18. Olivia - Deja que por lo menos me explique
Dios, no puedo creer que esto esté pasando de verdad. No puedo creer lo que veo. A penas logro mantener a raya el temblor de mis manos.
Mi corazón se estruja cada vez más y un dolor sordo estalla dentro de mí, al punto de que todo pierde el sentido. Es como si la brújula interior que todos llevamos dentro y que nos guía en la vida para darle significado a lo que nos rodea, se hubiese vuelto loca y su aguja hubiese empezado a girar de forma absurda, sin marcar una dirección específica. Así me siento. Desorientada, aturdida y perdida. Todo me da vueltas. ¡Todo!
La luz roja que inunda la habitación se me antoja angustiante y el suelo bajo mis pies se mueve, me tabaleo y entonces, caigo en la cuenta de que en realidad son mis propios pies los que se mueven a pasos que tratan de replegarse sobre el mismo camino por donde llegaron.
Por un momento, experimento hasta una sensación extra corporal, donde salgo de mi cuerpo y me visualizo aquí, de pie, como un espantapájaros, observando la escena como una idiota.
Yanira me grita. La veo ponerse en pie, acercarse a mí y gritarme cosas, pero no soy capaz de entender ni una sola palabra que sale de su boca. Es como si me estuviese hablando en árabe o chino, o cualquier otro idioma que yo desconozco por completo... ninguna palabra es procesada por mi cerebro. Gesticula de forma exagerada, moviendo los brazos y las manos frente a mi cara, pero mis ojos siguen fijos en esa mata de pelo rubio que sobresale del sillón del fondo del camerino.
No lo puedo creer. La sola idea de pensar que ha sido capaz de hacer algo así, es insoportable y me lleva a la tortura. Sé que no somos nada y que es libre de hacer lo que quiera en su vida y por supuesto, con su cuerpo, pero una cosa es saber que es posible que haga determinadas cosillas con otras chicas y, otra muy distinta, es estar aquí presenciándolo todo. En vivo y en directo.
Cameron... ¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho? ¿Tanto lo necesitabas? ¿Tan imprescindible era esto?
Otro estallido de dolor explota en el centro de mi corazón, pero esta vez escuece una barbaridad y siento que me calcina por dentro. La imagen de Yanira moviendo su mata de pelo negro sobre el regazo de Cameron, mientras se escuchan los gemidos coreando de placer, me martiriza y hace que el corazón me dé un vuelco nervioso.
Le lanzo una súplica a Dios para que no me desmaye en este preciso instante y entonces... siento que todo sucede demasiado rápido; tanto que no soy capaz de comprender nada.
La mata de pelo rubio se mueve, su cabeza se gira y atisbo un brillo furioso en sus ojos, pero entonces...
Entonces...
¡Por Dios!
Me entran náuseas.
Quiero vomitar.
¡No puede ser!
¡El chico no es Cameron!
¡NO - ES - CAMERON!
Lo veo subirse los pantalones algo incómodo, abrocharse el cinturón y ponerse en pie. Mis ojos solo pueden barrerlo de arriba abajo con autentica estupor, como si estuviese viendo a un marciano bajándose de su nave interestelar o algo parecido.
¡Por el amor de Dios! ¡Ni siquiera es rubio! El foco de luz carmesí que apunta al techo, me ha hecho creer que era el pelo de Cam, pero no. Este tipo es... pelirrojo, y bajito, y con la nariz aguileña, y a decir la verdad no me parece ni medio guapo y no... no es Cameron. No es en absoluto él. Ni siquiera se le parece un poco. No se le parece en nada.
De pronto, me invade un tremendo alivio a grandes oleadas y hasta que no siento la quemazón insistente y agresiva en mis pulmones, no caigo en la cuenta de que se me ha olvidado por completo de respirar. Tomo aire por la boca y vuelvo a la vida.
Oigo unos pasos corriendo hasta el camerino y de pronto escucho la voz de Cody a mi lado.
—Oli, ¿estás bien? ¿Por qué has gritado? —Inquiere en un tono preocupado, pero entonces, gira la cabeza al frente y ve a Yanira con gesto molesto frente a nosotros.
—Genial —resopla ella—. ¿Es que no se puede tener ni un poquito de intimidad aquí o qué? —protesta al tiempo que cruza los brazos sobre su pecho.
El pelirrojo carraspea incómodo y Yanira nos mira con cara de pocos amigos, mientras que Cody entorna los ojos e inspecciona el camerino con sospecha desde su posición a mi lado.
—¿Qué estabais haciendo ahí dentro? —pregunta de pronto.
Yanira enarca las cejas de forma inmediata.
—Repasar la tabla del siete... ¿tú qué crees?
—Me... me dijiste la tercera puerta —balbuceo, todavía intentando recuperarme por la conmoción de todo lo que acaba de pasar.
Cody gira la cabeza hacia mí y ahora me mira frunciendo el ceño de forma exagerada.
—Te dije la tercera puerta a la derecha del pasillo, no a la izquierda.
—He girado a la derecha —me defiendo.
—Sí, pero aun habiendo girado a la derecha, has abierto la tercera puerta a mano izquierda de este pasillo y era a mano derecha.
—¿Qué? —Sacudo la cabeza—. ¡Tú no me dijiste en ningún momento que estuviese a mano derecha! —protesto—. Solo me dijiste que girara el pasillo a la derecha.
Cody cierra los ojos unos instantes y resopla con fuerza.
—Te dije que era la tercera puerta girando a la derecha. —Ahora acompaña la explicación gesticulando con las manos—. Si no te digo nada de la izquierda, es porque se sobreentiende que es a la derecha, joder. Hasta un niño pequeño lo entendería.
