27

—¿Regalo más memorable?
—Creo que mi primer auto, cuando cumplí los diecisiete —respondí de inmediato—. ¿Y tú?
—Algo parecido, pero fue una motocicleta. Mi mamá sabe cuánto me encantan y habló con mi papá para ello. También tenía diecisiete, si no me equivoco.
—Así que eres un fanático de las motos... —comenté mientras trazaba líneas imaginarias en su abdomen y enfocaba la vista en ello.

Es tan agradable estar así: mi brazo rodeando su cintura, mi cabeza recostada en su pecho y mi oído quedando a la altura precisa para percibir el suave latir de su corazón. Nuestras piernas cruzándose bajo las sábanas, su mano haciendo caricias en mi espalda y la calidez permaneciendo con nosotros luego de haber pasado más de una hora desde que tuvimos sexo.

—Ajá. Me fascinan, me dan una sensación de libertad —dijo. Al oírlo hablar percibía una gran pasión en su voz y era algo que me sacaba una sonrisa.
—Jamás me he subido a una.
—¿En serio? —preguntó con sorpresa y yo asentí, mirándolo a los ojos desde más abajo. Una sonrisa se formó en sus rosados y finos labios. —Muy bien, entonces tendré el honor de llevarte a dar un paseo algún día.
—¿Cuándo? No tienes tu motocicleta acá.
—El día en que debamos ir a Inglaterra por cuestiones de promoción, podemos ir a mi casa en Londres.

Podemos ir a mi casa en Londres. ¿Y qué hay de Isabella? Para cuando eso pase estará casado y a lo mejor yo...

—Dylan. —Di un saltito al despertar de mi pequeño ensimismamiento.
—¿Qué?
—Nada, te quedaste en trance. Te llamé más de dos veces —contestó con una adorable risa. 
—Lo siento. No sé qué me pasó.
—No importa. En fin, ¿te parece?
—¿Qué cosa? —Fruncí el ceño sin entender de qué hablaba.
—Lo del paseo en moto.
—Oh, sí. Sí, por supuesto que sí. —Esbocé una sonrisa con la boca cerrada y él me devolvió el gesto.
—Okay, es tu turno.

Nunca habíamos llegado a hablar sobre nosotros de esta forma, indagando en nuestras mentes con el típico juego de las preguntas que mucha gente suele utilizar para conocerse entre ellos y, a la vez, obtener una entretenida conversación.

Expresé cada una de mis dudas cuando era mi turno y supe mucho más de lo que esperaba. Me contó sobre su familia; su hermana menor, Ava, y sus padres; sus amistades en Inglaterra y cómo descubrió su pasión por la actuación. Yo solo lo contemplaba con admiración al notar el brillo que surgía en sus ojos y el entusiasmo que irradiaba con cada palabra.

Me habló sobre su primer amor, una muchacha que conoció cuando filmaba una película años atrás, y yo le pregunté a modo de broma sobre su "secreto" para lucir menor teniendo veintitrés años, a lo que rió, diciéndome que callara.

Mencionó anécdotas y sueños sin realizar, algunos miedos, molestias, gustos y disgustos. Y yo hice lo mismo, quitando lentamente las capas superiores que cubrían mis secretos más íntimos y dejando a la vista una parte de lo que guardo solo para mí.

—¿Situación más vergonzosa? —Inquirí.
—Mmh... Deja acordarme.—Miró hacia la nada, meditando un momento, y regresó sus ojos a mí—. Ya sé; una caída en público. En la escuela, mejor dicho.
—¿Y cómo fue?
—Horriblemente vergonzoso. La verdad no recuerdo muy bien cómo pasó, así que estaría mintiendo al contarte algo. —Reí.
—Yo creo que me estás mintiendo y dices no recordar porque te apena contarlo. 
—No... —replicó con inseguridad y movió sus ojos hacia el techo. 
—Sabes mentir para algunas cosas, Sangster, solo algunas.
—Como sea, es mi turno. —Rodé los ojos y sonreí ante sus acciones—. Ehm, bueno... ¿Tú...? No, no. —Suspiró, llevándose la mano que tenía libre a la cara.
—Tommy, deja de dudar tanto y habla luego.
—Agh, ya. ¿Qué... Qué piensas sobre mí?

Tragué saliva y bajé la vista, mirando su estómago entretanto dibujaba figuras y patrones sobre este.

¿Qué le respondo? Debe haber una manera en la que pueda ser honesto y a la vez no lo espante, pero ¿cuál?

