Capítulo 9

Una respiración golpea mi frente con suavidad. Una luz que se posa en mi ojo derecho me despierta con buen humor. Algo caliente que me rodea me detiene.

Al abrir los ojos lentamente, me doy cuenta de que estoy entre los brazos de mi protector Liam, pero no en la posición en la que nos habíamos dormido.

Mi rostro apoyado en su pecho, sus brazos en mi espalda y su frente tan cerca de la mía que sus labios está a centímetros de mí.

Mi respiración está agitada por tenerle tan cerca, por pensar que probar no me matará, pero no quiero despertarlo de ninguna manera porque se le ve muy cómodo.

Me quito la idea de la cabeza y observo mi alrededor.

La persiana está bajada, pero los pequeños agujeros de este tienen que coincidir con el ángulo justo para estar en mi ojo y despertarme.

De fondo se escucha el piar de los pájaros, el canto de todas las mañanas que no sabemos lo que significa y que me gustaría saberlo.

Lo único que puedo ver más es el techo. Su cuerpo me bloquea el resto de la habitación.

Sus músculos me atrapan, me mantienen caliente y me protegen todo el tiempo sin demora, siempre y cuando esté a mi lado, ya que no va a estar pegado a mí como una lapa.

Su rostro muestra paz que lo induce en un sueño profundo. Me encanta verle en este estado, es hermoso.

Me intento deshacer de su abrazo, pero un tono me sobresalta. Su móvil está sonando no muy alto, pero lo suficiente para despertar al dormilón. Lo apaga echando un brazo atrás y tocando la pantalla. Debe de estar muy acostumbrado.

Abre los ojos con lentitud, al igual que yo, y sonríe al verme.

—Espero no haberte despertado con mi alarma.

—Tranquilo, no es nada —si supiera que me he quedado mirando su carita de ángel durmiente—. El sol me había despertado.

—¿Tan mala suerte tienes de que te haya dado el sol?

—Sí, ya ves —me quito del ángulo perfecto.

—Pues mira que te quería traer el desayuno sin despertarte.

—Eso habría sido un gesto muy bonito, pero no hacía falta —miro de nuevo sus brazos, que me abrazan—. Por cierto, no recuerdo haberme puesto así por la noche.

—Te movías un poco, tal vez inquieto por una pesadilla, pero al final acabaste abrazado a mí, lo que te relajó al instante. Me creó bastante ternura que me buscases.

—¿E-En serio? —me sonrojo, no me esperaba que pasara eso.

Normalmente, cuando tengo una pesadilla, me despierto al instante. Parece ser que hoy no ha sido de esa manera, tal vez porque lo tenía a él.

—En serio. Bueno, ya que son las nueve de la mañana, ¿vamos a desayunar? Nos vendrá bien —rompe el abrazo y quita las mantas de encima para levantarse, lo que deja vía libre de ver su cuerpo musculoso lleno de tatuajes.

—S-Sí, claro —no puedo parar de tartamudear, ¡¿por qué?!

Me levanto y él busca una camisa que ponerse.

—Una cosa, no tienes nada que ponerte, ¿verdad?

—Si hubiera sabido que pasaría aquí la noche, me habría traído algo.

—Entonces toma —me lanza una camisa y la agarro en el aire—. Pruébatela y dime si estás cómodo con ella.

Me la pongo. Una camisa gris normal un poco grande, pero es muy cómoda de llevar, ya que me da libertad de movimiento.

Ahora que lo noto, huele como él. Mientras le abrazaba, se olía su fragancia, y la camisa es suya, así que es normal que huela como él. Vaya pensamiento tonto.

—¿Huele bien? —suelta una leve risa, lo que me hace dejar la camisa como debe estar puesta, sin estar cerca de mi nariz.

—Esto... Sí —me acaricia el cabello y se va a la puerta.

—Entonces vamos a desayunar. Creo que los demás están dormidos aún, por lo que tenemos la cocina para nosotros solos —abre y sale, voy tras él.

Salimos al pasillo y escucho tan solo nuestros pasos. Los demás están dormidos porque no hay más ruido que me diga lo contrario, por lo que camino lento para no despertarlos por el suelo de madera.

Aunque vayamos descalzos, se podría crear mucho ruido.

Bajamos las escaleras y entramos en el área de la cocina. Agarra un par de tazas y saca leche.

—¿Te apetece unos cereales o prefieres otra cosa, Peter? —pregunta mientras saca una caja de cereales.

—Me gustaría los cereales —asiente con la cabeza y echa la leche en el par de tazas.

Los mete en el microondas y los deja hasta que estén calientes.

—Ahora dime, ¿cómo has dormido? Espero no haberte puesto incómodo en algún momento.

—Tranquilo, he dormido como un bebé.

—¿Como cuando te quedaste a dormir en mi casa?

—Como aquella noche. Se sintió igual.

—Ojalá yo lo hubiera sentido de esa manera exacta.

—¿A qué te refieres? —¿no lo sintió como yo?

