33

—¿En qué piensas? —me preguntó Thomas en la van, sacándome completamente de mis pensamientos en forma repentina. Giré mi cabeza hacia él y arqueé una ceja sin entender por qué me dirigía la palabra.
—En... En nada —contesté inseguro y me relamí los labios, mis ojos observando sus rasgos en busca de alguna señal que me ayudara a comprender sus acciones.
—Está bien —replicó con leve desinterés y volvió la mirada hacia la ventana.

Desde que en producción consiguieron otro vehículo para transportarnos y que no estuviéramos incómodos en una sola van, no me ha quedado de otra más que sentarme junto a Thomas —más de dos veces— porque Ki Hong decidió darle mi asiento a Kaya de forma definitiva y los otros lugares están ocupados. Lo peor es que cada viaje a su lado acaba siendo una situación incómoda y tensa. No entiendo qué intenciones tiene y ya empieza a aburrirme con sus cambios de humor ya que es como si no supiera lo que quiere, aunque yo tampoco sé lo que quiero con exactitud; paso de pensar en rechazarlo a terminar correspondiendo a sus besos y caricias frías. Soy yo quien ha dado el consentimiento cada vez que volvemos a acostarnos juntos y por más que podría decir un rotundo "no", no lo hago, cosa que me hace sentir cierta decepción conmigo mismo al perder toda mi fuerza de voluntad. De alguna forma debo recuperar esa característica que solía ser parte de mí, no puede desaparecer por completo gracias a Thomas. 

Al llegar al hotel es lo habitual: una conversación nocturna en el vestíbulo porque dentro del set no hay mucho tiempo para platicar, todos están de acuerdo con salir a ciertos lugares, conocer Baton Rouge y más de Nueva Orleans, y Thomas ríe junto a los demás. Yo intento unirme a todo el parloteo, no obstante, necesito descansar; además, pasar mucho más tiempo cerca de Thomas comienza a hacerme mal, así que me despido de todos con un movimiento de mi mano derecha y unas cuántas palabras, para luego hacer una rápida salida en dirección al ascensor, siendo al parecer el único que decidió irse a dormir mucho más temprano.

—¡Dyl! —Apenas escuché esa voz tan familiar para mis oídos solté un gruñido lleno de frustración. Me pasé una mano por la cara y apoyé el codo en mi otro brazo, con el cual me rodeaba el torso—. Hola —me saludó Thomas en medio de jadeos y una sonrisa algo ladeada.
—Sabes, creo que la gente normal saluda a otras personas al primer momento que las ve en el día, no después de haber pasado horas ignorándolas —comenté con la mirada fija en la pequeña pantalla sobre las puertas, los números en ella cambiando de forma constante.

Y rió. El maldito rió.

No logro entender cuál es su problema, así que comienzo a pensar de que es muy probable que sea algo mental, mas creo que eso sería llevar mis teorías al extremo.

—¿Por qué tan serio?
—Por nada —contesté en un tono neutral y le miré de reojo para ver su expresión; la misma sonrisa, esta vez más pequeña, y ese extraño brillo en sus ojos.

No intercambiamos más palabras y el ascensor por fin llegó al primer piso. Subimos de inmediato mientras yo le rogaba a algún espíritu poderoso del más allá que solo por esta noche me deje en paz. Joder, soy tan débil que no puedo rechazarlo; una vez que me besa no consigo parar y es una sensación tan parecida a la drogadicción o algo por estilo.

Para mi gran sorpresa no hizo nada. Seleccionamos nuestros pisos y aguardamos en silencio la llegada al suyo. Él se abrazaba el torso con los brazos, los dedos de su mano izquierda enterrándose en el brazo derecho que estaba desnudo gracias a la camisa manga corta que traía puesta. Lo vi relamerse los labios —ese mal hábito que tiene— y me miró, mas fue de forma distinta, como si tratara de mostrarme algo que era imposible descifrar solo por una mirada. Sus iris cafés se clavaban como dagas en mi rostro y yo no pude evitar hacer lo mismo. Llegamos a su piso y volví la vista hacia las puertas que se abrían de par en par, tomé una bocanada de aire y a través de mi visión periférica noté cómo bosquejó una sonrisa que poseía cierto toque de timidez.

