━seven: scars make you beautiful
╭══❅•°•CAPÍTULO VII•°•❅══╮
LAS CICATRICES TE HACEN HERMOSA.
❝Tú no tienes que cambiar nada, es el mundo el que podría cambiar su corazón❞
Había pasado una semana y tres días desde que había llegado a Berk, semana en que se la había pasado con Hipo y cuando esté no podía ya sea por su trabajo en la herrería, charlas largas —y aburridas según él— con su padre o simplemente iba a explorar, se la pasaba con Astrid la mayoría de las veces entrenando o viendo como se preparaban para sus carreras de dragones.
Habían investigando lo suficiente pero hasta ahora seguían en un callejón sin salida, todos los días se prometían volverse a ver al día siguiente en diferentes lugares, para no aburrirse, y así ver hasta donde habían llegado. Se habían encontrado en el salón, en la costa, en la cima de la colina hasta incluso frente a la casa de Hipo, él en verdad quería saber de quien provenía Trueno como también ayudarla a saber lo mismo, todos los días hasta volverse inseparables.
Idunn no podía estar más feliz por haber encontrado un amigo en el hijo del jefe, había pasado la mayoría de su corta vida sola junto a su hermano, las personas no se le querían acercar tanto por Trueno como por ser la futura jefa y así, luego del ataque, los jóvenes de Fair fueron muriendo porque eran lo bastantes testarudos al no retirarse cuando la pelea ya estaba siendo pérdida.
Se la pasaba las noches en vela, fingiendo que dormía cuando Astrid se levantaba a mitad de la noche para tomar agua, pero estaba llegando a su punto límite pues hoy cuando el sol salió y la rubia despertó, Idunn estaba dormida, con el cuaderno en mano sin el guante y con la respiración agitada. Cayó dormida sin darse cuenta porque el cansancio pudo vencerla. Astrid le extrañó verla así ya que siempre andaba despierta antes de ella así que con lentitud se acercó para saber si algo andaba mal, culpó obviamente a que solía llegar tarde por estar con Hipo todo el día y que tenía pocas horas de sueño debido a eso. Y tenía razón en parte, eso también le estaba afectando pero los ojos azules de la rubia bajaron hasta el cuaderno pero lo que la impresionó no fue el dibujo a medio terminar de Chimuelo, sino el brazo quemado de su compañera.
¿Era por eso que siempre andaba con guante? Eso explicaba muchas cosas, quiso esperar a que despierte para decirle que no tenga vergüenza de ella, solo eran cicatrices y siendo vikinga eso no le desagradaba para nada, pero también supuso que sería algo muy personal para ella como también dependía de la confianza que le tenga. La mejor cualidad que Astrid le tenía a la Fairiana era la compresión, nunca habló con ella de lo que había pasado en su isla, vio que le afectaba hablar sobre ello, pero entendía el dolor por el que pasaba ya que Idunn hablaba en oraciones cortas respecto a su familia. No quería presionarla más si tenía la oportunidad le diría que podía confiar en ella.
Astrid bajó luego de su debate mental dejando a una muy cansada Idunn aún durmiendo. No soñó nada, no hubo fuego ni muerte, su mente solo estuvo en una negrura amplía y eso se debía al excesivo cansancio que andaba cargando por ella, su cuerpo jamás iba a recuperar todas las fuerzas que gastó pero igualmente necesitaba ese descanso. Para cuando despertó el sol ya estaba lo suficientemente alto e Idunn no pudo identificar como se sentía, pero no estaba relajada parecía más extraño de lo habitual, ¿es posible sentirse mucho más exhausta que antes?
Lo primero que vio al abrir sus ojos fue su brazo, que al verlo descubierto rápidamente giró hasta la cama de Astrid y suspiró al verlo vacío. Llevando sus manos a su rostro se sentó mientras lo restregaba, se quedó un tiempo ahí sin intenciones de levantarse hasta que recordó que debía encontrarse con Hipo frente a su casa aprovechando que Estoico estaría con Bocón este día, pero el malestar tanto mental como físico era mucho para ella por lo que, por más ganas que tenía de ir, no se presentó.
