━nine: this is what freedom means
╭══❅•°•CAPÍTULO IX•°•❅══╮
ESTO ES LO QUE LIBERTAD SIGNIFICA.
❝Cualquiera puede acelerar tu corazón, pero no cualquiera te hace vibrar el alma❞
Dos días después
Bufó.
— No, ¿cómo que de un Truenípedo, Hipo? El dragón tiene como ocho patas —el castaño rió al ver su ceño fruncido mientras observaba las hojas que sostenía en sus manos.
Estaban en la parte trasera de la casa de Hipo, sentados en la hierba fresca buscando la información respecto a lo de Trueno. Primeramente, el castaño la invitó a entrar para estar más cómodos pero ambos negaron al ver que sus dragones no tenían pensado quedarse quietos, por lo que terminaron atrás. Respecto al dragón, un Truenípedo era un dragón de clase piedra que literal, tenía ocho patas, alas chicas y bueno... bastante raro como para ser pariente de Trueno.
— ¿No ves el mismo encanto, acaso? —agarró la hoja que tenía el dibujo de la criatura pero pronto lo bajó y se hizo el inocente cuando Trueno apareció detrás de él gruñendo—. Bien, descartemoslo entonces.
— Mordida Lúgubre —leyó desde el suelo, donde había algunas hojas y tarjetas esparcidas, propiedad de Patapez que les prestó aunque Idunn no quiso que se metiera por más emocionado que el rubio se encontrara—. Dispara sus dientes... ¿qué?
— No creo, aunque son morados —ella lo miró con una ceja alzada—. Viven en la Isla de Vanaheim, pero son carroñeros, muy tramposos y Trueno pues... —miró al híbrido quien estaba queriendo quitarle una rama a Chimuelo.
— Demasiado bueno para este mundo —continuó ella sin siquiera mirar a su dragón, sabía como era y enseguida descartó a la Mordida Lúgubre por la descripción de Hipo, su hijo no podría descender de dragones tan sucios—. Me rindo, te toca —suspiró echándose al suelo.
— Mhm —arrastró una de las tarjetas sin ver lo que había hasta que lo volteó—. Dientescalofrio, bromista —enseguida Idunn lo miró ya que Trueno solía hacer eso—. Es alargado y esquelético, con una boca como la del pelícano —ambos miraron de vuelta al híbrido y negaron por la descripción, la pelirroja volvió a taparse los ojos con su brazo mientras Hipo buscaba otro—. Mira este.
Le pasó una tarjeta que con pereza Idunn agarró sin moverse de su lugar. Clavagarras, se leía, tenía ciertas cosas en común, el color, era bípedo, alas grandes, espinas en su espalda de forma redonda, cola larga y cabeza redonda. Aunqueee...
— Parece la combinación de un Nadder y un Cremallerus —se lo pasó de vuelta para que lo mire, Hipo puso una mueca dándole la razón—. ¿Y si existe la posibilidad de que sea un Furia?
— No lo descarto del todo, es el cuello lo que me hace dudar —suspiró moviendo su cabello con una de sus manos mientras veía las tarjetas y hojas bastante desordenadas. Vio de reojo a Idunn moverse, o mejor dicho arrastrarse, hasta llegar a su espalda y recostarse por él, pero en vez de molestarle le preocupó—. ¿No dormiste?
— Sí dormí —se defendió, pero luego añadió en voz bajita—. Como una hora, pero sí dormí. No digas nada, Abadejo, no es porque quiera.
Hipo suspiró negando, pesadillas, ella le había susurrando anteayer cuando la vio con rostro cansado y preguntó si estaba bien. Por esa razón, de que sentía que iba a caer pasaron el vuelo para otro día. Quería que Idunn lo disfrute al cien por cierto, y no que se le duerma en medio de las nubes. Siguió buscando cuando una tarjeta llamó su atención por lo que se estiró para tomarlo en manos, haciendo que Idunn, que andaba acostada por él, se deslizara hasta caer al suelo.
— Auch —murmuró haciendo luego un sonido extenso con su garganta, sin moverse del lado derecho del castaño—. Esa es la descripción gráfica de como me trata la vida.
