━eighteen: two new alphas
╭══❅•°•CAPÍTULO XVIII•°•❅══╮
DOS NUEVOS ALFAS.
❝Corazón de jefe y alma de dragón❞
La vida podía ser dura, demasiado a veces, el pasado y el presente podía atormentarte al igual que el futuro incierto lleno de posibilidades y más corazones rotos. En el mañana nadie sabía lo que pasaría, el hoy podría romperte y el ayer convertirse en tus demonios, pero lo que Idunn Kerr había aprendido hasta ahora es que el pasado puede doler, sí, pero puedes huir o aprender de él. El presente determinaba tu futuro y eso último era algo que no le interesaba mucho, que venga lo que tiene que venir, que pase lo que tenga pasar, tenía más importancia su presente que estaba a unos metros frente a ella mientras soltaba lágrimas silenciosas y miraba el arco en manos.
Alistair estaba a su lado agarrando su mano derecha, fue el primero en acercarse a ella luego de que el Salvajibestia de Drago llevara a Trueno. Había patinado en la nieve poniéndose frente a ella luego de salir de la misma conmoción porque Arwen también se había ido, el pelirrojo menor había agarrado su rostro viendo sus ojos cristalizados por las lágrimas y simplemente la abrazó.
La envolvió con sus brazos porque la había extrañado mucho, pensaba que no la volvería a ver y que haya aparecido de repente junto a Hipo fue una agradable y feliz sorpresa, además de todo esto también la abrazó para darle apoyo por Trueno como también para que dejara de ver la escena. Ellos entendían el dolor que Hipo estaba sintiendo ahora, no se movía de la costa mientras el barco donde descansaba el cuerpo de Estoico estaba siendo arreglado por Bocón y Valka para que tenga un buen viaje hasta el Valhalla.
Y la verdad, Idunn y Alistair se tomaron la situación algo personal, el ambiente era altamente melancólico y se recordaban a sí mismos cuando tuvieron que hacer el funeral de Morag junto a los demás caídos en Fair. Ellos entendían.
Hipo suspiró viendo el arco en sus manos antes de alzar la vista hasta el pequeño barco a unos metros frente a él, acarició el cuerpo de madera del arma pensando de donde iba a sacar la fuerza de voluntad para disparar la flecha con la punta en llamas. Se limpió una lágrima que se estaba deslizando por su mejilla antes de darse la vuelta y mirar a Idunn quien se encontraba mirando las manos unidas que tenía con su hermano, una parte de él se alegro de que se hayan reencontrado y se quedó unos segundos más observandola antes de acercarse a ella a pasos lentos.
La pelirroja lo notó por lo que mirando a Alistair, le avisó que se separaría a lo que él se limitó a asentir. Idunn soltó su mano antes de dar unos pequeños pasos para quedar frente a un cabizbajo Hipo mientras que el Kerr menor se dirigió junto al resto de los jinetes para darles un poco de espacio.
— ¿Cómo haces para no fallar? —preguntó el castaño para luego tragar saliva, sabía que la pelirroja sabía disparar flechas hasta treinta metros de distancia y necesitaba saber como lo lograba para no fallar en este momento.
— No tienes por qué hacerlo, Hipo —murmuró de forma suave intentando mirar sus ojos, ya que estos miraban el suelo y le era casi imposible notar el verde cristalizado del muchacho de esa forma.
— Tengo que... quiero hacerlo —suspiró antes de repetir su pregunta—. ¿Cómo haces para no fallar?
Esta vez la miró y quiso incendiar todos los barcos de Drago incluido a él mismo por todo el dolor que pudo notar en los bellos ojos del castaño, sufrían por la pérdida de su ser querido y le rogaban una respuesta valiente a sus futuras acciones. Idunn entonces llevó sus manos a la armadura del contrario para quitar un poco el polvo que seguía por él y también para arreglarlo, aunque eran excusas para mantener sus manos ocupadas, no quería comenzar a temblar por la rabía y los nervios que sentía.
— No sostengas el arco, nunca lo hagas —respondió finalmente luego de algunos segundos meditando lo que diría, Hipo frunció el ceño—. Solo tiralo, no apuntes, tu ojo sabe donde va la flecha, confía en él.