—Buenas noches —dijo con voz suave antes de salir del elevador en un parpadeo.

(...)

—Kaya —llamé a la muchacha al bajar de la van. Estábamos en la entrada de la hectárea y mientras todos caminaban, ella dio media vuelta y me observó con el entrecejo fruncido. 
—¿Qué pasa, Dylan? 
—Espera un poco...—murmuré algo distraído. Llevé una mano hacia arriba y la utilicé como visera, mis ojos entrecerrados mirando hacia al frente entre los fuertes rayos del sol para corroborar que todos estuvieran adentro. Cuando me cercioré de que así fuera, hablé— Okay, necesito preguntarte esto porque estoy casi seguro de que tú sabes.
—¿Cómo? —preguntó con una risita, sin embargo, me mantuve serio.
—¿Recuerdas el domingo? Cuando Thomas desapareció te comenté la idea de enviarle mensajes para ver si respondía a alguno de ellos. Te respondió, ¿no? —Más que estar averiguando y haciendo preguntas era como si estuviera declarando con toda la seguridad del mundo que así fue, lo cual hizo que su rostro cambiara en segundos. 
—¿No? —Volvió a juntas las cejas y arrugar la frente en una mueca confundida—. Te dije que no me había respondido.
—Kaya, sé que nos estamos recién conociendo, pero estoy seguro de que tú sabes algo. 
—Dylan, ese día yo...
Ese día —La interrumpí—. tuve el presentimiento de que me estabas mintiendo. Lo siento, mas eso fue lo que sentí; solo necesito saber si fue así o no.
—Dylan... —Suspiró y chasqueó la lengua, sus ojos azules bajando al piso y después mirándome de nuevo—. No podía decírtelo. De verdad. Por favor no te enfades con...
—Tranquila, no estoy molesto. ¿Qué fue lo que te dijo?
—Supongo que tú lo sabes...—Ahora yo era quien estaba confundido y arrugaba las cejas—. O sea, te lo dijo a ti. 
—Te pidió que me dijeras que lo dejara en paz, ¿cierto? —Asintió. 
—Te lo dije de forma suave, creo. No quise contarte en realidad porque... No lo sé, pensé que te haría sentir mal. Pareciera que de verdad te importa Thomas. 

Si solo supieras, Kaya.

—Fue por eso que te di ese "consejo" —prosiguió haciendo comillas con sus dedos—. Supuse que esa era una forma más delicada de darte el recado que te mandó ese idiota. —Reí un poco al escuchar la forma en que hablaba de su amigo y ella también rió conmigo—. Sé lo que hace y créeme, no estoy de acuerdo. Pero es mi amigo y... 

No sé si mi aspecto cambió, pero Kaya me observó con empatía y paró de hablar. Posiblemente ella entendía algo o imaginaba lo que yo sentía, no lo sé. Quizás ella piensa al igual que Thomas y cree que yo no siento nada, que solo me acuesto con él porque el deseo es fuerte y queremos distraernos un rato, aunque puede que de alguna manera logre ver a través de mí armadura y note mis verdaderos sentimientos; sí es así, le agradecería bastante que se lo hiciera saber. 

—Bueno, como sea. —Rompí el silencio, mi voz sonando algo débil y ronca. Me aclaré la garganta y continué—. ¿Me puedes decir qué fue lo que pasó? 
—¿Sobre qué? 
—Sobre Thomas. ¿Por qué se fue sin avisar? 
—Eso debería decírtelo él... Lo siento, Dylan —Exhalé con intensidad, pasándome una mano por la cara y sintiendo cómo la frustración llegaba a mí.
—¡Oh, vamos! Kaya, por favor. Estoy harto de esta situación y él no me quiere decir nada.
—Dylan, lo lamento pero no es culpa mía ni tampoco mi responsabilidad el contarte. Insiste si es necesario, no lo sé. 

Solté un refunfuño lleno de fracaso. Si no es una cosa, es otra. Estoy cansado de tener que estar jugando a adivinar qué mierda le sucede a Thomas y me dan ganas de ignorarlo por siempre. Podría hacerlo, no obstante, soy un imbécil al que le importa saber qué es lo que le pasa y saber por qué se comporta así conmigo. Me importa Thomas y por eso actúo de esta forma, solo que me gustaría que no fuera así; estaría mucho más relajado y menos amargado. 