—Igualmente tenías que haberme dicho que estaba a mano derecha.
—Se sobreentiende que...
—¡Maldita sea, Cody! —lo interrumpo de forma brusca y veo como cierra lo baca de golpe, con los ojos abiertos de par en par por el asombro—. Si al girar a la derecha, hay puertas tanto a la derecha como a la izquierda, tienes que ser más específico. Hasta el más listo necesitaría esa aclaración.
—Joder, ¿de qué demonios estáis hablando? —interviene Yanira en un tono cortante—. ¿Es algún tipo de lenguaje en clave o qué?
Los dos giramos la cabeza al frente para mirar a la morena.
—Nada —le aclara Cody dejando escapar un suspiro y luego añade—: Olivia se ha equivocado de puerta.
Yanira ladea la cabeza con un interés repentino que no me gusta un pelo. Sus ojos negros y rasgados se quedan mirándome fijamente, como tratando de encontrar alguna señal en mi semblante, pero me mantengo inexpresiva.
—Ya... —responde al rato—. ¿Y a quién estabas buscando? ¡No, espera! Déjame adivinarlo. ¿Al pollito?
—No es asunto tuyo —concluyo.
Mi respuesta parece cogerla por sorpresa.
—Uhhhh. La niña rica saca sus uñas de salón caro para defenderse. —Se acerca más a mí y baja la voz para decir—: ¿Sabes?, no te pega estar perdiendo el culo por un joven stripper al que le sacas claramente demasiados años. El chico tiene que ser muy bueno en la cama y hacer cosas realmente maravillosas para que incluso vengas a buscarlo aquí, en mitad de la noche, a este sitio tan inapropiado para una señorita elitista como tú, con tu ropa de diseño y tus zapatos de princesa. —Todas sus palabras van cargadas de una buena dosis de sarcasmo.
—Cierra el pico, Yanira —espeta Cody en un tono muy poco amistoso.
De inmediato, Yanira esboza una sonrisa diabólica.
—¿Qué? ¿Acaso digo algo que no es cierto? Ella jamás va a pertenecer a este mundo ni tampoco Cameron al suyo. Solo tienes que ver cómo va vestida ella y como vamos vestidos los demás. No encaja aquí —ultima, señalando con su mano el entrono que nos rodea.
—Cameron proviene de una familia muy similar a la mía. —Hago un gran esfuerzo por mantener la voz firme.
Ella me escudriña y, tras humedecerse los labios, pregunta:
—¿Ah sí? ¿Y por qué crees que se alejó de esa familia, princesita? ¿Porque odiaba ser rico, quizás? ¿Por qué detestaba tenerlo todo pagado y no tener que pensar en buscarse la vida? ¿Crees que se fue de allí porque no soportaba vivir en una casa grande y con toda clase de lujos? Piénsalo durante un momento y ahí obtendrás la respuesta. Él no se ajusta a tu clase social acomodada y nunca se va a ajustar. Cameron es como nosotros; es un alma libre que desea volar, vivir, viajar, experimentar, bailar y no enfrascarse en una vida rutinaria y monótona donde tenga que trabajar diez horas seguidas frente a un ordenador para ganar mucho dinero y luego no tener ni tiempo suficiente para gastarlo. Esa vida no va con él.
—Yanira, ya basta —vuelve a intervenir Cody.
—Sí, tranquilo. Ya me callo —le contesta ella, desviando la mirada hacia él y levantando las manos en alto—. Solo creo que era necesario que alguien le explicase cuatro cosas a esta chica.
Me río a pesar de la punzada de dolor que se me clava en el pecho porque, aunque no quiero que sus palabras me afecten, lo hacen.
—¿Sabes una cosa, Yanira? —Le lanzo una mirada fría y ella me mira con un gesto interrogativo casi al instante—. Puede que tengas razón. Puede que sea cierto que Cameron y yo somos muy distintos en muchas cosas, seguramente incompatibles en otras, pero creo que lo que realmente te molesta y no eres capaz de superar, es el hecho de que el joven stripper haya preferido a una chica decente y con clase como yo, antes que a una jovencita vulgar como tú que le chupa la polla a cualquier tío en sus horas de trabajo... porque estás en horario laboral, ¿no? ¿O eso que hacías forma parte del espectáculo? —Ahora la sarcástica soy yo.
—Tú no eres quién para juzgarme —masculla, entre dientes.
—¿Y tú sí te crees con el derecho a juzgarme por el simple hecho de que voy bien vestida y que llevo unos zapatos de firma?
Sus ojos descienden fugazmente a mis pies y después vuelve a clavarme la mirada con una frialdad sobrecogedora.
—Solo eres una maldita zorra con ropa cara —sentencia con desprecio.
—Pues prefiero ser una maldita zorra con ropa cara que una zorra sin dignidad alguna.
—A ver, chicas. —Vuelve a hablar Cody interponiéndose entre las dos—. Vamos a tranquilizarnos todos un poco, porque la conversación se está yendo de madre.
Yanira suelta una risotada hostil.
—¿Crees que no tengo dignidad porque me has visto practicándole una mamada a un tío? ¿Es eso? Dime una cosa, ¿cuántas mamadas has hecho tú en tu vida? —sisea, y cuando ve que lo le contesto, una sonrisa cruel tira hacia arriba de la comisura de sus labios—. ¿Acaso sabes lo que es una mamada, cariño?
—Yan, déjalo ya, por favor —le pide Cody con severidad, pero ella ignora su petición por completo y continúa provocándome.
