de Astrid que tenía los ojos abiertos, pasando sus ojos por ambos hermanos consecutivamente.

La mirada de Idunn dijo todo lo que no podía en palabras, lo siento, lo siento, lo siento. Estaba lo suficientemente cansada como para notar que Chimuelo no se encontraba en ningún lado, así como para reparar en la ausencia de la gemela Thorston.

• • •

Los gritos, lágrimas y sollozos desesperados se mezclaron todo en uno. El fuego, el dolor, los rostros familiares apilados en una montaña de cadáveres. La sangre, los golpes, el color rojo, rojo, rojo. El agua helada, el sentimiento de ahogo, los rayos, ojos azules idénticos, el asesino de furias nocturnas y su padre sonriendo. Un dragón negro con ojos como el fuego, gritos de ayuda, una ciudad en llamas, un cabello rojo, rojo, rojo. Y la voz de Grimmel repitiendo las mismas palabras con más intensidad.

Lobos Rojos, Lobos Rojos, Lobos Rojos. Lo habían asesinado, lo habían asesinado. Lo mataron, lo mataron. Mandaron matar a Morag Kerr. Él siempre fue el objetivo. Los lobos mataron al dragón. Lobos, lobos, lobos.

El rugido infernal de un dragón legendario la envolvió e Idunn despertó.

Achicó los ojos por la luz que se filtraba por la tela de la carpa, parecía que había pasado una eternidad. Se quedó mirando el techo de tela cocida con parches tratando de saber donde estaba y que había pasado, el calor se extendió y bajó la cabeza viendo al pequeño Monstruo Alado acurrucado sobre su estómago soltando pequeños ronquidos y bufidos. Lo primero que pensó fue que debía darle un nombre.

Tragó saliva y fue igual que haber comido pequeñas piedras filosas, un quejido doloroso se extendió con voz ronca que hasta parecía un dragón herido. Que básicamente lo era. El sonido fue suficiente para alertar a la persona sentada a su lado. Hipo se levantó al verla despierta y agarró su mano esperando paciente que los ojos azules se fijaran en él, el castaño observó las heridas, las viejas y las nuevas. Eran muchas cicatrices para toda una vida. Pero su mirada, desde que llegaron y cuando la acompañó hasta Gothi para curarla, se desviaba al corte vertical demasiado reciente pero increíblemente ya cicatrizado de su cuello. Tenía costras y estaba perfectamente cerrado, pero su piel alrededor del corte estaba oscurecido y salían líneas irregulares, serpenteando. No había entendido al principio hasta que Dhalia le dijo lo que había pasado.

— Hey —susurró suave el joven jefe pasando una mano por su cabello, sacando pequeños mechones de su frente. Idunn al enfocar su vista y notar de quién se trataba abrió la boca para intentar hablar, para disculparse, sin embargo, Abadejo no se lo dejó—. No hables, tienes la garganta lastimada, horriblemente lastimada, de hecho. A ti nada más se te ocurre abrirte la garganta sin dudar.

Idunn frunció el ceño llevando una de sus manos hasta su cuello toqueteando, sintiendo el dolor bajo el toque, pero pudo encontrar la cicatriz con costras. Recordaba que en su desesperación tuvo que hacerlo, no podía respirar, y si era totalmente sincera, no sabía que funcionaría. Pero no recordaba lo que sucedió después. Hipo al ver su confusión respecto a la herida de su cuello decidió contar a la idea que había llegado.

— Te abriste la garganta para respirar, así la sangre tendría un lugar de salida —suspiró peinando una de las trenzas que se soltaron, pensando en lo que había llegado a hacer para poder sobrevivir—. Tu grito alertó a Trueno que estaba cerca, él nos estaba ayudando a salir junto a Brincanubes pero ni bien te escuchó se fue, de alguna u otra forma los rayos fueron atraídos a ti, por el uniforme, y el calor causó una onda eléctrica y fricción que lograron cerrar la herida. Sigo sin entender como lo hizo Trueno o si fue un accidente por no tener el casco, mamá me dijo que caíste al agua y con el frío aún estarías un poco mojada, pero te hubiera electrocutado, no te hubiera salvado.

» Aún no sabemos todas las cosas que Trueno puede hacer, pero eso no importa ahora, lo importante es que te salvó y estás aquí —su voz tembló un segundo—. Dioses, Idunn, pensé que iba a perderte. Cuando mamá vino sola y con Trueno asustado, sin ti, perdí la cabeza, quería ir por ti al instante y cuando te vi, con toda esa sangre, medio muerta... —bajó la cabeza—. No soy capaz de vivir en un mundo sin ti, Idunn.

La pelirroja la destrozó verlo así, por culpa de ella, lentamente alzó un brazo, el quemado, hasta su mejilla para darle suaves caricias. Tratando de decir "aquí estoy, ya estoy bien, lo siento mucho", él volvió a mirarla entonces, ella ladeó una sonrisa pequeña y débil. Hipo puso su mano sobre la de ella cerrando los ojos por su tacto, había tenido tanto miedo de no volver a sentir su tacto, abrió los ojos y se inclinó para dejarle un beso en la sien, más se mantuvo en esa posición uniendo sus frentes, quería tenerla cerca, sentir que estaba ahí, viva.

— Al está bien —habló antes de que ella se preocupara por su hermano, aún en esa posición—. Arwen congeló sus heridas rápidamente antes de que pase a mayores, Astrid lo está cuidando, Dhalia estaba aquí, se fue momentos antes de que despertaras, supongo que está con él ahora —se separó para mirarla, había alivio en sus ojos pero todavía tenía preguntas que no podía formular en palabras. Aunque aún así, Idunn notó que Hipo seguía sin decirle algo más—. Tu primo está afuera, ¿quieres verlo? Estaba muy nervioso.