— Eso confunde más, ¿lo sabes? —ella rió leve y cortamente para luego alejar sus manos. Su risa, para Hipo, por más corta y melancólica que había sonado, le resultó tan agradable que supo que necesitaba más de ello pero sabía que ninguno de los dos tenía ganas para algo así en este momento.
— Lo sé —ella asintió—. Confía en tu flecha, confía en que llegará a destino.
Él asintió no estando del todo seguro de sus palabras, tal vez debió aceptar la vez que ella se ofreció a enseñarle arquería. Se dio la vuelta con intenciones de volver al lugar donde minutos antes se encontraba, más una duda lo hizo parar, por lo que giró su cuerpo delgado para mirar a la pelirroja de vuelta.
— Perdona que te pregunte esto, ¿pero cómo lo sobrellevas? —ella suspiró comprendiendo a que se refería—. ¿Cómo vives con ello? Ó... ¿Cómo lo olvidas?
— No lo hago —respondió al segundo que el castaño dejó de hablar, tal vez había sonado un poco ruda por lo que se aclaró la garganta antes de continuar con un tono un poco más suave—. No lo olvidas, ese momento siempre estará en tu cabeza para bien o para mal —mojó sus labios y tragó saliva sintiendo como su garganta se secaba por estar hablando de eso, Hipo en cambio se mantenía en silencio frente a ella mirando el broche de un lobo que la pelirroja tenía en su ropa—. Mi padre se fue casi de la misma forma, frente a mí, protegiendome a mí, nunca culpé al dragón y viví cinco años culpandome de algo que claramente no tenía el control, no culpes a Chimuelo y mucho menos a ti mismo.
Lo vio suspirar y negar así que Idunn alzó sus manos y las puso en su mejilla para que la mire, Hipo rendido fijó sus ojos en los azules de ella. La pelirroja acarició su rostro a lo que él cerró sus ojos un momento disfrutando el efímero momento, una de sus manos —que supuso era la quemada— tenía una textura un poco más callosa que la otra por razones obvias, más no le importó y puso el peso de su cabeza en esa antes de abrir sus ojos y ver la pequeña sonrisa que tenía la fairiana.
— No fue tú culpa, no fue culpa de Chimuelo, fue culpa de Drago, ¿no sabes que hacer? Nadie lo sabe cuando pasa esto, pero debes tener fe en que lograrás lo que propones. Eres Hipo Abadejo, quien me ayudó en multiples ocasiones y ahora yo te ayudo a ti, y aunque hay cosas que deberás encargarte por ti mismo y tengas miedo de afrontarlo, todo lo que necesitas está aquí adentro —apuntó su pecho en donde debería estar su corazón.
— No te vayas de mi, por favor —murmuró en voz baja, no necesitaba alzar el tono ya que estaban lo suficientemente cerca para escucharse perfectamente—. Quédate a mi lado, Idunn.
La pelirroja sintió como su corazón se emocionaba y se rompía a la vez por verlo de esta forma, tan roto. Entendía que su padre y su mejor amigo eran todo lo que tenía, y ahora ambos se habían ido, mientras él se encontraba aquí en la costa de la isla glacial mirándola con súplica en sus ojos.
— Me quedaré contigo todo el tiempo que desees, mi vikingo —respondió poniendo una pequeña sonrisa sellada y supo que el castaño le estaba agradeciendo mentalmente por la forma en que la miraba.
Supuso que sería solamente por eso, pero muy dentro de ella estaba segura que esa mirada, que le regalaba el berkiano, era más por amor que por agradecimiento. Él la quería a su lado no solo porque sin su padre se iba a sentir solo y que necesitaría apoyo, él la quería a su lado porque se había enamorado como ella por igual, así que Idunn se puso de puntas y besó la comisura de sus labios, bajo la vista de todos, como promesa de que se quedaría con él.
