Capítulo 12.


*Emma Meyer*

Al día siguiente me levanto tardísimo para ir a la universidad.

-¡Voy tarde! - Exclamo cuando mi padre me llama para desayunar.

Empaco las cosas que están regadas sobre el escritorio apresuradamente en mi maleta y busco mi celular dentro de las sábanas desordenadas de mi cama para luego bajar corriendo las escaleras.

-¡Emma, se va a enfriar! - Informa mi padre cuando paso detrás de él.

-Nos vemos en la tarde, te quiero - Digo y le doy un beso en la mejilla antes de salir en dirección a la puerta.

Me cuelgo la maleta en el hombro y comienzo a correr hacia la portería de la casa rogándole al cielo que un taxi este esperando por mi fuera. Tengo exactamente media hora para llegar a la universidad, de lo contrario, estaré en serios problemas si pierdo la calificación del trabajo que se tenía que entregar hoy a primera hora y el cual, por cierto, me había quedado terminando toda la noche.

-Dios -Suspiró aliviada cuando veo el taxi que pedí en cuento me levanté.

Acelero el paso aún más haciendo que mis muslos ardan un poco y finalmente llego y me monto en el auto con la respiración agitada por el trote.

-Buen día ¿Adonde nos dirigimos?-Saluda el taxista en cuanto me ve.

-Universidad Charles Dickens, por favor - Respondo intentando acompasar mi respiración.

El hombre asiente con la cabeza y acelera en dirección hacia la vía principal, gira a la izquierda dejando a la vista un panorama que me descompone el rostro en cuando veo la cantidad de tráfico que apenas avanzan.

-Lo siento señorita, creo que vamos a durar un buen rato aquí - Se disculpa mirándome por el espejo retrovisor.

Suspiro y recuesto la espalda en el asiento, ya no me queda más remedio que esperar.

[...]

Una hora más tarde veo desde lejos la fachada de la universidad Charles Dickens e instintivamente reviso la hora, dándome cuenta que la clase comenzó hace cuarenta minutos. Es imposible e irrespetuoso hacer cualquier intento de entrar a esta hora.

-Gracias - Digo mientras le pagó al hombre que pacientemente condujo hasta aquí con ese maldito ruido del tráfico.

Bajo del auto y mi panza me avisa lo hambrienta que estoy con un gruñido. Maldigo internamente y me dirijo a la cafetería central, la cual está casi vacía teniendo en cuenta que la mayoría de estudiantes deben estar en sus clases.

-Buen día - Saludo a la mujer que atiende y pido una de las galletas recién salidas del horno con la esperanza de que me apacigüe el hambre hasta la hora del almuerzo.

Busco una mesa y rápidamente me siento disfrutando de descansar por un momento de la adrenalina de la mañana, cosa que no dura mucho, teniendo en cuenta que estamos hablando de mi vida, cuando algo malo pasa le sigue algo mucho peor.

-¿Puedo sentarme? - Dice señalando un puesto delante de mí.

Me encojo de hombros y continuó comiendo la galleta sin siquiera mirar al hombre que toma asiento relajadamente en la misma mesa donde estoy.

-Lo siento - Vuelve a hablar pero esta vez con arrepentimiento en su voz y moviendo sus manos como si estuviera dictando una clase - Se que ahora cree que soy como el imbécil de los libros que se las da de malote, controlador y tóxico para quedar bien delante de una chica que empieza a gustarle - Se calla de repente y yo lo miro ahora más interesada - No es que tú me gustes.

-¿Desde cuándo empezamos a tutearnos? - Pregunto alzando una ceja.

-Joder - Suspira derrotado y recuesta su espalda en el asiento - ¿No me la va a poner fácil verdad, Meyer?

-Y ahora dejamos de tutearnos- Respondo ignorando su pregunta - Usted solo es el que se complica, señor Parker.

-¿Va a escucharme? - Pregunta apoyando sus codos en la mesa.

-¿Acaso lo estoy interrumpiendo? - Digo haciendo que apriete su mandíbula ligeramente.

-No se que me pasó ayer - Comienza a decir pero esta vez si me adelanto a interrumpirlo.

-Una excelente explicación - Digo irónicamente.

-Ahora sí está interrumpiendo - Le doy un mordisco a mi galleta callándome - Esto va a sonar como cuando uno dice que no va a volver a tomar después de una fiesta pero sabe que va a volver a hacerlo, entonces queda en *usted* si me cree o no.

Sigo masticando sin decir una palabra mientras lo observo, parece que la maquinaria de su cerebro está trabajando a más no poder para encontrar la forma correcta de hablarme después de la pataleta que hizo ayer

-Yo no soy así, Meyer, no soy agresivo, ni posesivo y mucho menos tóxico, se que probablemente piensa que soy como un drogadicto que dice que no se droga - Suspiró irritada y me adelanto a interrumpirlo nuevamente.

-Al punto ¿Si? Ya basta de ejemplos y metáforas, esto no es una clase, Señor Parker - Digo sin molestarse en ocultar el sarcasmo al final.

-El punto es que usted es muy irritante - Suelta sin siquiera dudarlo un poco.

-¿Qué dice? - Digo extrañada - Creí que estaba disculpándose.

- Es irritante y siempre está dispuesta a retarme o dejarme sin palabras - Continúa ignorando mis palabras - eso me estresa, me hace saber que no tengo control sobre usted ni siquiera siendo su profesor y por eso cuando la vi ayer, yo...me descontrolé y es extraño, porque es muy difícil que algo me altere, pero usted, usted simplemente es la excepción a esa regla.

-Yo tengo la solución para eso - Digo con algo de ironía en mi voz - deje de pensar que cada lugar del mundo es un maldito salón de clase y no intente controlarme, porque no va a pasar, nunca.

-Sabía que acaba de hacer de esto algo más interesante, Meyer ¿O es que no ha escuchado que lo prohibido y lo que no se puede controlar son las dos cosas que más se desean en el mundo? - Dice haciendo que el calor en mi cuerpo se expanda.

-¿Me desea? - Pregunto casi en un susurro.

Él no es capaz de responder y yo tampoco soy capaz de insistir, por lo que digo lo que ambos deberíamos haber pensado desde el principio.

-Lo que pasó no debe volver a suceder.

-Definitivamente no debe volver a suceder - Dice Andrew sin dejar de mirarme a los ojos.

Vaya que ambos éramos muy buenos mentirosos, no todo el mundo es capaz de hacerlo mirando directamente a los ojos.

-¿Hay algo que pueda hacer para que me disculpes? digo, para que me disculpe - Vuelve a hablar.

-Tengo clase, buen día - Me levanto algo irritada del asiento, parece que no entendió nada de lo que le dije

-¿Ni siquiera me perdonaría si le presento al mejor escritor de terror del país? - Dice detrás de mí - ¿O quizás a varios escritores de fantasía reconocidos?

Me doy la vuelta porque siento que no escuché bien.

-¿Eso es un sí? - Pregunta con algo de alivio en su rostro.

-Podría pensarlo - Respondo encogiéndose de hombros y esta vez sí me doy la vuelta y continuo con mi camino.

Un dato, la debilidad de un amante de las letras es quien las escribe.

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