Tu primo. Dioses, aún era extraño escuchar aquella palabra. Recordó su rostro preocupado, en que había venido porque Alistair le dijo que le habían secuestrado. Había venido por ella. Miró a Hipo y asintió, le hizo una seña de que se iba a levantar y aunque el castaño se lo negó como mil veces en un segundo, la pelirroja siguió con su trabajo de sentarse, lo cual claramente hizo. Sin olvidar de despertar al Monstruo Alado que la abrazaba, el pequeño bostezó y le lamió la cara antes de acurrucarse a su lado.

El jefe bufó sin tener de otra que ayudarla mientras se quejaba que nunca le hacía caso, Idunn se quedó sentada al borde de la cama donde le habían puesto y lo miró, toda queja murió en los labios del castaño, se veía tan cansada de todo.

Suspiró acercándose para dejarle otro beso en la frente antes de decir que avisaría a Kristoff que quería verlo, ella asintió y cuando se fue, recién ahí se encogió y arrugó su cara por el dolor que le causó moverse. La medicina que le había puesto Gothi posiblemente la entumeciera para que el dolor no sea tan fuerte y aún así sentía como le apretaba el pecho. Llevó una mano hasta su garganta haciendo pequeños movimientos, un supuesto ejercicio, sabía como estaba formado el cuello, por eso siempre que usaba el arco apuntaba a esa dirección. Sabía los puntos que podrían matarla y los que no eran tan letales, pero aunque había estado desesperada, ahora notaba lo arriesgado que fue esa movida. Pudo haber muerto y fácilmente los Dioses habían tomado aquello como un suicidio, eso no la conduciría a las puertas doradas del Valhalla.

El pequeño dragón, como sabiendo lo que pensaba, hizo un sonido agudo levantando su cuello. Ella lo miró y acarició su cabecita, sonrió sin mostrar dientes al escucharlo ronronear. La entrada de la carpa se movió y el rubio entró, Idunn lo vio quedarse al otro lado de donde ella estaba, lucía nervioso, jugaba con sus manos y le dio ternura.

— Hipo, eh, el Jefe, me dijo que no puedes hablar —habló viéndola, el dragoncito comenzó a jugar con la mano de la pelirroja, se aclaró la garganta—. Hola, soy Kristoff, espero que Al te haya hablado de mi o esto sería incómodo.

Idunn asintió, porque ella estaba muy feliz de poder conocerlo, hubiera querido que fuera en otra situación en la que pudiera hablar y decirle que no había porque ponerse nervioso. Recordó lo que Alistair dijo, Kristoff era bastardo y había esperado que lo rechazara como todas las personas lo habían hecho. Y era lo que pasaba de nuevo, el Kerr menor le había asegurado que a su hermana no le iba a importar pero ahora, parado frente a ella, tenía miedo de que aquello fuera una mentira.

La pelirroja sonrió sin mostrar dientes soltando al dragón, que se quejó, y llevó la palma de su mano al corazón e hizo un movimiento hacia arriba y luego hacia abajo, suave y elegante, como olas de mar pero, en este caso, representaba la danza del fuego. Un saludo que usaban en Fair para demostrar respeto, admiración o aceptación. Señal Drakenhart, Corazón de Dragón. Como lo supuso, el rubio no lo entendió, ladeó la cabeza de forma inocente, Idunn negó con una sonrisa y en cambió alargó su brazo haciendo una seña para que se acerque.

Kristoff estaba en pánico pero dio pequeños pasos hasta la heredera de Fair, incluso el dragón se quedó quieto observándolo, moviendo la nariz, olfateándolo. Pues un Monstruo Alado podía reconocer a los de Sangre de Dragón al igual que los colores nítidos, la sangre llama a la sangre.

El rubio se detuvo y la miró, todas las cicatrices que cubrían su rostro, el brazo descubierto revelando la fea quemadura que partían de la punta de sus dedos hasta el antebrazo como las llamas que la habían quemado. Ella también lo observó, el pelo dorado, los ojos azules, juraría que la nariz era idéntica a la de Alistair, las facciones que la recordaban a su padre, a su abuelo que había muerto cuando ella aún era niña pero que seguía teniendo su rostro en mente, era muy parecido a él, de hecho. Sonrió más grande, con lágrimas en los ojos, no estaba sola y él tampoco, trabajaría para demostrarle eso cada día si podía.

Agarró sus manos para usarlo como ancla y así se puso de pie, Kristoff abrió los ojos y la sujetó mejor aunque quiso hacerla sentar de nuevo, falló horriblemente.

— ¿Qué haces? Estás heri... —sus palabras se quedaron en el aire cuando sintió que lo rodeaban, Idunn lo había abrazado.

Por un momento no supo qué hacer ni cómo reaccionar, pero rápidamente la rodeó con todo el cuidado del mundo, aguantando las lágrimas. Sentirse aceptado por su prima luego de tantas burlas y malos tratos, causaron que al final algunas lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

Se sintió afortunado, porque despues de tantos años, comenzaba a creer que ya tenía una familia completa.




ª HOLA GENTEE, no estaba muerta, andaba de parranda... parranda en un horrible bloqueo, lo siento muchísimo por tardar tanto btw.

Puntos que aclarar:

• Desde aquí algunos puntos entre wttf y Crown de newtmas- van a estar ligados o a parecerse. No es obligatorio leer Crown pero si está recomendado porque es alta joyita y Pau escribe hermoso, muack.

• Acá hay MUCHOS foreshadowing, solo voy a decir eso je.

Díganme qué les pareció el capítulo, Kristoff e Idunn son tan lindos 😭 vieron que los hermanos Kerr están bien, son la representación literal de Survivor de 2WEI.

Espero les haya gustado, ¡Nos leemos!

Mag.

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