Se vistió como normalmente solía hacerlo pero se quedó sentada en su cama correspondiente viendo algún punto de la pared, pérdida entre sus pensamientos, hasta que llegado al medio día se dignó a pararse para ir a comer algo antes de volver a desaparecer en su burbuja caótica. Para su suerte no tuvo que ir al comedor ya que, gracias a Odín, la señora Hofferson hizo unos pequeños bocaditos y tenía una que otras frutas con la que podía hacer que su estómago resista. Salió a la hora del almuerzo para no ser vista ya que sabía que la mayoría estarían en el comedor actualmente, así que hallando a Trueno dos casas más tarde se dirigieron hasta la costa del lado norte estando así lo más alejada del pueblo.
Al llegar paró al ver que había un risco, no tan alto, pero ya lo suficiente para romperte algún hueso si te caías. Abajo estaba la playa que en vez de tener arena había pequeñas rocas negras esparcidas por todo el lugar que terminaban donde las olas chocaban suavemente, se sentó en la orilla del risco ya que la altura no era muy alta mientras el sonido del mar la acompañaba con una suave melodía que era hermoso para los oídos de la pelirroja. Como siempre, Trueno se había distraído con sabrán los dioses que cosa esta vez, por lo que luego de algunos minutos estando sola escuchó las pisadas de su dragón detrás de ella antes de ponerse a su lado, admirando también el vasto oceano que se extendía frente a ellos.
Abrió su cuaderno, que la había llevado con ella, viendo cada página y cada dibujo que había hecho en él deteniendose en lo que más le había gustado, entre esos estaban: Rhaegal definitivamente, Trueno utilizando su ala como techo para el mismo Furia, un retrato de su padre que había hecho cuando estaba distraído, Alistair de espaldas junto a su dragón y los ojos de Hipo. No iba a negar que era uno de los dibujos que le encantaba, en serio le gustaba mucho los ojos de Hipo ya que nunca había visto un verde tan intenso y bonito hasta ahora, por lo que para ella era imposible no perderse en ellos cada vez que la miraba.
El viento hizo mover su cabello y volvió a mirar hacia enfrente para cerrar los ojos, Trueno ronroneó al sentir la suave brisa antes de voltear su cabeza al percibir u oler algo familiar. Cuando Idunn escuchó un aleteó fue cuando abrió los ojos y alzó su vista, sin mucha fuerza, para ver como Chimuelo aparecía, este al verla al igual que su jinete descendieron hasta tocar tierra suavemente. Idunn cerró su cuaderno ya que se había quedado abierto en la parte del dibujo de Hipo y suspiró pensando que no había podido escaparse del castaño, Trueno a su lado se levantó y caminó hasta el muchacho primeramente quien lo saludó acariciando su cabeza antes de ir junto a Chimuelo.
— Con que aquí estás —habló él mientras se acercaba, Idunn volvió la vista enfrente jugando con el lápiz—. Me preocupaste, no te fuiste al punto de encuentro, cuando le pregunté a Astrid me dijo que aún estabas dormida y me relajé, pero cuando pasó mucho tiempo fui a ver si te encontrabas bien y ni tú ni Trueno no estaban. Pensé que te fuiste.
— Lo siento, es solo que... estaba cansada —se encogió de hombros para desviar la razón real, que tampoco estaba segura si había uno, suspiró antes de poner una pequeña sonrisa—. Además, no puedo irme, estoy bajo palabra y tengo miedo de volar, ¿recuerdas?
— Sí, hablando de eso... —arrastró las palabras sonando un poco nervioso, Idunn giró su cuello para miralo y vio que definitivamente si estaba nervioso, se llevó su mano por su cabello y sacó aire antes de continuar mientras la pelirroja ya lo miraba curiosa pero a la vez divertida—. Chimuelo dice si no quieres ir a volar mañana.
