3 (editado)
Thomas
No encontraba una definición para lo que acababa de suceder. Tampoco entendía qué me pasaba. En el ascensor no me había molestado demasiado que Dylan me mirara como lo hizo y, aunque haya sido un comportamiento algo extraño, no me incomodaba. Sentía que podía confiar en él. Cuando estuvimos en mi habitación fue casi como si nos conociéramos de toda la vida: congeniábamos a la perfección y nuestras personalidades distintas lograban una dinámica genial entre ambos, y después... Después lo tuve a centímetros de distancia y el corazón se me aceleró de sobremanera al creer que ese par de ojos miel, que me miraban de tan cerca, me comerían vivo. Fue imposible no dar un vistazo a sus labios y querer acabar entre el espacio que existía entre nosotros, pero tan pronto se alejó, todo terminó en seco. Fue como si alguien hubiese encendido una radio a todo volumen después de pasar horas en silencio. Me sentí un poco desconcertado al caer en cuenta de que no tenía ni la menor idea de qué era lo que había pasado.
Lo iba a besar. Mierda, quise besarlo. Tal vez había sido la situación tan repentina que encendió parte de mis instintos, ¿el tenerlo cerca me impulsó a actuar de esa manera? No lo sabía. Ni siquiera era tranquilizante darme cuenta de que, hasta ahora y después de más de dos años, no había sentido ganas de besar o estar con alguien que no fuera Isabella. Y me abrumaba un poco saber que yo estaba a tan solo un par de semanas de casarme con ella, y aun así hubiera besado a Dylan con gusto si él me lo permitía.
¿En qué mierda estás pensando?
—¡Al fin llegan! —exclamó Wes, lo cual llamó la atención del resto. Me sentí algo observado cuando hubo más de cinco miradas sobre nosotros.
Kaya se acercó a mí con sus brazos cruzados y una sonrisa en la cara y Dylan hizo un ademán con su mano en forma de saludo, junto a una sonrisa que no mostraba sus dientes.
—Veo que fueron los primeros en conocerse —comentó, para después preguntar—: ¿Qué les tomó tanto tiempo, par de tórtolos? ¿Mm?
Fruncí el ceño y, justo cuando yo iba a decir algo en respuesta, Dylan se me adelantó en un tono que no sabía si era nervioso, molesto o sorprendido.
—¿Qué? —Kaya soltó una risa.
—Nada, son bromas. Dylan O'Brien, ¿no? —lo señaló con su índice y él asintió. Esta vez lucía más relajado—. Soy Kaya.
Dylan estaba más callado que hace un rato. Lo que más hacía era esmerarse en actuar natural, algo que yo notaba a metros de distancia, pero su intento falló cuando no tardó en escabullirse de la conversación que habíamos comenzado. Kaya arrugó la frente y me preguntó en voz baja que qué le pasaba; por supuesto que yo no iba a decir nada, así que me encogí de hombros y le sugerí que nos uniéramos al grupo.
Ya todos acomodados en el vestíbulo, las presentaciones comenzaron. Escuché muchos nombres, chistes y risas alegres, pero no presté mucha atención como hubiera querido. Miraba a Dylan mucho más que al resto, y tenía la certeza de que solo lo hacía porque esperaba que él me mirara de vuelta. Me preocupaba el hecho de que no había vuelto a mirarme a los ojos desde que bajó el ascensor. Incluso consideré disculparme con él por lo que había pasado, aunque no estaba muy seguro de qué fue lo que hice para incomodarlo tanto. Dylan, disculpa por haber pensado en besarte... aunque no lo hice ni sabes que lo pensé, pero disculpa si..., no, eso no iba a funcionar.
Quizás era preferible que todo quedara así. Dylan, de alguna forma u otra, tendría que pasar mucho tiempo conmigo y en las cámaras no podríamos mostrar ni un solo signo de que algo entre los dos no andaba bien. Tal vez todo iba a ser olvidado en conjunto con lo que sentí cuando la proximidad era demasiada, y no habría nada más qué pensar al respecto. Pero cada segundo transcurrido me llevaba a creer que no habría sido tan malo besar sus labios y que la idea de volver a tenerlo a tal cercanía tampoco me habría desagradado. Y no podía simplemente resignarme a dejar las cosas así, sino que quería hacer algo para poder alcanzar ese punto de nuevo y cumplir lo que automáticamente se había convertido en un capricho.
