━eleven: hunters and poisons
╭══❅•°•CAPÍTULO XI•°•❅══╮
CAZADORES Y VENENOS.
❝De modo que tuvo que almacenar su dolor para sufrirlo más tarde❞
Alistair Kerr paseaba al borde de la isla Fair mientras veía el horizonte, suspiró estirando las mangas de su vestimenta para luego pasar su mano por su rojizo cabello un poco largo. Estaba preocupado, los ataques pararon pero no había rastro de su hermana y aunque suponía que estaba segura en Berk con cientos de dragones a su alrededor, eso no le quitaba la angustia que sentía.
Por más menor que sea, por tan solo minutos, siempre fue quien había protegido a Idunn. Ya sea de niños hasta de otras tribus, tales como los Magmalos —vikingos crueles que esclavizaban tanto personas como dragones—, o los Nordmannos —hombres del norte que servían a alguna corona que el resto desconocía—. Su hermana podía ser fuerte y jamás se rendiría en una batalla, pero exactamente eso era lo que lo preocupaba; Idunn no se rendía y no importaba sí ya estaban perdiendo la lucha.
Era una cabeza dura que le quitaba la paciencia la mayoría de las veces, por ser tan suicida y tirarse de cabeza al peligro para proteger a los demás, pero no a ella. Así que confiaba en la cordura de Astrid Hofferson e Hipo Abadejo para cuidar de su hermana. Era lo único que le quedaba y no soportaría una pérdida más, especialmente viniendo de su gemela.
Siguió caminando por la orilla sintiendo el viento golpearlo, paró sus movimientos y cerró los ojos disfrutando de la brisa, a cualquiera le hubiera molestado el ventarrón pero no a él, no cuando ya estuvo volando en medio de las nubes. Los dioses sabrán cuanto extrañaba volar y sentir el aire fresco en su rostro mientras exploraba cualquier cosa que estuviera a su alcance, siempre acompañado de su mejor amigo. Alistair nunca lo diría en voz alta pero sentía, en varias ocasiones, que más estable mentalmente que Idunn no estaba. Porque, ¿cómo se supera el ver morir a los dos seres que más amaba frente a él pero sin poder hacer nada para detenerlo? Se sentía tan impotente cada vez que recordaba eso, que pudo alejar a Rhaegal de ahí y no lo pudo lograr.
Sufrir en silencio y regañar a su hermana por hacerlo le parecía tan hipócrita, ¿pero qué más podría hacer?
— Jefe —llamó un hombre, volteó para mirarlo en silencio esperando que continúe pero frunció el ceño al verlo algo agitado, aún le parecía raro por como se dirigían a él ya que pensaba que jamás podría ser un buen jefe como lo fue su padre—. Invasores —el pelirrojo suspiró sin sorprenderse, de hecho ya lo estaba esperando luego de tanta tranquilidad.
Se puso en marcha rápidamente para llegar al muelle donde grandes barcos se acercaban, Alistair se abrió pasó entre los hombres de Fair como también los Berkianos que se habían quedado para apoyar. Achicó sus ojos y los agudizó para analizar mejor a que clase de enemigos se tenían que enfrentar esta vez. La flota era bastante grande y amenazador de por sí, pero al fijarse en el escudo que estos portaban se alertó mucho más.
— Oculten a los dragones —murmuró con voz ronca, más los hombres se le quedaron mirando sin comprender ya que los dragones eran su máxima defensa—. ¡Oculten a los dragones, ya! Son cazadores —repitió esta vez alzando la voz para que comiencen a obedecerlo, lo cual empezaron a hacer.
Tenían solo un puñado de diez dragones, lo suficiente para detener un ataque de vikingos que solo llegaban a la isla con espadas y mucha ira Berserker, pero no de cazadores experimentados y con armas que fácilmente a treinta metros podría derribarlos. Comenzaron a ocultar a las criaturas junto a sus dueños para que los tranquilicen si se ponían alerta a cualquier ruido, si los cazadores no los veían no tocarían más que algunos recursos pero la vida de humanos y dragones estaría segura.
