4. No encontramos la pelota, ¡pero sí un unicornio!

Quirty. Así es como se llamaba el unicornio con el que las tres amigas se habían topado. Bueno, la unicornio, porque era una chica. Tenía catorce años, el pelo completamente blanco, además de un cuerno entre los ojos y también unas grandes alas llenas de plumas que ahora tenía recogidas a ambos lados de su cuerpo.

Quirty también supo que ellas eran humanas en cuanto las vio, y se mostró igual de emocionada por su descubrimiento. Aunque su emoción se fue diluyendo y convirtiéndose en perplejidad cuando Malena y Carla comenzaron a dar rodeos en torno a ella, alucinadísimas, y avasallándola con todo tipo de preguntas.

-Entonces, ¿los unicornios existen de verdad? Ya decía yo que los humanos no teníamos tanta imaginación como para inventar algo tan bonito.

-¿Y tú cuerno tiene poderes o hace algo mágico? Aparte de brillar, digo.

-¿Hay más unicornios en el bosque? ¿Podemos verlos?

-¿Y desde cuando vivís aquí en El Bosque Abandonado? ¿No os da miedo?

-Esperad, esperad - Gritó al fin Quirty, echándose hacia atrás y obligando a las tres chicas a ponerse delante de ella. - Dejad de moveros, yo también quiero veros a vosotras. ¡Sois unas humanas muy pequeñitas!

-Eso es porque somos niñas, los adultos son más grandes. - Explicó Malena, poniéndose de puntillas para seguir observándola. Quirty acercó su largo morro de unicornio al cuello de Malena y empezó a olisquearla. Ésta, amenazada por un montón de cosquillas, no paraba quieta, preguntándose qué estaba pasando.

-Tía, está reconociendo tu olor, lo hacen un montón de animales. -Explicó Carla, poniéndose en modo sabihonda. - Incluso lo hacemos nosotros inconscientemente, porque también somos animales, ¿lo sabías? Si atendieras un poquito más en sociales...

-Mm...es que hueles super bien. A fresas. -Quirty aspiró y su hocico se ensanchó mientras el aroma de la colonia de Malena entraba por sus fosas nasales.

-¡Ah! Es mi colonia de Frozen. - Malena se atusó el pelo. "Que pija es cuando quiere", pensaron Carla y Celia. De repente, Malena sonrío, pícara. - La tengo en mi casa, puedes venir a echarte cuando quieras. Y a jugar. ¡Y a hacer fiesta de pijamas! ¿Los unicornios hacéis fiestas de pijamas?

-¿¿¡Qué!?? - Exclamaron Celia y Carla, al unísono, por la insinuación de Malena de llevar a Quirty a Poblete, claro. ¿Un unicornio en Poblete? ¡Qué locura!

Por eso Celia no duda en acercarse a su amiga y empezar a insinuar entre dientes

-¿Qué estás diciendo? No puedes hacer eso.

-¿Y por qué no? ¡Yo invito a mi casa a quien yo quiero? - Le responde, orgullosa. Aunque encoge un poco los hombros. - Bueno, y a quien me dejan mis padres. Pero mira que maja es Quirty, seguro que la dejarían.

Sin embargo, Quirty también gritó, por otro motivo diferente.

-¿En serio? ¡Pues me encantaría!

Celia pellizcó el brazo de Malena cuando ésta siguió asintiendo decididísima. Menos mal que Quirty también relinchó un poco indecisa, levantándose con el aire su blanca crin.

-Pero no creo que mis padres me dejen. Además, está prohibido cruzar la valla. Fuera está la Ciudad Abandonada y es muy peligrosa. No sé cómo podéis vivir ahí.

Las chicas fruncieron el ceño altamente sorprendidas. La Ciudad Abandonada y El Bosque Abandonado al final eran la misma historia. Los adultos de Poblete no les dejaban traspasar la valla a ellas, y los adultos unicornio hacían lo mismo con sus hijos en el bosque. Al darse cuenta de lo que ocurría de verdad, las otras dos chicas, que habían estado en contra del plan de Malena, ahora la secundaron.

-Pero ¿qué dices? ¡Estoy con Malena, tienes que venir a nuestra ciudad! No está abandonada. Si la cuidamos un montón- Explicó Carla.

-Desde luego, es mucho mejor que... esto. - Añadió Celia.

-Celia... -Le reprendió Carla al instante. - No digas eso, igual a los unicornios les gusta vivir así.

Sonó un ruido entre los matorrales y todas se giraron. Igual que cuando Quirty se había acercado hacía ellas, pudieron distinguir la misma luz a lo lejos, solo que ahora por triplicado. Quirty se asustó.

-¡Viene alguien! Como me vean aquí, y encima con vosotras, me la voy a cargar, y yo.... - Antes de terminar la frase, agachó el rostro hacia ellas y susurró - Quiero oler a fresas. Vamos a vuestra ciudad.

-¡Geniaaaal! - Exclamó Malena. Quirty les hizo una seña para que se montaran en su lomo, y ésta fue la primera en subirse. Carla fue la segundo. Se lo pensó un poco, pero al final también se decidió a subir.

Celia, en cambio, se cruzó de brazos y se negó definitivamente. Lo que estaban haciendo estaba mal. Ya habían cruzado sin permiso, y ahora volvían sin la pelota y con un unicornio. Eso era demasiado.

-Pues vamos, Quirty. Si Celia prefiere quedarse, allá ella. - Soltó entonces Malena.

-¡No, espera! - Gritó Celia al instante. Una cosa es no querer problemas, y otra muy distinta es quedarse allí sola. Eso sí que sería un problema.

-¡Pues agárrate! - Le contestó Quirty, impulsando las patas para iniciar el vuelo. Celia, sin mucho tiempo para pensar, hizo lo primero que se le ocurrió, que fue agarrarse a su brillante y blanca cola. Exclamó, emocionada y asustada a la vez, cuando sus pies dejaron el suelo y se vio volando por los aires, agarrándose todo lo posible para no caerse. Ahora, extendidas, las alas de Quirty eran brillantes y preciosas, y cada una de las plumas que la formaban se movían con mucha agilidad.

Carla se dio la vuelta y le tendió la mano a Celia para ayudarle a sentarse. Pero, tan solo unos segundos después de haberlo logrado, las tres chicas vieron a sus pies la valla que señalaba el final del bosque y el inicio de Poblete, y cuando Quirty la traspasó, todas a la vez sintieron una gran presión que las impulsaba hacia abajo.

Estaban cayendo en picado.

Quirty batía las alas una y otra vez para intentar mantener el equilibro, pero no le respondían. De hecho, parecía como...no, no lo parecía, ¡se estaban evaporando! Las chicas cerraron los ojos y se taparon la cara con los brazos, conscientes de que estaban a punto de caer al suelo sin remedio, y de paso llevarse un buen golpe.

Quirty derrapó con sus cuatro patas en el asfalto, hasta que la gravedad le hizo detenerse e hizo que las chicas acabaran en el suelo delante de ella, raspándose las manos y los codos, aunque por fortuna aún llevaban puestas las rodilleras.

Carla se levantó con dificultad y miró hacia todos lados para asegurarse de que estaban bien. Pudo comprobar que ninguna estaba grave, pero al ver a Quirty, también notó que algo había cambiado, y no exactamente para bien.

Porque no solo sus alas habían desaparecido, también su cuerno, y no había rastro del aura brillante que antes desprendía todo su cuerpo. Y sin cuerno, sin alas, sin brillo...ahora solo parecía un caballo algo magullado.

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