5. Al final todos estaban preocupados por la pelota
La luz de la linterna de Hugo mientras se acercaba junto a Mateo y a Daniela les resultó especialmente molesta tras la caída.
-¿Qué hacéis? - Oyeron decir a Hugo, con voz muy confundida y mirando a las tres chicas como si estuvieran locas.
-¡Au, duele! - Se quejaron Celia y Malena, mientras terminaban de ponerse de pie junto al resto.
-Eso os pasa por meteros en líos. - Le contestó Daniela, muy cabreada. Todos le miraron extrañados, porque ese comentario no parecía muy típico de ella. Sin embargo, en seguida les sacó de dudas, añadiendo, - Por meteros en líos sin avisarme para que os acompañe.
-¿Habéis encontrado la pelota? - Preguntó entonces Mateo, y por si acaso le estaba fallando la vista, dio unos pasos hacia Quirty. - Y lo más importante, ¿Qué hacéis con un caballo?
-No es un caballo. ¿Verdad que no, Quirty? - Carla se dio la vuelta, esperando que ésta le diera la razón. Sin embargo, el animal solo se dedicó a relinchar varias veces. Tal como hace un caballo. - Os juro que habla. Antes hemos hablado con ella.
-Ya claro, este caballo habla y yo me teletransporto. - Se rio Hugo con ironía.
-Que no es un caballo, tontolaba. Es un unicornio. - Le corrigió su hermana Malena.
Todos se alarmaron cuando Daniela empujó a los dos chicos para hacerse paso.
-¡¿QUÉ?! ¡¿UN UNICORNIO?! ¡¿Me habéis regalado UN UNICORNIO?! - La más pequeña del grupo comenzó a dar saltos de alegría y corrió a abrazar y apretujar a una asustada Quirty.
-Daniela, no es para ti, es del Bosque Abandonado.
-Además, los unicornios tienen cuerno, y este no lo tiene. - Dijo Mateo, sin terminar de creerse la historia.
-Da igual, me lo imagino. - Dijo Daniela, que seguía achuchando a Quirty, aunque más bien parecía que la estaba asfixiando con sus propias manos. Hasta Celia, Carla y Malena tuvieron que intervenir a la vez para conseguir separarla. En su defensa, hay que decir que a Daniela la chiflaban los unicornios. La chiflaban tanto que tenía un pintauñas de unicornio, platos de unicornio, una mochila de unicornio....
-Quirty, ¿estás bien? - El tono preocupado de Malena alertó al resto del grupo. Quirty estaba muy dolorida y aún no había podido levantarse, por muchos esfuerzos que hacía. Al fin y al cabo, era la que se había llevado la peor parte del golpe. - Lo siento mucho, de verdad, no tendría que haberte dicho que vinieras. Esto ha sido por mi culpa.
Malena se tiró al suelo junto a Quirty y se apoyó en su lomo, acariciándole una de las patas delanteras que le costaba mover.
Y así como estaban, tirados en la calle y con Quirty herida, vieron una luz iluminarse a lo lejos, y escucharon movimiento. Venía de la terraza de Caramelucho El Trucho, el gimnasta.
Seguramente había encendido la terraza porque allí tenía todas sus herramientas para hacer todo tipo de pasos y acrobacias. Llevaba una toalla y una botella de agua, e iba vestido con su reglamentario traje rosa fosforito y apretadísimo.
Esta vez las hermanas Carla y Daniela fueron las más rápidas en actuar y, justo antes de que Caramelucho reparase en ellos, se apretaron delante de Quirty para esconderla. Sus amigos las siguieron, formando juntos un círculo alrededor del unicornio.
-¡Hombre, chicos! - Dijo él desde la azotea. -¿Qué hacéis tan tarde en la calle?
Todos empezaron a titubear. Carla volvió a mostrar su rapidez mental, que al parecer no solo le valía para ser una sabihonda, sino también para salir de apuros como ese.
-Es que estamos jugando a prueba, verdad y atrevimiento. Nos hemos venido aquí porque si nos oyen nuestros padres nos regañan.
-¡Claro, es que ese no es un juego para niños!
-Caramelucho, guárdanos el secreto, por favor. Te prometemos que no volvemos a jugar.