— ¡Señor! El dragón está descontrolado —informó un chico joven, le ponía unos pocos años menor que él. Alistair gruñó y se dirigió trotando hasta donde el muchacho le había señalado y efectivamente ahí estaba un Nadder de color rojizo que se resistía hasta a su propio dueño.
— Oye, tranquilo, chico —murmuró con suavidad levantando su mano, el dragón gruñó haciendo sonreír al pelirrojo pillando su error—. Chica, lo siento —siseó acercándose lentamente queriendo saber que la ponía de esta manera. Cuando el dragón dejó que lo tocara, Alistair agarró mejor su cabeza para acariciarlo mejor. Los demás se sorprendieron por como pudo controlarla fácilmente—. Hay algo que los está alterando, no dejen que salga si yo no lo ordeno.
Asintieron antes de que el joven jefe salga de la carpa donde estaba, volvió al muelle viendo a la gran embarcación bajar su ancla para detenerse, vio a un gran hombre descender con un hacha en mano y frunció el ceño porque lo había hecho solo, sus hombres quedaron viendo como cuervos desde el barco. Mandó su mano hacia atrás para saber si tenía su espada por él, al sentirlo suspiró un poco aliviado.
El hombre de complexión fuerte y cabello rubio se acercó a él de una forma amenazadora, los hombres Drakenhart se pusieron unos metros tras su jefe para protegerlo de cualquier movimiento que quisiera hacer el desconocido. Pronto más personas bajaron del barco y por las pieles que usaban supuso que serían Magmalos.
¿Quienes son los Magmalos específicamente? Crueles vikingos que esclavizaban a quien sea por alguna cosa como también conquistadores, se les reconocía por las pieles o trajes de dragones que usaban como vestimenta, así para protegerse del fuego. Eran los principales cazadores de dragones de la región y hacía tiempo habían sacado Fair de su lista por la ausencia de estas criaturas, así que Alistair comenzó a preguntarse como se enteraron de que volvieron a tener dragones y una respuesta llegó a su cabeza: había un traidor, de nuevo.
— ¿Dónde está la jefa? —exigió parándose frente al pelirrojo, el cual suspiró aún con el ceño fruncido.
— Yo soy el jefe —declaró de forma seca, el hombre achicó su ojos sin creerle.
— Que raro, recuerdo que era una mujer —alzo sus rubias cejas mirando a uno de sus compañeros que se había acercando también.
— ¿Qué quieren? —escupió sin tener la paciencia necesaria, igual tendría que tener cuidado de hombres como ellos—. Ya no tenemos dragones, ni comida o algo interesante que dar y lo más importante, ¿con quien tengo el gusto de hablar?
— Oh, ¿que modales los míos? Mi nombre es Leif, hijo de Erik El Rojo —se presentó, entonces si era Magmalos, Erik era uno de los miembros más reconocidos de esa tribu—. Y no creas, niño, que nos puedes engañar, tenemos conocimiento de un híbrido que habita en esta isla y un Furia Nocturna.
— Llegaron tarde, ya los mataron —murmuró sombrío por haber recordado—. No tenemos nada más que ofre...
No pudo continuar ya que la mano del hombre se aferró a su cuello, apretandolo y cortándole la respiración. Alistair comenzó a buscar aire mientras los Fairianos se pusieron alerta a punto de atacar a los invasores.
— Escucha, no me importa si tienen más dragones o no, queremos al híbrido así que donde sea que la mujer se encuentre la vas a llamar y me traera al maldito dragón, ahora —lo soltó echándolo al suelo en el acto—. En nombre de Drago Manodura, hazlo o tu vida correrá peligro.
— ¿Crees que te entregaré a mi hermana o que me interesa mi vida más que la de ella? —preguntó con ironía mientras se trataba de levantar, el hombre simplemente sonrió de lado y movió su cabeza ordenando a sus hombres moverse.
— Supuse eso, pero no arriesgarás la vida de tu pueblo, ¿o sí? —preguntó socarrón antes de que sus hombres agarraran a los pocos niños del lugar amenazandolos con sus espadas o hachas—. ¿Qué prefieres? ¿La vida de tu pueblo o de unas criaturas que solo traen muerte? Elige con sabiduría, jefe de Fair.