—Apuesto a que jamás en tu vida has hecho una y tienes pinta de ser de esa clase de chicas que creen que la postura sexual más atrevida que se pueda practicar con un hombre en la cama es la del misionero, ¿me equivoco? —De pronto, me siento realmente asqueada y ella asiente triunfante mientras se aleja un paso de mí—. Puede que sea una zorra y tengo que decirte que hasta cierto punto me gusta serlo. Disfruto de mi juventud, de mi libertad, de mi sexualidad y del placer de practicar sexo de un modo que tú ni llegas a imaginar en tu inocente cabecita llena de algodón de azúcar, príncipes azules y unicornios rosas. ¿Cuánto crees que va a tardar Cameron en darse cuenta de que no eres el perfil de mujer que sabe complacerlo en la cama?
—Oye, Yanira. ¡Basta ya! —Cody suena mucho más allá de lo irritado—. Si no te callas ahora mismo, te juro que voy a ir a buscar a Lexter y le voy a contar que estabas aquí encerrada con Ewan haciendo Dios sabe el qué.
—Tranquilízate un poco, Cody. —Le sonríe ella con arrogancia—. No le he dicho nada que no sea cierto y tú sabes perfectamente que tengo razón.
—Te lo diré una última vez. Deja el puto tema en paz, Yanira.
Yo me quedo callada, aunque en realidad estoy reprimiendo las ganas horribles que tengo de abalanzarme sobre ella y tirarle de los pelos. Podría hacerme unas botas furry con esa mata de cabello.
Yanira asiente y le hace un gesto al pelirrojo que se acerca hasta la puerta. Un destello victorioso surca las facciones de la morena cuando me lanza una última mirada antes de abandonar el camerino.
Una vez me quedo a solas con Cody, veo que me dedica una mirada de disculpa.
—No le hagas caso. A Yanira es mejor aprender a ignorarla.
Asiento y desvío la mirada al suelo.
—No me importa lo que ella diga —le aseguro, aunque mi voz no suena del todo convencida.
—¡Cody! —una chica lo llama desde el otro extremo del pasillo. A juzgar por su ropa brillante y su maquillaje exagerado, se que se trata de una bailarina—. Joder, ¿qué haces ahí plantado? Todos los chicos están esperándote en el escenario.
—¡Mierda! —exclama él, al tiempo que se lleva las manos a la cabeza—. Oye, Olivia, tengo que salir al escenario ya mismo. Cameron está allí dentro. —Me señala la última puerta del pasillo.
Parpadeo un segundo, intentando controlar lo nerviosa que me he puesto en un instante al tener esa infrmación.
—Gra... gracias.
Me guiña un ojo.
—Y recuerda. No la cagues, Oli, porque esta noche es una noche muy importante para él —me ordena mientras se aleja por el pasillo y se marcha con la chica de ropa brillante.
A lo lejos oigo los aplausos del público y el pasillo donde estoy de pie, se queda desértico y silencioso. Ya no hay bailarines con prisas corriendo de arriba para abajo. Cuando me doy la vuelta, miro la puerta que me ha señalado Cody y un leve cosquilleo me recorre la columna vertebral al ser consciente de que solo un tablón de madera con bisagras nos separa. Me acerco hasta la puerta y coloco mi mano sobre la manilla. Durante un momento veo como mis dedos tiemblan asustados. Tengo miedo. Soy una cobarde, pero no voy a dejar que el temor me paralice. Al menos no tan rápido.
Cierro los ojos un instante con la intención de infundirme valor.
«Bueno, cálmate. Puedes hacerlo, Olivia», me digo a mí misma, justo antes de empujar la manilla.
Entro sin llamar a la puerta y me encuentro a Cameron concentrado, haciendo flexiones en el suelo frente a un espejo.
De pronto, el suelo cruje bajo mis pies y él gira su cabeza en mi dirección. Primero me mira con la expresión relajada, como si estuviese esperando a otra persona que no fuese yo y, a continuación, frunce el ceño confundido cuando se da cuenta de que soy yo. Rápidamente se pone en pie.
Sus ojos negros son tal cual los recordaba. Son oscuros, intensos y fascinantes, incluso cuando me mira así, confundido, aunque en vistas de sus ojeras oscuras y marcadas, parece que es cierto eso de que lleva varios días sin dormir.
Cameron me observa como si fuese una aparición, un fantasma, como si mi presencia aquí fuese del todo inverosímil. Si la situación no fuese tan delicada entre nosotros dos, hasta me reiría de cómo me mira a mí y luego parpadea varias veces intentando asegurarse de que no soy producto de su imaginación.
—Hola —digo, como si tal cosa y cierro la puerta con cuidado.
No sé por qué, pero me siento igual que un domador cuando se encierra en una jaula con sus imprevisibles y feroces fieras. Tengo miedo a que me eche de aquí a patadas. Sí, lo sé. Soy una miedica, pero es que Cameron es tan imponente que me aturde. Me paraliza.
—¿Qué haces tú aquí? —Y noto como su voz está cargada de... ¿rencor? ¿rabia? ¿disgusto?
Ni idea. En fin.
Intento tragar el enorme nudo que siento en la garganta, pero es difícil porque, como de costumbre, me pongo bien nerviosa cuando me mira fijamente.
—Quería... quería saber cómo estás. —Mi voz sale de forma inestable y él se da cuenta.
Los ojos de Cameron están clavados en mí y recorren mis facciones de hito en hito. Si antes ya lucía bastante confundido, ahora parece desconcertado al cuadrado.
—¿Y para eso vienes hasta aquí un sábado por la noche?