Estuve a punto de volver a hablar, mas Wes apareció en la entrada y nos gritó. 

—¡Hey! Ustedes dos, ¿no piensan venir? —exclamó— ¡No tenemos todo el día!
—Vamos —me dijo Kaya, una diminuta sonrisa haciendo paso en su boca cerrada. 

Me dio una última mirada en forma de disculpa o algo similar y lo único que hice fue suspirar con un cansancio aparente. Emprendí mi camino hacia la puerta a paso veloz, pasando a la chica y entrando al lugar con una cólera creciente dentro de mí.

(...) 

La noche llegó y ese día solo enfoqué mi mente en el trabajo. No desatendí a Wes en ningún instante y traté de imaginar que Thomas se hallaba ausente, por lo menos para mí. Siempre que hacíamos una toma me ponía en los zapatos de mi personaje y me convencía de que él era Newt, nadie más. Nuestro director decía "corte" y Thomas no era una persona real para mí, o eso intentaba creer.

En la van el silencio abundaba, lo cual era bastante raro porque Ki Hong y Kaya siempre cuchicheaban entre ellos de manera amorosa o Will no dejaba de chacharear junto a Dexter hasta que llegábamos al hotel. Supuse que era uno de esos días en que todos sentíamos la extenuación aplastarnos con todas sus fuerzas, manteniéndonos callados y con los ojos cerrados casi por completo. Pero yo estaba exhausto dentro de mi cabeza; ya me había acostumbrado un poco a tener que correr diariamente. Thomas se veía ensimismado, su cara hacia la ventana, el codo derecho apoyado en la puerta y el mentón recargado en su mano. Tenía los audífonos puestos y la música a todo volumen, una melodía algo lenta llegando a mis oídos desde la distancia. Suspiró un par de veces y cuando le daba un vistazo de la forma más disimulada, se relamía los labios y se pasaba la mano por el rostro, dándome la impresión de que algo le molestaba constantemente. 

Al bajarnos nadie se quedó en el vestíbulo, sino que todos caminamos directo hacia el ascensor entre pasos arrastrados y bostezos. Uno a uno descendieron en sus pisos, algunos estando en el mismo; otros, en uno diferente.  Kaya se despidió de Ki con un corto beso en los labios, nos hizo un ademán con la mano y bajó. En el piso seis Thomas descendió del elevador diciendo un "nos vemos mañana" como despedida, su voz ronca y desganada creando mucha más intriga en mí. Me despedí y bajé en mi piso correspondiente, caminando hacia mi habitación con las manos en los bolsillos y cabizbajo. Ya adentro hice lo habitual pero mucho más lento, me arropé solo con las sábanas porque el ambiente en la habitación era cálido y agradable y apagué la luz de mi lámpara. Contemplé el techo un buen rato con las manos entrelazadas por encima de mi abdomen hasta que mis párpados ganaron un peso considerable y cedieron frente a la somnolencia. 

(...)

Toc toc toc 

Desperté apenas oí golpes en mi puerta. Mientras me restregaba los ojos con una mano, con la otra tomé mi teléfono de la mesita de noche y vi la hora: tres de la madrugada. ¿Quién puede estar llamando a mi puerta a esta hora? Ni idea. Los golpes se repitieron, esta vez siendo cuatro seguidos. 

—¡Ya voy, ya voy! —anuncié.

Prendí la lámpara y me senté en la cama, volviendo a frotar mis ojos y bostezando. Ya de pie me encaminé hacia la puerta entretanto corría mis dedos a través de mi cabello despeinado, después moví la manilla y abrí irritado.

—Son las tres de la madrugada y tengo la señal de no molestar colgada en... —Sentí como si el oxígeno se hubiera retenido dentro de mis pulmones. Mi boca se secó y mis ojos se abrieron ligeramente al ver de quién se trataba—. ¿Qué mierda haces aquí?
—Yo... ¿Puedo pasar? —inquirió Thomas. Ojeras casi inapreciables yacían bajo sus ojos, dándole un dejo de fatiga a su rostro, y sus labios estaban unidos en una línea apretada. Llevaba puesta una camiseta gris y holgada y su cabello estaba alborotado.
—No —respondí decidido, tanto que llegué a sorprenderme al poder negarle una de sus miles peticiones. Frunció el ceño y supuse que la razón era la misma—. ¿Puedes decirme qué quieres? Estoy bastante cansado y me despertaste. 

