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Dylan P.D.V.

Me dediqué a estudiar su rostro con detención: piel pálida, casi ningún tono rojizo cubriendo sus mejillas, y cada vez que se sonroja el color le otorga un aspecto infantil que me causa ternura. Hay dos lunares bajo su ojo derecho, uno en su cuello (mi favorito), otro par en la mejilla izquierda y unos de tonalidades claras, mucho más pequeños, esparcidos por toda su cara. Pareciera que sus lunares, esos puntos diminutos de distintos matices, formaran un camino interminable, retando a mi mente a contarlos en silencio. Si pierdo la cuenta, debo comenzar de nuevo, mas no es una molestia tomarme todo el tiempo del mundo para recorrer su cuerpo con mis ojos y boca, recitando cada número en un susurro tal como si me dedicara a enumerar estrellas en el cielo.

Bajé la mirada a sus labios, el superior siendo mucho más delgado que el inferior, y los uní contra los míos en un beso suave, de esos que sin importar cuán parecidos sean en comparación a los anteriores, se sienten diferentes. Deslicé mi boca a través de su mandíbula, descendiendo con lentitud hasta su cuello y disfrutando de ello al máximo, puesto que no puedo evadir el pensamiento de que todavía no está completamente en mis manos y que no habrá valido la pena aferrarme tanto a él, porque en cualquier segundo el agarre recién conseguido se podría desprender debido a alguna razón desconocida. Un gemido escapó de sus labios y una sonrisa se formó en los míos, mis dientes rozando la carne blanda de su manzana de Adán, para después continuar el viaje infinito de besos hasta llegar al pecho cubierto por la tela de su camiseta, la cual él me ayudó a quitar del camino entre algunas risas.

Es todo un proceso lento. Demasiadas sensaciones en pocos segundos; amor, deseo, satisfacción, alegría, regocijo. Es un conjunto de emociones el que se crea, puesto que por un instante admiro su cuerpo y la maravilla que es, y se desata de inmediato la lujuria dentro de mí, pero al subir y encontrarme con sus ojos, estos me miran y, entonces, todo cambia, ya que lo único que quiero es estar entre sus brazos, que me sostenga y yo permanezca ahí por siempre. Solo dos iris de un color café tan oscuro e intenso, que se mezclan con sus dilatadas pupilas en medio de la escasa iluminación, contienen una infinidad de misterios fascinantes, un mundo nuevo por explorar y eso es lo que siempre capta mi atención de una manera increíble. Creo que todo se debe a que solía fijar mi mirada en otras de colores muchos más llamativos, azul, verde o celeste, suponiendo que los ojos marrones eran muy comunes y no despertaban mi interés. Al parecer, cuando uno siente amor hacia otra persona, todo lo que creías simple y ordinario se transforma en algo excepcional. Eso es lo que sucede con sus ojos: desde el día en que los vi no dejo de hallarlos particularmente bellos, y puede que en ese momento no haya pensado o sentido lo mismo que ahora siento, pero es en este preciso segundo cuando descubro lo fácil que es caer y perderse en la profunda oscuridad de su mirada. Son ojos cafés que me permiten ver colores inexistentes dentro de ellos.

Un beso tras otro y mi mente se nubló, una enajenación llenándome hasta el tope y haciendo que esté casi fuera de mí mismo. La delicadeza se transformó en movimientos bruscos y ganas de más, haciéndome sentir como un adolescente con sus hormonas revoloteando por doquier.

—Te extrañaba tanto —murmuró en medio de jadeos. Segundos más tarde, sus labios entraron en contacto con mi cuello, su saliva humedeciendo cada centímetro de piel a la vez que su lengua provocaba un fuerte placer que recorría toda mi columna vertebral.
—Pero... —Comencé a expresar mi respuesta, sin embargo, aprovechó mi distracción y nos volteó, acción que le entregó mayor control sobre situación. Tragué saliva, mordiendo mi labio en medio de una sonrisa mientras mis dedos se hincaban en su espalda desnuda. Suspiré al sentir sus dientes mordisqueando el lóbulo de mi oreja y proseguí con dificultad, tratando de ignorar el estado de éxtasis en el que mi mente se había sumido—. Pero estuve siempre ahí.