A ver, es normal. Cada uno lo siente de una manera, no tiene que ser exactamente igual. Pero esa sonrisa que se le dibuja al pensarlo, me hace sentir alegre.

—Cosas mías. No debería contarlas.

—¿Y si quiero saber? Nunca me has ocultado nada.

—¿De verdad quieres saber? —se acerca a mí, bastante diría yo.

—¡Por supuesto! No quiero secretos entre nosotros, ahora que hemos vuelto a estar juntos.

—Pues hay muchas cosas que te oculto —agarra mi cintura, pegando nuestros cuerpos—. Cosas que tal vez rechaces al saberlas, o puede que no.

—Pero... Yo —todo esto me pone un poquito incómodo, pero no tanto al ser él—. ¿Qué cosas? —acerca su rostro despacio, sin prisa.

—Peter, yo... Yo... No sé cómo decirlo —nuestras narices se rozan, nuestros labios están cerca de acariciarse.

Vamos cerrando los ojos, me siento extraño al hacerlo. Mi corazón va a una velocidad propia de una maratón. Podría salir del pecho, ¡es como si me fuera a morir!

Nuestras respiraciones tiemblan, sus manos suben de mi cintura hasta mis hombros. Todo se corta al sonar el pitido del microondas, que me sobresalta y le pego en la frente sin querer.

—¡Lo siento! —me disculpo, sobando mi frente.

—Tranquilo, está bien —aparta la mirada, algo triste—. Vamos a desayunar —saca las tazas de leche, echa el cacao y, al final, los cereales—. Todo listo —los deja en la mesa y se sienta a mi lado.

—Muchas gracias —me entrega una cuchara y empezamos.

Lo que estaba a punto de pasar... ¿Él me ama? ¿Me iba a besar de verdad? Eran las mismas acciones que hacen Tom y Gloriana. Ellos se acercan tanto para acabar dándose un beso en los labios.

¡Soy un idiota! Los besos entre novios son en los labios, no en la mejilla como una amistad entre un chico y una chica, aunque puede ser cualquiera el que te dé el beso en la mejilla.

¡Me estoy saliendo del tema! ¡Liam casi me besa! ¿Es esa la explicación de que esta noche se haya sentido diferente al dormir conmigo? ¿Porque me quiere de tal manera que me atraparía en su cama todas las noches como un peluche?

Puede ser, no hay otra explicación. Y yo casi le beso también, aunque el corazón me pidiese el sentirlo por una vez.

Mi primer beso con Liam, ¿qué tan malo sería con él? Nunca he besado a nadie, nunca he tenido una pareja. Solo ellos han sido tan cercanos a mí como para saberlo.

Los cereales que habían en mi taza desaparecen y me pregunto el dónde han ido.

—¿Quieres más? Aún te queda algo de leche —me pasa la caja.

—Esto... No, gracias —agarro la taza y me bebo la leche que queda.

—Se te ha notado distante. ¿En qué pensabas?

—¿Eh? —casi escupo el líquido—. Nada. En nada.

—Te va a crecer la nariz como a Pinocho. ¿Es por lo que acaba de pasar?

—Tal vez sí. Tal vez no —me hago el loco.

—No le des muchas vueltas. No tiene importancia —¿cómo puede decir eso cuando casi me roba mi primer beso?

—Liam —le hablo mientras bebe lo de su taza—, casi me robas mi primer beso —se atraganta, lo que yo no he logrado conseguir.

Le doy palmadas en la espalda para que se le pase todo, lo que ayuda lo suficiente, porque eructa. Parece que soy la madre en estos momentos.

—¡¿Nunca has besado?! —está muy sorprendido, lo que asiento con la cabeza—. Y casi te lo robo.

—Así que sí me ibas a besar.

—¿Y qué te esperabas que hiciera acercándome tanto?

—No lo sé. Liam, yo... ¿Te gusto?

—Peter, esto... Ah... Dios, ¿cómo explico esto?

—¿Explicar qué? —aparece Mario en la escalera con tan solo el pantalón puesto, mostrando su pecho rudo.

—¡Nada! ¡Un juego muy bueno entre él y yo! —me mira nervioso, ¿ocurre algo entre ellos dos?

—Mientras no sea algo peligroso, estoy contento —pasa detrás de mí para llegar a la nevera, aprovechando para revolverme el cabello—. ¿Cómo habéis dormido?

—¡Genial! Liam es una buena almohada.

—¿Almohada? —alza una ceja, mirando al recién nombrado.

—Sí, algo así —se sonroja—. Será mejor que recoja esto y me vaya a la ducha —recoge las tazas y las pone en el fregadero—. Nos vemos luego —ha subido las escaleras como un cohete, como si intentara evitar algo.

—¿Qué le ocurre? —pregunta, echando café en un vaso y después algo de leche.

—No lo sé. ¿Ha ocurrido algo entre todos vosotros mientras yo no sabía de vuestro regreso? —se queda pensativo.

—Solo una cosa, pero no puedo contar nada.

—Ya lo has contado.

