51
Conciliar el sueño fue una tarea muy complicada. Mi cama era amplia y había espacio de sobra para que Bella y yo durmiéramos sin problema, sin embargo, ella fue la única que se sumió en un sueño profundo tan pronto cayó la noche. Estaba cansada, lo noté desde que vi su rostro al saludarla, pero yo también lo estaba y aun así mi cuerpo se rehusaba a descansar.
La noche avanzó entre algunas horas en las que finalmente logré dormir y otras en las que desperté sobresaltado sin razón alguna. Supongo que las preocupaciones son las que causan todo eso; el estrés, el saber que viajé durante horas por alguien que ansiaba verme y yo solo romperé su corazón en el tiempo que tarde en decir lo que debería haberle dicho hace mucho tiempo atrás. Y así fue como desperté. Dormí un par de horas, abrí los ojos con el corazón vuelto loco en mi pecho y no conseguí volver a dormir por más que así lo quisiera, por lo que cuando me di cuenta de que había amanecido, decidí que estaba harto de cerrar los ojos y no lograr nada más que girar cada cinco o diez minutos sobre la cama, o solo contemplar el techo en medio de la oscuridad.
Me levanté sintiendo que mi cuerpo pesaba una tonelada y que los bostezos no cesarían jamás; también sentía picor en mis ojos y ganas de volver a la cama (qué ironía). Antes de bajar al primer piso, me dirigí al baño haciendo el menor ruido posible y lavé mi cara con agua fría para así eliminar un poco la sensación de somnolencia que no parecía querer abandonarme. Tomé mi teléfono y descendí por las escaleras de la silenciosa casa, algo bastante normal si se tenía en consideración que el sol recién comenzaba a salir. A pesar de que afuera el clima era frío —lo noté al ver que las ventanas estaban empañadas—, la sala de estar se sentía cálida y acogedora, y el hecho de que el piso era alfombrado me favorecía, ya que solo estaba usando calcetas para cubrir mis pies.
Segundos más tarde, el ruido de mi estómago reclamando comida me llevó hacia la cocina, pero solo opté por un desayuno liviano y breve que consistía de una taza de té y tostadas, nada fuera de lo común. Me senté en el sofá y comí en silencio, tomando mi teléfono y leyendo el último mensaje que le envié a Dylan, el cual nunca fue respondido. Quizás no sería una mala idea escribirle de nuevo, pero tal vez parecería desesperado cuando posiblemente solo ha estado muy ocupado con la filmación de la película.
Seis de la mañana, día viernes, y lo único que me preguntaba era qué hacía Dylan, a miles de kilómetros de distancia, en el mismo momento que yo me encontraba sentado en el sofá de mi casa, rodeado de un silencio absoluto que no beneficiaba para nada mi intención de obtener un poco de descanso; si no podía descansar físicamente, al menos necesitaba calmar todo el alboroto dentro de mi cabeza. No obstante, era difícil. Sabía lo que debía hacer, lo que era correcto y debía actuar lo más pronto posible porque no era justo continuar dañando a alguien que merecía todo menos lo que yo le daba. A veces, pensaba en mí como una persona detestable, en alguien que Isabella nunca ha conocido realmente, en otro ser humano que se escondió por un buen tiempo tras la faceta del novio fiel y bueno, que lo único que siempre ha hecho es amar más que a nadie en el mundo a la muchacha que tiene a su lado. He sido todo lo contrario. Pero dicen que el amor ciega, supongo que por eso Bella nunca consiguió del todo ver el otro lado de mí.
Aunque ha habido momentos en los que me habría gustado revertir lo irreversible, vuelvo a meditar la situación y me doy cuenta de que tal vez así siempre debió ser, y que debo asumir mis errores tanto como aceptar que hay cosas bastante positivas dentro de todo este caos. Me desvié del camino que tenía planeado seguir, y pese a todos los obstáculos con los que me he encontrado, nada acabó siendo una total pérdida ni derrota. Apareció Dylan y él se convirtió en lo que más importa. Él es todo lo que importa.