— Eres muy dramática, ¿lo sabías? —rió levemente dándole unas palmaditas suaves a la cabeza roja de su compañera, esta bufó de entre medio de su cabello desordenado que ni su rostro se podía ver.
— Así me quieres.
— Pues claro.
¿Es posible que dos simples palabras hayan sido capaces de hacer latir con más fuerza su corazón? ¿Al menos sabía el porqué hizo eso? Idunn frunció el ceño preguntándole a su estúpido corazón que andaba pasándole y tragó saliva al no recibir respuesta alguna. Pero sus pensamientos, también que casi se durmió ahí mismo, se detuvieron cuando la voz de Hipo se volvió a hacer presente.
— Cortatormentas —habló él leyendo una de las hojas sueltas, Idunn le prestó atención pero no se movió de donde estaba—. Posee dos pares de alas, grandes garras y... gira el cuello como un búho —murmuró lentamente. Idunn nunca se levantó tan rápido como esa vez, sacó su cabello bruscamente de su cara y se sentó a lado de Hipo viendo la hoja para luego arrebatarselo de sus manos.
— Dos pares de alas, cara plana, bípedo, cola larga que termina en un par de aletas... tiene forma de hoja —miró a Trueno, especialmente las zonas que acababa de mencionar, a excepción de las alas que sabía no tenía. Volvió su vista a la hoja, sintió a Hipo acomodarse a su lado para leer también por lo que bajó más el pedazo de papel—. Grandes técnicas de vuelo, cuello que gira ciento ochenta grados como un búho, oh por Thor...
— Suelen ser inteligentes y orgullosos, se cuelgan de las ramas igual que un Furia Nocturna —leyó la parte trasera de la hoja—. Oye, tiene cierto parecido con ellos tal vez por eso se llevan bien.
— Trueno se colgaba de los árboles y es bastante orgulloso de sí mismo, creía que por ser híbrido pero... —sacó el aire de sus pulmones volviendo a fijarse en su dragón para luego levantarse y caminar hasta él, Trueno al notar su presencia frenó su escapada de Chimuelo y volteó su cabeza con la rama en su boca, Idunn no evitó reír—. ¿Qué te parece un Cortatormentas? —levantó la hoja para mostrarselo.
Trueno se acercó más para observar mejor, sin soltar la rama claramente, achicó sus ojos levantando sus alas mirándolas haciendo sonreír a la pelirroja por fijarse si tenía otras debajo pero al notar que no giró su cabeza. El Cortatormentas era un hermoso dragón, de clase Afilada, era sumamente elegante y existían de color morado, lo había visto una sola vez cuando Trueno era muy pequeño como para notar que tenían parentesco. El híbrido ronroneó aprobandolo antes de volver junto a Chimuelo.
— Creo que ese sí le agradó —mencionó Hipo detrás de ella y con las manos en su cintura. Idunn volteó sonriendo levemente viendo la hoja que sostenía en una mano.
— Un Skrill y un Cortatormentas, vaya vida tuvieron esos dragones —rió—. ¿Crees que en serio sea de ese dragón? Es otra clase.
— Creo que sí, solo míralo tienen cierto parecido especialmente la cabeza... Trueno es un dragón bastante especial y una mezcla no solo de dragones, sino también de clases, seguro que puede hacer más cosas de lo normal.
— ¡Pero lo hallamos! —exclamó tirando sus brazos hacia arriba soltando el papel en el acto—. ¡Lo hallamos!
La felicidad de al menos tener más porcentaje de que este sea el padre o madre de su mejor amigo no se comparaba con nada, así que eso causó que saltara frente al castaño y lo abrazara. Hipo se sorprendió por haber sido muy repentino el acto, pero la rodeó con sus brazos segundos después, con nerviosismo, escuchando su dulce risa siendo opacada por el cuello de su armadura. Una idea se cruzó por su cabeza y sonrió de lado antes de agarrar con más fuerza su cintura, aprovechando que era más alto que ella la alzó y empezó a dar vueltas con la pelirroja en brazos.
Idunn se aferró a su cuello para no caer mientras reía y pedía mientras eso que se detuviera, soltaba pequeños gritos involuntarios pero nunca paró de reír hasta que el castaño se detuvo. Ambos mareados, claro. La chica se separó pero casi se desplomó en el suelo porque el mundo le daba vueltas, pero nuevamente Hipo la detuvo.