Recargué mi cuerpo en el marco de la puerta y me crucé de brazos, mi vista pegada en su cara al tratar de mantener conmigo la fuerza de voluntad que había llegado a mí de manera repentina; no podía acceder de nuevo a lo que él deseara. Él dio un paso al frente y abrió la boca, algunos sonidos saliendo de ella al tratar de articular palabras que no se oían jamás, hasta que se abalanzó sobre mí y me besó con fervor, sus manos agarrando mis mejillas con fuerza. Me tambaleé hacia atrás un poco e intenté no ceder, sin embargo, no resistí demasiado y caí en sus encantos sin la necesidad de que él hiciera demasiado. 

El beso era desesperado y me traspasaba algún tipo de sentimiento extraño con el que no conseguía dar, mas me dejé llevar sintiendo como mi corazón latía fuerte contra mis costillas y las palpitaciones eran sonoras en mis oídos. Me fue empujando hacia la pared y supongo que cerró la puerta con una pierna, pero escuché el cerrojo hacer un clic. Cuando mi espalda chocó contra la muralla, sus labios crearon un camino por mi mandíbula, la saliva humedeciendo mi piel hasta llegar a mi cuello. Succionó en un sector que él parece ya haber memorizado como mi punto débil y solté un pequeño gemido, la electricidad que me otorgaban sus besos propagándose por todo mi cuerpo y enviando un cosquilleo a mi vientre bajo. Sus manos indagaron por debajo de mi camiseta, las yemas que poseían una textura áspera y a la vez suave palpaban mi estómago y pecho, y me hacía perder la cordura de forma dulce y pausada.

Todo era maravilloso, puesto que así siempre me sentía al estar bajo los encantos de este hombre, mas debía parar porque obviamente esto no llevaría a nada más que otra noche llena de lujuria y un hasta luego inminente. Esto no se trataba de que él hubiera aparecido en mi puerta a las tres de la madrugada porque me extrañaba, sino que algo le pasaba para querer esto. Quizás soy su válvula de escape o algo similar, pero yo no estoy para eso; yo quiero algo más, no busco ser la salida de sus problemas y que no tema hacerme trizas solo para sentirse mejor. 

—Thomas... —Oí sus labios contra mi piel resonando en la habitación, mas no se detuvo. Tragué saliva y posicioné mis manos sobre su pecho para empujarlo de forma leve—. T-Thomas...
—¿Qué? —replicó de mala gana.

《Dèjá vu.》

—¡Thomas, para! —ordené en un tono mucho más alto y lo alejé de mí con fuerza, dejándolo a más de tres pasos de distancia.

Me sentía agitado y respiraba con dificultad, una mezcla de rabia y pena sobresaliendo desde mi interior. Le miré a los ojos y aguardé a que hablara, pero en sus iris cafés no veía demasiado. 

—No puedo con esto —susurré bajando la vista luego de haber permanecido firme frente a él.
—¿No poder con qué, Dylan? —preguntó con impaciencia, su mirada sintiéndose tan fuerte en mi cara que conseguía incomodarme. 
—Solo quiero una explicación, Thomas —contesté y le volví a mirar. 
—¿Vas a empezar otra vez?  —Sentí la sangre bombeando deprisa a través de mis venas y sus ojos eran fríos, helando por completo en un solo vistazo. Estoy seguro de que solo bastaría una palabra específica para conseguir que explotara como una bomba de tiempo.
—¿Empezar qué? ¿Acaso piensas que me gusta esto? 
—¿Qué cosa, Dylan? ¿Ah? Me vas a decir que no te gusta acostarte conmigo como todas las veces que ya lo hemos hecho —sentenció irritado y yo reí irónicamente, negando con mi cabeza y cerrando los ojos por un segundo.
—¿Tú crees que eso es todo?, ¿que estoy así por la forma en que tenemos sexo?
—Siempre te quejas de lo mismo. Sueles hacer este espectáculo, no sé si lo has notado. —Se cruzó de brazos y me observó serio, su gélida mirada enterrada en la mía y sus palabras siendo escupidas sin cuidado alguno. Me llevé una mano a la boca con nervio, tratando de mantener la compostura y no estallar. 
—¿Qué no lo entiendes? Thomas, necesito saber qué te pasó. ¿Qué mierda fue lo que te dijeron en esa llamada que te comportas así conmigo? 
—Comportarme cómo...
—¿Sabes qué? Me rindo. Tú sabes exactamente de lo que hablo, pero parece que esta conversación no llegará a ningún lado así que... —Me dirigí a la puerta y la abrí, parándome a un lado de ella y observando a Thomas—. Adiós.

