¿Por qué, Gabi?
-Hola mamá, hola papá
-Hola cariño, que tal estás ¿qué es eso de ahí que tienes en la cara?
-Nada mamá, es solo que cuando esta cogiendo una ola me resbalé y me di en la cara con una roca.
-De eso nada, yo te conozco bien y tú no te vas a surfear más allá del arrecife, que es donde hay rocas. Ha sido Gabi, ¿no?
-Gabi no ha venido hoy a surfear.
-me he encontrado a su madre esta mañana y hemos estado hablando un rato y me dijo que se fue contigo. Estoy segura de que ha sido él y no se lo voy a perdonar, ahora mismo voy a su casa a preguntarle que si ha sido él quién le ha dejado el moratón en la cara de mi hija.
-¡NO!- dijo Astrid parándo así en seco a su madre- es culpa mía, estábamos surfeando tranquilamente y saqué el tema de su abuela, pero no sé por qué se pone así cuando hablo de ella.
-Mira Astrid, su abuela no murió de una infección, hace ya varios años, Gabi estaba aprendiendo a cocinar en la cabaña de su abuela, siguiendo una receta de un libro que encontró allí. Su abuela estaba haciendo unos recados fuera y mientras él estaba preparando un cocido con los ingredientes que ponía en el libro. Su abuela llegó y Gabi insistió en que probara su comida sin mirar, a ver si estaba buena. Su abuela obedeció y se comió una cucharada del plato. Estaba malísimo pero le dió el visto bueno. La abuela le preguntó que de dónde había sacado esa receta y le enseñó un libro de recetas para cebos de caza, cebos con ingredientes venenosos para que con un bocado que le de el animal muera de inmediato. La abuela de Gabi falleció por culpa de él, por eso no le gusta hablar del tema ni pensar en ello porque cuando pasó era un niño inocente que no sabía lo que hacía.
-Mamá, no vayas a hablar con él, seguro que no quería hacerlo.
-Está bien cariño pero como te lo vuelva a hacer sí que intervengo.
-Creo que voy a ir a verle mañana para solucionar las cosas, que la he liado.
-Vale cielo.
Astrid se quedó en trance cuando su madre le contó lo que realmente pasó y lo que Gabi había estado esquivando todo el tiempo.
-Creo que me lo debería haber contado- pensó Astrid.
El día continuó normal, jugó con su hermano Erik a la pelota para distraerse de sus pensamientos.
-Vale, mañana voy a su casa a la misma hora de siempre y le pido perdón- pensó Astrid mientras se tapaba para dormirse.
Al día siguiente Astrid se despertó con el primer rayo de luz que llegó a su cara.
-Me voy
-Vale, no te preocupes que todo va a salir bien.
Llegó a su casa y llamó tímidamente a la puerta de su casa.
-Gabi, ¿puedo hablar un segundo contigo?
Parecía que no le respondía, cuando vió una sombra que acechaba por atrás.
-Ah, hola Astrid, ¿Cómo estás?- resultaba ser el padre de Gabi-Gabi ha estado un poco molesto ayer y hoy se ha ido temprano, no sé a dónde.
-Ahora le estaba buscando, gracias por advertirme.
-Bueno, hasta luego.
No sabía dónde estaba Gabi, pero tenía la intuición de que se fue a un lugar donde normalmente iba para escapar del agobio.
-Espera un segundo, ¿sabes dónde suele ir Gabi cuando está molesto?
-Depende, algunas veces va a la playa, otras va a cazar para relajarse o incluso le he visto ir a veces a la tumba de su abuela.
-¿Dónde está?
-No la enterramos en el cementerio de la isla, la enterramos debajo de una piedra con forma de lobo que talló mi padre. A ella le encantaban los lobos, aunque nunca tuvo la oportunidad de ver a ninguno porque aquí no hay.
Encontrarás la piedra en el centro de la isla, adentrándote en la arboleda. Era un sitio muy importante para Gabi ya que la cabaña de su abuela estaba allí.
Astrid siguió las instrucciones de su padre y encontró una casa en ruinas, se dispuso a buscar a su amigo para hablar con él.
-¿Gabi?
Ya estaba oscuro y no se veía mucho, lo suficiente para poder distinguir una silueta dentro de la casa.
Astrid fue hacia allí y resultaba ser Gabi.
Gabi estaba sentado en medio de la habitación, posiblemente de su abuela, llorando.