Idunn entrecerró los ojos y una sonrisa comenzó a elevarse por su rostro, ladeó la cabeza mirando al Furia detrás del jinete, que al escuchar su nombre frunció su rostro con un gesto que decía "¿yo dije eso?"
— Eso suena muy tentador —comenzó a decir con una sonrisa divertida, con su fobia era difícil pero no quería negarse de una—. Pero no creo que Chimuelo sea quien haya dicho eso.
— Bueno, me descubriste... ¿puedo? —preguntó si podía sentarse señalando el lugar a su lado, Idunn levantó una de sus cejas rojizas antes de asentir observando al castaño sentarse dejando sus piernas columpiarse por el vacío—. Sé que tienes miedo de volar, por eso quiero que vengas conmigo, si solo me dejas intentarlo... —ella sonrió de lado antes de encogerse en su lugar, tardó unos segundos en responder ya que le estaba dando vueltas en su cabeza imaginarse estar ahí arriba.
— Tal vez algún día, dame un poco de tiempo en preparar mi muerte inminente —Hipo la miró por ser un tanto exagerada, ella en cambió rió inocente haciéndolo sonreír—. Oh, mira... —volvió a abrir su cuaderno buscando el dibujo a medio terminar de Chimuelo, teniendo cuidado de no abrir la hoja que él no quería que viera—. Te lo estaba haciendo y también por ausentarme hoy.
— ¿Es Chimuelo? —asintió con una sonrisa sellada mientras él agarraba el libro—. Te está quedando hermoso y no tenías porqué, Idunn, solo no me vuelvas a preocupar de esa manera.
— Está bien, jefe —murmuró burlona, era impresionante el cambió en su actitud cuando estaba con él, se volvía más alegre sin darse cuenta—. ¿Podemos dejarlo para mañana? Juro que ya voy, hoy solo estoy cansada para romperme la cabeza pensando.
— Claro que sí, no te presiones mucho en ello, tenemos tiempo —ella le sonrió en agradecimiento—. ¿Puedo ver más? —preguntó señalando el cuaderno, Idunn tragó saliva pensando en ese dibujo pero al final hizo un ademán asintiendo. Miró de reojo como comenzaba a hojear observando cada dibujo que había hecho, la mayoría de dragones y otros de su hermano, hubo un hombre que no pudo reconocer de quien se trataba hasta que llegó a los ojos verdes. Idunn se mordió el labio inferior girando su cabeza hasta el mar, lo oyó suspirar y quiso que la tierra se la tragara. Podía ser lo más sincera con las palabras y no se avergonzaba de ello, pero sus dibujos eran muy personales y transmitía muchas cosas de lo que podía decirlo—. Te quedó muy bien, ¿sí lo decías en serio?
Finalmente lo miró de vuelta.
— ¿Sí pensabas que mentía?
— Solo no pienso que existe algo de mí que le guste a otra persona, t-tus ojos son más lindos a mi parecer —carraspeó sin atreverse a mirarla, ella sonrió y murmuró un pequeño "gracias". Al final Hipo terminó en el dibujo sin terminar de Chimuelo dándoselo nuevamente a su dueña quien lo agarró para aprovechar la presencia del Furia y así dibujarlo mejor, se recostó por Hipo poniéndolo nervioso por la cercanía de ambos más no dijo nada. Pero se comenzó a fijar en como dibujaba hasta que notó el guante que le molestaba bastante haciéndola errar en ciertas áreas—. ¿Porqué no te quitas el guante?
El corazón de Idunn se detuvo un segundo antes de continuar su ritmo habitual, como estaba recostada por él no notó la cara de terror que puso cuando lo oyó decir eso. Tragó saliva y su trazado paró un segundo antes de volver a pintarlo.
