13

Dylan P.D.V.

Fuertes espasmos crecían en mi zona abdominal mientras, más abajo, la húmeda boca de Thomas se entretenía con mi miembro.

Solo pensé que era capaz de dar besos exquisitos con sus labios, pero esto...

Su lengua se movía con agilidad, lamiendo especialmente mi glande, acto que me hacía alucinar por el éxtasis que provocaba; sus labios se desplazaban hacia atrás y adelante, adheridos a mi pene, devorándolo casi por completo, y sentía sus dientes rozando, sensibilizando mucho más mi piel. Mi mano derecha estaba sobre su cabeza, acariciando la rubia cabellera con la yema de mis dedos, entretanto, con la otra me sostenía de la madera, casi enterrando mis uñas en ella.

Me contuve un poco por el miedo a que me oyeran, lo que nos conllevaría a ser descubiertos; mas recordé que estábamos a una distancia considerable de los demás y que el volumen de la música, la cual se escuchaba bastante fuerte allá, silenciaba todo sonido.

Thomas removió casi por completo su boca hasta llegar a la punta de mi masculinidad y después se lo engulló de una sola vez. Despedí un sonoro gemido y recliné mi espalda sobre el tronco del árbol, haciendo así que mis caderas se movieran hacia adelante, embistiendo a Thomas. Juré haber sentido por un segundo una superficie blanda y entonces, cuando escuché sus arcadas, supe la razón. Reanudó sus actos y yo lo observaba atentamente mientras me mordía el labio inferior y tironeaba tenuemente de su pelo. Dirigió sus ojos hacia mí; una mirada repleta de lujuria que a la luz de la luna lucía perfecta. Él es perfecto.

Dios, soy un suertudo.

Cierto movimiento de su lengua me llevó a al borde de la locura, ocasionando que inclinara mis caderas una vez más. Nuevamente hizo sonidos de asco y sentí las vibraciones de estos en mi zona baja, lo cual era una maravilla. Sin previo aviso, embestí su boca, pero esta vez no llegué hasta el fondo para evitar dañarlo o hacerlo pasar un mal rato. Estaba fascinado totalmente y cada vez era más ruidoso.

—Tommy... —Lo observé y me devolvió la mirada. Las comisuras de sus labios se curvaron un poco, mas nunca se detuvo.

Volvió a menear la lengua de una manera inexplicable e involuntariamente rodé mis ojos hacia arriba, cerrándolos con lentitud y dejando que el placer me dominara. Me percaté de que estaba a punto de llegar al orgasmo y por más que así lo quisiera, no era mi fin principal. Deseaba mucho más que esto.

—Oh... T-Tommy... —Mi voz sonaba endeble y no podía controlar los jadeos—. Thomas, me voy... Detente...

Su ceño se frunció y me miró, cuestionando sin palabras el porqué de mi petición. Se apartó de mí de manera pausada, dándome un último choque de placer y abandonando mi miembro con un diminuto pop; un sonido lo suficientemente erótico como para casi lograr que me fuera en ese mismo instante.

Lo contemplé hacia abajo y una sonrisa se dibujó en mis labios. Luego, me incliné unos centímetros, situé mis dedos bajo su mentón y lo impulsé suavemente hacia arriba, a lo que me comprendió y se paró. Apenas estuvimos frente a frente, lo besé.

Podría decir que este es uno de los momentos más eróticos en toda mi vida; era algo diferente. Joder, era más que diferente. Nunca había hecho nada con un hombre, y cuando digo nada, es nada. Nunca había besado a uno, nunca me había sentido atraído por uno, nunca había tocado a uno, nunca uno me había hecho una mamada. Nada en absoluto.

Quizás no soy gay. Digo, he mirado a hombres, pero no lo había hecho desde esta perspectiva. Veo a Thomas como solía ver a otras mujeres y siento lo mismo. Pero no soy gay porque... solo me siento así por Thomas, ¿no?

Era extraño y excitante besarlo, saber que el sabor que sentía no era propio de él. Lo acerqué mucho más a mí, si es que eso era posible, y bajé mis manos para desabotonar sus jeans. Me encontraba impaciente, por lo que mis actos también lo eran. Besé su cuello y mordí su lóbulo; sé cuánto le encanta eso, al igual que cuando le hablo al oído. Sus gemidos fueron mi motor de arranque, haciendo que mis manos sudadas bajaran sus pantalones y calzoncillos con una velocidad increíble mientras que, una vez más, nos besábamos desenfrenadamente.

