Capítulo 32
Wade
— ¡Wade Hall! — gritó una voz — ¡Exijo que estés aquí en menos de cinco minutos, si no quieres tener problemas bastantes graves!
Padecí. Que estuviera aquí no era buena señal. Nos encontrábamos todos en el salón viendo alguna serie que nos obligó a ver Elizabeth y Diane. No pudimos decir nada, ya que ellas habían jugado con nosotros a la consola.
Estar encerrado en esta casa se estaba volviendo muy pesado. Pero era lo único que podíamos hacer para estar a salvo: esperar en cuatro paredes.
Nos habíamos recorrido toda la casa y habíamos hecho ejercicio hasta caer rendidos, intentando que los minutos se nos pasara más rápido.
Solté una carcajada sorprendiendo a los demás, cuando recordé como Adam había caído por las escaleras cuando había tropezado con sus propios pies.
Me levanté con pereza. Tenía que enfrentarme a los problemas que había causado el estar aquí.
Nunca debimos quedarnos en esta casa, no después de todo lo que ocurrió con mis padres.
Me miraron confundidos. No esperaban que mi padre se plantara aquí reclamándome la razón por la que había vuelto a la casa donde me había criado.
Cuando llegué a la entrada, me encontré con el hombre que había ayudado a mi creación.
Para follarse a mi madre siempre tenía tiempo.
— Cuanto tiempo Yeray — saludé a mi padre cruzándome de brazos — ¿A que se debe tu visita?
— ¿No puedo venir a mi propia casa? — escupió. Me miraba esperando algún movimiento de mi parte. Se sorprendió cuando todos mis amigos aparecieron detrás mía — ¿Qué hacen ellos aquí? No se me pega la gana que tengas esta casa como un salpicadero.
— Disculpe señor — habló Axel — interrumpiste nuestra orgía, ya se puede ir — sonrió y se puso a mi lado — Vaya con Dios y con la sombra.
Axel era uno de los únicos que sabía todas las putadas que me había hecho mi padre. Siempre me defendía. Mi padre solía tener alguna que otra frase echándome en cara algo, y Axel lo paraba, haciéndolo rabiar. Y eso lo agradecía muchísimo. Cada vez que veía a mi padre, me recordaba a mi abuelo. Él era mas leal, más tranquilo. Mi padre en cambio, su vida era el trabajo y el dinero.
Jamás pensó en su hijo
— Estás en mi casa — bramó Yeray enfadado — Te pido con toda la educación del mundo que te largues de mi casa. Y si no, te echaré por las malas.
— No se irá nadie de aquí — interrumpí — Y el único que se tiene que ir, eres tú.
Lo observé. Su pelo estaba totalmente blanco, pero aún así seguía teniendo su cuerpo característico. Cuando vivía aquí, solía levantarse todas las mañanas para montar en bicicleta. Tardaba horas en volver, y era una pequeña liberación cada vez que no estaba.
Estaba bastante enojado, eso se podía ver a simple vista. Había heredado el carácter de mi padre, y sabía cuál sería su próximo movimiento.
— Wade Hall — me nombró con rabia — a mi despacho, ahora mismo.
— ¿Tu despacho? — cuestionó Adam poniéndose al otro lado, observándolo con determinación — Tú despacho es ahora donde me empotro a todas mis chicas — la cara de mi padre, me hizo sonreír — Cuando veas el escritorio, acuérdate de mi cara.
Después de regalarle una mirada nada amigable a Adam, comenzó a caminar hasta el pasillo que llegaba hasta el despacho.
El despacho había sido su habitación durante muchos años. Dormía, comía y todo en esas cuatro paredes. Estaba con mi madre, pero con esta casa tan grande apenas se dirigían la palabra.
Observé a Elizabeth. Ella jamás sería como mi madre. Era una persona muy cariñosa, tenía un corazón enorme y eso era lo que más me gustaba de ella. Tenía carácter, tenía un mal genio que aveces era imposible de aguantar.
Pero era ella.
Era mi niña.
Le regalé una sonrisa para tranquilizarla y ella me respondió con otra igual. Adoraba eso de ella.
Seguí los pasos de mi padre. Me esperaba una gran bronca por su parte. Llevaba sin verlo mucho tiempo, el no solía venir a esta casa para nada. Si estaba aquí era por una razón bastante importante.
Quizás se habría alarmado por alguna factura, aún que eso no era lo que me preocupaba de verdad.
Entré en el despacho y busque su mirada. Estaba sentado en el sillón, observando atentamente la mesa, como si tuviera la solución a todos sus problemas.
— ¿Por qué estás aquí? — preguntó de malas maneras. Me senté en una silla que estaba justo en frente de él, enfrentándolo —
— Es mi casa — solté con tranquilidad. Esto le inquietó.
— Han intentado hackear el sistema de seguridad de la casa — informó. Y sentí como me ponía más pálido aún. Eso quería decir que mi padre sabía que algo estaba pasando, y no le agradaba la idea de que me estuviera escondiendo aquí — Quiero que te largas de esta casa con tus amigos. No quiero estar en medio de tu guerra de mierda.
Lo veía injusto. También era mi casa. Me había criado toda mi vida aquí. Había sufrido, había llorado. Había gritado mientras jugaba con mi abuelo. Me había peleado con mis padres por primera vez en este despacho.
Había pasado tantas cosas en esta casa, que no veía justo que no pudiera estar aquí.
— No me voy a ir — decidí — Es mi casa, aquí fue donde me crié
— Está casa es mía — gruñó poniendo sus dedos en puños — Yo decido quién vive aquí y quien no. Y no quiero que estés aquí.
No me extrañaba que me dijera todo esto. Él siempre había sido así. Si no respetabas sus órdenes, te echaba como si fueras un parásito.
Y yo nunca seguí sus normas.
— Mi abuelo me dejó está casa — miré fijamente a la mesa. No me gustaba echárselo en cara, pero no podía hacer otra cosa. Me estaba amenazando — La empresa también me la dejó, junto a los hoteles. Y todo eso lo estás manejando tú — deje de hablar durante unos segundos y después seguí hablando — Lo único que te dejo tu padre, fue una lección en su testamento. Una lección que jamás entendiste y que jamás entenderás. Esta es mi casa, es mi empresa, y son mis hoteles. Si sigues tocándome los huevos, comenzaré a hablar con mi abogado para reclamarte todo lo que es mío — suspiré — Y te quedarás en la calle.
Y sin más, me levanté dejándolo con la palabra en la boca.
Instagram: @xrociy
El final lo pondré para mayores de 18, quien no me siga, no podrá leerlo.
Aún falta para eso, pero bueno
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