44
La mañana transcurrió con una lentitud increíble, causándome cierta impaciencia al ver que los minutos parecían no avanzar nunca. No quería que las horas pasaran más rápido porque ansiaba irme de aquí, sino que Dylan era quien más ocupado estaba en todo esto de las filmaciones y si tenía suerte, podíamos mirarnos desde lejos o intercambiar unas cuántas palabras y sonrisas llenas de secretos. A medida la mañana seguía su curso, grabamos algunas escenas juntos, pero nunca éramos solo nosotros dos y yo debía entrar en mi personaje, concentrándome en lo que son las prioridades de Newt: hallar la salida del laberinto. Pese a esto, siempre surgía el pensamiento de que hubiera preferido que Newt fuera homosexual y tuviera una relación con Thomas o algo así, entonces yo no tendría razones para estar ansioso por la llegada del primer receso del día, que es a la hora de almuerzo, ya que estaría la mayor parte de tiempo al lado de Dylan. Sin duda, almorzaría junto a él, además, acordamos vernos en el baño del pasillo de los vestidores a la hora del segundo receso, el cual es en la tarde, así no sería una absoluta tortura el no poder hacer otra cosa más que sentarnos uno al lado del otro y reírnos todo un día.
—¡Okay, corte! ¡Vayan a almorzar, nos vemos en una hora! —exclamó Wes, a lo que yo esbocé una sonrisa y sentí un pequeño alivio en mi interior.
Busqué a Dylan con la mirada, pero no lo encontré por ningún lado, así que me dirigí hacia la gran mesa en donde nos entregaban comida dentro de envases de poliestireno más una botella de jugo o lata de gaseosa. Ya teniendo mi almuerzo entre las manos, caminé en dirección a una de las mesas vacías que utilizábamos para comer, similares a las de picnic —de madera y con bancas como asientos — y me senté, esperando a que Dylan apareciera de pronto y se sentara a mi lado; sin embargo, la única que llegó fue Kaya, quien se sentó frente a mí y dejó su comida sobre la mesa, sonriéndome con un aspecto expectante. La miré con el ceño fruncido por un segundo, para luego enfocarme en abrir mi caja de comida y comenzar a comer, y si bien le había dado una clara señal de que ella debía decir algo en vez de observarme de esa forma, podía sentir sus ojos sobre mi cara, firmes e insistentes respecto a algo que yo desconocía.
—¿Qué? —pregunté, dejando mi tenedor en la mesa con cierta fuerza para enfatizar mi fastidio.
—Nada —respondió con las manos en alto y esa sonrisa imborrable.
—Entonces, ¿podrías dejar de mirarme así? Es un poco incómodo, a decir verdad.
—¡Ay, por qué tan amargado, Tom! Pensé que estarías feliz —dijo en un tono algo burlesco y yo la miré una vez más, mis ojos un poco más abiertos de lo normal. Luego, volví la vista a mi comida, comí un poco, mastiqué y, finalmente, le hablé con la boca aún llena.
—¿Qué?
—¿Qué? ¿Es lo único que sabes decir? —Puse los ojos en blanco y ella rió—. Idiota, hablo de Dylan. ¿Crees que no me di cuenta de cómo se hacían ojitos hace un rato?
De inmediato sentí mis mejillas hirviendo y regresé la mirada hacia lo que había sobre la mesa, una sonrisa queriendo hacer paso entre mis labios pero yo solo intentaba reprimirla.
—¿Y? ¿Me vas a contar? —insistió, sus cejas elevadas y ojos azules que lucían mucho más grandes de lo que en realidad son.
—Bueno... ¿Creo que es algo obvio?
—No, no mucho —reí al darme cuenta de que tenía razón, pues fácilmente podríamos haber vuelto a la misma relación de antes u otra cosa diferente de lo que actualmente tenemos.
—No sé... No sé qué somos, a decir verdad —comencé a contarle, usando el tenedor para jugar con mi puré de papas a medio comer mientras sentía que no podía controlar la manera en que mis comisuras se elevaban al pensar en Dylan y todo lo sucedido—. Le dije que me gusta y bueno, yo le gusto y... Todo resultó genial. Sinceramente, fue mejor de lo que esperaba.