Alistair, nuevamente de pie, lo miró con enojo sacudiendose el polvo. Miró atrás viendo a los menores sometidos antes de ver a sus hombres quienes asintieron dando a entender que harían lo que él ordenase. El pelirrojo volvió su vista azulada al rubio invasor y sonrió de lado.
— ¿Y tú quién te crees para venir a darme ordenes? Este es mi hogar, estás amenazando a mi pueblo y a mi familia —sacudió su cabeza negando—. Deberías saber algo de los Drakenhart, nosotros no nos rendimos cuando caminamos a través del fuego.
El hombre rubio ladeó su cabeza al ver la sonrisa de lado del chico, este silbó creando una pequeña y corta melodía con sus labios antes de que los dragones ocultos aparecieran con sus jinetes. Alistair desvió el hacha el furioso hombre antes de patearlo y echarlo al muelle, que por la fuerza la madera terminó rompiéndose. El pelirrojo corrió a ayudar a los demás mientras tres dragones atacaban el barco, al encontrar a un jinete de Berk montado sobre un Eructcálido lo detuvo.
— Necesito que traigas a mi hermana, la necesito en pelea y a su dragón, por favor —pidió con ojos suplicantes, el hombre asintió haciendo suspirar al pelirrojo y antes de que se fuera se quitó el collar que colgaba de su cuello para entregarselo—. Es para que confíe en su palabra.
El hombre volvió a asentir para luego tomar vuelo y dirigirse a Berk. Alistair quedó mirando el cielo un segundo antes de volver a luchar. Ya era tiempo de que vuelva, no tenía nada en Berk que la atara o al menos eso pensó él.
• • •
Idunn Kerr y Astrid Hofferson reían de algo que dijo la pelirroja mientras caminaban por el pueblo, se dirigían hasta la casa de los Abadejo para pedir permiso. Básicamente la rubia quería llevar de paseo a su compañera para estrenar la nueva montura de Trueno, Hipo le estuvo enseñando desde ayer pero Astrid quería ser la primera en llevarla fuera de la isla. Por más que deseaba dejar solo a esos dos, no se aguantaba el querer volar con su amiga.
Al llegar frente a la casa notaron que no había nadie adentro, por lo que se sentaron en el primer escalón hasta esperar que cualquiera de los Abadejo aparecieran. Hablaron de la carrera de ayer, donde por cierto Astrid ganó, centrándose en los movimientos que cada uno hizo para agarrar una oveja hasta para desviar de su otro competidor. Idunn admiró que cada uno tuvo lo suyo pero que la rubia merecía ganar, de todas formas iba a estar feliz si no fuera así ya que Hipo iba ganando hasta que se lanzó la oveja negra que Astrid agarró pasándole a todos.
— Y, ¿después de eso te fuiste a practicar, no? —preguntó Astrid alargando algunas palabras, la pelirroja asintió arreglando su nuevas vestimentas de pieles—. Con Hipo, todo el día —Idunn volvió a asentir hasta que entendió el doble sentido en eso y fue cuando miró mal a la rubia que solo rió con inocencia.
— Tú ya no te das cuenta que...
— ¿Qué tienen una conexión que nadie más tiene en la isla y ninguno de los dos lo notó? Creo que eres tú la que no se da cuenta —se encogió de hombros bajo el mohín de la otra chica—. Ahí viene —rápidamente la pelirroja giró su cabeza viendo como Hipo se acercaba—. Que rapidez, pensé que se te saldría el cuello o que tienes la habilidad de Trueno —rió cuando Idunn la empujó.
Pronto se volvieron a parar donde Astrid puso su brazo sobre el hombro de Idunn, Hipo venía junto a Patán mientras el pelinegro hablaba.
— Al fin apareces, Hipo, te estábamos esperando —manifestó la rubia cuando se acercaron, Patán abrió exageradamente los ojos mirando al castaño.
— ¿Con las dos, Abadejo? Por Thor, dejanos una al menos —opinó el pelinegro, Hipo frunció el ceño y lo miró con la boca abierta, para cuando iba a decir algo en contra de eso otra voz lo interrumpió.