Mi mamá me sorprendió cerca de las siete cuando su voz rompió el silencio y yo la miré, asustado. Luego, me reí de su expresión de extrañeza al verme sentado en la sala en vez de estar durmiendo. Tal vez esperaba verme despierto por la tarde debido al viaje largo y agotador desde Estados Unidos hasta acá.
No dijo mucho. Me saludó con una sonrisa, se preparó algo de comer y me preguntó si ya había desayunado. Así transcurrieron minutos en los que cocinaba algo que olía delicioso, hasta que dio media vuelta, me miró a los ojos y me remedó con una frase tan típica de ella:《Si no harás nada productivo en toda la mañana, deberías volver a la cama.》Rodé mis ojos con una sonrisa y no contesté, solo me puse de pie y subí a darme una ducha.
(...)
《Sé que quizás no es la hora más adecuada para mandar este mensaje, pero... supongo que te echo de menos. Además, todavía quiero hablar contigo, pero tranquilo, no es necesario que sea ahora.》
Releí lo que acababa de escribir en mi teléfono y comencé a dudar del mensaje. Tal vez era demasiado empalagoso y no quería sonar como un desesperado que dependía de él, pero sí era cierto que echaba de menos a Dylan, y mucho.
Le di una calada a mi cigarrillo y llevé mi mano izquierda hacia el bolsillo de mi chaqueta, el teléfono agarrado firmemente entre mis dedos. Observé el césped verde y húmedo que cubría la mayor parte del patio y disfruté de la tranquilidad de la tarde, el ruido del viento meciendo los arbustos y otras plantas, el sol que salía y regresaba a su escondite de forma constante, causando que el clima fuese agradable. Inhalé el humo del cigarro, el sabor amargo y adictivo rodando por mi lengua hasta llegar a mis pulmones, y exhalé justo cuando una de mis canciones favoritas sonó a través de los parlantes de mi celular.
Era Dylan.
—¿Hola? —contesté con una pequeña sonrisa y el intento de disimular los nervios.
—¿Así que supones que me echas de menos? —Fruncí el ceño. Se oía serio, pero no demasiado. Sabía que en realidad llevaba una sonrisa en el rostro, había algo en el tono de su voz que me lo decía.
—¿Qué?
—Dijiste que suponías que me echabas de menos. Bueno, yo sí te echo de menos y no lo supongo.
—Dylan, sabes a lo que me refiero —dije entre risas y él también rió, un sonido que era parte de la extensa lista de las cosas que más extrañaba de él.
Después de mi última respuesta, hubo un instante en el que ninguno de los dos hablaba. No había ruido por mi parte y escuchaba una mezcla de su respiración con voces tenues y ruidos que probablemente provenían de la televisión. Entonces, suspiré y pensé en que era el momento de decir todo lo que no pude hace dos días, mas justo cuando iba a hablar, se adelantó.
—Lo siento —dijo, su voz suave y ronca. De inmediato repliqué con sorpresa y confusión.
—¿Lo sientes? ¿Por qué, Dyl? Tú no...
—Debería haber ido a hablar contigo en vez de dejarte allí, esperando —me interrumpió—, y... Nunca te di una explicación. Por mi culpa hemos perdido tiempo y... maldita sea, no sabes cuánto te extraño. Si no fuera porque me dio ese ataque de rabia y me volví un maldito impulsivo, ahora...
—Oye, oye. No fue tu culpa. Nada fue tu culpa. Tenías razón en todo. Tenías el derecho a enojarte y no tiene nada de malo. Yo... Yo soy quien debe disculparse aquí, no tú. Y lo siento mucho, de verdad. No pensé que te sentías así, y yo no quiero eso para ti. Yo... A veces pienso que te mereces a alguien mejor, Dyl. No entiendo cómo sigues conmigo en esto, que todavía no estoy seguro de lo que es, pero no entiendo cómo es que no buscas a alguien m...
