━one: a chief protects his own
╭══❅•°•CAPÍTULO I•°•❅══╮
UN JEFE PROTEGE A LOS SUYOS.
❝La esperanza se ha convertido en dolor, se siente como si todo el mundo estuviera destrozado❞
━5 AÑOS DESPUÉS.
El cielo oscuro de la noche fue decorado por las cenizas y el humo del ambiente, tanto por el sonido de espadas chocando como los gruñidos de dragones. La isla Fair era nuevamente invadido por otra tribu más salvaje, sin sus dragones y siendo superados en número era otra batalla que iban a perder. Desde que Grimmel había pisado la isla esta se ha ido destruyendo poco a poco, no tuvieron la fuerza para evitar que eso sucediera y entonces todo cayó.
La mayoría de sus dragones fueron atrapados, mientras que el resto los dejaron ir para que no sufran el mismo destino, pensando que así estarían más seguros más eso solo les dejó más desprotegidos. Fair era conocido como una isla pacifista, nunca se metió en ningún conflicto, siempre se había mantenido nulo a todo por lo que aunque tuvieran armas y habilidades de combate, no podían ganar una batalla en la cual no estaban acostumbrados. No podían ni dormir tranquilos porque para su desgracia estaban debajo de una gran mina de oro, que un traidor había contado para salvarse el pellejo pero condenando a su gente.
No había día en que Idunn, ya de veinte años, no se regañara por ser una pésima jefa y odiar cada segundo al hombre que arruinó la vida de todos, Fair vivía con miedo, de hombres y dragones por igual ya que estos ya no los veían como un lugar seguro. Se estaban muriendo, la única comida que tenían era pescado, las ovejas se acabaron al poco tiempo, debía buscar una solución rápidamente o pronto iban a desaparecer.
Idunn se ató el pelo torpemente dejando algunos mechones rojos fuera, estaba apurada así que su apariencia era lo menos importante ahora mismo, recargó sus flechas en la armería lo más rápido que pudo antes de disparar contra un hombre que había corrido hacia ella con un hacha en manos. Matar no fue su primera opción pero negociar con esta clase de personas era en vano y ella debía pensar en su gente antes que nada, tampoco lo quiso pero al ser nombrada jefa interina —hasta que sea mayor o se considere capaz— luego de la muerte de su padre, su prioridad y responsabilidad era mantenerlos todos a salvo. Cosa que le estaba saliendo horrible, de hecho.
Había crecido tanto física como mentalmente, lo último fue algo más obligatorio debido al cargo que se le otorgó, sus facciones se endurecieron y más cicatrices decoraron su piel. Luego de tantas batallas era imposible salir ilesa, como la quemadura de segundo grado de su brazo derecho que le había dejado cicatrices, esta la ocultaba con un guante para no causar repulsión en otras personas como a ella misma y no solo porque se le arruinó su piel, sino que le recordaba el porqué lo tenía.
Salió entonces de vuelta al campo cuando una Pesadilla Monstruosa toco tierra frente a ella prendiéndose fuego como era costumbre, ella lo apuntó con una flecha pero no tuvo el valor de disparar así que lo bajó sabiendo que no podía matarlo, alzó su mano izquierda para intentar tocarlo y estuvo a punto de lograrlo, porque había apagado su fuego para que lo tocara, pero unos vikingos de los suyos aparecieron tirando sus armas hasta la criatura alertando a la misma.
— ¡No! —gritó ella pero ya fue tarde, el dragón volvió a prender su fuego y arremetió contra los hombres antes de voltear hacia ella de forma violenta—. Ah, que bien —murmuró por última vez antes de salir corriendo con el dragón detrás suyo.
Corrió desviando a los hombres y tirando de sus flechas pero cada vez que miraba atrás o un vikingo enemigo la detenía, esa Pesadilla seguía detrás suyo. Maldijo a los dioses antes de poner a un enemigo en su camino para entretenerlo un rato, al lograrlo subió lo más rápido que pudo a la torre de vigilancia que se hallaba en la costa para pedir ayuda.
Sacó una flecha con manos temblorosas y le prendió fuego, esperó que este subiera por el ástil para tirarlo más un golpe seco la desestabilizó pero logró quedarse de pie. Otro golpe movió la torre con violencia y el crujido de la madera le hizo abrir los ojos, se acercó a la orilla viendo como un dragón acorazado que nunca vio en su vida estaba rompiendo la estructura. Los dioses en serio deben odiarla. Volvió a ponerse en posición, debía disparar esa flecha, si tenía suerte alguien podría verlo y si no... al menos su consciencia sabrá que lo intentó.