Coloqué mis manos en su pene, masturbándolo con agilidad y viendo su hermosa cara. Él enterraba sus dientes en su labio inferior con vigorosidad, tanto que pensé que lo rompería y sangraría en cualquier momento. Besé su cuello en el costado contrario al habitual, que era el derecho, y mordisqueé ferozmente en un lugar cercano a sus clavículas, a la vez teniendo el cuidado de no causarle algún daño mayor. Dejó escapar un fuerte alarido apenas mis dientes se hundieron en la pálida carne y yo, un poco alarmado, me alejé para mirarlo a la cara.

—No te detengas, idiota —farfulló con una cautivadora sonrisa.
—Eres un maldito masoquista —murmuré, sonriendo al igual que él, y volví a hundir mi cara en su cuello. Hablé nuevamente, esta vez un poco más fuerte porque mis palabras se amortiguaban en su piel—. No pensé que te gustaría...
—Dyl... —Mordí una vez más, no siendo tan considerado como antes, y mantuve el ritmo de mi mano. Thomas enmudeció, pareciendo que el aíre ya no se hallaba en sus pulmones, hasta que suspiró y soltó una seguidilla de cortos y ruidosos gemidos—. Oh, sí...
—¿Sí qué, bebé? —Gruñí. Nuestros miembros rozaron y yo ya estaba perdiendo la cabeza en esta situación.
—Te necesito, Dyl... —dijo con voz quebradiza, volviendo a gimotear.
—Pero si aquí me tienes —respondí con una risita malvada. Quería jugar con él un rato, me gustaba ver cómo se desesperaba.
—Quiero decir... Ah, mierda. —Sus ojos se cerraron por unos segundos y mantuvo la boca entreabierta. Acerqué mi cara a la suya, situando mis labios sobre los de él y hablé.
—¿Qué decías? —Abrió sus párpados y sus profundos iris, casi cubiertos por esas pupilas dilatadas, se clavaron en mí, descendiendo a mi boca.
—Te... te necesito, ¿cómo no lo...? Mierda. —Reí al darme cuenta lo difícil que se lo estaba haciendo. Soltó un gran gemido, rodando sus ojos y mordiéndose el labio.
—Esa boca, bebé.
—Dylan —Me dio un corto beso y mantuvo la cercanía. Una de sus manos bajó y sostuvo la mía, alejándola de él—. Te necesito dentro de mí... —me pidió con un hilo de voz.

Y eso fue todo.

Lo besé rebosante de lujuria e introduje mis manos bajo su camiseta, recorriendo su torso de manera torpe, palpando cada centímetro de piel existente. Habrá pasado un minuto y mis manos prosiguieron el trabajo de recorrer su cuerpo, resbalando con calma hasta sus nalgas y permaneciendo allí. Apreté una firmemente, sintiendo la piel suave y tersa en mi palma; gimoteó dentro de mi boca y repetí la acción, esta vez con la nalga contraria. Quebré la proximidad y llevé mi mano a sus labios, insertando mis dedos índice y medio dentro de ellos. De forma inmediata chupó y lamió como si supiera perfectamente qué debía hacer; aunque, bueno, de todas formas, era un poco obvio. Cuando creí que ya era suficiente, la retiré y bajé cerca de su trasero.

—¿Habías hecho esto antes? —pregunté en su oído. Hablaba tan bajo, como si alguien pudiera escucharnos, y él me respondía con el mismo tono de voz.
—N-no... —Esbocé una sonrisa y lo miré a los ojos mientras mi mano se desplazaba hacia su entrada.
—Seré cuidadoso, ¿okay? —Asintió y continué. Suavemente, mi dedo índice entró, haciendo que su rostro cambiara de expresión. Sus ojos se cerraron y en su boca se formó una pequeña "o"—. ¿Estás bien?
—Sí...
—¿Seguro? —Me miró con ojos impacientes.
—Maldita sea, Dylan, sigue de una vez. —Reí ante su voz enfadada y lo embestí nuevamente.