—¿Dylan? —Volví a observarlo, sus ojos sobre los míos.
—Ahm... No lo sé. Muchas cosas.
—¿Cosas como...?
—Cosas —contesté sonriendo.
—¡Vamos, dime! Yo he respondido a todas tus preguntas —Frunció el ceño, dándome una falsa mirada de enfado.
—Está bien, está bien. Pienso que... Pienso que eres muy guapo.
—¿Solo eso?
—También lindo. —No dijo nada, solo me contemplaba con total interés—. Creo que eres agradable y gracioso... —Mis mejillas iban enrojeciendo cada vez que hablaba y tuve que bajar la mirada, tratando de distraerme con lo que sea.
—¿Gracioso? No lo creo.
—Sí, por lo menos a mí me haces reír.
—¿Y eso es bueno?
—Supongo que lo es.
—Claro que lo es. ¿Nada más?
—¿Qué? ¿Quieres escuchar más elogios que alimenten tu ego? —bromeé, sin embargo, él no rió. —No, solo me interesa saber lo que piensas de mí...
—¿Y por qué?
—Porque... —Suspiró—. Si te soy sincero, a veces me pregunto cómo es que terminé así contigo.

Me alejé un poco, levantando la cabeza y recargando mi cuerpo sobre un brazo. Lo observé confundido, no entendiendo y hasta llegando a mal interpretar sus palabras por un par de segundos.

—Quiero decir... Cómo fue que elegiste esto. Qué viste en mí. ¿Entiendes?

《La pregunta es: qué NO vi en ti.》

—No lo sé, Thomas. Juro que es tan extraño... Yo a veces cuestiono la situación y... me miro y luego pienso en que tienes una hermosa novia que te ama, pero tú estás aquí...
—¿Qué tiene que ver Isabella? —Me interrumpió lleno de confusión y yo solo bajé la vista, exhalando profundamente.
—No lo sé. —Reí con amargura mientras negaba con la cabeza—. Olvídalo, puede que todavía queden restos de alcohol en mi cuerpo y por eso hablo estupideces.

Dicho esto, exhalé una vez más y me recosté en el lado vacío de la cama. Esperaba que insistiera, que volviera a expresar sus dudas hasta que me harte de ello y me obligue a gritarle con todas mis fuerzas que me refería a lo que siento. Pero es obvio que no será así; no le importa ni en lo más mínimo.

Contemplé el blanco techo sobre nosotros, mis manos cruzadas sobre mi estómago, tratando de hallar algo que contribuyera al descanso de mi cerebro, el cual necesito aislar con urgencia de Thomas.

Había un silencio ensordecedor y tortuoso, yo no dejaba de jugar con mis dedos; quería romper el hielo, mas no sabía cómo.

Sin embargo, no fue necesario.

—Dyl. —Apenas lo oí decir mi nombre, me volteé—. Yo sí vi algo en ti, si eso es de lo que hablabas y... Y aunque no estoy seguro de qué fue, me da igual porque eso es lo que me llevó a tenerte a mi lado. Y me gusta. Yo... honestamente, no sé lo que es. Sé que me gusta estar así, contigo, y no puedo explicarlo, ya que tampoco logro entenderlo.

¿Y qué se supone que debo pensar sobre eso? Evidentemente, sus palabras tienen un significado importante y me hacen creer que no habla sobre nuestra relación física. No obstante, su novia llega a mi mente, su matrimonio, la conversación de hace casi dos días atrás, recalcándome que todo es una atracción sexual de su parte. Y ahora dice esto...

—¿Por qué te gusta? Se supone que todo esto es solo...
—Sí, pero... No sé. —Se recostó de lado, quedando los dos frente a frente—. Te juro que no tengo idea de qué se trata esta sensación, pero me agrada y es... distinta. Me hace sentir feliz. Estar contigo me hace sentir feliz.

Una tímida sonrisa apareció en mi cara y asentí.

Sé que estaba siendo sincero conmigo y sé que hablaba de algo similar a lo que siento, solo que yo estoy mucho más seguro de ello y él... Bueno, no sé si estemos exactamente situados en la misma página al hablar sobre nuestros sentimientos.

—Lo mismo digo, Tommy.

Una de sus particulares sonrisas pasó por su rostro y se acercó a mí, a lo que yo abrí los brazos y le permití acurrucarse en mi pecho. Apoyé mi mentón sobre su cabeza y repartí caricias en su espalda.