—¡Qué lindo! —chilló Kaya repleta de felicidad y yo negué con la cabeza al encontrar divertida su actitud— Ya era hora de que decidieras actuar como la persona inteligente que eres.
—¡Oh, vamos! No creo haber sido tan tonto. —Sus facciones pasaron de alegría a seriedad en solo segundos.
—¿Es en serio? —replicó— ¿De verdad me estás preguntando eso?
—Está bien, está bien. Tienes razón, pero...
—¿De qué tienes razón, Kaya? —La voz de Dylan emergió de la nada y sentí mi estómago apretándose como también mi pulso ligeramente irregular.
Elevé la mirada y me tope con sus ojos, estos un poco más oscuros de lo común. Bosquejó una sonrisa con la boca cerrada, sus pómulos mucho más realzados gracias a esto, y le devolví el gesto. Nunca había pasado por mi mente la posibilidad de obtener comunicación a través de gestos y tampoco es como si yo leyera su mente, y supiera cada una de las palabras que, a lo mejor, piensa en decirme; mas es similar, como si cada mueca y cada mirada enviara un mensaje que yo consigo decodificar, recibiendo una oración que él ha de tener en mente y confiando en que no me equivoco.
Dylan se sentó en el espacio vacío de la banca, dejando solo unos centímetros de distancia entre ambos, me dio una rápida ojeada antes de empezar a comer y Kaya le sonrió al igual que hace un rato, cuando era yo a quien miraba de esa forma.
—Oh, nada —contestó y se encogió de hombros, para al fin tomar su tenedor y comer algo de su comida, que seguramente se había enfriado. Dylan arrugó la frente y yo reí, acercándome a su oído.
—Ella ya lo sabe —susurré.
Creí que se sorprendería, que se atragantaría con la comida o que sus ojos se abrirían como nunca. No obstante, solo elevó la cejas, tragó lo que todavía masticaba y habló.
—Oh...
—Tranquilo, Dylan, el secreto está a salvo conmigo —aseguró y yo le di una mirada confusa.
—¿Acaso tienes oídos supersónicos? ¿Cómo escuchaste lo que... —Pero antes de que pudiera terminar, Kaya me interrumpió.
—Sí, tengo oídos que pueden escuchar tus muy silenciosos susurros —sentenció de manera sarcástica y Dylan soltó unas carcajadas, tapándose la boca para detenerlas, seguramente.
—¡Oye, no te rías! —le ordené algo molesto, aunque en realidad también quería reír.
—Okay, okay. Lo siento —se disculpó y abrió su botella de jugo para tomar un poco de ella, pero yo lo ignoré y seguí comiendo en silencio, sintiendo sus pupilas clavadas en mí—. Oh, vamos. No puedes enojarte por eso.
—Ya se le pasará, él es así —comentó Kaya, razón por la que le disparé una mirada molesta que lo único que causó en ella fue risa.
Entonces, Dylan se acercó un poco más a mí hasta terminar con el espacio de tan solo un par de centímetros que había entre los dos, nuestras piernas rozando y esos nervios, que nunca son algo malo, brotando en mi interior.
—Lo siento... No te enojes, Tommy, o te saldrán arrugas muy joven —dijo con voz dulce, sus iris, que ahora eran de un café claro, fijos en mí—. Aunque lo dudo, porque tú pareces no envejecer nunca.
—Solo lo estás empeorando, Dylan —le anuncié, sin embargo, por dentro estaba bastante lejos de estar enfadado y solo quería besarlo ahí mismo. Volví a echar otro poco de comida en mi boca, tratando de mantener esa actitud molesta en el exterior.
—Okay, lo siento. En serio. —A través de mi visión periférica, me percaté de la sonrisa que se dibujaba en sus rosados labios, sus ojos ganando un brillo particular. Yo asentí desinteresado y suprimí todo gesto que demostrara lo contrario entretanto bebía un poco de mi botella de jugo.
—Chicos, los dejaré solos —comunicó Kaya con una sonrisa en su rostro—. Nos vemos después.