Bajó la vista y corrió sus dedos por su cabello rubio, acto que lo despeinó un poco. 

—Es... Es Isabella —declaró, desconcertándome el cambio abrupto de su voz que pasó de ser firme a quebrarse.

Me mordí en labio inferior y cerré la puerta con lentitud, para después apoyar mi espalda sobre la superficie de madera y fruncir el entrecejo mientras él me observaba con ojos vidriosos.

—¿Isabella? ¿Es esa tu excusa para haberme tratado como una mierda todo este tiempo? —inquirí incrédulo y él asintió, sus dientes enterrándose en su labio con vigor— ¿Sabes lo preocupado que estuve por ti?

Pero no estaba siendo sincero. Esto me dolía porque no solo fue un idiota conmigo al ignorarme y haberme dicho esas palabras por mensaje de texto, sino que me hería al buscarme para tener sexo y luego desaparecer. Y todo se debía a su novia; eso era lo que más me causaba un diminuto pero persistente dolor.

—Dudo que te haya importado cómo me sentía, ¿eh? —comenté luego de que él no respondiera.
—¿Y qué querías? ¡¿Que regresara a estar contigo en ese maldito cuento de hadas que estábamos viviendo?! ¡Los dos tenemos una realidad distinta, no sé si te has dado cuenta!
—¡Entonces por qué no me ignoras y ya! —grité furioso— No entiendo cuál es la puta idea de tener sexo conmigo como si yo fuera... fuera...
—¡NO SOMOS NADA, DYLAN! —vociferó a todo pulmón y abrí mis ojos por el sobresalto, mi cabeza dando un pequeño golpe contra la puerta— ¡Isabella tuvo un maldito accidente y yo no estuve ahí! ¡Tiene lesiones graves y yo no estuve ahí cuando pasó porque andaba en esa maldita playa contigo!
—¡Así que ahora es mi culpa! No puedo creerlo —carcajeé con amargura, tratando de procesar toda la información recibida.
—¡Por la mierda, Dylan! No te culpo de nada, pero no sé qué mierda esperas de mí.
—Bueno, pareciera que sí me culparas de todo lo que le pasó a tu noviecita. Estoy harto de que me trates así cuando yo me preocupo por ti y... —Me callé por un instante, pensando mis palabras y no dejando que la tristeza fuera evidente—. Creí que...
—Nunca pedí tu preocupación —masculló—. ¿Y qué creías?, ¿mmh? ¿Que yo me iba a quedar contigo al igual que ese día en la playa? Tenemos sexo, Dylan. Tú me satisfaces, yo te satisfago. No sé cuántas veces tengo que repetirlo: no. Somos. Nada. —dijo, modulando esas últimas tres palabras con énfasis y nada más que frialdad.

Tragué saliva y hablé en un tono mucho más sereno que el de hace un rato.

—Ándate, Thomas. 

No hubo necesidad de reiterar porque él asintió y caminó hacia la puerta. Lo miré a los ojos y capté un cambio en ellos al igual que lo que había pasado en el bar días atrás; todavía no me era sincero al cien por ciento. Me moví y fui de vuelta al otro lado del cuarto con la mente casi en blanco. Oí cómo la puerta se abrió y cerró, y yo suspiré. 

Cerré los ojos con fuerza. Ya me daba igual si faltaba alguna otra cosa que tuviera que confesar. No me importaba nada. Por supuesto que soy su válvula de escape, me lo acababa de manifestar de forma implícita. Su novia tuvo un accidente y por más que se sienta culpable, espera librarse de ello conmigo; y como dije, yo no busco ser la salida de los problemas de otra persona si resulto siendo dañado y a él no le interesa.

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Me tardé un poco pero lo prometido es deuda. Espero les haya gustado. xx ♡

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