Casi media hora más tarde, había una van afuera del hotel que nos llevó hacia la hectárea, mientras que los demás se fueron en otro vehículo. Llegamos en diez o quince minutos a un gran terreno lleno de colores vivos, naturaleza y un atardecer precioso que lo hacía parecer el lugar perfecto para quedarse a vivir por siempre. Nos pidieron ayudar a descargar del maletero de una camioneta algunas carpas, que a ojo eran más grandes que una común y corriente, y junto a otras personas empezamos a armarlas, hasta que uno de mis compañeros, supuse que su nombre era Chris, me preguntó si sabía hacer fogatas. Asentí y decidí ir en busca de ramas que pudieran servir como leña. Asimismo, aproveché la oportunidad para recorrer y conocer un poco.
—¿Supiste que hay serpientes aquí? —La voz de Kaya me tomó por sorpresa y me detuve, mirando hacia la derecha para encontrarme con su rostro sonriente—. Parece que te di un buen susto. Agradece que estoy aquí, sino no sabrías lo de las serpientes y ya te habría mordido una.
—Kaya, ya no hay serpientes —repliqué con un ruedo de ojos y una sonrisa antes de continuar caminando, ahora con ella a mi lado—. Ya se encargaron de eso.
—Pero qué sabes tú si quedó alguna...
—Entonces lo averiguaremos y serás mordida conmigo.
—¡Oh no! ¡Qué terrible! —chilló de manera sobreactuada y carcajeé, negando con mi cabeza.
—Estás loca.
—Lo sé, me lo han dicho bastante.
Caminamos un buen trecho hasta llegar a un sector en donde el pasto se convertía en tierra y la oscuridad se hacía presente. Nos rodeaban árboles altos y robustos, el ambiente era ligeramente húmedo y en el suelo todavía quedaban pequeñas hojas secas y cafés del otoño anterior. No sabía si a algo así se le podía llamar bosque, mas, por lo que había leído en el libreto, la zona sería utilizada como uno.
—¿Entraremos ahí? —pregunté señalando todo lo que quedaba del bosque, ya que solo estábamos en la entrada de este.
—Claro que sí. —Me miró a los ojos y sonrió—. ¿O tienes miedo?
—Thomas Sangster no le teme a nada.
—Está bien, señor valiente, vamos.
Entretanto nos adentrábamos en el lugar oscuro y silencioso, recogí unas cuántas ramas y recorrí el suelo con la mirada, tratando de divisar alguna que haya pasado por alto. Pasaron dos o tres minutos cuando, de repente, Kaya decidió hablar.
—¿Y qué le pasaba a Dylan hace un rato?
—¿Qué? —pregunté sin entender exactamente a qué se refería. Le di un vistazo antes de seguir buscando leña.
—No lo sé, parecía un poco distraído. Muy distraído, a decir verdad. Cuando me saludó y después de la nada se acercó hacia los otros mientras nosotros hablábamos...
—No lo sé, ¿quizás es tímido? —contesté y tragué saliva en un intento de no dejarle ver que mentía— Parece ser un chico tímido. O quizás se espantó un poco contigo cuando nos llamaste tórtolos, algo que todavía no entiendo, Kaya.
—¡Cómo podría espantarse por algo así! —exclamó riendo— Era solo una broma, Thomas. Ustedes fueron los primeros en conocerse y pasar tiempo juntos, y me pareció gracioso.
—Todavía no entiendo.
—Es como si hubieran pasado mucho tiempo juntos, así como amor a primera vista... —Enarqué una ceja y ella rodó los ojos—. Da igual, no tienes por qué entenderlo. Yo entiendo mis chistes.
—Tu chiste no tiene sentido. Tengo novia y a Dyl lo conozco hace cuánto... ¿Tres horas?
—¿Ves? ¡Lo llamaste Dyl! —chilló señalándome con su índice y sonriendo— Ninguna de las personas que acaba de conocer lo llama así, no que yo esté enterada. ¡Qué ternura!