Y así fue como desapareció, caminando con su comida hacia la mesa en donde Ki Hong y los demás estaban sentados. Giré la cabeza hacia Dylan, viendo sonreírme y regresar a lo suyo; no se movió de mi lado ni habló, y como yo quería fingir estar enojado, tampoco articulé palabra alguna. Pero pasó un minuto de silencio total y decidí hablar.
—¿No dirás nada?
—¿De qué? —inquirió con un poco de comida en su boca—. Creí que tú no querías hablarme.
—Sí, pero...
—¿Ahora sí quieres hablarme? —me interrumpió, tragando y dándole un sorbo a su botella. Asentí, mirándolo a los ojos, a lo que él sonrió y yo estaba seguro de haberme sonrojado—. Insisto, a veces eres como un niño.
—¿Eso es bueno o malo?
—Depende.
—¿De qué?
—Depende de los momentos en los que te comportes así, creo yo.
—Pero... —Cuando estaba a punto de pronunciar la siguiente palabra, mi teléfono vibró en mis pantalones y Dylan juntó sus cejas en un ademán confuso. Extraje el celular de mi bolsillo derecho, este todavía vibrando, y vi en la pantalla el nombre de quién me llamaba—. Espera, ya vuelvo —Él asintió y yo me puse de pie, dando largos pasos hasta quedar a una distancia bastante lejana de la mesa en la que estábamos sentados. Luego, contesté—. ¿Hola?
—Hola, amor —me saludó Bella, su voz aguda y suave trayéndome de vuelta a la realidad. Tragué saliva y respondí.
—Hola, linda. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
—Mejor, aunque estoy bastante aburrida al no poder hacer mucho. ¿Y tú? ¿Cómo van las grabaciones?
—Genial, todo bien.
—¿Adivina qué? —preguntó Isabella desde el otro lado de la línea telefónica. Había cierta emoción en su forma de hablar, aunque creo que intentaba disimularla.
—Ehm... No lo sé, sabes que no soy bueno para las adivinanzas.
—Te daré pistas: un pasaje, un avión y... un doctor.
—¿Qué? —repliqué entre risas—. No sé, amor, no tengo idea de qué es.
—Está bien, te diré: el doctor me dijo que en una semana podré irme a casa y en dos más ya podré ponerme de pie y retomar mis actividades, obviamente usando el cuello ortopédico. Y bueno... quería saber si podría ir a verte.
—Oh... —Tragué saliva una vez más, pensando en qué contestación darle. Me pasé una mano por la cara y después le metí a bolsillo derecho—. Ehm, claro que sí. Tendría que hablar con Wes, pero... Sí, por supuesto que sí.
—Genial, porque te extraño mucho, Tom.
—Yo también, Bella. Yo también. —Y si soy sincero, ya no sabía si se trataba de una mentira o en alguna parte, tal vez dentro de mi subconsciente, decía la verdad.
Conversamos otro poco, un minuto o quizás dos, y no conseguía concentrarme en lo que Isabella me hablaba, ya que tenía a Dylan en mi cabeza y se me era inevitable darle uno que otro vistazo de vez en cuando al pensar que lo había dejado solo. A veces él me miraba y parecía querer acercarse, mas seguía comiendo o apoyaba el mentón en una de sus manos con expresión aburrida.
—Oye, amor. Ayer estaba pensando y me acordé de algo. Tu traje ya lo compraste, ¿cierto? —preguntó Isabella, sacándome de mi trance.
—¿Qué cosa?
—Tu traje, Tom —reiteró entre risas—. Oye, si estás ocupado, puedo llamarte más tarde.
—No, no. Tranquila, es que... justo cuando me dijiste eso, me dijeron algo y... —Chasqueé la lengua—. Como sea. Mi traje, ¿qué tiene?
—Te preguntaba si lo compraste.
—Ahm... Si te digo que no, ¿te enojarás?
—No, pero te diré que deberías comprarlo luego, porque si calculamos las fechas, nos casaremos entre octubre y noviembre.