Un silencio tenso se instala entre nosotros y siento como mis rodillas se ablandan de una forma peligrosa.
—En realidad... quería hablar contigo de un asunto de trabajo y, de paso, también quería saber cómo estabas.
La seriedad en su expresión hace que me estremezca de cuerpo entero.
—Ya... —Su voz grave hace que se me contraiga el estómago—. Ya me puedo imaginar el asunto de trabajo por el que has venido y... déjame decirte que pierdes el tiempo —añade, al tiempo que se inclina hacia adelante y toma un par de pesas del suelo para guardarlas en su sitio.
Parece que ha estado haciendo algo de ejercicio. Me quedo un segundo admirando su perfecto torso dibujado con la cruz sobre uno de sus pectorales. El sudor humedece parte de su cuello y de sus sienes.
—Cameron... —digo, avanzando un paso en su dirección—, entiendes que firmaste un contrato para la campaña de relojes, ¿verdad?
Echa la cabeza hacia atrás y automáticamente se ríe, pero cuando vuelve a poner sus ojos en los míos, veo que tensa la mandíbula.
—¿Me estás amenazando?
—No. Para nada. —Sacudo la cabeza.
—¿Entonces?
Me muerdo la parte interna de mi mejilla, con la pretensión de mantener a raya mi nerviosismo.
—El señor Möss nos demandará por incumplimiento del contrato si no accedes a colaborar hasta el final de la campaña —le digo, tratando de que entienda la gravedad del asunto.
Se encoge de hombros con indiferencia y toma una botella de agua que hay sobre una mesa.
—¿Y crees que eso me preocupa?
Sus cejas claras se alzan con indiferencia y yo enmudezco de inmediato. Veo como bebe de la botella de agua y, de pronto, se me antoja que se parece mucho a uno de esos modelos sexy posando para una marca de bebidas. Enseguida me sacudo esos pensamientos tan fuera de lugar.
Avanzo hacia él y cuando me planto a escasamente un metro de distancia de donde está, deja de beber de la botella y me mira con tanta intensidad que se me erizan los vellos de todo el cuerpo.
—Puede que a ti no te preocupe que el señor Möss nos demande, pero déjame decirte que tú no saldrás impune de esto, Cam. Mi padre no dudará en lanzar a sus abogados en tu contra y la demanda por incumplir el contrato asciende a más de un millón de dólares. No quiero parecer osada, pero es una suma de dinero que dudo mucho que tengas en el banco.
Otra carcajada se le escapa, aunque esta vez suena más amarga que otra cosa.
—Yo creo que sí me estás amenazando, rubia —sisea en una voz que apenas puedo reconocer como suya.
Tengo que luchar ferozmente por la emoción nostálgica que me invade al escucharle decir "rubia. Sacudo la cabeza en negativa.
—No soy yo quien te amenaza. Solo quiero que entiendas que negarte a finalizar la campaña tendrá ciertas consecuencias negativas para los dos.
—No me importan las consecuencias. Ahora lárgate de aquí. —Me señala la puerta y se da la vuelta.
De inmediato, envuelvo mi mano en su brazo desnudo y tiro de él.
—Cameron, por favor...
Un pequeño grito se me escapa de los labios cuando se revuelve con fuerza y se deshace de mi agarre de un tirón.
—¡No me toques, joder! —escupe con irritación—. Eres una mentirosa. Vienes aquí pensando que voy a ser tan estúpido de creerme que de verdad te preocupas por mí, cuando lo único que a ti te preocupa es salvar tu propio culo en la agencia de publicidad.
Posa su atención en mí una vez más y me hago pequeña.
—Eso no es verdad. —Mi voz tiembla como la de una niña.
—¿No lo es? ¿Y entonces por qué no me has llamado en toda la puta semana para preguntarme cómo estaba, eh? ¿No te parece mucha casualidad que la preocupación te llegue justo a hora, a tres días del evento en el centro comercial? —Cameron tiene la cara roja y se le marcan las venas del cuello. Desde luego, cuando se enfada asusta hasta al más valiente—. En serio, Olivia... ¿me crees tan jodidamente imbécil como para tragarme tus mentiras otra vez? ¿En qué estabas pensando al venir aquí esta noche? Creí que había sido lo suficientemente claro cuando dije que se acabó y con eso no sólo me refería a lo nuestro, sino también a la campaña y al baile.
—Escúchame un momento, por favor... —Alcanzo a tocar su mano, pero él la aparta como si mi tacto le quemase.
—¡Te he dicho que no me toques! —grita con rabia y yo lo miro horrorizada por el tono tan despectivo que utiliza conmigo—. ¡Deja de insultar a mi inteligencia! ¡Deja de intentar joderme la vida una, y otra y otra maldita vez! ¡Déjame en paz! ¡No es tan difícil!
—Solo quiero que me escuches un segundo —murmuro.
—¿Para qué? ¿Para oír más mentiras? No, gracias. —Deja la botella de agua sobre la mesa y se coloca una camiseta con exasperación, que de inmediato se pega a su torso sudado y abraza a sus músculos de una forma prohibitiva.
Me quedo callada un momento y me doy cuenta de que el nudo de mi garganta es tan grande como una pelota de tenis.
—¿Por qué no dejas que por lo menos me explique antes de encerrarte de esa manera en tu propia razón? —pregunto temblorosa e insegura.
Vuelve la cabeza en mi dirección. Sus ojos son ahora dos rendijas furiosas.
—¿Qué parte de dejarme en paz no has entendido, eh? Venga, sal de aquí. Ya he tenido suficiente por hoy.