—Creo que el bosque ya te está afectando el cerebro —comenté con el ceño fruncido, aunque me hacía gracia su comportamiento.
—Okay. Quizás nunca pasará ni pasó nada entre ustedes, pero para mí sigue siendo un buen chiste eso de llamarlos tórtolos.
—Ajá, como digas. ¿Por qué mejor no me ayudas a buscar leña? Cinco ramas no servirán de mucho para una fogata.
El silencio regresó y se mezcló con el sonido de nuestros zapatos pisando la tierra. Eso era todo, un silencio tranquilizador que no se volvía engorroso ni me obligaba a decir algo. Me sentía bien estando al lado de Kaya. Es una gran amiga que conocí hace años después de haber filmado con ella una pequeña película de bajo presupuesto, y se convirtió en una de las pocas personas en quién deposito toda mi confianza. Entonces, supuse que sí podía decirle la verdad y comentarle lo sucedido esta tarde.
—Kaya... —Me miró esperando a que prosiguiera—. ¿Crees que es normal si... siento atracción por alguien del mismo sexo?
—¿De qué tipo de atracción estamos hablando?
—Hum... ¿Física? —respondí inseguro y me detuve para apoyar mi espalda en el tronco de un árbol.
—¿Me estás respondiendo o preguntando?
—No estoy seguro. Estoy confundido... Muy confundido.
—A ver, aclaremos un par de cosas: ¿estamos hablando de quién yo creo que estamos hablando?
—¿Sobre quién crees que estamos hablando? —Ella entornó los ojos y yo reí, bajando la mirada—. Está bien, es Dylan. Quizás tuviste algo de razón.
—¡Ja! Lo sabía. Debería trabajar leyendo la mente de los demás.
—Kaya, tú no sabes leer mentes.
—Pero adiviné lo que pasaba por la tuya —replicó haciendo un movimiento de cejas algo gracioso y sonriendo como una loca.
—Okay, sí. Trabaja en eso y serás millonaria —contesté rodando los ojos y bosquejé una sonrisa—. Ahora, ayúdame.
—Falta aclarar algo más... —Asentí—. ¿Nunca habías sentido algo por un hombre? Y sé sincero.
—Alguna vez, quizás... —Ella mantuvo la vista fija sobre mí. Obviamente sabía que yo no estaba diciendo la verdad—. Está bien. A los diecisiete tuve un novio, aunque no duró más de dos meses porque fue a escondidas y yo vivía viajando, al igual que ahora.
—De todos modos, sí cuenta. Así que si ya tuviste un novio antes, es obvio que no eres heterosexual. No entiendo por qué me preguntas si es normal o no que sientas eso.
—Lo sé, pero tampoco soy gay y... Mi pregunta es por Isabella. ¿Recuerdas que te conté que nos casaremos pronto? No se supone que debería sentir ningún tipo de atracción por nadie más que ella. —Kaya se cruzó se brazos y suspiró, frunciendo los labios con cara pensativa.
—¿La amas?
—Sí. Claro que la amo.
—¡Entonces no lo dudes tanto! No porque tengas pareja no puedes encontrar atractivo a alguien más. Todos hemos visto a alguien y hemos pensado que es lindo o linda.
—Bueno, sí... tiene sentido.
—Ahora —agregó—, si no solo piensas que él es lindo y son pensamientos diferentes, ya no estoy muy segura de si eso está bien.
—Íbamos tan bien, Kaya, pero solo me volviste a confundir. —Su respuesta fue una carcajada.
Suspiré y miré hacia el cielo que se había convertido en un azul muy oscuro, pero era iluminado por un montón de diminutas estrellas brillantes.
—Creo que deberíamos regresar —dijo—. Dudo que nos vayamos a perder aquí, pero los demás deben estar preguntándose por nosotros.
—Tienes razón. Vamos.
Durante el camino no pude dejar de pensar. Tal vez si ignoraba a Dylan, todo estaría bien y podía ser que hasta estuviera sobreanalizando todas mis emociones y lo sucedido anteriormente. Sí, eso era...
—Thomas. —La voz de Kaya me sacó de mis pensamientos.
—¿Qué pasa?
—Respecto a lo que hablamos hace un rato... solo quería decirte algo más. Puede que ayude, puede que no.