Le asintió levemente antes de soltar su rostro, él la miró una última vez antes de voltear definitivamente y caminar hasta la costa, la pelirroja se acercó al grupo de jinetes para ponerse a lado de su hermano donde claramente tanto Astrid como Alistair la miraron con una pequeña sonrisa cómplice por el pequeño beso que tuvieron ambos, Idunn se limitó a negar.
Bocón y Valka empujaron el bote que lentamente comenzó a moverse sobre el mar, a cada uno se le dio un arco y una flecha que habían quedado tiradas en el suelo luego de la batalla. Todos se pusieron en una línea detrás de Hipo quien seguía en el mismo lugar, en la punta de la costa.
— Que las Valquirias te den la bienvenida y te guien por el gran campo de batalla de Odín —comenzó a decir el vikingo rubio mientras todos guardaban silencio—. Que canten tu nombre con amor y furia para que los escuchemos alzarse desde las profundidades del Valhalla y sepamos que has tomado tu lugar que te corresponde, en la mesa de los reyes, porque ha caído un buen hombre, un guerrero, un jefe tribal, un padre, un amigo.
La voz de Bocón se rompió al final y fue imposible para Idunn que sus ojos no se aguaran debido a eso. Admitía que no estaba tan afectada como cuando fue el de su propio padre, pero Estoico era un buen hombre que no debió terminar así y no hacía falta conocerlo a fondo para saber eso. Hipo suspiró una última vez antes de inclinarse un poco hasta la leña frente él y encender la punta de la flecha, se puso en posición y no tardó ni medio segundo en que disparó dando en el blanco. En otro momento Idunn hubiera sonreído pero ahora le restaba seguir sus acciones.
Encendió la punta antes de ponerla en su arco y disparó al instante con rapidez, los demás siguieron siendo su flecha la líder de las demás. El castaño dio un paso hacia adelante mirando el pequeño bote alejándose y consumiendose por las llamas.
— Papá, lo siento —habló con rostro apesadumbrado, Patapez soltó su flecha mientras otros trataban de ocultar sus lágrimas, Idunn suspiró ladeando la cabeza mientras recordaba a su yo de quince años—. No soy el jefe que tu querías que fuera y no soy el protector de la paz que yo creía ser, yo... no sé... —apretó sus ojos suspirando fuertemente, sus palabras se mezclaban en su mente dejándole sin saber que decir exactamente. Valka se acercó lentamente hasta él donde acarició su cabeza y los mechones de su cabello antes de poner su mano en su hombro.
— Llegaste a este mundo antes de tiempo, eras una cosita diminuta, tan delicado, tan frágil —comenzó a decir alejando de vuelta su mano, más en la última palabra la puso otra vez a la vez que daba unos pasos para ver el rostro de su hijo—. Creí que no sobrevivirías, pero tu padre jamás lo dudo —se movió poniéndose frente a él y dejando sus manos en los hombros del muchacho—. Siempre dijo que te convertirías en el más fuerte de todos y era verdad, tienes el corazón de un jefe y el alma de un dragón, solo tú puedes hacer que nuestros mundos se unan. Eso es lo tú eres, hijo.
Hipo miró a lo lejos saliendo del agarre de su madre, Valka se alejó poniéndose a lado de Idunn quien no había desviado su vista azulada de él en ningún momento.
— Yo... tenía tanto miedo de convertirme en mi papá, básicamente porque no creí que lo lograría, ¿y, y cómo te conviertes en alguien tan grande, tan valiente, tan entregado? Creo que solo hay que intentarlo —hubo un pequeño silencio de parte de él luego, inténtalo, pensó Idunn en ese momento de quietud. Luego de algunos segundos Hipo se dio la vuelta para verlos a todos finalmente, ya que andaba cabizbajo, y esta vez tenía una mirada decisiva—. Un jefe protege a los suyos... tenemos que volver.
Idunn sonrió de forma sellada poniéndose recta, ese era el Hipo que ella conocía.
— Eh, ¿con qué? —preguntó Brutacio desde atrás.
— Se llevó a los dragones —continuó su hermana un tanto obvia, Idunn quien los miró cuando hablaron desvió su vista hasta el castaño sabiendo que tendría un plan, él siempre tiene un plan.