— ¡Ay, mi corazón, hijo de su reverenda...! —se llevó una mano a su pecho mientras lo escuchaba reír contagiandola—. Estúpido —le golpeó el brazo mientras ambos seguían carcajeando—. El mundo da vueltas, auxilio —se sentó ahí mismo en el suelo para controlar su mareo.
Hipo se aproximó hasta ella extendiendo sus manos para que lo tomara, cuando Idunn lo hizo sonrió de forma traviesa y fue muy tarde para el castaño, quien abrió los ojos, cuando la pelirroja lo tiró hacia ella y lo echó al suelo a su lado. Hipo se quejó mientras Idunn reía burlona.
— Esa fue una venganza que no vi venir.
— Soy algo impredecible, Abadejo.
— Eso sí lo sabía, Kerr —se sentó mirando nuevamente a sus dragones—. Entonces, si tú lo criaste, ¿eso significa que es un Kerr también? —preguntó refiriéndose a Trueno.
— Sip, es mi hijo, Trueno Kerr —movió sus manos —. Soy madre soltera, mis ancestros estarían orgullosos —dijo con ironía e Hipo sonrió—. Busco un padre, ¿no quieres el puesto?
— ¿Y-yo? —preguntó mirándola con los ojos abiertos, más ella tenía su vista fija en su dragón.
— Sip, Trueno Kerr-Abadejo por ahí, ¿qué tal? —lo miró y rió al ver lo nervioso que se puso pero antes de que diga que era una broma el dragón aludido apareció a su lado moviéndose sobre su eje—. ¿Qué? ¿Te gusta, en serio? —el otro asintió.
— ¿Qué trata de decir? —preguntó Hipo al no comprender o si lo hizo, quiso confirmarlo.
— Creo que el apellido... ¿te gusta Trueno Kerr-Abadejo, bebé dragón? —preguntó divertida pero el híbrido volvió a moverse y esta vez lamió su rostro del lado derecho antes de ir junto a Chimuelo, Idunn se quejó intentando quitarse la baba que le dejó—. ¿Chimuelo es un Abadejo?
— Básicamente.
— Con tu apellido convierte a Chimuelo en su hermano —sonrió con ternura—. Aw, esa es la cosa más tierna que había hecho hasta ahora.
— Acepto ser el padre entonces, Chimuelo necesita un hermano —sonrió cuando ella le pasó la mano esperando que la estreche, lo cual hizo—. Eso te convierte también en la madre de Chimuelo.
— Lo sé, lo acepto todo —aseguró con una sonrisa.
Con las manos unidas sonrieron antes de separarse, ahora eran padres de dos dragones, todo por culpa de que Trueno se emocionó con una broma.
• • •
Entrado a la tarde-noche se volvieron a reunir en el comedor para cenar, esta vez más temprano que los días anteriores sin ninguna razón, la comida ya estaba lista y nadie se negó para engullirlo en el momento. Ambos jóvenes llegaron juntos con sus dragones tras ellos, Hipo se sentó primero mientras que Idunn decidió darse la vuelta para sentarse a lado de Astrid, pero un hombre se le cruzó enfrente deteniendola.
— Idunn Kerr, jefa de Fair —habló el hombre con desprecio, tenía una complexión delgada, pelo negro y una gran altura, la pelirroja frunció el ceño.
— ¿Te conozco? —preguntó confundida aún divertida por las bromas que estaba escuchando desde la mesa a su lado, que pararon cuando el hombre contestó.
— No, pero yo a ti si —la mirada de desprecio que le daba era inimaginable, Idunn frunció el ceño borrando la sonrisa que había tenido segundos antes—. Como olvidarte, la niña que llevó a Fair al horror y la desolación de la guerra, tuve que correr por culpa tuya de mi hogar.
— Eres Fairiano —afirmó de forma sombría, esta vez sus nuevos amigos, especialmente Hipo y Astrid se fijaron en ellos alerta a cualquier cosa. El hombre asintió.