No sé si debería haberme sentido mal al respecto, ya que se suponía que acabaría con lo nuestro un poco antes de la boda, no obstante, era indispensable seguir con las mentiras si no quería dañarla, aunque sea por ahora hasta el día en que mejore.
—Okay, tienes razón... Ahm, trataré de ir esta semana. ¿Está bien?
—Sí, no te preocupes. Solo que si yo fuera tú, lo haría luego.
Después de eso, hablamos por un rato más sobre temas algo irrelevantes. Le conté cómo iban las grabaciones y la fecha aproximada de término; ella me habló de lo poco que podía hacer en la clínica debido a su movilidad reducida, que sus padres, mi mamá y amigos intentaban entretenerla de vez en cuando, visitádola seguido, y cosas por el estilo. Finalmente, al colgar el teléfono, me dirigí de vuelta adonde se encontraba Dylan, su envase de comida vacío y en su cara un notorio fastidio.
—¡Ya era hora!
—Sí, lo siento —Me senté a su lado, mi cuerpo lo más apegado posible al suyo, y apoyé una mano en su muslo, cerca de su rodilla—. Era... Era mi mamá, y bueno, ya sabes... —mentí.
—Sí, entiendo, debe haber sido importante —repuso con una sonrisa—. Lo único malo es que nos quedan veinte minutos y después tendré que esperar una eternidad para poder estar contigo de nuevo.
Al decir esto, hizo un puchero y reí ante lo adorable que se veía, pero no me quedó otra que aguantar esas ganas de besarlo hasta no sentir mis labios o simplemente abrazarlo, ya que ni siquiera eso podíamos hacer en público sin que luciera extraño para los demás.
—Ya verás que el tiempo pasará mucho más rápido de lo que crees.
Y veinte minutos después, los cuales para mí parecieron ser diez, nos encontramos de vuelta en el set de pantallas verdes que habían preparado en la otra mitad de la hectárea. En realidad, fue Dylan quien regresó junto a Ki Hong, ya que estaban filmando escenas en donde sus personajes entran al laberinto y yo, como era de esperarse, no soy parte de eso. Así que me resigné a prepararme para las escenas en las que sí participaba y esperar a que el reloj diera las seis de la tarde para al fin disfrutar de un merecido receso, y también de Dylan, a quien, honestamente, echaba mucho de menos.
(...)
Dylan cerró la puerta del baño de un portazo, la cuál emitió un clic al poner el seguro, y me empujó contra la pared, besándome con un entusiasmo que probablemente contuvo todas esas horas en las que no pudimos hacer nada más que mirarnos y conversar como si fuéramos nada más que amigos. Mis manos se enterraron en su cabellera mientras él hacía lo posible por atraerme mucho más a él a través de mi nuca para profundizar el beso que no parecía tener fin. Después, sus labios siguieron su propio camino por mi mandíbula, humedeciendo de saliva mi piel hasta quedarse en mi cuello, lamiendo y besando esa zona tan sensible que me ocasionaba suspiros incontrolables.
—No sé... —murmuré— No sé cómo soportaré otro mes así...
—¿Así cómo? —inquirió, su voz ronca enviando diminutas vibraciones que recorrían mi cuello. Tragué saliva, aspiré una gran bocanada de oxígeno e intenté enfocar mi cerebro en la tarea de conectar palabras de manera coherente.
—Sin poder besarte o tocarte, o... tenerte como yo quisiera.
Frenó sus acciones y tomó mi cara entre sus manos, contemplándome con el entrecejo fruncido y los labios entreabiertos, posteriormente, tragó saliva y formuló una pregunta.
—¿Cómo tu quisieras? Pero si ya...
—Sí, Dyl, sé que ya te tengo como quiero —aclaré con una sonrisa en mi boca, impidiendo que terminara, y le di un beso breve—. Me refiero a que... No lo sé, me gustaría poder hacer siempre esto sin escondernos, ¿entiendes?
—Bueno, la verdad no quiero culparte de nada, pero todo eso depende de ti —dijo en voz baja, mirándome a los ojos y haciendo una mueca.
—Lo sé.