— No se los llevó a todos.
• • •
— Esta es una mala idea —mencionó Alistair, estaban parados viendo como frente a ellos los dragones bebés jugaban entre ellos.
— Me gusta, quiero el purpura con azul —se adelantó su hermana hasta donde estaban los no tan pequeños dragones, Alistair rodó los ojos.
— Con razón se llevan bien —miró al berkiano de reojo para luego acercarse al igual que los demás.
Algunos estaban de acuerdo, como los gemelos y otros no, como Bocón, más otra opción no tenían. Debían ir a Berk cuanto antes. Idunn acarició la cabeza de un Clavagarras quien la miraba con sus grandes y divertidos ojos ambares, quien también para su suerte se había quedado quieto admirando a la pelirroja. Tenía un don especial con las criaturas al igual que su hermano, don peculiar que habían heredado de su madre y era lo que los hacía relacionarse mejor con dragones que con las mismas personas, eran sangre de dragón y el fuego en sus cabellos rojizos eran la prueba.
Alzó la mirada buscando a su gemelo, encontrándolo a unos metros delante de ella intentando que el dragón bebé que había elegido le hiciera caso y se quedara quieto, fallando en todos sus intentos. Idunn suspiró cambiando la dirección de su vista hasta el arco de roca que era el camino que llevaba hasta la sepultura de Rhaegal, debatiendose si revelarle tal información a su hermano o no. Cerró sus ojos pensando en todas las posibilidades del resultado, si Alistair saldría cuerdo o no, para que al final su subconsciente le preguntara: ¿si a ti te ayudó, por qué no a él?
Necesitaba darle paz, tanto a él como a Rhaegal mismo, por lo que se separó de su Clavagarras para caminar hasta su mellizo. Se puso a su lado y lo primero que escuchó fue su suspiro de parte del menor, la situación lo estaba poniendo un tanto nervioso, claramente se debía a Arwen, rogaba a los dioses que estuviera ilesa y que no le hubieran hecho nada malo.
— Te quiero enseñar algo —mencionó la pelirroja mirando el interior del nido, sintiéndolo sumamente raro al verlo vacío y en silencio—. Algo que descubrí el día que desperté aquí y que me ayudó a levantarme del suelo en donde estaba desde que papá murió, creo que podría ayudarte de igual forma —murmuró girando su cabeza para mirarlo, él tenía el ceño fruncido sin comprender pero igualmente asintió—. Y también porque mereces saberlo.
— Estás siendo muy misteriosa, Idunn, ¿debería preocuparme? —la aludida sonrió de lado sin mostrar dientes—. ¿Algo que quieras decirme antes? —pasó su vista un segundo sobre Hipo, quien se encontraba mirándolos, antes de volver hasta la figura de su hermana.
— Tal vez, ¿y tú? —alzó las cejas antes de darse la vuelta y caminar hasta el camino de roca, Alistair se quedó en su lugar sin comprender y entrecerrando sus ojos la siguió sin tener confianza en las últimas palabras de Idunn.
Se dirigieron en silencio por el camino que la primogénita conocía ya de memoria, hasta que se detuvo un poco menos de la mitad y giró hasta la pared quedando enfrente del promontorio de roca, Alistair siguió sus acciones dándose cuenta de este último por lo que se acercó con curiosidad.
— Es una sepultura —reconoció poniéndose de cuclillas acomodando una roca que se había salido de entre todas, antes de que gire su cabeza para verla con duda—. ¿Por qué querías mostrarme esto?
— Valka, la madre de Hipo, que no sabía que era su madre hasta hoy a la mañana —explicó moviendo su manos—, me había traido hasta este lugar ya que más allá se encontraba la cueva que usaba como habitación, avanzabamos hasta que Trueno se detuvo justo aquí y caminó donde estás, olió algo y sea lo que sea que reconoció lo puso triste. Valka me dijo que era la sepultura de un dragón... —suspiró cerrando sus ojos un segundo antes de continuar—... un dragón que había encontrado muerto en el océano, hace cinco años, con una lanza negra por él.
