31
Apareció por detrás de mí y me empujó hacia la pared de cerámica, su boca chocando brutalmente contra la mía, succionando y mordiendo mi labio inferior con desesperación. Mis manos se aferraban a su espalda, arrugando la camisa entre mis dedos, y las suyas me acercaban mucho más a él desde la nuca para poder profundizar el beso. Su lengua se deslizó en mi boca con tal firmeza que casi inmovilizaba la mía, provocando un gemido desde mi interior.
Y esto está absolutamente mal. Es incorrecto, pero ya no es porque estoy consciente del pecado que cometemos una y otra vez a espaldas de su novia; se trata de mí. Siquiera sé aún qué fue lo que le pasó o qué justificación tiene para haberme tratado tan mal hace unos días; no obstante, le permito besarme y hacer lo que quiera conmigo dentro del pequeño baño público de este bar en Nueva Orleans. Es irónico que en todo momento me haya ignorado, hablando con Kaya, Will, Ki y los demás, y ahora me sorprenda aquí, actuando de forma contraria y haciéndome perder la cordura. Mierda, se siente tan bien que ya no sé qué hacer para rechazarlo, pues toda la fuerza de voluntad que creí tener en algún momento se evaporó en segundos.
Depositó húmedos besos en mi cuello, su lengua rozando cada centímetro de piel; yo solo conseguía empuñar su camisa y morder mi labio inferior con una fuerza sorprendente. Leves suspiros mezclados con ruidos reprimidos salían de mi boca. Él me mordía, los dientes enterrándose con poca sutileza sobre la piel cercana a una de mis clavículas y yo llevé una de mis manos a su trasero, estrujando la nalga izquierda.
—Thomas...
Comenzó a besuquear bajo mi oreja, acto que originó un cosquilleo en mi vientre bajo y despertó inmediatamente a mi miembro, este causándome una pequeña molestia al estar atrapado dentro de mis pantalones.
—T-Thomas...
—¿Qué? —gruñó. Sonaba fastidiado y creo que si no me hubiera sentido en el cielo, algo le habría dicho.
—La puerta.
—Está cerrada. Nadie puede entrar —contestó con voz monótona.
Estuve a punto de interrumpir su siguiente acción, sin embargo, una de sus manos se posó en mi masculinidad y las palabras "resistencia" o "razonamiento" ya no eran parte de mi vocabulario.
—Mierda —hablé entre dientes, el placer rebosando en cada parte de mi mente.
Descendí las manos un poco más abajo de su trasero, impulsándolo hacia arriba; dio un brinco y enredó sus delgadas y largas piernas en mis caderas. Al instante lo llevé hasta los lavabos, sentándolo en el espacio que unía uno del otro, él nunca soltando el agarre de sus extremidades. Su entrepierna rozaba con la parte baja de mi abdomen y yo cada vez me sentía más excitado.
En poco rato desabrochó mis pantalones y los bajó junto a los calzoncillos, estos cayendo sin problema al no ser tan ajustados. Le desabotoné la camisa e hice lo mismo con sus jeans un momento después, solo que fue un poco más dificultoso por el hecho de que se encontraba sentado.
Empezó a tocarme con calma, sus manos colándose bajo mi camiseta y sus yemas trazando una línea desde mi pecho hasta mi parte más íntima, haciendo movimientos que enviaban intensas corrientes de placer a través de mi cuerpo. Besé su cuello y abrí los ojos un momento para toparme con nuestro reflejo en el espejo.
Me daba cuenta de todo y veía cómo caía tan rápido en él, dándole una razón más para que piense que me tiene en la palma de su mano. Y desearía parar, pero soy como todo ser humano: de carne débil y amante de lo que no puede tener.
Lo atraje a mí desde su espalda baja e introduje un dedo dentro de él, provocando que cerrara los ojos con fuerza y se apoyara en mi hombro, escondiendo la cara en el hueco de mi cuello.
—¿Estás bien? —le susurré al oído.
No obstante, la única respuesta que recibí fue un impaciente y desaliñado beso en mis labios. Cuando creí que era suficiente, agregué otro dedo y los moví con rapidez para poder pasar pronto a lo que los dos ansiábamos.
—Dylan —dijo después de un rato, mencionando mi nombre, que no le oía decir hace días, con voz áspera.
—¿Qué?
—Estoy listo... —jadeó en mis labios.
Le besé una vez más y retiré mis dedos, tomándolo por los muslos y llevándolo hacia la muralla de color naranjo. Apenas se puso de pie, sus pantalones cayeron con un sonoro ruido de metal y tela. No fue necesario pedirle que se girara, ya que me dio la espalda apenas tocó la fría superficie y, sin más rodeos, lo penetré cuidadosamente, dándole el tiempo para que se acostumbrara y sacándole gimoteos que él intentaba callar. Con los ojos cerrados terminé de entrar y empecé a embestirlo, la situación llenándome de regocijo. Mis manos vagaron por debajo de su camisa que ahora estaba holgada y a punto de caer a través de sus brazos, y lo sostuve por las caderas. Fui ganando un ritmo lento pero delicioso mientras nuestros cuerpos sudorosos colisionaban cada cierto rato.