Entretanto seguía, mordía su lóbulo y besaba su exquisita piel. Su respiración se agitaba gradualmente con cada arremetimiento, moviendo mis dedos dentro de él para que poco a poco cediera. Introduje un segundo dedo, ocasionando un chillido de su parte; me imagino que ha de doler, en especial si es algo nuevo para él. En un intento por distraerlo un poco de eso, le di un tierno beso en los labios, el cual incrementó deprisa. No aguantaba más, así que cambié los movimientos de mis dedos, abriéndolos y cerrándolos en forma de tijera. Gemía en medio del beso y yo no lograba distinguir si era de dolor o placer.

—D-Dyl... —Abrió los ojos, estos luciendo desesperados y suplicantes.
—¿Mmh?
—Por favor.

Maldita sea, cómo resistirme a esa voz.

Asentí y extraje mis dedos de forma pausada, rozándolo por dentro y viendo como tiritaba en respuesta. Le di un último beso, corto y sutil; él sonrió, después me atrajo de vuelta justo cuando ya me estaba alejando, y le correspondí, haciendo que este durara por más tiempo. Durante todo el besuqueo fui moviendo nuestros cuerpos, quedando yo sobre él y él, sobre el árbol. Se alejó y giró, su espalda frente a mis ojos.

—¿Tienes un condón? —preguntó.
-—Sí, creo que sí.

Busqué en la billetera que estaba en mi arrugado pantalón y extraje uno, mis mejillas acaloradas al darme cuenta de que andaba con un preservativo siempre. Lo abrí y me lo puse de inmediato, el simple roce del látex provocando una rica sensación.

—¿Listo? —consulté con voz grave. No respondió, solo tragó saliva y asumí eso como un "sí".

Tomé mi miembro en una de mis manos, masturbándome un poco antes y rozando sus nalgas. Percibía sus respiros irregulares; inhalando y exhalando con celeridad. Solté una bocanada de aire y me posicioné en su entrada, dejando dentro solo la punta. Mis labios se dirigieron a su hombro derecho, justo en la unión de este y su cuello; lamí y besé la carne sonoramente, enterrando mis dientes en ella, pero esta vez sin tanta brutalidad. Cuando presentí que era el momento correcto, lo penetré en una sola embestida, quedando totalmente dentro de él. No gimió ni gritó, aspiró una gran cantidad de oxígeno y noté sus manos aferrándose a la madera. Lo sostuve por las caderas y volví a salir un poco, sintiendo súbitamente como una ola de placer me bañaba. Otra embestida y de vuelta al comienzo, quedando a punto de salir.

—¿Estás bien?
-—S-sí... Sigue. —Jadeó.

Acaté sus ordenes y proseguí, aumentando progresivamente la velocidad. Una de sus manos alcanzó mi espalda por el costado, quedando a la altura de mi cintura y enterrando sus uñas en la zona. Rugí con deleite y corrí mi mano derecha a su pene, masturbándolo como hace un rato. Estaba sumido en un placer tan intenso que no tenía ninguna noción del tiempo; me daba igual saber cuánto llevábamos acá, en lo único que pensaba era él y lo bien que me hacía sentir.

—Mierda, Thomas —musité—. Me encantas... Me haces sentir tan bien, bebé.

Giró su cabeza y me besó descuidadamente, sintiendo su lengua luchar contra la mía. Iba cada vez más rápido con mis embestidas y mi mano, sintiendo nuestros cuerpos sudorosos y tibios chocar entre sí, nuestros gemidos mezclarse y mi vientre bajo con esa usual sensación que me advertía sobre la llegada del clímax total.

—Ah... D-Dyl... —Sus jadeos me incitaban a no parar nunca, volviéndome loco.

Fui cada vez más fuerte. Mis piernas se sentían como gelatina y cerré los ojos con fuerza, sin poder reprimir las obscenidades que salían de mis labios. Aceleré el movimiento de mi mano, causando un fuerte gemido en Thomas, sonido que me llevó a un delicioso orgasmo.

Mientras disfrutaba de mi éxtasis, aún lo masturbaba y el volumen de su voz fue acrecentando, subiendo hasta cierto nivel en que supe que había terminado. Mis embestidas fueron lentas, vaciándome dentro del rubio muchacho, aunque todo quedaría en el condón. Después me detuve y esperé un segundo a que todo se apaciguara.

Nuestras respiraciones, ahora mucho más calmadas, eran lo único perceptible. Besé su cuello con ternura una última vez y me salí de él, para luego retirar el condón y enterrarlo en un pequeño agujero que cavé con mi pie. Permanecí donde mismo había estado; detrás de Thomas con mis manos sobre sus caderas.

