37

—Déjame en paz.

La voz de Dylan se oyó enojada, su rabia siendo bastante perceptible, aunque no lo veo por ningún lado.

Tres pestañeos. Caminé por el bosque, ese lugar tan conocido para mí, el patético bosquecito de la hectárea, pero todo es tan diferente: hay humedad, neblina y pareciera no haber gente cerca.

—¿Dyl? —Seguí mi búsqueda, tratando de comprender qué es lo que sucedía.
—Me puedes dejar tranquilo, por favor —replicó segundos más tarde. Aún suena molesto y yo solo deseo entender por qué, como también tengo la urgencia de encontrarlo y pedirle disculpas por algo que desconozco.

No recuerdo nada. Es todo tan ambiguo. Aparecí aquí sin razón, sin embargo, no siento temor, sino que algún tipo de dèjá vu, un recuerdo, y mis sentimientos me dicen que ya sé lo que sucederá, por lo que es indispensable actuar rápido.

—Dylan, sabes que no quise decir eso —hablé. Carraspeé para aliviar mi ronquera y proseguí, entretanto, mis pies me llevaban sin rumbo fijo—. En serio, lo siento.

Silencio absoluto. Las hojas secas en el suelo crujían al ser pisadas por mí y se oían pájaros cantando, sonidos usuales de la naturaleza.

—¿Qué parte de "déjame en paz" no entiendes? Creo que fui bastante claro, Thomas —contestó y ahí fue cuando lo encontré sentado en el piso con la espalda apoyada en un tronco, sin poder ver su cara.
—Dyl, por favor. Sé que cometí mil errores pero... —Siquiera se tomó la molestia de ponerme atención, tan solo se puso de pie y me dio un vistazo. Frialdad, pura frialdad en su mirada—. Lo siento, ¿sí?

Tragué saliva, meditando mis palabras. Él se cruzó de brazos y suspiró. Recargó su espalda en el árbol una vez más, movió el pie derecho de arriba a abajo y me contempló con ojos gélidos.

—¿Qué más tengo que hacer? —pregunté en un tono que se debilitaba segundo tras segundo.

Exhaló aire y rodó los ojos, dejando ver una mueca que se formó en sus lindas facciones. Se encogió de hombros y se encaminó en mi dirección, pasando por mi lado e ignorándome en su totalidad.

—Dyl... ¡Dylan! —Exclamé. Mi visión se hallaba cubierta de lágrimas y mi voz se quebraba de forma considerable, pero él continuó y era como si la niebla se lo hubiera tragado.

Grité su nombre una y otra vez, la desesperación internándose en mi pecho al darme cuenta de que mis cuerdas vocales dejaron de funcionar. Hasta que, de repente, enmudecí.

—Thomas... Tom. Thomas, despierta, es solo un sueño.

Abrí los ojos apenas escuché esa voz femenina tan familiar para mí. Mi corazón retumbaba en mis oídos y mi cuerpo irradiaba calor, pequeñas gotas de sudor corriendo por mi frente. Observé a mi alrededor y parpadeé varias veces seguidas en un intento por ajustar mi visión a la pálida luz de la habitación, el color siendo algo fuerte para mi vista que aún estaba sensible.

Mi mamá me dio una mirada intrigada, sus cejas fruncidas enmarcando aún más las arrugas de su frente. Se cruzó de brazos y yo me pasé una mano por la cara, para luego acomodarme en el sillón negro de cuero y darme cuenta de que quizás dije algo que no debía. Entonces, una ola de pánico me atacó.

—Me parece que estabas teniendo una pesadilla —comentó. Hablaba de forma dulce, al igual que siempre, pero había un toque de severidad en sus palabras que me ponía los nervios de punta.
—Sí, creo que sí... —Ninguno de los prolongó la conversación, por lo que él único ruido en el cuarto eran los pitidos del electrocardiógrafo.

Mi mamá empezó a caminar a paso lento por el lugar, yendo de un lado a otro con los brazos cruzados y cara pensativa. Miré hacía la izquierda y me encontré con Bella a mi lado, quien se hallaba sobre la camilla durmiendo plácidamente. Las sábanas la cubrían hasta los hombros, solo estando a la vista el cuello ortopédico que tenía puesto. Su cabello anaranjado estaba amarrado en una cola de caballo algo despeinada y su piel lucía pálida, un poco más de lo común.

—¿Quién es Dylan? —preguntó mi mamá de inmediato. Dirigí la vista a ella y tragué saliva.
—Uno de mis compañeros de reparto —contesté. Me sentía muy incómodo bajo su mirada intimidante y el comienzo de lo que podría ser una larga interrogación.
—Oh, ahora recuerdo. Es el chico que tiene el papel principal, ¿no? —Junté mis cejas en un ademán confuso.
—Sí... ¿Por qué lo preguntas?
—Quería saber —replicó de forma casual y reanudó sus vueltas por el lugar, sus brazos aún entrelazados sobre su pecho—. Decías su nombre una y otra, y otra vez, entonces, quise saber quién era. —Recargué un brazo en el brazo del sillón y apoyé mi mentón sobre esa mano, mis ojos observando a Isabella y, a ratos, el piso.

Sé que mi mamá no tenía idea, mas algo me decía que sus instintos la dejaban percibir algún detalle, ese gran detalle de quién es en realidad Dylan para mí.

—¿Y qué soñabas?
—Ehm, no lo recuerdo, a decir verdad —mentí.
—Bueno, supongo que Dylan es un amigo cercano... ha de ser feo lo que soñaste con él.
—Sí. Somos, ehm, buenos amigos —afirmé—. Y fue una pesadilla, es todo.