— Mi familia murió por culpa tuya y de tu hermano, y créeme Kerr, yo no olvido el dolor que me hiciste sentir —la pelirroja tragó saliva y se mantuvo imperturbable, no quería que el hombre viera que sus palabras le estaban atravezando el corazón como una daga—. Siempre pensamos que ibas a ser una completa inútil, que esperar cuando anunciaron que la heredera al título era una niña, tus padres estarían muy decepcionados de ti.
— Para tu información —comenzó a decir ella buscando las palabras, para ese entonces Hipo ya se había levantando de su asiento pero se detuvo al ver el brazo levantado de Idunn diciéndole que ella podía sola—. Fair ya estaba en guerra cuando me dieron el título que yo no quería, ¿crees que los ataques me alegraron o ver a mi pueblo morir? Sé que es mi culpa pero yo no puse una maldita mina de oro debajo de la tierra, yo al menos fui valiente en quedarme a luchar y no huí.
— ¿Entonces que estás haciendo aquí? Siempre pensé que Alistair haría un mejor trabajo así que me alegra de que Estoico no te haya dejado ir. Solo causas desastre y muerte en donde vayas, porque Idunn Kerr eres la desgracia más grande de Fair.
— ¡No tienes derecho a hablarme así!
Era duro, podía decirse a sí misma todos los días pero que otra persona lo afirmara, dolía, pero no iba a dejarse por eso. Siempre se vio como alguien fuerte cuando su cuerpo la alertaba de que la persona frente a ella no era un amigo. Se esperó más palabras hirientes más no lo que el furioso hombre hizo, fue tan rápido que no pudo prever su mano alzandose e impactandose contra su mejilla con tanta fuerza que su cuerpo fue a parar en la mesa contigua. Idunn jadeó tocándose el rostro pero antes de que pudiera decir o hacer algo Hipo se interpuso entre ambos, ya que el hombre tenía todas las intenciones de acercarse a ella.
Estaba completamente furioso, su mirada oscura lo delataba, podría cometer cualquier locura estando así. Cualquiera en su situación lo estaría si por culpa de ella su familia había muerto. Pronto Astrid llegó a su lado ayudándola a levantarse ya que había quedado recostada por la mesa ajena y la apoyó por ella al ver un hilo de sangre salir de su mejilla, la cual tenía un gran corte ya que el hombre uso su anillo para lastimarla.
— Vete antes de que esto pase a mayores —pidió Hipo con seriedad, el hombre se burló pasando su mirada de la pelirroja y de vuelta al castaño.
— Claro, defiende a tu novia, que ella sola no puede hacerlo —escupió con desdén y un poco de burla girandose como para irse.
— No es mi novia, pero cualquiera, y me incluyo, tendría la suerte de tenerla —volvió a hablar Hipo molesto por el trato horrible que le estaba dando el hombre a la pelirroja, el pelinegro lo volvió a mirar con una ceja alzada—. Y ella puede hacer muchas cosas, puede ser una líder y puede entrenar dragones cosa que tú no creo que puedas. Lo que conozco de Idunn Kerr es que es la mejor persona que he conocido y nadie la merece, menos tú que hables y te dirijas así a la jefa de una isla, porque aunque no lo quieras aceptar tiene un título mucho más alto de lo que tu tendrás alguna vez. No la vuelvas a hablar o le diré a mi padre que clase de hombre está alojando aquí.
Con una mirada severa del pelinegro se alejó de forma amenazante, de todos modos el castaño si le diría a Estoico a ver si puede hacer algo. Suspirando giró viendo a Idunn en brazos de Astrid, se acercó a ella agarrando la mejilla herida con suavidad pero la pelirroja se alejó de su agarre cerrando los ojos.
— Ya pasó, ¿quieres que te traiga la comida? —preguntó con voz baja sin evitar ver con impotencia la herida—. Mientras Astrid cura el corte.
— Estoy bien, ya no tengo hambre —se separó de la rubia—. Puedo hacerlo sola —no pudo ser capaz de verlo a los ojos, no podía y eso que adoraba su verde, así que con la cabeza gacha intento irse pero Hipo la detuvo tomándola de su muñeca.
— Idunn, déjame ayudarte.