Se detuvo de inmediato, alejándose un poco. Permaneció recostado encima de mí, los brazos cruzados sobre mi pecho y la cabeza apoyada en ellos, y me observaba directamente, casi teniendo que bajar un poco la vista porque yo me encontraba en una posición mucho más erguida y mi cabeza se hundía en la almohada.

—No me refiero a eso... Sé que siempre estuviste ahí, pero no tienes idea de cuánto te eché de menos, porque te sentía tan lejos cuando en realidad estabas a mi lado. —Esbocé una sonrisa con la boca cerrada y subí una mano para rozar sus mejillas con suaves caricias que creaban el mismo patrón una y otra vez.
—Bueno, Tommy, aquí me tienes —contesté—. Creo que lo mejor que puedes hacer es recuperar el tiempo perdido. Eso es lo que haré yo.
—¿Sí? —preguntó, enarcando una ceja junto a una expresión maliciosa que hizo aparición en sus rasgos; creo que el tono empleado al dar mi respuesta fue lo que le hizo tener pensamientos poco inocentes. Pero daba igual, ya que mi deseo de recuperar el tiempo perdido incluía otro tipo de cosas además de pasar tiempo a su lado, así que reí y volví a hablar.
—Sí, ¿acaso no me crees?
—Sí te creo, es solo que me pregunto qué es lo que planeas —replicó con una sonrisa pícara en sus labios.

Aproximé mi cara a la suya, nuestras bocas a milímetros de distancia. Su respiración aumentó de velocidad y su aliento chocaba contra mi cara, fugándose a través de sus labios entreabiertos.

—No lo sé, ¿qué se te ocurre? —Le di un corto beso y esperé su contestación, la sonrisa todavía presente en mí.
—Yo tampoco sé —habló un rato después, su voz siendo casi un susurro—. ¿Qué tal si tú me lo dices?

Lo besé una vez más, esta vez de forma más prolongada, llevé de regreso mis manos a su espalda, una quedando más cerca de su bíceps izquierdo y con el pulgar dibujé diminutos círculos sobre su piel, la suavidad de ella igualando casi por completo al terciopelo.

—Podría besarte, tocarte... disfrutar de tu compañía —dije, también murmurando como si temiera que alguien más fuese capaz de oírnos—. O podría hacerte el amor toda una eternidad, si así lo quieres.

Al decir esto, sus ojos se tornaron mucho más oscuros y sus mejillas se tiñeron de un rosa fuerte, al mismo tiempo que sus pómulos destacaron más de lo habitual debido a la gran sonrisa pintada en su semblante. Se inclinó para besarme, unas cuántas risitas escabulléndose de vez en cuando, y yo sonreí de vuelta, sintiéndome tan contento y afortunado por este momento.

—Me gusta cómo suena eso —repuso— . Aunque no estoy seguro de tener la energía suficiente para una eternidad.
—Eso es lo que menos debería importarte.

Luego de pronunciar esas últimas palabras, lo atraje a mí desde la nuca y lo besé de manera hambrienta, el sabor de sus labios jamás siendo suficiente como para satisfacerme; siempre quiero y necesito más de ellos, porque creo que son una de las pocas cosas en mi vida que me calman y alteran al mismo tiempo, y lo considero algo positivo. Nos giré a ambos y me apoyé en mis rodillas para despojarme de mi camiseta, la cual era un simple estorbo entre nuestros cuerpos. La temperatura subió con rapidez, pese a que tenía la confusión de si se trataba de mí o era simplemente el cuarto, ya que las ventanas estaban cerradas. Besé cada zona de su cuerpo en un acto tierno y agitado, entretanto, cada vez que lamía su pecho, uno de sus pezones o descendía a su estómago, escalofríos iban y venían de su parte, y elevaba las caderas de forma involuntaria, su respiración desequilibrándose totalmente. Al llegar a su cadera, deposité un beso en el hueso que sobresalía y le desabotoné el pantalón, mi boca yendo en un continuo descenso por su vientre bajo hasta chocar con el elástico de la ropa interior. Empecé a remover poco a poco los pantalones, su mirada fija en mis movimientos y una de sus manos enterrada en mi cabello, y él contribuyó a mis intenciones levantando la pelvis, por lo que logré retirarlos a tirones, estos arrastrando sus calcetas con ellos.