—Dime.
—Deberías dejar que las cosas sucedan. Personalmente creo que todo sucede por una razón específica y, bueno, si sientes algo por alguien, no puedes negarlo para siempre, ¿o sí? Sea lo que sea que estés sintiendo. Sé que amas a Isabella, pero a veces no todo es como crees que debería ser, ¿sabes? A lo mejor esto puede significar algo.
Mi respuesta fue una sonrisa débil y de labios cerrados. Después agaché la cabeza y observé la tierra bajo mis pies a medida avanzábamos de vuelta hacia dónde se encontraban los otros. Pensaba en Isabella y en las palabras de Kaya, y quería comprender, pero no lo conseguía. Sabía que amaba a Isabella y no podía dejar que las cosas sucedieran, por que eso no era lo que yo quería, ¿cierto? No podía dejarme llevar por mis malditas hormonas, ya no era un adolescente. Tenía que actuar acorde a mi edad y abrir los ojos para ver que Dylan solo era un compañero de trabajo y, posiblemente, mi amigo. No podía ser nada más, nada menos.
Dylan
Cuando las tiendas estaban listas, hicimos una fogata y todos nos sentamos alrededor de ella. Varias conversaciones se llevaron a cabo al mismo tiempo y Ki Hong Lee, que tenía el papel de Minho, fue quién me sacó de mi ensimismamiento. Hablamos de temas diversos y reímos bastante, mas lo sucedido hace un par de horas no salía de mi mente. Thomas no salía de mi mente.
Todo era extraño. Nunca me había sentido así por un hombre y estaba confundido, y también un poco temeroso de lo que aquello significaba. ¿Era una atracción física o psicológica? Pensé en algo físico, ya que Thomas era un hombre bastante guapo y atractivo que llamaba mi atención por completo; pero solo lo conocía hace unas horas, con suerte sabía su nombre y eso me bastaba para entender que no era posible haber sentido algo relacionado con lo sentimental. Y después estaba yo y mis peores miedos. Era abrumador saber que no era gay, bisexual u otra orientación sexual con la que no me identificaba y que, aun así, un hombre me había hecho sentir lo que anteriormente solo mujeres habían logrado provocar en mí. Sabía que no era algo incorrecto —en mi niñez y adolescencia escuché un par de veces o más que el sexo de la persona daba igual, sino que importaba el amor que sentías. Esto lo escuché especialmente en la época que mi hermana mayor nos dijo que era lesbiana—, no obstante, me aterrorizaba pensar que si le contaba a alguien que estaba sintiendo algo como eso, sería mirado como una persona repugnante o anormal, razón por la que sería rechazado.
—Dylan, ¿has visto a Thomas o Kaya?
—Hum, no. No los he visto —le respondí a uno de los chicos del cast, cuyo nombre no recordaba. El muchacho asintió y se fue.
Ki Hong conversaba con alguien más que estaba junto a él y yo, al ver que no tenía mucho qué hacer allí, me puse de pie y caminé varios metros hasta llegar a un lugar mucho más silencioso y vacío. Divisé un gran tronco que parecía haber sido cortado y dejado ahí hace no tanto tiempo, así que me senté a un lado de él y lo utilicé como respaldo. Durante ese rato jalé el césped con mis manos hasta que saliera de la tierra, una manera de distraerme para no sumirme tanto en mis pensamientos.
De pronto escuché silbidos a una distancia lejana a mí. Dirigí la mirada hacia el lugar de dónde provenían y vi a Thomas junto a Kaya, los dos caminando y riendo, uno al lado del otro. Sentí enojo... tal vez envidia. ¿Celos? Pero ninguna de esas emociones tenía sentido, al menos no en la situación que me encontraba. Finalmente regresé la vista al pasto que empuñaba en una de mis manos, mi ceño fruncido y mi mente confundida.
—¡Muchachos, vengan! —exclamó Wes. Todos se acercaron y reunieron alrededor de la fogata, por lo que, con un suspiro, me levanté y reincorporé rápidamente al grupo.
—¡Hey! —me habló Ki Hong, rodeando mis hombros con un brazo— ¿Dónde estabas?