— Ya quisiera él —mencionó Idunn divertida, esta vez Hipo la miró con la misma expresión a lo cual ella sonrió burlona.
— Ya quisieran ustedes dos —declaró Astrid esta vez recibiendo las miradas sonrojadas y sorprendidas de ambos mencionados, mientras que Patán se llevó su puño a su boca para tapar la exclamación. La rubia miró a Idunn viendo como sus mejillas se habían puesto tan rojas como su cabello y para no hacerle pasar más vergüenza decidió continuar—. Solo veníamos a pedir permiso, quería llevarla a pasear en los alrededores para probar la montura.
— Ah, sí, claro que pueden ir —asintió moviendo sus manos—. Si quieren puedo ir con ustedes.
— No, hablaremos de cosas de mujeres, ya sabes —volvió a hablar Astrid pasando a su lado, Idunn puso un mohín sabiendo de que trataba esa posible conversación.
— Uh, como que ya no me dio ganas de ir.
— ¡Idunn Kerr Thorburn! —exclamó, si no quería ir igual la iba a arrastrar. La pelirroja se sobresaltó antes de ir tras la rubia pasando en medio de ambos vikingos que al conjunto preguntaron "¿Thorburn?".
— Oye —habló Hipo deteniendola al agarrar su muñeca, cuando ella volteó carraspeó al ver los dos zafiros que tenía como ojos—. Cuídate... cuídense —se corrigió, ella asintió con una sonrisa sellada.
Al soltarla, sus manos se tocaron en una suave y fantasmal caricia que desapareció cuando ella se alejó. Hipo sonrió mirando por donde iba para después escuchar la burla de Patán murmurando que "estaba enamorado de la rojita", el castaño solo lo ignoró entrando a su casa.
Idunn llegó a lado Astrid y ambas se dirigieron hasta sus dragones. La pelirroja se tomó su tiempo antes que todo, confiaba plenamente en Trueno, confiaba en las enseñanzas de Hipo y confiaba en Astrid por igual, así que acarició al híbrido empezando en su cabeza hasta llegar a su costado donde ya tenía la montura, que tanto le gustaba, y se subió en él. Asintió mirando a la rubia antes de que ella junto a Tormenta tomaran vuelo.
— Vamos, amigo, siguelas —acarició su lomo dandole unas palmaditas, Trueno ronroneó para luego abrir sus grandes alas y dar el impulso que necesitaba para ir al cielo.
Se agarró de la manija que le había puesto Hipo para que se ataje disfrutando del viento frío, su mente traicionero en tierra no volvió a molestarla ahí. Ella ya no tenía miedo. Se puso a lado de Astrid y comenzaron a hacer algunas pequeñas piruetas, subieron hasta las nubes y bajaron hasta casi tocar el océano. Y no era la única feliz, Trueno lo estaba disfrutando casi mucho más que ella. Se mantuvieron volando luego con tranquilidad, solo disfrutando de la paz que el cielo ofrecía.
—¿Lo disfrutas? —preguntó Astrid mirando a Idunn que mantenía los ojos cerrados para sentir el viento, ella asintió antes de abrirlos nuevamente.
— Cuando era niña, tenía una amiga de otra isla a la que le dije que tenía un bebé dragón en casa —empezó a contar—. Había confiado en ella porque pensaba que todos se llevaban bien con los dragones, ella me había dicho que cuando crezca iba a poder volar con él y que seguro sería algo genial, han pasado catorce años desde eso y aparte de que nunca más la volví a ver, pasó tanto tiempo para atreverme a hacer algo que había prometido cuando tenía seis años.
— Pero lo estás haciendo ahora, eso es lo importante —sonrió Astrid e Idunn la imitó—. Cuéntame más de la otra niña, nunca te escuché hablar de ella.
— La vi por última vez cuando tenía como ocho años, y no creí que te interesaría —la rubia hizo un movimiento de manos.
— Eres mi amiga, Idunn, siempre te escucharé. Ahora cuenta que tengo curiosidad —la pelirroja rió para luego suspirar al recordar una de las más hermosas etapas que tuvo: la niñez.