— Puedo hacerlo así —se limitó a decir pero ya no supo que hacer ya que gracias a la molestia y nerviosismo juntos, el lápiz se le resbaló de sus dedos cayendo por el vacío hasta la playa.
— ¿De verdad te encuentras bien? —intentó mirarla pero simplemente ella no se lo permitió—. Idunn... —había entrado en pánico ya que parecía que el universo y todos los dioses se pusieron en contra de ella para fallar, cuando se iba a alejar Hipo agarró su muñeca derecha con suavidad y ella no se resistió a su agarre, simplemente se quedó helada en su lugar.
Se quedó quieta, con el corazón a punto de salir de su pecho que juraba él lo podía oír y la respiración agitada, pero siguió sin moverse tal vez porque no quería o realmente necesitaba que alguien se de cuenta que ella no estaba bien. Levantó los ojos hasta conectar con los de Hipo y suspiró.
— Hace cinco años empezaron los ataques en Fair, lo había empezado un solo hombre que quería cazar al Furia Nocturna de mi hermano —comenzó a contar ella mirando el símbolo del hombro del uniforme de Hipo, el muchacho soltó su agarre pero ella no se alejó, es más, acercó su otra mano al inicio de su guante—. Cuando el hombre llegó separó a mi padre de Alistair y de mí, tenía dragones así que nos rodearon en medio de un fuego ácido pidiendo que le entregaramos a Rhaegal y que así detendrían los ataques.
» Mi padre se negó, porque sabía que Rhaegal era algo sumamente importante para nosotros, especialmente para Al así que se sacrificó para salvar al dragón que nosotros igualmente no pudimos salvar —negó mientras desprendía una parte del guante con los dedos tembloros, tragó saliva sin poder verlo por primera vez a los ojos, unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas—. El dragón tenía unos colmillos que sobresalían de su boca por lo que cuando mi padre se negó, lo atravesó en el corazón y yo en un acto posiblemente estúpido quise atravezar las llamas... y me quemé.
Hipo abrió los ojos y bajo la mirada a los brazos temblorosos de la chica, se estaba esforzando demasiado en no romperse ahí mismo frente a él que comenzó a tocar su corazón de una forma impensable. Mandó sus manos, igual de temblorosos, hasta el antebrazo derecho de la chica y comenzó a acariciarlo encima del guante, vio como sus dedos tenían todas las intenciones de quitarse el último broche que lo mantenía sujeto y con nerviosismo dirigió su mano a la de ella parando sus movimientos.
— No tienes porque hacerlo si no quieres —le dijo suavemente, dándole a entender que no la iba a forzar a hacer algo que ella no estaba para nada segura, sería mostrarse tal cual es y aunque tuviera muchísimo miedo de exponerse de esa forma, una pequeña parte de ella sabía que podía confíar en él.
— Quiero hacerlo, eres mi amigo —finalizó ella e Hipo no recordaba si alguna vez escuchó una voz tan fuerte como la de Idunn de aquel día, que estaba a punto de romperse y ella trataba que no—. Solo ayúdame, por favor.
Quitó el último broche y su fuerza de voluntad hizo que bajara un centímetro el guante, sabía que no iba a poder bajarlo completamente sola por lo que para eso pido ayuda para poder enfrentarse de una buena vez a lo que temía. Hipo lo hizo, comenzó a quitarle el guante con lentitud y una paciencia increíble, Idunn alzó la mirada para ver su reacción, a ver si le daría asco o algo similar pero cuando el guante ya no estuvo tapando las heridas antiguas de la pelirroja no pudo descifrar las expresiones de su rostro. Sino que hizo algo que le erizó por completo su piel. Comenzó a trazar con sus dedos las marcas que tenía por ella.
Hipo acarició el antebrazo de la chica con suavidad y movió su dedo índice por los rastros de las quemaduras de segundo grado que le dejó el fuego de dragón, lo movió hasta que llegó a su muñeca cuando vio marcas más recientes y más simétricas que las demás. No quiso hacerse una idea de eso pero Idunn se lo confirmó.