—No estás terminando conmigo, ¿cierto? —preguntó antes de que yo pudiera continuar, cierta intranquilidad oculta en su voz.
Comencé a reír echando la cabeza hacia atrás y el sonido de sus carcajadas se hizo presente junto a un alivio instantáneo que fui capaz de notar.
—Ni siquiera sé si le llamaría terminar, porque, ya sabes... Pero, tranquilo, no te vas a deshacer de mí tan fácilmente.
—Tampoco planeaba deshacerme de ti. No te habría llamado si así fuera.
Esbocé una sonrisa y bajé la vista, mi mano izquierda empuñándose dentro del bolsillo de mi chaqueta mientras soltaba de manera inconsciente un profundo suspiro. Por un segundo me habría gustado tenerlo cerca de mí para poder besar sus labios, pero no me quedó más que conformarme con su voz, su risa y la felicidad que me traía el volver a conversar con él como si nada hubiera sucedido.
La conversación siguió su curso y yo pasé la mayor parte del tiempo siendo cuidadoso de que nadie en mi casa escuchara lo que hablábamos, por lo que intenté no usar palabras que otorgaran demasiada información; en cambio, Dylan no callaba nunca, aunque no me molestaba en absoluto, y cambiaba de tema rápidamente, hablando de lo que fuera que pasara por su cabeza sin ningún tipo de censura.
No me di cuenta de que mi cigarro se comenzaba a consumir por sí solo, así que apagué lo que quedaba de él en un cenicero que había en una mesa cercana y me senté en una de las sillas de madera. Dylan todavía hablaba y yo continuaba escuchando atentamente la forma en que me contaba sobre una anécdota que le había pasado hace unos días junto a Ki Hong. No obstante, me distraía a ratos con mis constantes pensamientos mientras observaba el cielo, que comenzaba a teñirse de tonos lila y rosa a medida el sol daba indicios de estar poniéndose.
—Y me golpeó —dijo en un tono algo impactado y gracioso—. ¿Puedes creerlo? ¡Ki Hong me golpeó!
Solté una risa mucho más ligera y me relamí los labios, reclinándome en mi asiento.
—Creo que sí puedo. Quizás te lo tenías merecido, Dyl.
—Bueno, no es como si me hubiese golpeado en serio. Pero...
Perdí la concentración en medio de la continuación de su historia. Fue como si mi cerebro se hubiera dormido y despertado al mismo tiempo, porque estaba totalmente ensimismado mientras la voz de Dylan parecía ser tan solo un murmullo, y a la vez me di cuenta de que me sumergí tanto en ese efecto que él causa en mí, esa sensación de que nada tiene importancia, que ni siquiera recordé otra de mis prioridades. Debía hablar con Isabella lo más pronto posible y la noche ya estaba cayendo, haciéndome sentir la presión y el miedo que ha estado en el fondo de mi pecho desde que llegué aquí.
—Thomas, ¿me estás escuchando?
—Sí, sí —respondí deprisa, un poco sobresaltado al ser sacado repentinamente de mis pensamientos—. Me distraje un poco, lo siento.
—¿Está todo bien? —Podía imaginar su expresión preocupada: entrecejo arrugado yendo a juego con sus ojos grandes y pardos, demostrándome a través de ellos cuánto desea leer mi mente— ¿Hay algo que quieras decirme?
— Eh... —Tragué saliva y medité mi respuesta en cuestión de milisegundos antes de expresarla en voz alta—. Pensaba en por qué todavía estás en tu habitación si deberías estar en el set. Allá son más de las una de la tarde, ¿cierto?
Sé que no era una contestación que lograría convencerlo del todo, pero al menos no noté algún deje de sospecha al hablarme (o quizás solo no quiso insistir.) Además, sí se trataba de una duda a la que no le había prestado mucha atención hasta este momento, en el que sentí la urgencia de buscar una excusa y esa me pareció la más creíble.