Ascendí de nuevo, siguiendo el rastro de mis labios por todo su abdomen; habían ciertas marcas rojas que para mañana ya habrían desaparecido, pero me mostraban el camino emprendido hace unos minutos y me trasladaban de vuelta a su dulce boca. Un beso ferviente desató el caos, nuestras lenguas luchando e indagando dentro de la boca del otro en una desesperación por querer más, por buscar la forma de unirnos mucho más a pesar de ser algo imposible, puesto que no existía manera de conseguir una cercanía capaz de superar la que estábamos viviendo. Sus manos apretujaron mi trasero y yo palpé su miembro por encima de la delgada y ceñida tela de sus bóxers, ocasionando que cerrara los ojos y sus gemidos se mantuvieran suprimidos por mi boca, que aún saboreaba la suya.

Intenté deshacerme de la ropa restante en su cuerpo, buscando mucho más tacto y queriendo complacerlo de forma completa. Cuando lo logré, tomé su miembro entre una de mis manos y comencé a masturbarlo mientras mordisqueaba y succionaba su cuello, sus gimoteos siendo ahora un sonido fuerte y claro para mis oídos. Cada vez que uno de esos ruidos saturados de placer se deslizaba por sus labios, podía sentir la erección que crecía dentro de mis pantalones, la excitación corriendo a través de mí. Le besé la mandíbula y regresé a su boca, él recibiéndome con movimientos torpes debido a lo inmerso que se hallaba dentro de su propio deleite.

— Dylan... —musitó en un suspiro— Por favor, te necesito.

No respondí, solo decidí no tomar más tiempo del necesario y realizar lo pedido, porque era lo que yo también ansiaba. Sus manos se colaron entre nuestros cuerpos y buscó la manera de desabrochar el botón de mis jeans, así que lo ayudé y quité las dos prendas sobrantes en mí. Volvió a quedar encima, la diferencia siendo que ahora yo me encontraba sentado sobre la cama y él sobre mí, sus piernas envolviéndose alrededor de mi torso y nuestras erecciones rozando, las circunstancias siendo un total delirio para ambos, en especial para mí. Luego de que nuestras bocas se juntaran en un beso apasionado y mucho más lento en contraste con los anteriores, se separó y cogió mi mano derecha, la cual descansaba en una de sus nalgas, para después llevarla a sus labios. Besó mi dedo índice, la yema entrando en contacto con su piel húmeda y algo agrietada, y siguió con los demás, tres de ellos siendo mojados por saliva mientras recibían masajes de su lengua, provocando que cerrara mis ojos y gimiera gracias a la deliciosa sensación. Cuando paró, no tardé en penetrarlo con un dedo, su expresión cambiando a una doliente: el ceño fruncido, ojos cerrados con fuerza y labios sellados en una fina línea. Hice lo posible por entregarle todo mi cariño con cortos y suaves besos que iban desde su cuello hasta las comisuras de su boca, tratando de aliviar el dolor evidente que le estaba causando el arremetimiento. Luego, al añadir otro dedo y continuar moviéndolos, sus facciones se relajaron y todo aspecto quejumbroso desapareció de su rostro, dándome la seguridad de que podía reanudar el acto sin miedo a herirlo o hacerle sentir dolor. Al momento de creer que ya era bastante, desplacé mi mano hacia su cadera y él se posicionó sobre mi miembro. El oxígeno se acumuló en mi pecho por el suspiro que retuve sin percatarme de ello, el placer haciendo que cerrara los ojos por un instante y los abriera para enfrentar otro par que me contemplaba.

Fue ahí entonces, cuando ya no había manera de lograr más proximidad, mis brazos rodeando su espalda y mis dedos asiendo sus escápulas, que me di cuenta de lo alucinante que es el sentir cómo uno se completa con esa persona que tanto quiere y desea. Puede que alguna vez ya haya sentido algo similar, mas nunca podrá equiparar este momento, nunca tendrá comparación con el amor que hacemos.

**
Ya llegará el día en que actualice antes de las 12 am, lo prometo. Pero en fin, amé como quedó este capítulo y espero hayan escuchado la canción que dejé.

Para todos los que viven en México y están siendo afectados por el huracán: les mando fuerza, un abrazo gigante y los mantengo dentro de mis pensamientos positivos para que todo pase pronto. Por favor, cuídense.♡

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