Un Sol radiante

Astrid, la protagonista de esta historia, vivía en una preciosa isla en mitad de la nada, pero ella se sentía resuelta porque ya había encontrado su lugar perfecto en el mundo, el lugar donde ella nació y echó raíces, donde creció y donde ella quiere morir.
En esta isla, vivían unas pocas familias donde todos se conocían bien y mantenían una relación de vecinos.
Entre todos ellos se valían por sí mismo porque si necesitan algo se lo construyen ellos mismos o le piden ayuda a alguien que sepa hacerlo.
Astrid save coser, hacer cabañas de madera y pescar, entre otras cosas.
Ella sabe que si alguna vez tienen algún problema, no pueden salir por patas de allí porque no podrían avisar a nadie, nada más que tienen una radio, o aunque lo quisieran, un barco llegaría demasiado tarde por la lejanía que hay de la isla y tierra firme y porque los oleajes y corrientes que hay más allá del arrecife son muy peligrosos. Un helicóptero supondría el peligro del piloto ya que en los alrededores de la isla hay unos fuertes vientos que no puede atravesar.
Ella se lo planteó, pero pensó que era preocuparse innecesariamente porque no iba a pasar nada.
Su familia era su padre, su madre y su hermano dos años pequeño.
Ella tenía casi 17 y tenía una relación fabulosa con su familia.
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Lo que Astrid solía hacer por las mañanas era coger la tabla de madera creada por ella y salir a surfear con su amigo Gabi que vivía dos cabañas al oeste de la suya.
Esa mañana a las 8:00 también quedaron.
-¡Gabi, baja ya!- dijo Astrid aporreándole a la puerta.
-¡Un momento Astrid, ya termino!- dijo mientras se desperezaba y se vestía.
Cuando salió, cogió la tabla tallada de Gabi y se pusieron camino a la playa.
Gabi tenía un año más que Astrid y más experiencia cazando, porque anque sea una isla pequeña, de apenas 30000 kilómetros hay mucha variedad de animales desde lémures a tortugas tropicales gigantes pero lo que más le gustaba a Gabi era el mar, siempre ponía excusas para estar dentro de él, "voy a surfear un poco", "voy a pescar", "voy a hacer un poco de natación" aunque eso es fundamental, porque a un isleño que no le guste el mar...
-Mira que bonita son esas conchenas Gabi
-Eran las favoritas de mi abuela- miró al suelo entristecido
-Lo siento, no lo sabía, mejor vamos a surfear y te olvidas de eso, ¿vale?
Gabi asintió con la cabeza apenado.
La abuela de Gabi falleció siete años atrás porque una infección puso fin a su vida y ella era como su segunda madre para él, prácticamente le crió ella eseñándole a hacer cosas básicas para aprender a sobrevivir allí y le contaba las historias de sus ancestros.
-¡Mira que ola!- dijo Astrid cortando los recuerdos de Gabi.
-¡Voy yo!- dirigiéndose a la ola para intentar sacarse eso de la cabeza.
Gabi cogió impulso y fue directo a la ola que sería de unos nueve metros, un poco pequeña comparada con las olas que hay allí que pueden superar hasta los quince metros.
Llegó a tiempo, se aferró a la ola y empezó a surfear. Gabi, a pesar de ser un buen surfista no había cogido las olas de más allá del arrecife porque nunca se a atrevido a coger olas tan grandes como esas, como mucho llega a los diez metros.
-¡Eso es Gabi!
Había montado la ola con mucho estilo y había salido sin ningún percance, una ola propia de un campeonato. Allí no había campeonatos ya que Astrid y Gabi eran los únicos que sabían surfear.
-Astrid, ya es hora de terminar
-¿Por qué? Yo nada más que he surfeado cuatro míseras olas
-Llevamos una hora aquí y el agua la está calentando el Sol, puede que dentro de media hora haya por aquí tiburones. Héchame cuenta y vámonos.
-Aquí no hay de eso, tú lo dices porque tu abuela te contaba historias de que un tiburón se comió la pierna de una tía, que si mató a dos personas...
-Mira, no nombres a mi abuela ahora, me estas cabreando. Las historias que ella me contó eran ciertas, no se inventaba nada.
-¿Esa vieja loca? Yo creo que cuando tú la conociste ya estaba delirando.
-¡Por lo menos yo conocí a mi abuela y yo la quería, cosa que tú sentirás por nadie!
-Menos mal que no la tuve porque si no me estaría lamentando todos los días de por qué murió
Gabi aprieta las manos aguantando pero le suelta un guantazo a Astrid en la cara.
-Menos mal que mi abuela no había sido tuya porque se habría llevado una decepción de nieta. Ahora hazme el favor y no abras la boca para dirigirte a mí, no te quiero ni ver.- dijo Gabi marchándose rápidamente.
-¡Adiós!- dijo Astrid con la voz un poco ahogada.
-¡Ojalá te quedes allí y te comen los tiburones, me harían un gran favor!
-¡Vale, aquí los espero!-que fué la última frase que dijo Astrid.
En verdad, cuando Astrid vió que Gabi se fué, Astrid le echó cuenta y volvió a casa.

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