—Hoy iré más tarde. Ayer trabajé más de lo normal, ya sabes, todo esto de ser el protagonista... y, bueno, sufrí una pequeña lesión en mi tobillo.
—¿Qué? —pregunté preocupado— Pero ¿estás...?
—No es nada grave, Tommy —aseguró. Reía un poco, pero no de forma burlona—. El paramédico dijo que no era más que un movimiento mal hecho que causó hinchazón en mi tobillo. Al parecer, mientras corría no pisé como debía, aunque creo que en realidad es que mis piernas me estaban rogando descansar —rió de nuevo y yo exhalé aliviado, asintiendo con una sonrisa pequeña sin importar si él no me veía—. Como sea, debo intentar estar lo más quieto posible, aplicar una gran cantidad de hielo, tomar analgésicos y no habrá problema para continuar hoy por la tarde con las grabaciones.
—Creo que lo de estar quieto será tu mayor problema —bromeé y él rió, carraspeando un poco antes de volver a hablar.
—Mm... A lo mejor tú podrías ayudarme con eso —replicó finalmente y sentí la boca algo seca gracias a su voz, la cual había tomado un tono más seductor y pícaro.
—¿De qué hablas?
—Ya sabes. Podría solo usar mi mano, tú me hablas, y aún así estaría acostado... y quieto, que es lo primordi...
—¡Dylan! —exclamé y sentí mis mejillas enrojecidas con tan solo considerar la idea.
No soy una persona inocente, pero a decir verdad sería una experiencia completamente nueva, por lo que el pensar en tener sexo por teléfono no me ayuda a evitar que el calor se acumule en mis mejillas y que un pequeño nudo se forme en mi vientre.
—¡Oh, vamos! —insistió, algunas risitas en medio— Te extraño, me extrañas. ¿Qué hay de malo con jugar un rato?
—No, idiota. Ahora no. No es el momento —respondí nervioso y lo oí bufar sonoramente, mi mente proyectando de inmediato una imagen de él rodando sus ojos, cosa que me hizo gracia e hizo que una risa escapara de mis labios.
—¿Qué es tan gracioso, eh?
—Nada, nada. Solo pensaba en la cara que probablemente acabas de hacer y... Te extraño, es todo —contesté con una sonrisa y mi expresión se transformó al instante, dándome cuenta de lo que probablemente me diría sobre eso—. ¡Pero no de esa forma! No todo se trata de eso, ¿sabes?
Dylan carcajeó y otra vez sentí la necesidad de su cercanía, esas ganas intermitentes de querer tomar su cara entre mis manos y besarlo para borrar todo rastro de la sonrisa burlona que seguramente tenía plasmada en la cara.
—Pero admite que también me extrañas de esa forma. Al menos yo estoy seguro de que te extraño de muchas, muchas formas.
Ahí estaba otra vez. Mis mejillas ardían cada vez más y reí en silencio, bajando la mirada.
—Cállate, ¿quieres?
—No lo haré, pero puedes seguir intentando. Mientras tanto, yo insistiré. Quizás el sexting funcione.
Puse mis ojos en blanco ante su respuesta y aspiré una bocanada de aire, mas mi hilo de pensamientos fue cortado por la voz de mi madre.
—Tom, Bella despertó —dijo con una sonrisa dulce desde el ventanal, que también funcionaba como entrada al patio—. Quiere verte.
Hice mi mayor esfuerzo para contener un suspiro cansado y frustrado dentro de mis pulmones. Después, asentí, dándole a entender que estaba hablando por teléfono y que subiría de inmediato, y me giré de vuelta a mi posición original; esta vez me sorprendí un poco con el hecho de que las luces del patio estaban encendidas y el cielo ahora era de un azul oscuro, cubierto de estrellas diminutas y brillantes.