— Bueno, su nombre era Dhalia, supongo que nos llevábamos bien porque también era hija del jefe, nos entendíamos de alguna manera porque, además, solo queríamos jugar —se encogió de hombros con una sonrisa—. La consideré mi mejor amiga y a veces le decía a papá para ir a Vrede, su isla, para verla, y porque Alistair se gustaba de ella y quería unirlos de alguna manera.
— Eso es muy tierno —rió pensando en una pequeña Idunn presionando a un pequeño Alistair a estar con alguien.
— Estuvimos así durante casi dos años pero un día papá salió muy furioso, agarró a Al y a mí, apenas me pude despedir y le prometí que volvería pero jamás lo hice. No entendía que había pasado y porqué no volvimos a Vrede, al crecer comprendí que ellos eran uno de los más grandes cazadores de dragones y el trato con nuestros padres no salió por eso, Ibernòn creía que estaba loco —negó para luego sonreír—. ¿Y sabes que hizo? Siempre que nos ibamos a Vrede era en barco con su dragón debajo de cubierta por si acaso, y esa vez papá en serio estaba muy molesto.
» Entonces ni corto ni perezoso llamó a su dragón llamado Brann, una Pesadilla Monstruosa, que salió del barco prendiendose fuego alertando a media isla y nos fuimos volando, ese día noté dos cosas, papá estaba loco y no tenía nada de sentido común y que yo tenía miedo a las alturas.
Para ese entonces Astrid ya estaba riendo.
— Tu padre suena como alguien excepcional —la pelirroja asintió.
— Era el mejor —admitió con una pequeña sonrisa de añoranza.
— ¿No volviste o supiste algo de ella? —la vio negar por lo que suspiró—. Dhalia Gorm, hija de Ibernón Hacha Sangrienta, próxima jefa de Vrede —la pelirroja la miró algo sorprendida para luego dar paso al fruncido de ceño confundido—. La conocimos, se quedó en Berk por un tiempo porque su padre le pidió ayuda a Estoico para encontrar el nido, ya sabes, cuando Berk aún los cazaba.
— ¿Hace cuanto?
— Hace cinco años —suspiró—. Cuando pasó lo de que Hipo entrenaba un Furia Nocturna y al encontrar el nido nosotros aparecimos con más dragones, ellos se fueron, no sé que pasó.
Idunn asintió mirando el horizonte pensando en lo que le pasó a su amiga de infancia, ¿qué pasaba si iba a Vrede ahora? Era peligroso, claro que sí pero luego de todo quería saber si no le pasó nada malo. Al pasar más las horas decidieron regresar porque ya estaba a punto de anochecer, bajaron más el vuelo para guiarse del sol que se estaba metiendo y así regresar más rápido.
No volvieron a hablar de lo que pasó con su amiga, simplemente se dedicaron a disfrutar de la vista. Estaban muy distraídas como para notar el barco cazador debajo de ellas hasta que escucharon los gritos por visualizar dos grandes dragones.
— ¡Cuidado! —exclamó Idunn al escuchar esto y también porque los cazadores comenzaron a tirar redes para derribarlos, cuatro fueron lanzados y tres pudieron desviarlo, pero el último atrapó a Trueno.
— ¡Idunn! —gritó Astrid al ver al dragón caer junto a la pelirroja.
— ¡Trueno!
Cuando el dragón gruñó fue cuando Idunn lo abrazó ya que sabía que haría, los pequeños rayos comenzaron a formarse por todo su cuerpo sin tocar la parte donde ella estaba y pronto formó un gran rayo que hizo trizas las cuerdas que los mantenía inmovilizados. Giró, porque andaba cayéndose de espaldas, justo a tiempo para frenar a un metro de la orilla del barco de los cazadores. Idunn se sentó correctamente de nuevo e infló su pecho con coraje, Trueno gruñó mientras los hombres veían fascinados al dragón ya que desde arriba parecía un Cortatormentas y aquí, incluido los rayos, era obvio que no lo era.