Se acerca a mí sin que me dé tiempo a procesar lo que está sucediendo y siento como me agarra del codo para llevarme hasta la puerta.
Nunca en mi vida me habían echado de un sitio con tan poca sutileza.
—Espera, por favor —suplico mientras me guía hacia la salida haciendo uso de su evidente fuerza.
—¿Qué espere? —me interrumpe casi al instante y, de pronto, me siento ridícula intentando sujetarme a algo para evitar que me arroje al pasillo como si fuese una delincuente—. No. No será verdad. Esta noche me juego mucho como para que vengas tú a jedérmelo con tus tonterías. No sé ni cómo me has encontrado, pero tampoco me importa. Ahora, fuera de aquí.
Me agarro al marco de la puerta con todas mis fuerzas y Cameron me mira sorprendido por la resistencia que muestro.
—¿Podemos hablar después de la actuación? —sugiero, tratando de quemar mi último cartucho con desesperación.
Cameron deja de empujarme y me mira con pasmo mientras que yo, lo observo frustrada y con los nervios retorcidos por la ansiedad.
—Pero ¿qué demonios te pasa? ¿Quieres que llame a los de seguridad o qué?
Vaya, eso hasta me causa cierta gracia. Mis predicciones se cumplen y no sólo me echa a patadas de aquí, sino que también voy a ser acompañada por los guardias de seguridad hasta el exterior del local. ¡Qué emocionante!
Mi mirada cae hasta el suelo y la vergüenza me quema como un fuego abrasador. Nunca en mi vida me había mostrado tan pesada e insistente con alguien, y mucho menos en estos términos, donde me invitan a irme de una forma tan poco amable. Me siento como una acosadora, pero necesito hablar con él, y no solo de trabajo. Necesito que escuche todo lo que tengo que decirle y que va más allá de nuestra relación laboral.
—No será necesario —le aclaro, desencajando mis dedos del marco de la puerta y recolocándome el asa del bolso sombre mi hombro. Es el momento de demostrarle que hay ciertas cosas que no son negociables y que yo también sé ser categórica—. Te espero fuera, en el aparcamiento y hablaremos cuando termines la función.
—No saldré al aparcamiento —protesta de inmediato.
Me doy la vuelta y alzo el rostro para encararlo.
—En algún momento tendrás que salir de aquí para irte a tu casa, ya sea con la moto o con lo que hayas venido a trabajar.
Alzo mis cejas y él enmudece ante la forma retadora en la que lo miro. Entonces, sin previo aviso, tuerce el gesto, cierra los ojos y se apoya en el quicio de la puerta. Por un momento creo que va a caer redondo al suelo, pero se consigue mantener apoyado.
—¿Cameron? —La preocupación se filtra en mi tono de voz.
—Estoy bien —me asegura, pero veo como todo su cuerpo se estremece en un escalofrío.
Una fina capa de sudor cubre su frente. Coloco una de mis manos en su mejilla y compruebo que está ardiendo.
—Cameron, no estás bien —digo en voz baja—. Tienes fiebre.
Aparta la cara y abre los ojos para mirarme.
—Te digo que estoy bien. —Se detiene, respira profundamente—. Ahora necesito que te vayas.
—¿No creerás de verdad que voy a dejarte así? —me atrevo a preguntar.
Me mira fijamente y se instala un largo silencio entre los dos. Tiene muy mala cara, no para de sudar y respira con cierta dificultad.
—¿Por qué te esfuerzas tanto en demostrar una preocupación que no sientes? —pregunta, mirándome algo confundido.
Inspiro profundamente.
—Yo no tengo que esforzarme en nada. Ojalá fueses capaz de entender que te quiero por encima de todas nuestras diferencias y que, aunque te enfades conmigo y me eches de tu vida como una mierda, siempre vas a ser importante para mí.
—No te creo nada.
—Pues ese es tu problema.
—De acuerdo —responde débilmente, como si volviese a encontrarse mal—. Tengo que ir a cambiarme.
Parpadeo rápido, pasmada con sus intenciones reales de salir al escenario estando enfermo. Cameron se endereza y se limpia el sudo de la frente con el dorso de la mano.
—¿No estarás pensando en actuar en este estado? —inquiero con un mal presentimiento.
—Ya te he dicho que estoy bien. Solo estoy algo cansado, pero me encuentro bien.
—Cameron... —digo preocupada, pero me ignora.
Se da la vuelta y entra otra vez en el camerino para recoger su teléfono y los cascos que estaban sobre la mesa. En ese preciso momento, su teléfono empieza a sonar. Veo que observa fugazmente la pantalla del celular y que pone mala cara. A continuación, descuelga la llamada soltando un pequeño gruñido.
—¿Qué? —ladra con desprecio.
No sé quién le llama, pero sea quien sea, está claro que no lo ha hecho en un buen momento.
—¿Y para eso me tienes que llamar ahora? —pregunta con el teléfono pegado a la oreja y los ojos clavados en el suelo mientras se frota la frente con los dedos temblorosos.
Lo miro de reojo y me muerdo el labio, estudiando su expresión irritada.
—Sí, ya lo sé. Mañana por la mañana. De acuerdo—. Hace una breve pausa y se acerca hasta mí—. En serio, vete a la mierda, Neal.
¡Oh, vale! Es su hermano... Ahora entiendo por qué está tan molesto. Neal nunca dejará de ser un imbécil integral.
Cuando cuelga, veo que se pone más blanco que las paredes. No parece ni él.
—¿Qué sucede? —pregunto un poco confundida—. ¿Qué quería?