—Creo que debes irte —murmuró Dylan, esa alegría que percibí hace tan solo unos segundos siendo reemplazada por algún tipo de desgano y tristeza.
Esta vez no soporté el no suspirar y relamí mis labios mientras sentía que lo que menos quería era esto. El volumen de mis pensamientos aumentaba y me recordaban la verdad: 《Haz algo ahora. Isabella no merece esto. Dylan no merece esto.》
—Lo siento... —me disculpé con honestidad, sintiendo cómo la culpa pesaba de sobremanera.
—No te preocupes, está bien. Recuerda que insistiré, estoy seguro de que el sexting puede ser el mejor método para conseguir lo que quiero.
Solté una risa ante eso. Sé que solo buscaba ignorar la realidad y por mucho que eso no fuera lo correcto, prefería no recordarle que sí debería preocuparme y que no, nada de esto estaba bien. Él me imitó, su risa complementándose con la mía, y ninguno de los dos añadió algún comentario que tuviera relación con el tema. Era solo un silencio denso el que se encontraba en medio de ambos y recorría la línea telefónica. Tal vez yo era el único —aunque esperaba que no fuera así— que sentía dos palabras en la punta de la lengua, esperando ansiosas por salir; cuando estuve a punto de pronunciarlas, las tragué e hice que regresaran al mismo lugar de dónde vinieron, la cobardía llevándose lo mejor de mí.
—Hablamos después, Dyl —logré modular con falsa tranquilidad.
—Um... Sí. Sí, hablamos después.
No conseguí detectar algún signo de que él también deseara añadir algo más a nuestra despedida, solo oí el pitido que me anunciaba el fin de la llamada y guardé mi teléfono. Por mi parte, yo sabía que ese maldito te quiero estaba allí, dando vueltas y molestándome de una forma insoportable.
(...)
—Um... Hola, Tommy. Te llamé un par de veces, supongo que te darás cuenta cuando despiertes, pero, ya sabes, soy un estúpido que olvida que existe algo llamado zona horaria y que quizás no contestas el teléfono porque estás durmiendo. Imagino que eso estás haciendo ahora, porque creo allá que son las cinco de la mañana y... como sea, estoy divagando. Solo llamaba para decirte que... en realidad, no lo sé. Solo quería hablar contigo y.... mi única razón es que te extraño y, um... sí, te extraño.
Alejé el teléfono de mi oreja y sentí como una pequeña sonrisa se formó en mis labios, para luego pasar mi lengua por encima de ellos y observar la pantalla de mi celular con el número de Dylan escrito en mi agenda telefónica. Había algo en su manera de hablar que me recordaba a mí; era algún tipo de inquietud que me hacía pensar que no solo llamaba porque sí, sino que todavía quedaban tantas cosas por decir.
Otra mañana de un nuevo día. Volveré el lunes a Estados Unidos y esta vez no sé si regrese de visita en un buen tiempo. Tampoco sé si mi madre y/o mi hermana decidirán tomar un lado en la situación, y me observarán como si la persona que tienen en frente de ellas se tratara de una abominación. No tengo idea de nada, ni siquiera de lo que hará Isabella, porque todavía no me atrevo a reaccionar.
Anoche pasé tiempo junto a Bella. Vimos películas, comimos en la cama, le di muestras de cariño y la abracé hasta que se durmió. No me sentí capaz de de sacarla de su burbuja de alegría ni de quitarle la sensación de bienestar que tanto le costó recuperar, porque a pesar de que mi propósito es hacer lo correcto, el resultado será que yo me quedaré con una parte de su felicidad, y eso es algo totalmente injusto. Obviamente sé que ella es fuerte y solo será una pena temporal la que sentirá, pero comienzo a odiarme más y más por saber que yo habré ocasionado aquellos sentimientos. Y el dolor de que no querrá verme más me atormenta y no me ha permitido dormir bien por dos noches seguidas.