Caramelucho, aunque les llamó pillines y se lo pensó un poco, al final acabó cediendo y les dijo que no lo contaría. En seguida, Carla aprovechó para cambiar de tema disimuladamente, y le preguntó si iba a entrenar a esas horas de la noche. Caramelucho El Trucho empezó a sudar y a ponerse nervioso.
-Yo...no...bueno...quizá...eh... ¡Vale, vale. ¡Me habéis pillado! -Gritó con la cara roja como un tomate. - Practico a estas horas para que no veáis el baile sorpresa que estoy preparando para Navidad.
-¡Baile sorpresa de Navidad! - Repitieron todos a la vez. Por un momento desearon pedirle que se lo bailara a ellos en primicia, o que les enseñara alguno de sus pasos, o el traje brillante que llevaría. Pero todos contuvieron su emoción en cuanto recordaron qué hacían allí realmente. Y que no era, ni mucho menos, jugar a verdad o atrevimiento.
Al final, Hugo tuvo otra idea genial, casi quitándole a Carla el pódium de ideas geniales. Le dijo a Caramelucho que ellos también prometerían no decir nada y dejarle ensayar a cambio de las piruletas multisabores que les daba siempre que iban a su casa. Caramelucho, que era un blando, volvió a dar su brazo a torcer ante los niños.
Hugo salió corriendo hacia la puerta de la casa de Caramelucho, y Malena, consciente de que había que dar la vuelta al edificio y cruzar la carretera, fue detrás de él para no dejarle solo.
Cuando Caramelucho hubo desaparecido en el interior de su casa, Carla, Daniela, Celia y Mateo volvieron a colocarse en círculo. Cada uno agarró una de las patas de Quirty y tiraron de ellas para ayudarla a ponerse en pie. Aunque iban lentos, y la unicornio pesaba más de lo que esperaban, poco a poco empezaron a avanzar.
De repente, todos se detuvieron en seco. Mateo se encogió de hombros.
-Espera. ¿A dónde estamos yendo?
-A mi casa. - Decidió Carla, sobre la marcha. -La puerta del garaje se ha roto, y no vienen a arreglarla hasta el lunes, así que mis padres no van a entrar.
Todos asintieron con la cabeza, Daniela incluida, que estaba encantada de tener en su casa a un unicornio, y retomaron el trayecto.
Casi se sintieron desfallecer cuando llegaron a la puerta del garaje de Carla. Tuvieron que hacer los últimos malabares turnándose para sujetar la puerta estropeada y ayudar a Quirty a dar sus últimos pasos, todo en completo silencio. Una vez hubieron logrado su cometido, los cinco se tiraron al suelo, exhaustos y jadeando, como si les hubieran apagado el interruptor que les daba toda la energía.
No se habían terminado de recuperar cuando sonaron unos golpes tímidos.
-¡Hey! ¡Carla! ¿Estáis ahí o qué?
Carla se sintió aludida y se levantó. Se agachó y estiró de nuevo de la puerta hasta lograr dejar un hueco por el que entraron primero Malena y después Hugo. Cada uno venía con los dos puños cargados a rebosar de piruletas multisabores.
-¿Cómo sabíais donde estábamos? - Quiso saber Carla, sin poder apartar la mirada de las piruletas. Malena les explicó que no lo sabían, y que esa había sido su tercera opción después del garaje de Celia y la tienda de antigüedades. Todos exclamaron (en susurros, claro, porque era muy tarde y no querían levantar sospechas), por no haber pensado en la tienda de antigüedades. Pero era demasiado tarde para cambiar de opinión, y además Daniela dejó claro que no pensaba permitir que se llevaran a SU unicornio de SU garaje.
-Y no habríamos llegado tan lejos, para vosotros ha sido fácil ir sin cargar con el peso de Quirty.
-Celia, no te quejes que os hemos traído refuerzos. - Se defendió Malena. Y así, ella y Hugo empezaron a repartir las piruletas a todos los presentes, incluida Quirty, que también tenía hambre y que le agradeció a Malena el regalo con un lametón en la mejilla.
Las piruletas multisabores estaban siempre súper ricas, pero nunca les habían sabido tan bien como esa noche.
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