Las facciones de Alistair cambiaron a una sombría, a una de sufrimiento, no hizo falta que más palabras salieran de la boca de Idunn para darse cuenta de a quien se estaba refiriendo. Podría ser cualquier dragón, se sabe que son cazados constantemente, podría haber solo sido otro desafortunado dragón, pero no lo era y los ojos cristalizados de la pelirroja lo confirmaron. Soltó un jadeó soltando la roca que estaba arreglando cuando se dio cuenta que la sepultura pertenecía a su dragón, a su amigo, a su Rhaegal.
— ¿Estás completamente segura? Grimmel, él... —tragó saliva sin tener el valor de decir las atrocidades que ese hombre pudo hacerle al cuerpo ya sin vida de su mejor amigo.
— Él lo lanzó al mar, no le hizo más daño que eso —se adelantó a decir, al menos fue lo que le dijo Valka a como lo había encontrado y esperó que no le haya mentido para no alterarla.
Alistair se sentó completamente en el suelo, movió su mano izquierda, que sufría de temblores, hasta las rocas y luego de decidirse si huir o quedarse ahí, eligió lo segundo. Puso la mano sobre el montón de piedras donde ya las lágrimas rebeldes se comenzaron a deslizar sobre sus mejillas pecosas.
— Amigo mío, siento mucho todo lo que te pasó y espero puedas perdonarme, debí haberte salvado —se detuvo unos segundos para tragar el nudo en su garganta como también detener el temblor roto de su voz—. Perdón, espero estés bien donde sea que estés y sepas que te extraño mucho, amigo, realmente lo hago —Idunn se acercó, sentándose a su lado donde él la rodeó con uno de sus brazos, limpió sus lágrimas antes de dejarle un beso en la cabeza—. Gracias por enseñarme esto, hermana.
— ¿Recuerdas la promesa que nos hicimos? —él asintió antes de comenzar a recitar la oración que cada año se decían en el aniversario de la muerte de Morag y Rhaegal.
— No importa el día, el mes ni el año, si Grimmel regresa; ardera con nosotros.
• • •
Al llegar a Berk luego de algunas horas porque los dragones bebés, aunque eran muy hiperactivos, no eran muy rápidos, por lo que llegaron al amanecer del otro día. Habían viajado toda la noche. En estos casos Idunn extrañaba tanto a Trueno y su velocidad, esperaba que su bebé estuviera bien y que Drago no le haya puesto el ojo encima. Atravesaron una capa de niebla y lo primero que vieron fue como una de las estatuas de la entrada estaba destruida y esa era la mejor vista, ya que cuando desviaron las rocas caídas vieron el desastre en la isla.
Todos los dragones, los del santuario y los de Berk, estaban volando alrededor del Salvajibestia quien tenía mitad de su cuerpo sobre la isla y la otra aún en el mar. La isla también estaba llena de picos gigantes de hielo que seguramente el Alfa, con su helado aliento, lo habría provocado.
— No, se llevó a todos los dragones —se lamentó Hipo, luego frunció el ceño—. Distraigan al Alfa, todos intenten desviar su atención de Chimuelo.
Los hermanos Kerr asintieron, luego de que Brutacio preguntara cómo exactamente distraer la atención de tan enorme animal y también la distracción del dragón de Eret, se acercaron a la isla donde los vikingos comenzaron a vitorear al ver a Hipo llegar y mientras él se acercaba hasta el Furia Nocturna que cargaba al conquistador, los demás fueron a tierra para intentar distraer al dragón de categoría diez.
— He tenido planes malos, Patán, ¡¿pero esta es tu gran idea?! ¿Es en serio? —preguntó Idunn al ver como traían la catapulta y un par de ovejas, el pelinegro abrió sus brazos y sus ojos.
— Te extrañé, preciosa, ¡¿pero que otra idea tienes?! ¡Mira esa cosa! —apuntó al gran dragón blanco frente a ellos, Idunn rodó los ojos para luego arrebatarle la oveja negra que traía en los brazos para lanzarselo a Brutilda.