Trueno lanzó un gran rugido antes de que con la garra de su ala destrozara el costado de la embarcación para luego tomar vuelo, pero antes de eso tuvo que tomar impulso, y en ese corto lapso de tiempo los enemigos fueron capaces de armarse, por lo que cuando el híbrido salió volando tuvieron la posibilidad de disparar algo que no supieron si llegó al blanco. Pero Idunn jadeó al sentir una presión. Ya en el aire se volvió a encontrar con una muy preocupada Astrid que suspiró aliviada al verlos.
— ¡Eso fue genial! —sonrió por lo que el híbrido hizo, pero Idunn no le respondió, además que estaba medio recostada por Trueno y desde su posición la rubia no podía verla—. ¿Idunn?
Pasó volando debajo suyo para llegar al otro lado y así tener una mejor vista, se asustó con lo que encontró. Idunn la miró respirando lentamente, como queriendo que el oxígeno no se salga de sus pulmones, Astrid bajó la mirada hasta su estómago donde se encontraban dos espinas de Nadder incrustadas, estaba sangrando y aparte de todo eso, sabía que los Nadders tenían veneno. Le habían disparado un par de ellos en el corto tiempo que le costó a Trueno volver en el aire. Astrid la miró llena de terror.
— ¿C-cuánto veneno t-tiene un N-nadder? —preguntó tartamudeando, ya le estaba debilitando.
— Dieciséis —respondió la rubia en un susurro, asustada por la herida de la pelirroja. Idunn sacó el aire de sus pulmones recostándose completamente por Trueno esta vez, poniendo su frente sobre su brazo costándole respirar—. Idunn no te duermas, ¡Idunn! ¡Trueno a Berk, ahora!
El híbrido obedeció de inmediato al entender que la pelirroja estaba en peligro, voló lo más rápido que pudo pasándole a Tormenta en un cierto punto debido a que le superaba en velocidad, además Idunn estaba muriendo en su lomo y no iba a permitir eso. Cuando visualizaron las luces de Berk —porque ya había anochecido— Trueno se esforzó el máximo al sentir como su dueña, y básicamente figura materna, se debilitaba más encima suyo.
Se cansó pero llegó finalmente, aterrizó batiendo sus grandes alas violentamente asustando a la mayoría de las personas a su alrededor por la repentina y algo salvaje llegada. Ronroneó y movió las articulaciones de su lomo para mover a Idunn que yacía sin moverse pero respirando aún, segundos después llegó Astrid también agitada y al verlos así, especialmente porque Trueno no aterrizaba así, Hipo se acercó junto a los demás un tanto preocupados. Hofferson se bajó rápidamente de su dragón para acercarse a Idunn y luego pedir ayuda.
— ¡Idunn! ¡Alguien, está herida! —gritó tomando el rostro de la pelirroja entre sus manos viendo lo pálida que estaba.
— ¡¿Qué pasó?! —llegó Hipo rápidamente y al verla en ese estado lo alertó, su estómago estaba sangrando manchando así su ropa y la montura de paso, las dos espinas incrustadas con el veneno en su sistema debilitandola, poniéndola palida, muriendo sobre su dragón igual de preocupado por ella—. Idunn.
Se acercó a ella y la arrastró hasta él para sacarla del dragón, rápidamente sacó las dos espinas de su estómago dejando más vía libre a la sangre de salir. Sintió el cuerpo de Idunn débil, ni siquiera podría moverse por si misma y la respiración le estaba faltando.
— Idunn quédate conmigo, Idunn no te duermas —comenzó a decir él con una mano en su mejilla queriendo que lo miré sintiendo así lo fría que se encontraba, pero aunque estén abiertos estaban muy desorbitados y sus pupilas estaban completamente dilatadas, el veneno del Nadder era rápido y le estaba cortando todo, le dolía el corazón verla de esta forma—. Traigan a Gothi, ¡ya! La llevaré a mi casa.
Hipo la cargó en brazos y no prestó atención a quien fue por la pequeña anciana, solo vio unas sombras moverse y realmente no le importaba teniendo a Idunn falleciendo en sus brazos.
— Hipo, lo siento, yo no sabía... —se disculpó Astrid, realmente apenada por no poder cuidarla y aparte tenía miedo de que no la salvaran.