-Fuera, ¿no ves que quiero estar solo?
-Siento lo que pasó ayer...
-No, no sientes nada, no tienes ni idea de lo que he sufrido en esta mísera isla que tú consideras un paraíso.
-Pero tampoco hay que sufrir toda la vida Gabi.
-Nadie se merece vivir como yo, lamentádote cada día de mi existencia.
-Mi madre me lo ha contado, Gabi. No es culpa tuya.
-¡Sí que es culpa mía! ¡Si yo no hubiera hecho eso, ella a lo mejor seguiría viva!
-Te equivocas
-No, ¿de verdad pinsas que me voy a sentir bien conmigo mismo si me dices que no es mi culpa, que todo va a salir bien, que estas cosas suelen pasar...? ¡Eso conmigo no funciona, así que si no tienes nada más que decir vete!
-Yo no he venido a decirte eso, lo que te he venido a decir es que si no te enfrentas a tus problemas y te aferras al pasado claro que no te vas a sentir bien- dijo Astrid un poco irritada.
-¿Crees que no he intentado olvidarme de eso, crees que yo escogí mi pasado?
-No, pero lo que sí creo es que si tú no reaccionas vas a seguir así de amargado toda tu vida. Afronta tu pasado, afronta que no puedes salir de esta isla, afronta que no te tienes que amargar la existencia por un error que cometiste en el pasado.
-Yo estoy sufriendo en silencio los últimos años y lo que tú no me puedes decir es qué hacer con mi vida, lo tengo muy claro y todas las decisiones que he tomado son, por mi parte, las más correctas, porque es que vienes tú de buenas a primeras e intentas rehacer mi vida. No. Deja de entrometerte. Déjame respirar. Una niña como tú no me puede aconsejar.
-¿Y tú te crees ahora que soy quien va a poner orden en tu vida? Necesitas que lo haga, pero yo no lo voy a hacer, cada vez que se me ocurre algo para ayudarte me tapas la boca, cada vez que te intentaba aconsejarte me apartabas, cada vez que te intentaba hacer sentir mejor me dabas la espalda, estoy harta, si éramos amigos me deberías haber contado eso desde el principio, si éramos amigos, no me habrías despreciado, no me habrías faltado al respeto, no me habrías pegado, pero aquí estoy, intentando nuevamente arreglar tus problemas que todavía no has solucionado por tu cuenta, serás un año mayor que yo o te creerás más listo o más atento pero lo que yo veo en ti es que eres un inmaduro que quiere ser el centro de atención, exagerando tus penumbras y pensando que la gente no tiene, pensando que eres un desgraciado en el mundo, pues no. No eres un desgraciado, eres un imbécil que llevo conociendo desde que nací y no ha cambiado nada, igual de niño chico, igual de cabezota, igual de maleducado y, lo peor es que no te das cuenta. Tu problema no es tu abuela, el problema eres tú, si no hubieras matado a tu abuela ella habría muerto igualmente dos días después. Era muy vieja. Carga con ello y sigue adelante porque si lloriqueas no te van a devolver a tu abuela.
-Yo no maté a mi abuela. ¿Te crees que ese discursito de mierda va a cambiar las cosas, crees que me voy a sentir mejor, crees que te voy a tratar de otra forma? Siempre te veré como una hija de p*** que nunca me dejó vivir en paz, te crees que es muy fácil vivir así, ¿verdad? Que sepas que te voy a hacer sentir lo mismo aunque sea lo último que haga, porque ya he decidido y voy a coger el buen camino.
Gabi termina su frase y acto seguido saca algo de su pantalón, un cuchillo. Se pone a apuntar a Astrid y se levantó. La acorraló en una pared de la casa para que pudiera oír.
-Gabi, por favor, no lo hagas- Astrid con la voz temblorosa.
-No te preocupes, sólo vas a sentir lo mismo que yo, ya que vas a ver la muerte con tus propios ojos.
Gabi dejó de apuntarla a ella y giró el cuchillo hacia su cuello.
-No cierres los ojos.- las últimas palabras de Gabi- ya voy abuela.
Gabi se rajó el cuello quedándose colgado del cuerpo y este se desmoronó. Un charco de sangre roja llegaba a los zapatos de Astrid pero ella no podía reaccionar porque estuvo en sock. Se levantó cuando se tranquilizó un poco y miró a Gabi a los ojos.
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