—Eso ha estado increíble, ¿no lo crees? —comenté a espera de una contestación, sin embargo, solo soltó un largo suspiro— ¿Tommy?

Quitó mis manos de su cuerpo y caminó hacia un lado, subiéndose los boxers y pantalones en un abrir y cerrar de ojos. Imité sus acciones y entretanto abrochaba mis jeans, volví a hablar.

—Thomas.
—¿Qué pasa? —sonaba irritado, todavía dándome la espalda a lo lejos. Recogí mi camiseta, pasándola por mi cabeza y brazos con rapidez.
—La pregunta es: ¿Qué te pasa?
—Nada, Dyl... —Dio media vuelta y me aproximé a él, quedando tan cerca que nuestras narices rozaban.
—Supongo que repetiremos esto, ¿no? —susurré con una risita y lo besé, pero se separó de forma brusca, haciendo distancia con su mano sobre mi pecho.
—No, para. —Su rostro reflejaba seriedad y yo no entendía nada. Me eché hacia atrás, mirándolo con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—Que no, Dylan. Ahora, vamos. De seguro todos se dieron cuenta de nuestra ausencia. —Pasó por mi lado, caminando a paso acelerado. No lo seguí, solo hablé en un intento por detenerlo.
—¿Y qué? Que se jodan, no tienen porqué entrometerse en esto.
—Tengo novia, por el amor de Dios. ¿No te entra eso en la cabeza? —replicó, volviéndose a mí.
—Lo tengo más que claro.
—Entonces, ¿qué es tan difícil de entender? ¿Creías que tendríamos un amorío como en las películas y me escaparía contigo?

Auch.

—No, pero... Esperaba que...
—Oh, ya sé: esperabas a que fuéramos amantes o algo parecido. Lamento tener que darte las noticias, pero no. Ahora que todo está aclarado, vamos.
—¿Por qué eres así? ¿Te hice algo?
-—Por Dios, no te vas a poner sentimental —dijo con una risa irónica, ocasionando rabia mezclada con un ligero dolor dentro de mí. Empuñé las manos y hablé entre dientes.
—Eres un imbécil.
—Dylan, esto fue cosa de una vez. No se supone que es algo que se repetirá; debes entender eso. —Conté hasta diez en una milésima de segundo e inhalé profundamente, para luego sonreír con falsedad.
—Bueno, como digas —respondí, mi voz repleta de sarcasmo. Caminé, pasando por su lado y siguiendo mi camino y al instante escuché sus pasos tras de mí, intentando alcanzarme.
—¡Dyl, espera!
—Vete a la mierda, Thomas.
—¿Qué te pasa? Ni que fuéramos novios.
—No me pasa nada.
—Acaso te tomaste lo que pasó tan personal y... —Sin previo aviso, di media vuelta, haciendo que Thomas casi chocara conmigo—. Lo que pasó allá, Thomas, no fue nada. Fue solo sexo, nada más. —Una parte de mí sabía mis palabras eran ciertas, pero en un remoto rincón de mi mente yacía un pensamiento que decía lo contrario e iba tomando fuerza paulatinamente.
—¿Y por qué te comportas así?
—Tienes razón. De hecho, te lo dije antes. Esperaba que se volviera a repetir, pero al parecer te gusta el sexo casual y de una sola noche, lo cual es excelente —Frunció el entrecejo—. Ahora, hagamos como si nada de esto acaba de ocurrir y vamos allá. Al fin pasó lo que tanto queríamos, podemos estar tranquilos —Continué mi camino con Thomas sobre mis talones.
—Dyl...
—Me llamo Dylan.
—¡Qué mierda te sucede! —exclamó exaltado.
—Al parecer nunca se dieron vuelta los papeles, ¿eh? —reiteré todavía dándole la espalda, recordando lo hablado antes de toda esta situación.

No oí sus pisadas por unos cuántos segundos, no obstante, no quise mirar. Estaba molesto. Furioso. Dolido... ¿Por qué estaba dolido? Esto es lo que quería y lo conseguí. Quería sexo, nada más que eso, y estoy actuando como si Thomas fuera mi novio y me hubiera terminado.

Déjate de pensar estupideces, Dylan. Fue un simple polvo; nada más, nada menos.

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