Cameron no llega a contestarme, porque una voz nos interrumpe antes.
—Cameron, ¿qué haces todavía así? —Es Tino, el hombre que los prepara para salir a escena. Sus ojos lo inspeccionan de arriba abajo con una mirada claramente discordante—. ¡Por el amor de Dios! ¡Corre a cambiarte ahora mismo!
—Ya voy —responde él, guardándose el teléfono móvil en el bolsillo del pantalón.
El tipo le hace una seña con la mano para que se acerque a él.
—Venga, ven conmigo. Yo te ayudaré a prepararte para salir a escena.
Cameron me mira a los ojos. Los tiene reluciendo bajo la escasa luz del pasillo.
—Vete a casa, Olivia —me ordena, justo antes de pasar por mi lado y seguir al hombre delgado que lleva un cinturón lleno de brochas anudado a la cintura.
Me quedo ahí de pie, mirando como su silueta desaparece por el pasillo. Reprimo las enormes ganas que tengo de echar a correr tras él e impedirle que salga a actuar en ese estado, pero entiendo que no debo hacerlo. No puedo hacerlo. Esta noche es importante para él y yo no debo interferir en eso, pero... me preocupa mucho su estado de salud. Parecía realmente agotado, exhausto. ¿Y si se desmaya? ¿Y si le ocurre algo? ¿Y sí...? ¡Ay, Dios!
Suspiro con resignación, me aliso el vestido y me arrastro por el pasillo hasta salir a la sala principal y dirigirme a la puerta de salida. Cuando salgo al aparcamiento, siento que mis pulmones agradecen el aire fresco del otoño. Me meto en el coche y me quedo unos segundos ahí sentada, con la mirada perdida.
«Entra ahí ahora mismo y oblígale a irse a su casa a descansar», me dice mi lado impulsivo.
Sacudo la cabeza.
«No, vete a la tuya tal y como te lo ha ordenado él», me insta mi lado cobarde.
Todo parce estar sumido en una profunda calma aquí. Lo único que inunda el ambiente en el interior del coche, es el sonido que produce mi respiración algo atascada.
Exhalo un suspiro y decido llamar a Jess. Al segundo tono, me contesta.
Jess: —¿Oli?
Olivia: —Hola, Jess —respondo algo angustiada—. Espero no molestarte.
Jess: —En absoluto. ¿Pasa algo?
Olivia: —No... solo que estoy en el Night Affair —respondo, enredando un mechón de pelo en mi dedo índice con ansiedad.
Jess: —¡Oh, vaya! Veo que tu plan para el sábado noche es mucho mejor que el mío. Yo estoy aquí, tumbada en el sofá, viendo una serie en Netflix que no logro entender. Se llama Sense8 y trata de ocho personas que están conectadas mentalmente o algo así. ¿La has visto?
Olivia: —Ehm.... No —murmuro un tanto confundida—. No tengo Netflix. Oye, Jess, no estoy aquí por gusto, ¿sabes?
Jess: —No ya... ¿Y por qué has ido al Night Affair entonces? —quiere saber.
Olivia: —Por Cameron —suelto sin rodeos.
Hay unos segundos de silencio absoluto al otro lado de la línea y por un momento creo que se ha cortado la llamada.
Jess: —Espera... ¿Quiere eso decir que te has decidido por él?
Gruño y me llevo los dedos a la frente.
Olivia: —No van por ahí los tiros, Jess. He venido hasta aquí para hablar con él de algunos asuntos de trabajo bastante urgentes y me lo he encontrado enfermo. Tiene fiebre y realmente luce agotado, pero se ha empeñado en salir a actuar de todas formas y eso me preocupa.
Jess: —¿Pero está contigo ahora mismo o cómo?
Olivia: —¡Qué va! —Sacudo la cabeza—. No me quiere ver ni en pintura y me ha ordenado que literalmente me largue a mi casa. Estoy en el aparcamiento, sentada dentro del coche.
Jess: —¿Y qué vas a hacer?
Olivia: —No lo sé —admito—. Por un lado, quiero entrar otra vez al local y demostrarle que de verdad estoy preocupada por él, pero... por otro lado, no quiero que siga tratándome como si fuese un perro pulgoso.
Jess: —No creo que Cam te trate mal, Oli —refuta mi amiga con franqueza—. Al menos no creo que lo haga deliberadamente. Ese chico está loco por ti.
Olivia: —Ya claro... —digo en medio de un bufido—. Pues tendrías que haber visto cómo se ha puesto esta noche cuando me ha visto aquí. Literalmente me ha amenazado con llamar al personal de seguridad.
La carcajada que suelta Jess al otro lado del teléfono retruena en mi oído y me deja de piedra.
Olivia: —¡Jess! ¡No es gracioso! —protesto cabreada, pero mi amiga no deja de reírse.
Jess: —¿Cómo qué no? —Más risas—. ¡Habría pagado una gran suma de dinero por ver eso! Ahora no puedo dejar de preguntarme si el personal de seguridad del Night Affair también va con tanga, porque la porra ya me imagino que la llevan de serie.
No puedo evitar hacer una mueca de asco. Resoplo un poco molesta, pero después me doy cuenta de que en realidad la situación sí que tiene algo de gracioso, aunque cuando estaba ahí dentro y Cameron me dijo que si quería que llamase a los de seguridad, casi me echo a llorar.
Olivia: —En serio, vas a hacer que me arrepienta de haberte llamado.
Jess: —Está bien, ya me callo —me asegura tratando de controlar su risa histérica—. Y entonces, ¿qué vas a hacer?