— No puedes —finalmente lo miró y el castaño se fijó en lo cristalizados y rotos que sus ojos estaban, ella salió de su agarre antes de retirarse a pasos largos. Hipo intentó seguirla pero Astrid se lo impidió.
— Dale un poco de tiempo y luego vas a buscarla.
Hipo apretó sus labios unos contra otros y gruñó para si mismo, todo lo que estaba haciendo para reparar sus pedazos para que lo poco que hizo se volviera a romper en segundos. Se volvió a sentar pero no tocó su comida hasta que pasó unos diez minutos y no pudo aguantar, recordó las marcas simétricas en el brazo de Idunn y se alertó. Rápidamente se levantó y llamó a Chimuelo para buscarla.
Idunn se adentró al bosque sin Trueno porque quería estar, llorar y sufrir sola. Se cayó muchas veces debido a que sus ojos llenos de lágrimas obstaculizaban su visión pero los golpes que se llevó no le importaba, el dolor de que tal vez la mayoría de las personas de su isla pensaban así de ella era mucho más fuerte que raspones debido a las caídas y ramas secas. Ya no daba más, este fue la gota que rebasó el vaso, se estaba ahogando en su propia miseria y no podía salir ya que no sabía nadar.
Finalmente llegó a un claro que daba vista al mar donde se desplomó en el suelo, sus rodillas y manos la atajaron mientras lloraba bajo el crepúsculo. Su corazón le dolía horriblemente y el aire le faltaba, se echó para atrás mientras su mano apretaba su pecho en busca de oxígeno, sollozó para luego gruñir. Abrazó sus piernas sentada sobre las hojas sueltas que los árboles soltaban.
Ella simplemente no podía soportarlo más.
Escuchó un aleteó antes de que algo tocara el suelo, supuso quien sería pero no levantó su mirada totalmente demacrada para confirmarlo.
— Idunn, Idunn —dijo la voz de Hipo para luego sentir sus manos en su espalda y uno de sus brazos, ella negó—. Idunn, por favor.
Ella se negaba a dejar que la viese así, pero no podía evitar las lágrimas más Hipo solo quería darle su apoyo así que cuando consiguió que suelte sus piernas la atrajo hasta él para abrazarla. El cuerpo de Idunn quedó en medio de las piernas del castaño mientras su rostro oculto en su cuello y hombro. Hipo apretó su cintura y comenzó a mecerla, no le diría que se calme, sería mejor para ella desahogarse.
Y así se quedó abrazandola hasta que se calmó, cuando dejó todo ir pero igual no se separó de él, la sentía temblar en ciertas ocasiones y cada vez que eso pasaba acariciaba su espalda.
— Por favor —comenzó a hablar, aún sin mirarlo, pero un sollozo la hizo parar un segundo antes de continuar—. No me digas palabras reconfortantes, me va a hacer sentir peor.
— ¿Qué quieres que haga entonces? No te puedo dejar así y ya —ella suspiró mientras trataba de controlar los estragos de su lamento.
— ¿Te puedo preguntar como perdiste la pierna?
— Claro que sí y te va a encantar, me enfrente a un dragón octavas veces más grande que yo —respondió tratando de darle un toque divertido para, de alguna u otra forma, hacerla reír. Pronto Chimuelo se acostó a lado de ambos.
— Cuando no creí que no estabas más loco, ¿qué clase era?
— Una Muerte Roja.
— Estás demente —y ahí estaba, una risa pero una muy débil.
— Idunn —murmuró él unos minutos después en los que se habían quedado en silencio, mientras anochecía lentamente, ella no dijo nada por lo que continuó—. No te eches la culpa, dirigir una isla no es sencillo y por eso tengo miedo en cuando llegue mi turno —admitió, la pelirroja lo escuchaba atentamente sin emitir ningún sonido—. Ese hombre, estaba furioso sí, pero no merecías ese trato, te conozco desde hace relativamente poco pero puedo asegurar que eres más de lo que mencionó y no me digas lo contrario que no quiero pelear. ¿Sabes cuál es tu problema? No eres libre, estás a kilómetros de Fair pero sigues atada a él y solo porque tú quieres.