Pero la torre colapsó y comenzó a caer junto a ella. Idunn jadeó cayendo al suelo de madera de la torre aún con el arco en manos, vio el familiar fuego azul cruzar el cielo y mientras la gravedad hacía el trabajo de hacerla caer la flecha fue disparada. Para ella pasó lento, en como la flecha en llamas llegaba al fuego azul y causaba una explosión que llamaría la atención de cualquiera que estuviera cerca, sin embargo, ella seguía cayendo y cuando fuego con fuego se encontraron Idunn quedó colgando de la torre que había frenado con la casa de vigilancia del lugar, ella se sujetó de la madera que se estaba rompiendo. Si se soltaba caía directo al mar y no es que sea muy buena nadando.
Volvió a subir su mirada al cielo pudiendo ver una mancha oscura para luego ser iluminada por pequeños rayos, Idunn sonrió de lado antes de caer debido a que la madera ya no resistió más su peso. Trueno bajó rápidamente al rescate antes de que cayera al agua, la agarró en el aire con sus patas para luego dejarla en el suelo. El híbrido no se quiso ir de la isla cuando Idunn lo soltó, incluso él sabía que la pelirroja estaría siempre al borde de la muerte y preocupado por su bienestar se quedó.
Idunn le sonrió cuando alzó la cabeza y dijo que fuera a ayudar a otras personas, él la miró desconfiado, sabía que ella era quien más ayuda necesitaba pero luego de asegurarle que lo llamaría si lo necesitara, se retiró para ir a otro lugar. La pelirroja corrió por la orilla de la isla en busca de su hermano, desviando armas y peleando como pudo durante una media hora y al hallar a Alistair uno de esos dragones con armadura se le puso en su camino, por delante como por detrás, dejándole en medio y sin escapatoria.
Volvió a extender su brazo con tal de mostrar que ella no les quería hacer daño, fallando en el intento. Ambos dragones abrieron la boca dispuestos a matarla, pero algo pasó. Fue golpeada de un lado donde ella cayó el suelo y cuando el fuego iba a llegar un par de alas de diferentes colores la cubrieron, Idunn solo pudo ser capaz de quedarse mirando con la boca abierta como el fuego pasaba encima. Para cuando eso pasó, las alas se retiraron y ella dio una vuelta para ponerse de rodillas y así tratar de saber que estaba pasando, vio a diferentes dragones siendo montados por personas. Se hubiera sorprendido por eso más se detuvo súbitamente en el Furia Nocturna y miles de recuerdos pasaron por su mente.
¡Es un Furia Nocturna! ¡Uno vivo!
— ¿Te encuentras bien? —preguntó la chica rubia que se encontraba sobre un Nadder, Idunn la miró un segundo antes de asentir con torpeza, le había dejado sorprendida tanto por como la salvaron y también ver al dragón negro. La pelirroja entonces se paró tomando su arco de vuelta un poco aturdida por lo sucedido y buscó a su hermano con la vista. ¡Habían visto la señal, por Odín!
El chico, que no se había dado cuenta de su presencia hasta ahora, bajó del Furia Nocturna sacando una espada que fue rodeado de fuego luego. En su aturdimiento no notó como los enemigos se estaban acercando, sacudió la cabeza para salir de su trance temporal, iba a caminar hasta ponerse frente a los jinetes pero los vikingos se detuvieron mirando a cada uno de ellos.
— Queremos al jefe —pidió con una voz severa el que parecía ser el líder de la tribu enemiga.
Idunn miró a su hermano a lo lejos viéndolo negar al saber que ella era capaz de hacer eso por lo que decidió dar unos pasos y presentarse él. Básicamente Alistair también tenía parte de ese título, Idunn al ver que no lo podría hacerlo todo sola le había dado algo parecido como "co-jefe", pero eso no significaba que lo dejaría arriesgarse a tal magnitud cuando era responsabilidad de ella. Por lo que, antes de que Alistair saliera, se adelantó y bajo los ojos de todos se puso frente al chico castaño.
— Soy yo —murmuró alzando la mirada ya que el hombre era bastante alto, este rió al verla.
— ¿Una niña es la jefa de Fair? Esperaba más, que verguenza han de sentir.
— Qué es lo que quieres, hazme un favor y ve al punto —el hombre la miró con una sonrisa irónica, incrustó su enorme hacha en el suelo con fuerza para transmitir miedo antes de hablar.
— Quiero el oro que se esconde bajo esta isla —para su sorpresa, la chica sonrió para luego suspirar cansada.