Olivia: —No lo sé.
Y en eso estoy siendo totalmente sincera. No sé qué hacer.
Jess: —¿Cómo que no lo sabes? —repite mi amiga con incredulidad.
Olivia: —Pues es que no estoy segura.
Oigo como mi amiga suelta un suspiro de resignación y hasta me la puedo imaginar cerrando los ojos y negando con la cabeza.
Jess: —Oli, puede que lo que te vaya a decir ahora suene demasiado evidente, pero a veces, lo más visible nos resulta lo menos perceptible. Por una vez en tu vida, piensa en lo que de verdad quieres hacer. Piensa en lo que deseas hacer tú y olvídate de lo que quiere Tyler, lo que quiere Cameron, lo que quiere tu familia o lo que quieren tus amigos. Solo piensa en lo que de verdad deseas tú. No te puedes equivocar si eliges hacer lo que de verdad quieres hacer, aunque te lleves una patada en el culo, ¿lo entiendes?
Olivia: —Quiero entrar —respondo sin un ápice de duda.
Jess: —Pues entonces, corta esta llamada y hazlo.
Me muerdo el labio inferior, reconcomida por el pánico.
Olivia: —Pero ¿qué pasa si él me...?
Jess: —¿Si él te qué, Oli? —me interrumpe enseguida—. Estás preocupada por él, ¿sí o no?
Olivia: —Sí, claro que lo estoy —admito resoplando.
Jess: —Pues entonces, todo lo demás no tiene importancia. Igual Cameron necesita ver que de verdad te preocupas por él. Necesita que se lo demuestres con hechos, que te mantengas ahí firme y estoica, y no simplemente que te limites a decírselo y luego salir corriendo como haces siempre.
Olivia: —¡Yo no salgo corriendo!
Jess: —Mejor vamos a dejar ese tema para otro día. Entonces dime, ¿le vas a demostrar a ese cabezota que se equivoca cuando cree que no le importas?
Olivia: —Sí.
Jess: —¿Sí? —Parece dudar de mi palabra.
Olivia: —Sí. Voy a colgar y... a entrar otra vez.
Jess: —Bien. Si me necesitas, no dudes en volver a llamarme. Total, la serie que estoy viendo es como si estuviese tratando de comprender los principios de la aerodinámica; algo imposible para mi cerebro mediocre.
Olivia: —Gracias, Jess.
Jess: —No hay de qué. Ahora, eso sí, para la boda quiero ser la madrina y también exijo poder decidir el nombre de vuestro primer hijo.
Olivia: —¡Jess! —me quejo.
Jess: —¡Ni una bromita se puede hacer!
Olivia: —No tienes remedio.
Jess: —Lo sé, pero me quieres así —se burla, soltando una risita infantil
Olivia: —Por suerte para ti, sí. Nos vemos pronto. Te quiero.
Jess: —Y yo a ti.
Cuando cuelgo, me miro en el espejo retrovisor y me adecento un poco el pelo que luce desaliñado. Inspiro por la nariz y suelto el aire lentamente por la boca.
«Vamos, Oli. Es ahora o nunca. Tienes una última oportunidad para demostrarle que está muy equivocado contigo», me digo.
Salgo del coche y en cuanto pongo un pie sobre el asfalto gris del aparcamiento, siento que pierdo un par de rayitas en autoconfianza. Sacudo la cabeza de un lado a otro como si quisiera con ello alejar esos malos pensamientos de mi cabeza.
No sé por qué siempre pienso que todo me va a salir mal, pero es que últimamente el destino parece tener algo en mi contra.
En cuanto entro en el local de nuevo, veo que todas las luces están apagadas excepto las del escenario. El público permanece callado y solo se escucha la música suensual que suena por todas partes, acompañada de una voz femenina melódica y dulce. Cameron está en el escenario, bailando con Yanira.
Cameron la toma por las caderas y la pega a su cuerpo. Entonces, un calor horrible me quema por dentro al ver ella se acerca más a él, hasta que sus frentes se tocan.
Cierro los ojos con fuerza y respiro entrecortadamente. Odio verlo bailando con otra, pero es que odio todavía más verlo bailando con ella y... de esa manera. Es pensar en Yanira y se me ponen los pelos de punta, y aunque sé que Cameron y yo no estamos atados de ninguna manera, no puedo evitar pensar que ella lo desea como un niño desea comerse una chocolatina. Me pone enferma tan solo el pensarlo.
Sé que todo esto que están haciendo sobre el escenario es puro paripé, que forma parte del espectáculo y demás... pero no puedo evadir mis sentimientos como si nada. Lo hace tan bien, bailan tan increíble los dos juntos, que me entran ganas de lanzarles un maldito zapato al escenario.
Suspiro hondo e intento controlar mi ligero ataque de celos.
Lo que queda de actuación, me lo paso mirando al suelo, al techo, al público y, por qué no, a los camareros paseándose por ahí en tanga... a todas partes menos a ellos dos. En cuanto finaliza el espectáculo, todo el mundo se pone en pie y estalla en aplausos y ovaciones. Casi parece que quieran echar abajo el recinto. Cameron y Yanira hacen varias reverencias y saludan al público con la mano. En cuanto desaparecen tras el telón, me precipito hacia los pasillos, intentando sortear el caos que reina ahora en ellos. Decenas de bailarines corren de una dirección a otra, se felicitan entre ellos, se saluda o intercambian algunas palabras. Lo busco por todas partes, pero no lo encuentro. Me tiro como cinco minutos recorriendo los pasillos sin éxito y hasta le pregunto a alguno de los bailarines si han visto a Cameron, pero es como si la tierra se lo hubiese tragado.