—Joder, Dylan... Más... Más rápido.
Esbocé una sonrisa y acaté sus ordenes, yendo mucho más deprisa, desatando una ola de deleite que me bañaba de pies a cabeza. Sus dedos asían la pared como si buscaran algo de que sostenerse, mas solo terminaba con las manos empuñadas y los nudillos más blancos que su piel. Lo acariciaba por los costados del torso, disfrutando de la suavidad de su carne, y besaba su cuello y espalda, mordisqueando cada vez que el placer se intensificaba.
Si tan solo supiera sobre el infierno al que me lleva cada vez que esto sucede. Si supiera la forma en que logra despertar mis sentidos y mandar mis planes directo a la basura. Si supiera que para mí esto no es solo follar, mas soy muy cobarde para arriesgarme a contarle y él, probablemente, no tenga intenciones de escucharme.
Aumenté la velocidad y sentí cómo el orgasmo se hallaba más cerca, mis gemidos contenidos escapando a través de mis labios entreabiertos. Él tenía la mejilla izquierda pegada al muro, los ojos cerrados, el entrecejo fruncido, enterraba los dientes en su labio y a veces abría la boca, obscenidades y sonidos debidos al placer saliendo de esta. Le besé el cuello una vez más, formando un camino de hombro a oreja. Mordí el lóbulo, lamí y succioné la carne un poco más abajo hasta asegurarme de que mis labios hayan dejado una marca color carmín, y tomé su miembro en mi mano derecha para masturbarlo.
Murmuraba palabras incomprensibles mientras yo sonreía satisfecho y regresaba a mimar su piel con mi boca, continuando los arremetimientos hasta alcanzar el clímax. Vociferé sonidos que fueron disminuyendo con el pasar del tiempo y él no tardó mucho en irse, exhalando de forma profunda con los ojos cerrados.
Me acerqué a su rostro, besé su mejilla sonrosada de manera delicada, luego la comisura de sus labios y, finalmente, me quité de encima. Reposicioné mi ropa en su lugar y tomé algo de papel higiénico de uno de los cubículos, entregándoselo a Thomas. Mientras él hacía lo suyo, me lavé las manos y esperé de forma paciente recargando mis brazos sobre el lavabo, observando mi reflejo con cierta rabia y, hasta, decepción.
Cerré los ojos, escuché agua corriendo a mi derecha, una llave cerrarse y pasos que se alejaban a mis espaldas.
—Thomas. —Las pisadas no se oyeron más, así que me volteé para enfrentarlo.
No sabía qué decir. Sus iris cafés me contemplaban sin ningún sentimiento, por lo que no tenía idea de qué podría estar pasando por su cabeza. Se cruzó de brazos y suspiré, pasándome una mano por el cabello.
—No tengo toda la noche. Los muchachos van a sospechar y...
—Merezco una explicación —repliqué molesto.
—¿Explicación de qué? ¿Esto? Acabamos de tener sexo, eso es. —Se le oía frío y mantenía el contacto visual sin problema alguno, transmitiendo nada más que indiferencia a través de sus pupilas.
—Por la mierda, Thomas. Desapareciste por días, me tuviste jodidamente preocupado y me trataste pésimo a través de mensajes. Ayer cuando llegaste siquiera dijiste "hola" y ahora de la nada me... Me haces esto.
—No es como si te hubieras negado o yo te hubiera obligado, Dylan —contestó desinteresado.
Tragué saliva e inhalé una bocanada de aire, tratando de procesar lo poco que hasta el momento me ha dicho y buscando maneras de entender su súbito cambio de comportamiento hacia mí.
—No me has respondido —bufé.
—¿Qué quieres saber? Lo siento mucho, pero parece que no fui claro la última vez. —Arrugué el entrecejo y lo contemplé fijamente, mis labios unidos con fuerza—. Somos amantes, o como quieras llamarlo, y esto se trata de sexo. Nada más.
Un nudo se formó en mi garganta e intenté hacerlo desaparecer, ya que me empezaba a abrumar el hecho de que las palabras que escupía dolieran. Sin embargo, su mirada lo delataba, como si hubiera algo que no me estaba diciendo.
—No estás diciendo la verdad —susurré con los ojos entornados.
—¿Qué? —preguntó desconcertado.
—¿Por qué haces esto, Thomas? Es lo único que necesito saber.
Bajó la vista, se mordió el labio y me miró una vez más con expresión seria.
—Nos vemos luego —murmuró y se encaminó hacia la salida.
Un clic resonó en la habitación, la puerta rechinó y la música del bar entró por un instante, para luego ser amortiguada por la misma entrada de madera.
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