Alistair se había ido con Astrid a Odín-sabrá-donde, mientras que ella se quedó con los gemelos, Patán y Eret aquí mientras Patapez hacía sonar el gran cuerno, que los había salvado del hielo del Alfa. Idunn, luego, asesinó con la mirada tanto al pelinegro como a los gemelos porque no pudieron distraer en lo absoluto al Salvajibestia y realmente no estaría tan enojada si la vida de Hipo no estuviera en peligro. Miró hacia arriba viendo como el castaño intentaba sacar a Chimuelo del trance en el que estaba, cosa que parecía darle un poco de lucha por culpa del dragón blanco.
Tú puedes, tú puedes, tú puedes. Hasta que lo logró, Chimuelo salió del control del Alfa con una de sus bonitas sonrisas, sacó a Drago de su lomo pero sin jinete su aleta se cerró y comenzó a caer, Hipo se tiró tras él intentando alcanzarlo. El nivel de desesperación en la fairiana era tan alto y mucho más cuando jinete y dragón desaparecieron de su vista, hasta que por fin se elevaron en el cielo. Sonrió para si misma antes de comenzar a correr junto a los demás teniendo cuidado con el hielo que expulsaba el Salvajibestia, los demás jinetes cargaron a las ovejas restantes hasta llegar a una zona segura donde se encontraron con Astrid y Alistair. La pelirroja los miró con el ojo entrecerrado, abrió la boca para preguntar dónde habían estado pero el vuelo familiar del Furia Nocturna se escuchó arriba de ellos por lo que todos alzaron la mirada para ver como Hipo y Chimuelo iban a hacerle frente al enemigo.
— ¡Derribalo, bae! —gritó Idunn como manera de apoyarlo.
El, quien ya era básicamente, jefe de Berk hizo derribar a Drago de encima del Alfa, lo echó al suelo y al intentar agarrar su lanza, Hipo tiró su espada en llamas para detenerlo. Idunn volvió a correr para atravezar una casa que le tapaba la vista, mirar y preocuparse era lo único que podía hacer, ya que sin Trueno no creía que sería de mucha ayuda. Llegó en el momento exacto en el que el Salvajibestia le disparaba al castaño envolviendolo en el hielo, tanto a él como a Chimuelo.
— No, tú no —susurró la pelirroja para ella misma viendo como era imposible romper ese hielo, era muy grueso y nunca le había rogado tanto a los dioses para que el berkiano siga con vida.
De pronto el hielo comenzó a iluminarse desde adentro de un color azul, débil al principio, pero luego comenzó a ser más y más fuerte hasta que el hielo a su alrededor explotó rompiéndose en mil pedazos y así liberando a quienes se encontraban atrapados. Ahí notaron que la luz azul que habían visto antes venía del lomo de Chimuelo y que causó que todos los que estaban observando la escena quedaran atónitos, nadie sabía que un Furia Nocturna podía hacer tal cosa.
Chimuelo entonces se subió a uno de los picos de hielo para enfrentar al Salvajibestia, no sin antes darle un vistazo a su mejor amigo para ver si se encontraba bien. Él, una cosa diminuta frente al gran dragón, estaba enfrentando al Alfa para proteger a Hipo y eso la mayoría lo sabía bien, especialmente los hermanos Kerr, un dragón haría lo que fuese por poner a salvo a su alma gemela sin importar el tamaño y la fuerza del contendiente. Así de leales eran, lo que realmente hacía pensar a Idunn de que no merecían la amistad de estas maravillosas criaturas.
El último Furia Nocturna conocido comenzó a disparar sus bolas de plasma a los costados del rostro del Alfa, que luego de algunos intentos logró que los dragones que estaban bajo control salieran del trance en el que se encontraban para pasar de su lado. Alistair agarró el brazo de su hermana sin poder creer lo que un pequeño y juguetón dragón podía lograr, cuan orgulloso se sentía, incluso si no fuera el suyo. Con todos los dragones fuera del control, los berkianos y los hermanos Kerr salieron de su resguardo para ponerse en línea, de pie y con la frente en alto, demostrando así que ya no tenían nada que temer.
Hipo montó a Chimuelo para luego volver al pico de hielo más cercano al Salvajibestia, con todos los dragones y vikingos detrás suyo apoyándolo.
