8. De jugar a la pelota, a leer en la biblioteca

Lo primero que encontraron nada más entrar en la sala de estudio de la biblioteca fue a Cristina Merino sentada y totalmente ensimismada en la lectura de un libro de Kika Súper bruja.

Pero en cuanto Carla y ella se vieron, colocó en seguida su marcapáginas y cerró el libro. Ambas se abrazaron, demostrando así que eran las mejores amigas. Sin embargo, Carla se mostró mucho más tímida cuando Cristina le preguntó qué hacían en la biblioteca.

-Bueno...eh... - No quería mentirle, así que intentó maquillar un poco la realidad para no tener que hacerlo. - Es que estábamos en casa y nos han entrado ganas de escribir un libro sobre un unicornio. Y venimos a leer todo lo posible sobre ellos.

-Hay que ver que raras estáis últimamente con los unicornios.

Daniela se adelantó unos pasos y fue a decir algo, pero su prima Irene fue rápida y le tapó la boca, acercándola a ella.

-Shhh. En las bibliotecas no se habla, Nani. - Susurró. Daniela señaló enfadada a Cristina y Carla, que sí que estaban hablando, pero nadie la hizo caso.

Con Daniela fuera de juego, pareció funcionar la media verdad de Carla, y Cristina empezó a moverse muy rápido por las estanterías, emocionada, hasta que dejó caer sobre la mesa una interminable pila de libros que por casi tocaba el techo. Las chicas alucinaron y felicitaron a Cristina por el trabajazo, aunque ella les explicó que le servía de práctica para cuando fuese bibliotecaria junto a Carla.

Sin embargo, Malena alargó la cabeza horrorizada cuando se dio cuenta de por qué estaban reuniendo esos libros.

-¿De verdad hay que leérselos todos?

-Sí, pero no os desaniméis, somos cuatro y lo haremos más rápido.

-¡Cinco! Yo puedo ayudar. - Se ofreció Cristina. En seguida Irene aclaró que ya contaba con ella, y a quien no estaba contando es a Daniela, que al ser más pequeña todavía no había aprendido a leer más que su nombre y algunas palabras fáciles como papá o mamá.

La tarde se les pasó volando entre páginas de distintos gramajes y colores, con letras de distinto tipo y tamaño, mientras iban comentando entre ellas cada lectura. Hacia las ocho, habían aprendido un montón sobre los unicornios, su anatomía, los distintos tipos de razas que existían, e incluso, aunque de francés seguían sin entender ni papa, ya chapurreaban frases en lenguaje equino que estaban deseando enseñarle a Quirty.

Sin embargo, más allá de eso, no habían encontrado las respuestas que estaban buscando para el problema de las alas y el cuerno de unicornio desaparecidos.

Después de una hora y más de veinte libros, las chicas empezaron a mostrar síntomas de cansancio, de hambre y de otras necesidades del ser humano. Cuando a Daniela le entraron ganas de hacer pis por cuarta vez, decidieron que lo mejor era dejarlo y seguir al día siguiente.

Irene y Daniela empezaron a caminar hacia el aseo y Carla, Celia, Malena y Cristina cerraron el libro que tenían en la mesa apenadas por haber fracasado en su búsqueda. Sobre todo, Cristina, que había intentado leer lo más rápido posible, porque tenía curiosidad por saber que estaban buscando sus amigas. Ni siquiera le había dado tiempo a empezar el último libro que había cogido, sobre la historia de los unicornios. Lo tenía abierto tan solo por la primera página y ahora le tocaba cerrarlo otra vez sin saborear nada más que las primeras palabras escritas con una caligrafía cuidada y de aspecto antiguo.

"Desde ese día, los unicornios han sido un gran misterio para todo hombre y mujer que se precie, solo vistos en situaciones excepcionales por verdaderos creyentes de corazón bondadoso y valiente.", acertó a leer de soslayo.