—No he dicho nada sobre prohi... —se tapa la boca al instante.

—Prohibir, ¿no? Creo que esa era la palabra o tal vez el verbo de la palabra que ibas a utilizar.

—Parece que los estudios te afectan.

—Se les saca partido. Ahora dime, ¿qué os habéis prohibido entre todos?

—¿De dónde sacas esa idea? —le tiembla el dedo meñique.

—¿Nervioso? —se mira el dedo.

—Mierda —le miro mal al escuchar la palabra—. Perdón, la costumbre. Ahora tengo que acostumbrarme que no te gusta escuchar malas palabras de nosotros.

—Una costumbre que lo pillarás muy rápido. Ahora dilo, Mario —suspira.

—Yo no soy el indicado para decirlo. El único que puede soltar prenda de ello es Ethan —tendría que despertarlo—. Y ahora mismo no está en casa —o tal vez no—. Ha tenido que irse a la universidad en la que trabaja para poner en orden las notas de sus alumnos.

—¿Y te lo ha dicho a ti antes de irse?

—No, me ha mandado un mensaje —muestra la pantalla de su móvil, mostrando el mensaje que es bastante largo.

—Qué pereza me da leerlo.

—Ya somos dos, pero ponía importante, así que lo he leído.

—¿Y Casey?

—Es su día libre, por lo que se despertará muy tarde. Es un hábito que tiene bastante relajante.

—¿Relajante porque no os molesta?

—Relajante porque no ensucia —suelto una leve risa.

—Ese es el de antes, tal vez ahora no ensucie nada. ¿Quién te asegura que no puede limpiar lo suyo?

—Aún no ha dado señales de que limpie.

—El día en el que menos te lo esperes, lo verás limpiando el salón entero y su habitación.

—Si ese día llega, te doy dinero.

—¿Es una apuesta?

—¿De verdad vamos a apostar?

—¿Apostar por qué? —una voz somnolienta se hace presente en las escaleras, el recién nombrado Casey.

—¡Nada! —¿por qué me ha dado un flash de Liam?—. Cosas nuestras —le guiño un ojo a Mario, me lo devuelve.

—Sois extraños. ¿Y cuándo me ocultas cosas, Peter? —me pellizca la mejilla—. Cuenta, sinvergüenza.

—¿Cuántos números? —aparta la mano.

—Tenemos un payaso en casa —se acerca a la nevera y saca una botella de agua.

—¿Qué tal has dormido? —pregunto, todos nosotros sabemos cómo hemos dormido menos él.

—Esa pregunta házmela cuando despierte.

—Pero estás aquí, despierto.

—No por mucho tiempo —bebe y se acerca a las escaleras—. Buenas noches.

—Es de día.

—En mi habitación no —y desaparece por las escaleras.

—Te dije que se despierta tarde —dice Mario, que ha estado callado todo el tiempo.

—Parece que ese hábito no ha cambiado de él. Me gusta —ojalá pudiera dormir tanto como él, debe ser relajante.

—No te vayas a convertir en él, por favor —suelta una risa corta—. A todo esto, ¿quieres que te lleve a casa o quieres acompañarme a comprar algo de ropa?

—Deja que piense.

Por un lado, está el irme a casa y ponerme ropa de mi talla, ya que esta es para estar en casa. Por el otro lado, tenemos una mañana tranquila con Mario yendo de compras, dejando que haga un desfile para mí como un modelo, lo que es exactamente.

¿Por qué no? Me importa muy poco irme con la camisa de Liam, se la devolveré al limpiarlo.

—¡Me voy de compras contigo! —exclamo bien fuerte, entusiasmado.

—¡Bajen el volumen! —se escucha desde arriba.

—¡Perdón! —me disculpo y bajo el volumen—. Cuando quieras, nos vamos.

—Pues deja que termine mi café y nos vamos —asiento.

El tiempo pasa y él acaba su café. Lo deja en el fregadero y va a su habitación para ponerse algo correcto que no sea tan solo un pantalón que usa como pijama.

Al bajar, viste un pantalón vaquero claro con una camisa simple de cuello corto y mangas cortas, el cual le queda de maravilla.

—¿Listo? —con un gesto de la mano, señalo todo mi cuerpo, dando a entender que desde el principio estuve listo—. Entonces vámonos —agarra las llaves, abre la puerta y salimos.

El sol golpea fuerte, el calor que desprende es un tanto insoportable, pero el leve soplo de viento fresco lo hace agradable.

Nos acercamos a su coche y subimos a él. En lo único que pienso antes de ponernos en camino al centro comercial es el beso de Liam.

Casi lo hace, casi une nuestros labios para hacerme saborear mi primer beso. El maldito microondas nos ha detenido. También está el que Mario iba a decir sobre una prohibición entre ellos. ¿Tendrá que ver conmigo?

Tendría que hablar con Ethan sobre ese tema. Está bien que haya reglas, pero tengo que saber si estoy yo de por medio. Si es así, quiero saber de qué se trata enteramente.

Necesito conocer el qué ocurre.


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