— ¿Ahora lo entiendes? ¡Esto es ganarse la lealtad de un dragón! Termina esto, ahora —ordenó el castaño.
— ¡Jamás! —gritó Drago parado sobre el gran dragón blanco antes de alzar su lanza y volver a vociferar—: ¡Acabalos!
El Salvajibestia dio unos pasos adelante para arremeter contra Chimuelo, estaba claro que Drago pensaba que iba a ganar si podía detener al Furia, la comparación de tamaños era una gran evidencia pero no hacía falta ser más grande o poderoso para saber del lado de quien estaba la lealtad de los dragones. Uno tenía que liderarlos, no controlarlos. Chimuelo lanzó los primeros disparos de plasma para que luego todos los dragones lo siguieran, fuego amarillo, naranja, verde, azul y el hielo que venía de Arwen se mezclaron en el cielo impactando contra el rostro del Salvajibestia, bajo los gritos de Drago para que peleara.
El dragón más grande lo intentó una última vez, salió del humo que el fuego había causado y se alzó rugiendo como nunca nadie lo había escuchado, fue muy fuerte. El lomo iluminado de Chimuelo fue mucho más fuerte, luego se dispuso a disparar su última bola de plasma con tanto poder y fuerza que logró romper el gran colmillo del contendiente logrando que se rinda. El Furia rugió mientras que el Salvajibestia se mostró totalmente intimidado.
— El Alfa los protege a todos.
El Salvajibestia, derrotado, se tiró al mar con Drago y desaparecieron de la vista de todos. Los berkianos comenzaron a celebrar con gritos de felicidad por su victoria, los dragones bajaron a tierra y rodearon a Chimuelo cuando este descendió fuera del pico de hielo e Hipo bajó de él. Él se los quedó mirando hasta que Brincanubes y Trueno tocaron tierra llamando la atención de los aldeanos, eran de todos modos los dragones más grandes de la región, el cortatormentas hizo un sonido hablando en su idioma antes de inclinar su cabeza en forma de reverencia haciendo que los demás copiaran sus movimientos.
Chimuelo alzó la cabeza de forma un tanto presumida, pero tenía todo el derecho a estarlo, era el nuevo Alfa y los había salvado a todos, rugió una última vez seguido de los demás dragones. Pronto, jinetes y dragones comenzaron a acercarse rápidamente, habían estado bastantes preocupados por lo que pudiera pasarles a sus amigos así que el esperado reencuentro no se hizo esperar.
— ¡Trueno!
El aludido, al escuchar su nombre, movió su cabeza buscándola y al hallar a la pelirroja corriendo hacia él no dudo en hacer lo mismo hasta que Idunn llegó frente a él. Lo abrazó rodeando su cuello mientras que el híbrido hizo lo mismo con el cuerpo de la fairiana abriendo sus alas para tenerla más cerca y ronroneó cual felino. Idunn separó su cabeza para mirarlo agarrandolo desde su boca para que baje su cabeza, el otro hizo un sonido con su garganta teniendo la pupila súper dilatada ya que se encontraba muy feliz.
— No te vuelvas a ir de mi, te extrañé mucho, bebé dragón —sonrió.
— Ah, ¿y yo qué? —escuchó una voz detrás suyo, ambos voltearon encontrando a Alistair con las manos en su cintura con el dragón claro a su lado. Trueno sonrió, a su estilo, moviéndose en su lugar al verlo y tampoco dudo en abrir una de sus alas para arrastrarlo al abrazo, el pelirrojo soltó un pequeño gritó por el repentino movimiento mientras que Idunn rió, estaba feliz, estaba muy feliz y mucho más cuando estaba abrazando a dos de sus tres personas más importantes—. Hola, campeón, también te extrañé, reptil —el aludido gruñó por el apodo y con su electricidad hizo que el cabello de Al, incluida Idunn, se erizara, ambos terminaron riendo. El pelirrojo menor salió del agarré para señalar a la dragona—. Les quiero presentar a la nueva integrante de la familia, ella es Arwen.