《Supongo que ahora eres tú el que duerme. La verdad no dormí demasiado anoche, pero sí pude descansar unas cuántas horas, que fueron en las que me llamaste y yo no contesté. Ojalá hubiese estado despierto. También te extraño y no te dejaré un mensaje de voz porque soy horrible en eso.》
Faltaba escribir algo más, esas mismas palabras que no me atrevía a pronunciar. ¿Cómo es posible que sea tan difícil decir algo así si estoy seguro de lo que siento? Ni siquiera con Isabella fue tan complicado, mas con Dylan... me siento nervioso incluso al considerar escribir esas dos simples palabras, porque me causa un poco de temor saber qué es lo que él piensa al respecto y si realmente me corresponde.
—Eres un idiota, Thomas —murmuré para mí mismo y presioné el botón de enviar, suspirando con cierta frustración.
El tic toc del reloj hacía eco en la sala. La habitación se sentía acogedora y el sofá parecía convertirse en el lugar de descanso perfecto, pues no pude luchar por mucho rato contra el peso de mis párpados. A lo mejor no estaba tan cómodo como creía, pero me sentía exhausto y simplemente me permití descansar.
—¿Thomas? ¿Qué estás haciendo acá?
Abrí los ojos con el corazón algo agitado y alcé la vista para ver la mirada interrogativa de Ava. Llevaba su pijama puesto, el cabello amarrado en una cola de caballo bastante desaliñada y su frente estaba arrugada. Cubrí mi boca al bostezar y luego estiré mis brazos; mis músculos estaban tensos y doloridos, y al mover mi cuello era imposible no quejarme, pues seguramente dormí en una muy mala postura.
—Ehm... Bajé por la mañana porque tenía hambre y creo que me quedé dormido —respondí de forma casual, a lo que ella frunció un poco más el ceño. Después, se encogió de hombros al mismo tiempo que sus facciones se relajaron, y se dirigió a la cocina.
—¿Comerás algo? —me preguntó detrás del gran mesón con sus brazos apoyados en él.
—¿Qué hora es?
—Creo que las 12. —Abrí los ojos como platos y ella rió.
—¿De la tarde? ¿En serio?
—Bueno, supongo que bajaste muy temprano si estás tan sorprendido. ¿Te preparo un plato? Mamá compró tocino.
—Está bien, un segundo desayuno no me hará mal —contesté con una sonrisa que ella me devolvió antes de girar sobre sus talones para continuar cocinando.
Revisé mi teléfono y exhalé sonoramente al ver que todavía no tenía respuesta de Dylan. Es increíble que lo único que quiera es hablar con él, pero no puedo volverme una persona desesperada y empalagosa, además, es muy probable que responda más tarde.
Con mi celular en mi mano derecha, me encaminé hacia la cocina y lo dejé en el mesón antes de ayudar a mi hermana con el desayuno. Mi mamá bajó un momento más tarde, aunque ella ya estaba vestida, peinada y lista tal como si fuese a salir a algún lugar. Antes de sentarnos a comer, le llevé el desayuno a Bella y farfullé un saludo junto a veloz beso en su frente, razón por la que me dio una mirada extrañada y yo me remedé mientras descendía por las escaleras.
—¿Todo bien? —preguntó mi mamá apenas entré a la cocina y yo asentí, sentándome en la mesa para comenzar a comer en silencio.
La situación de hace dos días atrás se repetía. Mamá y Ava conversaban de manera animada entretanto yo regresaba a todo el enredo que había en mi mente e intentaba distraerme con trozos de tocino que echaba a mi boca.
—¡Tom! ¡Thomas! ¡Oye, tu teléfono está sonando! —exclamó Ava, golpeando mi lado de la mesa entre risas. La miré con la boca entreabierta y me percaté de que quizás me llamó más de una vez- Creo que alguien está en otro planeta.