Me recargué en la muralla, los azulejos enfriando mi espalda por encima de la delgada sudadera que traía puesta como parte del vestuario de mi personaje, y exhalé profundamente, el silencio estableciéndose entre ambos. Bajé la mirada al piso y él, al darse cuenta de que ninguno de los dos diría algo, llevó su mano a mi barbilla y me besó una vez más. Continuamos unos minutos, hasta que recordé la conversación que había tenido con Bella y una idea surgió en mi cabeza.
—Oye, ehm... Te quería preguntar algo.
—Dime.
—Necesito hacer unas compras este fin de semana y, eh... me preguntaba si... ¿querrías acompañarme? —expliqué inseguro, aunque no sé por qué razón me sentía así al expresar en voz alta mi propuesta.
—¿Y por qué te pones así? ¿Eh? —habló en un tono burlesco y besó la punta de mi nariz, haciéndome reír— Sabes que te acompañaría donde sea si tú me lo pides.
—¿Sabías que a veces pareces sacado de una película romántica?
—¿Ah, sí?
—Síp, eres bastante cursi si te lo propones. —Acerqué mi cara a la suya y le besé la comisura derecha.
—Supongo que eso es bueno, ¿cierto?
Solo afirmé con un movimiento de mi cabeza y lo besé con mucha más pasión que hace un momento atrás, degustando en su lengua un sabor dulce, algo similar a caramelo o frutillas. Luego, sin previo aviso, nos giré, siendo él quien quedó acorralado contra la fría pared.
—Es más que bueno —confirmé, volviendo al tema de hace unos segundos atrás.
Unas cuántas carcajadas escaparon de sus labios e introdujo las manos bajo mi sudadera, acariciando mi torso por los costados en un patrón que iba desde arriba hacia abajo y viceversa, hasta que una de ellas descendió a mi trasero para apretujar mi nalga derecha. Todo parecía suceder de manera perfecta, en especial porque no había otro lugar en el que quisiera estar que no fuera a su lado, hasta que el movimiento de la manilla de la puerta, unos golpes y la voz de Will acabó con todo ello. Dylan abrió sus ojos como platos al igual que yo y volteó la cabeza hacia la puerta.
—Eh... ¡Ocupado! —gritó y yo comencé a reír, por lo que cubrió mi boca y me disparó una mirada severa que solo provocó más risas en mí, las cuales fueron amortiguadas por su palma.
—Dylan, ¿te puedes apurar? ¡Hace veinte minutos me dijeron que estabas ahí dentro y pensé que ya habías salido!
Y él, en vez de preocuparse más, se mordió el labio inferior, sonriendo a punto de explotar en un ataque de risas inevitables.
—¡Creo que tendrás que ocupar otro baño, Will! No sé qué había en la comida del almuerzo, pero...
—¡Oh, cállate, O'Brien! ¡Olvídalo, el baño es todo tuyo!
Y apenas las pisadas de Will se alejaron más y más, estallamos en carcajadas incesantes, sus mejillas sonrosadas y sus ojos llenándose de pequeñas lágrimas.
—Lo bueno de esto es que ahora el baño es todo mío. O mejor dicho, nuestro —comentó y yo me incliné con una sonrisa para conectar nuestras bocas, retomando lo que hacíamos hace tan solo un instante.
***
Okay, ódienme por esto, porque ya es domingo, pero solo puedo justificar mi tardanza con la siguiente razón: el viernes tuve un día de mierda. Sí, no existe otra palabra para definirlo. Me pasaron cosas malas y bueno, por lo mismo me dormí temprano y ayer la verdad no tuve tiempo de actualizar, hasta ahora. Lo siento muuuuucho, de verdad quería subir este capítulo el viernes pero las circunstancias no me lo permitieron y ahora son las 4 de la madrugada aquí y... lo siento. Como sea, aquí está. Me encanta leerlo y ver tanto Dylmas, porque *suspira* los amo.
A propósito, una de mis lectoras, Molly_23_TNHD, hizo un libro con muchas frases de distintos fics de Dylmas, en donde también hay frases de esta novela y le agradezco mucho por incluirla <3. Así que para que se pasen a leer :)
I love you all so, so much! xx
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