— No es tu culpa, trae lo que puedas para curarla —Astrid asintió pero Hipo salió caminando en sacadas hasta su casa donde dejó a Idunn en los escalones que tenía ahí, debía dejarla cerca para que Gothi pueda quitarle el veneno alojado en su sistema. Segundos después llegó Astrid con algunas telas para ponerle presión a su herida, debían taparlo con lo que sea.
— Hipo —susurró Idunn queriendo moverse y quejándose, su vista estaba borrosa y las voces parecían ecos lejanos a la realidad, no sabía donde estaba pero reconocería la voz del castaño donde sea. Él agarró su mano y la apretó en señal de apoyo.
— Aquí estoy, Mi lady, no te duermas, ¿si? No te vayas de mí, por favor —rogó mientras Astrid, un tanto temblorosa, trabajaba en la herida—. Quédate conmigo, Idunn.
— P-perd-ón —le costó decir eso, parecía que su lengua no funcionaba, su mente hace rato que dejó de mandarle órdenes al resto de su cuerpo y solo su corazón hacía su trabajo, por el momento. Unas lágrimas se deslizaron de sus ojos, tanto por el dolor que sentía como por sentir que estaba muriendo. Hipo negó agarrando sus mejillas alzando su torso ya que Astrid le había pedido para pasar el resto de la tela detrás de ella.
— No te disculpes, no hiciste nada, solo mantente viva, ¿bien? Mantente conmigo, Idunn por favor —susurró lo último cuando su voz se rompió, estaba a punto de llorar porque ella estaba al borde de la muerte.
Entonces con el corazón mandando por primera vez, Idunn pensando que iba a morir y que no podría verlo u oírlo nunca más, le hizo caso a sus impulsos porque ella lo quería de verdad y aprovechado la poca distancia entre ellos se acercó con la respiración agitada, rota y desfallecida para besarlo. Si era la última vez que lo iba a ver tenía que hacerlo, debía hacerlo, por más confundida que estuviera, su corazón sabía que sus últimos latidos se lo dedicaría a él y que ese beso lo representaba, porque ahí se dio que de verdad lo quería, que se había enamorado de alguien que no debía y que Astrid tenía razón, que no podía controlar los sentimientos ya que había caído total y perdidamente enamorada de Hipo Abadejo III.
El castaño le siguió el beso, igual de confundido, igual de shockeado, siguió sus impulsos —y sentimientos que aún no sabía— dónde los labios débiles de Idunn Kerr iniciaron una danza con los suyos expresando tantas cosas que él no supo comprender. Cuando ella se separó porque el aire era algo que estaba necesitando, dio un último suspiró antes de mandar su cabeza hacía atrás, su cuerpo pesó y sus ojos se cerraron. Las manos de Hipo las mando debajo de su cabeza para que se sostuviera y que no cayera.
Y se asustó porque no parecía que respiraba, después de recibir ese beso ella no podía irse, no podía dejarlo así como así. Con una Astrid alejada de ellos, Hipo la volvió a poner en el suelo rogando y gritando su nombre pero no recibió una respuesta. Agarró ambas manos con las suyas apretandolas y pequeñas lágrimas salieron de sus bellos ojos verdes.
— No me dejes, aún te necesito.
• Los Berserker eran guerreros vikingos que entraban en combate bajo cierto trance de perfil psicótico, casi insensibles al dolor, fuertes como osos o toros. Se lanzaban al combate con furia ciega, incluso sin armadura ni protección alguna.
• Los Magmalos son canon en los libros de Como Entrenar A Tu Dragón. Y son como se describe aquí, se dice que Drago era parte de esta tribu por la piel de dragón que usa para protegerse del fuego, también porque es un conquistador.
• Dhalia Gorm le pertenece a IWhiteMoonI, todos los créditos a Mi Lady, pasense por Isle Of Berk ya que es donde Dhalia aparece. Los libros (Isle of Berk y WTTF) no tienen ninguna unión, solo decidimos hacer referencias y algunos easter eggs porque yo amo a Dhalia y ella ama a Idunn. (Posiblemente salga muerta después de este cap)
IDLIA (Idunn + Dhalia)
ALISTAIR.
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