—Solo pensaba, Ava —repliqué con un ruedo de ojos y ella siguió riendo.
Me puse de pie para ir a ver por qué mi celular sonaba tanto, dándome cuenta de que la pantalla estaba encendida con más de tres notificaciones. Todos eran mensajes de Dylan.
《Desperté hace un rato y no pude seguir durmiendo. Lo bueno es que ahora puedo hablar contigo. Me gustaría que me dejaras un mensaje de voz, no creo que lo hagas tan mal ;) 》
Una sonrisa se abría paso entre mis labios, mas solo los presioné entre sí y opté por actuar de manera más discreta. Después de todo, todavía me encontraba en la mesa y no era mi mayor deseo el levantar sospechas.
《Ya comenzaba a preguntarme qué hacías despierto tan temprano y sí, soy un asco para dejar mensajes de voz. Me pongo nervioso, divago mucho y no alcanzo a terminar el mensaje. También me alegra poder hablar contigo.》
Envié mi respuesta y posicioné el teléfono a un lado de mi plato para regresar a comer. Nadie había notado nada raro en mí, y gracias a Dios así fue porque mi madre tiende a sospechar de mí con tan solo un cambio en mi forma de hablar o actuar.
Supuse que lo mejor sería ser discreto, así que me uní a la charla que se estaba llevando a cabo en la mesa, a pesar de que el tema de conversación, que era cocinar galletas con chispas de chocolate por la tarde, no era algo que me interesaba del todo. Mi teléfono volvió a vibrar y así fue una, y otra vez. Mensaje tras mensaje y no podía desear más tenerlo a mi lado. Me impresionaba demasiado el percatarme de que hace mucho tiempo no echaba tanto de menos a alguien, pero me agradaba saber que pronto la distancia se reduciría y al fin podría sentir sus brazos rodeando mi torso, sus labios besando los míos. Mientras tanto, me conformaba con las sonrisas que trataba de ocultar, la calidez en mi estómago y el latir ligeramente más acelerado de mi corazón.
—Bueno, entonces podríamos hornear un pastel o hacer cupcakes, o compramos algo para Bella. Pronto podrá levantarse y creo que debemos animarla, ¿no, Tom? —Levanté la vista de mi teléfono tan pronto oí a mi mamá diciendo mi nombre y relamí mis labios antes de asentir sin estar completamente seguro de que esa era la respuesta que esperaba-. Deberías dejar ese aparato de lado y prestar atención.
—Mamá, no empieces. Te recuerdo que ya no soy un niño —repliqué poniendo mis ojos en blanco—. Como sea, me iré a bañar.
Me levanté de la mesa y el cuchicheo entre mi madre y hermana continuó entretanto yo terminaba de teclear en mi celular unas cuántas palabras. Dylan se mantenía firme y persistente con el tema del sexting, y yo solo reía mientras trataba de disimular mis mejillas sonrosadas. Apreté el botón de enviar y dejé mi teléfono sobre el mesón de la cocina; mi familia no suele tomar mis cosas ni ser entrometidos en mis asuntos, así que no había problema. Finalmente, subí a mi habitación en busca de ropa limpia y toallas.
***
Todos deben pensar "¡al fin!" No me sorprendería si alguien borró esto de su biblioteca, no los culpo. Solo han sido meses un poco malos y difíciles, y, sí, son más de dos meses, lo sé, pero aquí estoy. Tengo toda la disposición y las ganas para actualizar más seguido, y lo haré. Además, queda muy poco para mis vacaciones de invierno, ¡wiii!
Sé que dije que habría algo de drama en este capítulo, y quizás no pasó demasiado, pero tengo todo planeado, así que creo que... mejor no diré nada. Por cierto, el gif de Dylan es más o menos como lo imaginé mientras hablaba con Thomas.
Los amo (en serio, los amo). xx
PD. ¡¿Ya son 113k de lecturas?! WHAT THE FUCK. A veces no me lo creo.
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