Idunn lentamente fue separándose de él, limpió las lágrimas que había quedado por sus mejillas y lo miró. Mientras eso Hipo pudo analizar su rostro, tenía pequeñas pecas rodeando sus mejillas algunas apenas visibles incluso con su piel muy blanca, tenía una nariz respingada, ojos tan azules como el cielo bajo un par de oscuras pestañas, las cejas gruesas y rojizas, las pequeñas cicatrices que ahora al estar tan cerca podía apreciar, sus labios rosados seguramente porque lo estuvo mordiendo y finalmente su cabello rojo cayendo como una catarata a cada lado de su cara.
Idunn era definitivamente hermosa para sus ojos, pero nunca lo diría en voz alta. Lo único que arruinaba era el corte en su mejilla izquierda, pero eso iba a sanar e incluso así parecía un ángel.
— ¿Me dirás como ser libre entonces? —preguntó ella sin mirarlo—. Ya que eres testarudo y no me dejarás así.
— Así es, Mi Lady —sonrió de lado—. Pero no te lo diré, te lo mostraré.
Idunn lo miró luego de mucho tiempo sin comprender a lo que se refería, Hipo se levantó para luego extenderle su mano el cual ella tomó sin dudar. No comprendió hasta que el castaño se subió encima de Chimuelo, abrió los ojos cuando de vuelta le tendió la mano para ayudarla a subirse.
— No puede ser tan malo, ¿verdad? —él negó.
— ¿Confías en mi?
Ella lo miró para luego fijarse en su mano, suspiró antes de poner una mueca. Su padre siempre le había dicho que sí tenía una oportunidad de hacer algo en contra de las reglas, que lo tomara, porque esas cosas te llenaban el alma.
Vive, hija mía, no importa a que costo, enfrenta tus miedos y vivelos a la máxima potencia, había dicho Morag, así que extendiendo una sonrisa tomó la mano de Hipo subiéndose al lomo del Furia Nocturna. El castaño la miró sobre su hombro preguntando con la mirada si estaba lista, a lo cual ella asintió. Puso sus manos en sus hombros tragando saliva cuando Chimuelo dejó de estar en el suelo.
Cuando se elevó repentinamente, Idunn se aferró a la cintura de Hipo casi dejándole sin aire pero supo relajarse cuando sintió el viento en su cara. La delicadeza con la que Chimuelo volaba la hizo sentir segura, con una mano en la cintura del castaño y otra extendida para tocar las nubes que se deshacieron entre sus dedos, siguió teniéndola tendida para sentir el aire y se soltó de Hipo solamente para tocar más nubes que aparecieron encima de ellos.
Se sentía hermoso estar ahí definitivamente, sentir el viento chocar y mover su cabello, como también llevarse todo rastro de lágrimas y la inmensa paz que reinaba. Ahí arriba ella no era jefa de una isla, no tenía responsabilidades, no debía aparentar ser fuerte. Ahí arriba podía ser ella misma, sin ataduras. Ahí arriba podía ser libre.
— Sujetate —avisó Hipo segundos después, Idunn entonces abrazó su cintura con suavidad.
Chimuelo hizo un giro pasando encima de las nubes, pudo ver los últimos rayos de sol antes de que volviera a bajar donde ya la noche había caído. Lo que lo hacía muchísimo más hermoso, se atrevió a mirar abajo y no sintió temor alguno, su mente no se imagino la caída mortal que tendría. Incluso le gustó porque transmitía una quietud imperturbable. Miró arriba cuando unas aureolas comenzaron a formarse haciendo que la vista sea mucho más bella de lo que ya era. Sobrevolaron Berk a lo cual ella miró fascinada, simplemente era muy hermoso para su vista.
Abrazó a Hipo recostando su cabeza por su espalda disfrutando el vuelo que por mucho tiempo se había negado a hacer, aunque creía que la magia que sentía no iba a poder hacerlo sin el castaño, estando con él todo mejoraba.
Y amaba estar ahí, amaba la paz que el cielo tan infinito le ofrecía, amaba la suavidad de las nubes y como la noche al que siempre temió la abrazaba con sus cálidas aureolas.
Pero lo más importante, es que el universo y todo lo que estaba ahí arriba supo que Idunn Kerr se enamoró de Hipo abadejo, pero que ella aún no lo iba a saber.
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