Tras otros cinco minutos infructuosos en mi búsqueda, veo a Cody que sale disparado por una puerta, con la cara desencajada.
—¡Cody! —lo llamo corriendo en su dirección y esquivando a un grupo de chicas que corren en contradirección.
Vuelve la cabeza para mirarme.
—¿Qué haces todavía aquí? —inquiere con la expresión tensa y percibo la preocupación en su mirada.
Un mal presentimiento me invade y se instala hasta en los más hondo de mis huesos.
—Estoy buscando a Cameron, ¿lo has visto?
Me mira durante un segundo con auténtica exasperación.
—No es buen momento, Olivia —escupe las palabras y compruebo que lleva unos paños húmedos en las manos—. Cameron no está bien.
CAMERON. NO. ESTÁ. BIEN.
De repente, el pánico me atenaza la garganta y parece increíble que cuatro palabras aparentemente tan inofensivas, puedan lograr que mis rodillas se olviden que su función primordial en este mundo es la de sostener el peso de mi cuerpo.
—¡¿Qué?! —grito como una histérica—. ¿Qué quieres decir con que no está bien?
—Ha perdido el conocimiento al bajarse del escenario. —Suspira fatigado—. Ha sido demasiada la presión que ha tenido que soportar estos días y ...—Se interrumpe y parece meditar las palabras un segundo mientras me observa como si tratara de decirme algo con la mirada —. Lo siento, tengo que llevarle esto a mi amigo. Mejor vete a casa, ¿vale?
Ok, entiendo... Cree que yo tengo mucha parte de culpa en lo que le ha pasado a Cameron y no voy a contradecirlo, pero está loco si cree que me voy a largar a casa como si nada, sabiendo que Cameron ha sufrido un desvanecimiento.
—¿Dónde está? —pregunto, ignorando su absurda sugerencia.
—En serio, es mejor que...
—¡Que no me voy a ir a mi maldita casa! ¿Te ha quedado claro? —grito, agitada y con la expresión llena de impotencia.
Por una vez en mi vida estoy enfadada, pero enfadada de verdad.
Cody no dice nada y finalmente me señala la puerta que hay al fondo del pasillo con un gesto de la cabeza.
Bien, al fin parece que nos vamos entendiendo.
Que simpático es Cody.
¡Hola personitas!
💖💖💖
Vamos a empezar por preguntar lo realmente importante y a lo que, por cierto, nadie me contesta casi nunca... ¿Cómo estamos?
No sabéis como me molesta que este sea el capítulo dieciocho y no sea un capítulo +18 😅
Bien, sé que este capítulo muchos lo han empezado leyendo con gran alivio y otros con bastante fastidio, pero... voy a haceros una pequeña reflexión. ¿En serio pensabais que Cameron era el que estaba con Yanira encerrado en el camerino? Pero vamos a ver mis inocentes cositas... la tipa está despechada con él y encima ha ido comentando por ahí que Cameron no rinde en el trabajo... ¿CÓMO DESPUÉS DE ESO VA A HACER ÉL SEMEJANTE COSA CON ELLA? Estaría tonto.
Pues no, no era Cameron el chico de la "chupadita", pero eso no quita que el muchacho anda bien molesto con Olivia, como ya habréis podido comprobar. También creo que en este aspecto le falta todavía madurar un poco y no tomarse tan a pecho las cosas. Todos o casi todos, entendemos su enfado, pero tampoco es para que ande tan crispado por la vida... que luego mira lo que pasa. Se pone malo.
Si os acordáis, en el último capítulo puse una opción a elegir entre varias y la correcta era que, llega Cody al oír el grito de Oli y se queda tan sorprendido como ella con lo que ve en el camerino.
No sé vosotros, pero yo, en este capítulo, he visto a una Olivia algo más decidida. Vale, todavía es algo insegura, pero es que la pobre tiene muy mala suerte en la vida así que es normal que tenga algo de miedo al destino caprichoso.
¿Qué pasará ahora con Cam enfermo? ¿Será algo grave lo que tiene o solo es cansancio acumulado? Sí, os voy a dejar con esa duda y, como soy mala y me gusta el dolor ajeno, ya os podéis imaginar lo que será. Sé que a muchos no les va a gustar el rumbo que a a tomar la historia en el siguiente capítulo, pero ya voy a ir encauzando la historia hacia su final (aunque aún queden muchos capítulos para eso).
¿Cómo actuará Olivia con él? ¿Y él con Oli?
Después está la llamada de Neal 😱
💖🌸AVISO🌸💖
Sé que muchos me decís que tardo en actualizar, pero quiero que comprendáis que escribo capítulos largos y que intento que estén bien planteados/redactados. Eso requiero tiempo y esfuerzo. Ojalá fuese posible que, con solo chasquear los dedos, el capítulo ya estuviese listo.
Como siempre, quiero daros las gracias a todos los que me dais vuestro apoyo incondicional.
Si os ha gustado el capítulo de esta semana, podéis:
🤷🏼♀️VOTAR (Que yo os lo agradeceré mucho, mucho y mucho).
🤷🏼♀️COMENTAR (Eso me ayuda y motiva a crear más capítulos intensos).
Pd: Las pijas tienen un mensaje importante para Yanira --> Si las zorras volasen, tú no bajabas ni pa comer.
NOS VEMOS EN LA PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN
✍🏻✍🏻✍🏻✍🏻
No olvides seguirme por las redes sociales:
¡BESOS ENROMES! 💄💋
Gracias por seguir ahí.
Sarhanda
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top