Nos quedamos así; disfrutando del calor del otro, del silencio, nuestros respiros y la cercanía.

—Tengo una idea —murmuré.
—¿Cuál?
—¿Te gustaría ir conmigo a la playa? Ki Hong me ha estado hablando sobre Louisiana y mencionó una playa que hay en Nueva Iberia.
—¿Y eso es en...? —Cuando hablaba, su aliento tibio llegaba a la piel de mi pecho y me causaba cosquillas. Pero no lo quería soltar, deseaba sostenerlo de esta forma por cuánto tiempo pudiera.
—Okay, utilizaré mis dotes de guía turístico para explicarte. —Soltó una risa—. Nueva Iberia no queda tan lejos de aquí, es otra ciudad dentro del estado. Así que pensaba que fuéramos el sábado, oí que Wes nos dará otro día libre porque necesita solucionar temas que no comprendo ni tengo idea.
—Genial. ¿Y cómo iremos?
—Tú tranquilo, tendré todo planeado para ese entonces. Solo necesito saber que aceptarás ir conmigo; nos vamos temprano, comemos allá y disfrutamos del día.
—Está bien, Dyl. Espero sea un lugar lindo.
—Confía en mí, no llevaría a un hombre tan lindo a un lugar que es todo lo contrario a él.
—Guau, te dio un ataque de cursilería —habló entre risitas y tratando de mirarme.
—Te odio —repliqué con una sonrisa.
—Yo no. —Y volvió a hacerse un ovillo en mi pecho.

(...)

—¡Corte! Buen trabajo, muchachos. Tómense diez minutos —exclamó Wes.

Vi como cada uno se iba por su lado a tomar un merecido descanso, incluso Thomas, quien caminó en dirección a Kaya y los dos desaparecieron de mi vista de inmediato.

Eran alrededor de las cuatro y media de la tarde y ninguno de nosotros había mencionado lo de anoche, creo que con suerte recordaban algo.

—¡Ki! —grité mientras corría para alcanzarlo. Él se dio media vuelta y me esperó con las manos en la cintura.  
—Deja de correr, hombre. ¿No sabes lo que es descansar? —dijo riendo.
—Sí, pero no es mi culpa que tú camines tan rápido —contesté entre jadeos al llegar a su lado.
—¿Y qué pasa?
—Te quería... hacer unas preguntas.

Caminamos hasta un toldo instalado exclusivamente para sentarnos bajo él en los recesos; los días de primavera y verano en Louisiana suelen ser muy calurosos y el sol llega de forma directa a ciertas horas, así que fue buena idea tener un lugar para cubrirse y a la vez permanecer al aire fresco.

Ya sentados en las sillas de tela, hablé.

—Dos cosas: ¿recuerdas algo de anoche?
—Ehm... Sí, creo. No lo sé, hermano, tengo recuerdos muy borrosos. Además, este jodido dolor de cabeza no me deja pensar...
—Entonces, no te acuerdas de nada.
—Sí, pero no con claridad. —Me miró—. ¿Por qué? ¿Pasó algo malo o de lo que debería arrepentirme? —preguntó en un solo respiro y su cara de preocupación era algo muy gracioso de presenciar.
—No, a no ser que no recuerdes haber besado a Kaya antes de llegar al hotel y te arrepientas de ello...
—Nah, cómo arrepentirme de besar a una mujer tan bella —Reí.
—Okay, Romeo. Ahora va la segunda pregunta.
—¿Qué hay de ti?, ¿recuerdas algo? —replicó, ignorando lo que acababa de decir.
—Eh... No, no. Por eso te preguntaba, quería ver si podías refrescarme la memoria.

Para mi suerte, soné bastante creíble, por lo que no me habló más sobre el tema. Imagino que si él no recuerda algo, los demás menos y, además, ya lo habrían mencionado de ser lo contrario.

Le recordé sobre la playa que me había mencionado y me contó más de ella, diciéndome que la vez que pasó el día allá vivió una experiencia inolvidable; al parecer era el lugar perfecto.

Le comenté que me gustaría ir alguna vez, como también le pedí el nombre y otros datos importantes que me pudieran servir para ese día, sin mencionar que tenía planeado viajar hacia allá con Thomas. Quería que ese día fuera de los dos, ya que quizás algo consigo con todo esto.

A lo mejor hago cambiar a Thomas de parecer y sino, puedo estar contento al haber pasado el día con él; después de todo, yo también me siento feliz a su lado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top