— Te lo hubiera dado con gusto, ese oro solo nos trae más que desgracias pero te hubiera dado si venías a negociar como un líder debe ser y tú no hiciste eso —lo señaló a lo que él alzó la ceja, ella suspiró recordando algunas cosas que su padre le contaba—. Tú no tienes ningún derecho a venir a invadir mi isla y a amenazar a mi gente por un estúpido montículo de oro, y repito, si venías a hablar te lo hubiera entregado pero no fue así. Yo soy la jefa, mi padre me dejó a cargo para proteger la isla y ya estoy cansada de que nos vean como unos inútiles —lo miró bastante segura de lo que diría, no siempre era así pero creía que ver al Furia Nocturna eso le dio las fuerzas que necesitaba—. No voy a permitir que tú ni nadie venga a poner en peligro a mi gente, un jefe protege a los suyos y no, no te daré el estúpido oro. Ahora largo.
El hombre rió agarrando su hacha sin creerle ni una palabra.
— No tienes a nadie, jefa, estás sola —aseveró él con una sonrisa de lado, la seguridad de Idunn cayó al suelo sabiendo que tenía razón. La sonrisa del hombre creció al ver la reacción de la pelirroja, fue fácilmente derrotada con palabras, pero él estaba equivocado en algo.
— Ella no está sola —escuchó hablar al chico quien segundos después se puso a su lado, ella lo miró algo sorprendida ya que se había olvidado de ellos en su furia momentánea. El vikingo rió al verlo, ya que no expresaba nada de miedo, Idunn sintió como su mano fue movida y al bajar la cabeza pudo ver al Furia Nocturna gruñir en medio de ambos jóvenes.
— ¿Quién se supone que eres, niño? —preguntó con una ceja alzada.
— Soy hijo de Estoico El Vasto, jefe de Berk —el hombre tal parece reconoció el nombre porque su expresión cambió radicalmente, al igual que el de Idunn—. Y sí escuché bien ella les dijo que se vayan.
— No me iré sin ese oro, destruiré todo hasta conseguirlo —un movimiento en el cielo atrajo la atención de Idunn sabiendo lo que era.
— Es impresionante la ambición del hombre, que asco ser tu especie la verdad —asintió ella volviendo a una seguridad que creía extinta, el hombre la miró con el ceño fruncido—. Cuidado atrás.
El sonido particular de los rayos chocando entre sí hizo que el hombre abriera los ojos y se diera la vuelta para cuando Trueno con una gran rapidez bajara tirando los rayos a diestra y siniestra, el chico castaño admiró eso por un corto segundo hasta que el hombre gruñó y volvió a voltearse alzando el hacha para golpear a ambos, pero eso no lo logró ya que el Furia se interpuso entre ambos para tirarse por él y dejarlo inmovilizado en el suelo.
— ¡Eso, Chimuelo! —exclamó el muchacho antes de mirar hacia atrás donde estaban los demás jinetes—. Astrid, llevalos a ayudar por la isla, se nota la diferencia entre un Fairiano y uno que no —la rubia asintió antes de volar con los demás, el castaño miró esta vez a Idunn quien tenía su vista fija en Chimuelo maravillada por el dragón—. ¿Te encuentras bien? Eso que hiciste fue muy valiente.
— Ah, sí, estoy bien —lo miró con la boca medioabierta pensando en que decir—. Gracias por venir a ayudar.
— Con esa llamada de auxilio fue imposible no hacerlo —alzó las cejas con una pequeña sonrisa, Trueno se acercó rodeando a Chimuelo quien lo miró curioso—. ¿Es un Skrill? ¿Es tuyo? —preguntó algo emocionado.
— Algo así pero sí, es mío —puso una mueca, una explosión la hizo mirar a un lado y miró preocupada el lugar pensando en las personas indefensas de la isla.
— Ve, yo cubriré esta parte —aseguró él, Idunn lo miró agradeciendolo mentalmente antes de salir corriendo mientras que Trueno alzaba vuelo.
Eso le pareció curioso, ella tenía un dragón pero no lo montaba. De todos modos hasta el llamado de ausilio fue bastante llamativo, ¿qué podría causar una explosión de color azul en medio del cielo? Estuvo pensándolo todo el camino pero lo olvidó al verla al borde de la muerte. Se acercó a su dragón quien aún sostenía al hombre, le dio algunas palmaditas en su lomo para que lo soltara.
— Por eso no hay que hacer enojar a un dragón —murmuró alzando las cejas a la vez que ataba al hombre, bajo los gruñidos de Chimuelo de que si hacia algo él lo atacaría.
Hipo montó al Furia cuando el cielo volvió a iluminarse con los rayos y lo que el suponía era un Skrill absorber la energía antes de bajar a apoyar a la pelirroja. De resto fue sencillo, con la ayuda de los Berkianos con sus dragones los enemigos se rindieron con facilidad y así libraron Fair de la batalla, pero no de la guerra.
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