Iba a contestar con una mentira, pero mi cerebro decidió por sí solo que estaba harto y no quería pensar más, algo con lo que yo estaba de acuerdo. Afortunadamente, Wes habló y mi respuesta fue olvidada.
—Muy bien. Chicos, esta noche quiero que disfruten, que se conozcan y lo pasen excelente. Hay comida, bebidas, un parlante en el que pueden poner la música que quieran y las carpas están listas para todo el que quiera dormir.
—¿Hay alcohol? —preguntó un chico muy alto, dueño de un par de cejas bastante peculiares. Su nombre era Will o algo así.
—Sí, pero no es mucho. No quiero que mañana tengan resaca porque haremos una lectura del guión y prepararemos otros detalles —la mayoría se quejó e hicieron caras de decepción, a lo que Wes rió y dijo—: Parecen niños pequeños.
—Entonces... ¡que comience la fiesta! —exclamó Will de inmediato, razón por la que todos gritamos y aplaudimos.
***
—Dyl, ¿quieres vodka? Wes no tiene idea —me ofreció Thomas mientras reía con una botella repleta de licor transparente en su mano derecha.
—¡Claro!
La música tenía un volumen fuerte y la oía algo difusa, posiblemente debido a la cerveza que había bebido y los tragos de tequila que aún permanecían en mi cuerpo. Ya no me importaba lo que había sucedido con Thomas en el ascensor y mi lado ebrio me decía que admirara sin culpa su belleza. Así que eso hice. Le sonreí y tomé la botella, destapándola con torpeza, algo que a Thomas le hizo gracia. Le di un vistazo antes de beber, cerrando mis ojos cuando el alcohol quemó mi garganta y ardió a medida bajaba hasta mi estómago. Tosí y carraspeé un poco entre risas, y después le devolví la botella.
—Tu turno —le dije. Sin pensarlo dos veces, él bebió un largo trago.
Una mueca de desagrado cubrió su rostro y comencé a reir mientras lo veía relamerse los labios. Tomó un último sorbo y me pasó la botella otra vez. Luego se acomodó en el suelo junto a mí, reclinándose en el mismo tronco que yo estuve sentado antes y había vuelto a sentarme hace muy poco. Supuse que me había seguido al verme venir hacia acá, porque apareció demasiado rápido como para no haberme visto.
Una canción de Calvin Harris sonaba a todo volumen. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, pero yo solo bebía. Sorbo tras sorbo y ya sentía que modular me estaba costando más trabajo de lo normal, aunque había notado que no era el único.
—Entonces, ella me dijo que me odiaba y derramó el vaso de jugo encima de mí —contó Thomas entre risas. Su voz se oía extraña y algo lenta y yo reí, sin embargo, no tenía idea de quién o qué me hablaba.
—D-de... ¿De quién... estamos hablando?
—De mi... De mi novia, Isabella. —Esbozó una sonrisa resplandeciente y quise sonreírle de vuelta, mas escuchar tal cosa resultó en una pequeña decepción—. Por supuesto que eso fue mucho antes de que ella fuera mi novia.
—Ah... —fue lo único que pude responder. Bajé la mirada a la botella que él sostenía entre sus manos.
—Pero eso no importa. Hablemos sobre ti —dijo y se movió de su lugar hasta quedar mucho más cerca de mí.
—¿Qué... Qué quieres saber? —pregunté haciendo un esfuerzo para articular lo mejor posible.
Quité la botella de su mano y bebí otro poco, cerrando mis ojos con fuerza al tragar; cuando iba a abrirlos, sentí su mano rozando mi mejilla derecha y me sobresalté. Abrí los ojos y me encontré con él a centímetros de mí. La distancia que existía entre ambos estaba a punto de reducirse, por lo que comencé a preocuparme de lo que los demás pensarían si nos veían.
—Dylan... ¿Por qué tú...? —tragué saliva y mantuve mi mirada fija en sus ojos. Malditos ojos cafés.
—¿Qué?
—Eres... no sé... distinto. No sé qué... No sé si... —susurró y sentí el estómago lleno de nudos cuando su mirada se clavó en mis labios. Mi pulso se aceleró y, esta vez, la razón no era el alcohol— Quiero besarte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top