— No soy tan fuerte como todos piensan —murmuró volviendo a bajar su rastro, avergonzaba de haber llegado hasta ese punto de debilidad.
— No lo vuelvas a hacer —habló serio, no le cayó para nada bien que se autodañara de esa forma pensando que no era fuerte—. Esto no determina quien eres, esto es una marca de guerra de una mujer decidida a luchar por su pueblo porque, Idunn Kerr, eres más fuerte de lo que imaginas —finalizó alzando su brazo y dejándole un beso en sus nudillos, la pelirroja intentó sonreír pero un sollozo se lo impidió.
— Creí que te daría asco —sorbió su nariz porque para ese punto ya estaba llorando.
— Las cicatrices te hacen hermosa, Idunn, no te avergüences de llevarlos, no te avergüences de mi que jamás te diría nada ni tampoco me parecería desagradable de ninguna manera, somos amigos y los amigos se apoyan entre ellos —afirmó sujetando con fuerza la mano de la pelirroja, como si no quisiera dejarla ir.
— No quiero ser una carga para ti, ya tienes mucho que hacer siendo futuro jefe y yo solo doy problemas porque sé que emocionalmente estable no estoy, y así quería dirigir una isla —admitió sollozando, estaba punto de romperse ahí mismo.
— Deja de menospreciarte, Idunn, yo jamás hubiera podido hacerlo en tu lugar, jamás hubiera podido combatir en una guerra...
— No —lo interrumpió—. La hubieras parado. Eres y serás mil veces mejor jefe de lo que yo alguna vez fui, yo no tengo una cabida en el mundo, ni siquiera puedo dormir.
— Tú lugar en el mundo puede ser en cualquier lugar, puede ser en Fair, aquí en Berk, en cualquier otra isla incluso puede ser aquí mismo en la orilla del mar, solo debés ver lo fuerte y talentosa que eres y ahí te darás cuenta porque ya está en ti ser una líder. Y te vuelvo a escuchar hablar mal de ti y hago que Chimuelo te lleve en lo más alto del cielo —la señaló juguetonamente, no iba a hacer eso claramente porque seguro a ella le daba un infarto pero necesitaba estar seguro de que la pelirroja no vuelva a dejarse caer de esa forma—. Me tienes a mi, si no puedes dormir ve a mi casa y yo te recibiré sea la hora que sea y veremos que hacer para pasar el rato, te sientes sola, me tienes igual.
Idunn sonrió bajo las lágrimas incontrolables que salían de sus ojos ya rojos, no supo cuando ambos dragones de acercaron para dar su apoyo también ya que sintieron la tristeza de la chica. Entonces se rompió, ahí enfrente de Hipo, se rompió, tanto porque se sentía muy expuesta como por las palabras del castaño. Bajó su rostro llorando intentando que su cabello le tape pero no se esperó que Hipo la acercara a él y la abrazara sin soltar su mano derecha.
La apoyó por él y dejó que sacara todo lo que había acumulado durante tanto tiempo, todo lo que le dolía y le estaba matando el alma. No sabía que tan rota estaba Idunn hasta ahora en el que se estaba aferrando a su abrazo y lloraba en su cuello, no lo sabía y le dolía verla de esta forma porque en esta semana que compartió con ella era tan carismática y con una sonrisa llena de vida, fachadas que ocultaba lo destrozada que se encontraba.
No podía verla así, no podía verla llorar, no quería cuando ya vio su sonrisa y sabía lo hermosa que se veía así.
Así que ese día, cuando Idunn confió en él y le mostró como era en realidad, Hipo Abadejo se prometió unir todas las partes rotas y no se iba a echar para atrás hasta sanarla porque para él, Idunn Kerr merecía ser feliz y no importara qué, él lo iba a intentar.
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