Agradecí para mis adentros que haya decidido callarse, ya que la conversación se había tornado engorrosa y tensa, por lo menos para mí. No obstante, ella me tenía en la mira, y sé que ansiaba formular otro par de preguntas para acabar sacando verdades a través de mis mentiras.

—¿El doctor vino a decir algo mientras yo dormía? —Inquirí en un intento por dirigir el tema de conversación hacia otra dirección. Funcionó.
—No, nada. Hasta ahora hay que esperar a que termine el efecto de la anestesia, despierte y allí se le hará un chequeo.
—Pero está bien, ¿cierto? —Mi mamá esbozó una sonrisa ligera. El doctor nos explicó los riesgos existentes tras esta operación y debo admitir que yo tuve más miedo que sus propios padres.
—Hijo, el doctor dijo que todo resultó de maravilla. Bella está bien —me aseguró.

Con Isabella siempre habrá una preocupación permanente. La quiero demasiado, sin importar si el cariño que siento ahora por ella es algo diferente, como también confuso. No me gustaría perderla y que se fuera de mi lado, sea de la manera que sea, es por eso que a la hora de darme cuenta de que mis sentimientos por Dylan son reales, me acobardo y no tengo idea de cómo reaccionar ante ello; no solo tengo terror de que él no me corresponda, sino que significaría perder a Bella y eso es una gran pérdida en mi vida.

—Tienes que estar tranquilo, tu novia está en buenas manos. —Asentí y suspiré —. Ahora, sal de aquí un rato y cómprate un café o algo de comer.
—Nah, estoy bien, mamá.
—Bueno, pero yo quiero un café, así que tendrás que ir igual —Rodé mis ojos y reí.
—¿Quieres que me vaya? —dije al ponerme de pie.
—Me descubriste. —confesó en un tono de broma, apuntando su dedo índice hacia mí. Después, extrajo un billete de su bolsillo—. Ahora, ten: trae tres cafés.
—¿Tres? ¿Me ves que tenga tres manos?
—Existen bandejas para eso, Thomas. Anda, apresúrate, son para los padres de Bella que llegarán pronto. —Puse mis ojos en blanco, agarré el billete y anoté en mi cabeza el memo de comprar un café cargado para mí; necesito hacer que el cansancio desaparezca.

(...)

—¿Tom? —Desperté de inmediato. La voz frágil de Isabella me sacó de mi sueño y yo me senté mucho más erguido en el sillón, quedando de frente a ella. Bostecé, me restregué los ojos y hablé.
—Hola, linda. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
—Agua, por favor. —Tomé de la mesa de noche al lado de su cama un jarro plástico con agua y serví un poco de esta en un vaso. Después, se lo entregué y ella bebió todo de un trago.
—Guau, creo que dormir mucho te causa sed. —Ella rió—. ¿Más?

Asintió y serví el vaso un poco más lleno, Bella lo recibió y bebió de él, esta vez con más calma.

—¿Qué se siente haber dormido un día entero? —Inquirí y me miró. Sus ojos, que usualmente tienen un aspecto adormilado debido a sus párpados levemente caídos, denotaban fatiga y poseían ojeras bajo ellos.
—Normal —respondió con voz ronca y baja—. Es como si no hubiera dormido ni siquiera por una hora. Además, me duele todo.

Suspiró, me regresó el vaso y yo lo dejé sobre el velador. Volví a mirarla: permanecía casi sentada sobre la camilla, su cuello derecho y con movilidad nula.

—Entonces, ¿resultó todo bien? —Asentí y ella me imitó. Cerró los ojos y exhaló profundamente, luego los abrió e hizo contacto visual conmigo—. Te extrañé, Tom.
—Fue solo un día, pero yo también te extrañé —repuse bromeando y con una sonrisa, sin embargo, ella no sonreía demasiado.
—Me refiero a... todo lo que ha pasado. Te extrañé. Extrañaba que fueras así conmigo, extrañaba al Thomas que estoy viendo aquí y... Gracias por quedarte a mi lado.

No podía sentirme peor. Esa sonrisa, esa mirada celeste fija en mí que me provoca tantas emociones: amor, culpa, tristeza, rabia, etc. A veces me gustaría culpar a alguien más, pero soy yo quien ha creado todo este desastre, nadie más. Tal vez no es tan desastroso porque hay una posibilidad de que solucione todo el lío con Dylan, mas con Isabella es lo opuesto, ya que no logro ver demasiadas salidas. Hay momentos en los que me pregunto cómo llegué aquí, cómo fue que terminé mintiéndole casi todos los días, haciendo que ella se trague todas y cada una de mis palabras. Creo que en lo único que no le he mentido ha sido decirle que la amo, aunque si ahora lo hago, dudo que estemos hablando del mismo tipo de amor.

—Discúlpame, de verdad. —Cogí su mano derecha, acariciándola mientras hablaba—. El trabajo a veces me hace olvidar lo que en realidad es importante y... Lo siento.
—Te amo, Tom. —Fue su única respuesta, seguida de una sonrisa y mi conciencia más pesada que nunca.
—Yo también. Yo también te amo, Bella.

****
Ayer mis planes de actualizar por la tarde se arruinaron porque tuve muchas cosas que hacer. Fui a un bingo en beneficio de una tía y no gané nada *llora*, y ahora alcancé a actualizar justo a tiempo, porque en un rato acompañaré a mi hermana a esa cosa del Club Media Fest (está vuelta loca porque verá al Rubius). En fin, no sé por qué les cuento esto.
Los amoooo xx

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