— Hola, preciosa, soy Idunn —se acercó primeramente la muchacha, alzó su mano para querer tocarla pidiendo permiso lo cual Arwen aceptó con ojos dulces—. Eres hermosa.
Luego fue el turno de un Trueno súper curioso de la dragona de Alistair, haciendo reír a los hermanos con ternura cuando tuvo que bajar su cabeza ya que Arwen era más pequeña que él. Idunn se dio la vuelta viendo a Hipo con su madre y Chimuelo, aspiró una buena cantidad aire antes de acercarse a él quien rápidamente la notó.
— ¿Ves? Te dije que estaba ahí —alzó su mano para tocar su pecho, donde debería estar su corazón, pero rápidamente se desvió al ver la parte de su armadura donde se abrían su aleta y no dudo en apretarlo, abriendola de un tirón de forma cómica. Hipo hizo un mohín mientras que Idunn comenzó a reír.
— ¿Y tú como sabías eso? —preguntó, realmente quería saberlo ya que no tuvo tiempo de mostrarle lo que su armadura podía hacer antes de que ella se fuera.
— Un pajarito rubio me lo dijo —se encogió de hombros sin dejar de sonreír. Astrid, debió ser Astrid sin duda.
— Ja, ja, ja, que graciosas —fingió reírse pero no aguantó no sonreír al verla hacerlo, nunca se cansaría de verla con una sonrisa en su rostro pecoso, la hacia ver mucho más hermosa—. Tú, ven aquí.
Agarró su cintura atrayendola hacia él, ella paró de reír por el movimiento sorpresivo, realmente no lo esperaba pero si lo hubiera querido. Se miraron a los ojos antes de que Hipo la besara. Él apretó su pequeña cintura mientras que ella alzó una de sus manos hasta el brazo del contrario y sus labios danzaban uno con el otro, era algo a lo que fácilmente ambos podían acostumbrarse. El pueblo, quien estaba en su mayoría reunidos ahí, exclamaron al verlos y comentarios como "finalmente" o "sabía que terminarían juntos" no se hicieron esperar.
Al separarse de vuelta se volvieron a mirar, Idunn sonrió sin mostrar dientes e Hipo la imitó, podrían haber estado así por mucho más tiempo, admirándose el uno al otro, si no fuera por Gothi que los interrumpió al tocar el hombro del castaño con su bastón. Ambos la miraron y la pequeña anciana hizo un ademán con su mano para que se acercara a ella, sabiendo lo que significaba, la pelirroja lo soltó y él le dio una mirada antes de dar unos pasos y poner una rodilla sobre el suelo.
Gothi pasó su mano por las cenizas de una madera quemada antes de pasar su dedo pulgar por la frente de Hipo, dibujando la runa de jefe en ella. Idunn recordaba cuando le habían pasado el mando a ella, recordaba que las cenizas que le habían puesto aún estaban calientes cuando le pusieron en su frente y como Fair aún estaba en llamas, ella no sabía que hacer en ese instante, pero ahora, al ver a Hipo con la marca en su frente estuvo segura de algo: él lo haría estupendamente, y lo mejor, ella estaría a su lado para verlo.
Hipo se paró suspirando y miró a Bocón quien asintió, se volvió hacia su gente antes de que el vikingo rubio exclamara.
— ¡El jefe ha llegado a casa!
haiL CHIMUELO.
Ahre holi, despues de mil años he regresado por estos lares con un hiccunn más fuerte que nunca. Espero sigan aquí :(((
En serio, disculpen la tardanza, me costó muchísimo salir del bloqueo que tenía en wttf y eso que ya sabía lo que tenía que hacer, fue horrible, bUT I'M HERE AGAIN y más fuerte que nunca. Si vuelvo a tardar, pegenme. También disculpen si hay errores, después las corrijo uwu.
Este es el penúltimo capítulo del acto uno, so, the hidden world está más cerca que nunca al igual que el fuerte golpe de muChO hiccunn que les voy a dar ggg.
Espero que el cap les haya gustado, las extrañé mucho :( sin más que decir, ¡nos leemos!
Mag.
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