Cristina terminó de cerrar la cubierta del libro, pero un segundo después, abriendo mucho los ojos, volvió a leer aquella primera página en voz alta, comprobando que lo que acababa de descubrir era cierto. Empezó a moverse nerviosa y todas las chicas se acercaron a ella, curiosas. Incluso Irene se olvidó de que Daniela se hacía pis.

-¿Qué pasa, amiga? - Preguntó Carla, paseando la mirada entre Cristina y el libro, sin saber en cuál poner su atención.

-Mirad esto. - Cristina esperó unos segundos a que las chicas encontrasen lo mismo que ella, pero le pudo la emoción y en seguida prosiguió hablando, mientras daba golpecitos con el índice en la hoja. - ¿No os dais cuenta? Esta no es la primera página. Un libro comienza con "érase una vez" o "esta la historia de una niña" o "todo comenzó un día lluvioso", pero nunca con un "desde entonces". Así que...

-Así que si han arrancado las páginas es porque quizá digan algo muy importante, que puede servirnos para ayuda... - Carla se contuvo, fastidiada otra vez por tener que esconderle cosas a Cristina. - para ayudar a escribir nuestro libro.

Cristina asintió y todas respiraron hondo. Movieron el libro de izquierda a derecha y de arriba abajo, y rebuscaron debajo de la mesa y entre las páginas del propio libro, a ver si encontraban la información que faltaba. Irene incluso dio un rápido vistazo al resto de los tomos de la sala a ver si encontraba otro igual, mientras Daniela le tiraba de la camiseta y le amenazaba con mearse encima si no se iban al baño pero ya.

-¿Qué creéis que puede haber en las páginas arrancadas? - Dijo Malena levantándose después de su búsqueda en el suelo. Cristina sacudió la cabeza, con la mano en la barbilla, como una completa investigadora de misterios.

-No estoy segura de que estén arrancadas, si no se verían algunos trozos rotos. Es como...si no hubieran existido.

Todas las chicas vuelven a rodearse en torno al libro, más confusas aún que antes, y es Daniela la que, bailoteando nerviosa y sin poder aguantar un segundo más el pis, las empuja y agarra el libro abierto.

-Pues igual eso es porque nunca han existido. O porque a los unicornios no les da la gana que leáis sus cosas. ¡Así que vámonos, porfiiiii! - Y dicho esto, agarra con la mano derecha la cubierta para terminar de cerrar la cubierta.

De repente, esta se ilumina y, mientras la mano de Daniela se va moviendo hacia arriba, una página que brota de la nada también se eleva con ella, dejando entrever lo que parece una pintura, pero cuyos rostros y paisajes son tan reales que parece una fotografía.

En la imagen, hay unicornios, de pelajes blancos más claros u oscuros, y más o menos brillantes, pero también hay humanos, vestidos con ropas antiguas y muchos de ellos con túnicas como las que llevan los magos en las películas. A su alrededor hay árboles enormes y llenos de flores y frutas.

Y, sin embargo, ninguna de las chicas habría dicho que la imagen era feliz. Porque todos en la foto parecían enfadados y unicornios, por un lado, y humanos por otro, se estaban peleando. La magia de las varitas de los que llevaban túnicas y los cuernos de los animales estaban destrozando los árboles y los edificios, y las espadas y las herraduras rasgaban la hierba y los cuerpos de los que luchaban.

Un ruido de pasos resonó cerca de la sala y Daniela soltó de forma repentina la hoja que sostenía entre las manos. El haz de luz desapareció igual de rápido que había llegado, y justo al instante también llegó Carlos, el bibliotecario.

-Chicas, vamos a cerrar en diez minutos. ¿Os vais a querer llevar algún libro a casa?

Alucinadas como estaban por lo que acababa de ocurrir, les costó mucho volver a la realidad, pero cuando por fin acercaron a entender las palabras del bibliotecario, y mirando hacia la mesa, a la vieja portada en la que ponía "Historia de los unicornios", dijeron todas a la vez.

-¡Siiii!

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