Capitulo 13

Días después...

La convivencia en su casa no cambió mucho y cuando teníamos que desayunar, almorzar o cenar, nos sentábamos frente a frente en la mesa, pero sin mencionar palabra alguna. Cada vez que lo hacíamos, se formaba un aire tenso e incomodo en ambos.

Él tomándose su café cargado, yo lo miré y él levantó la mirada.

_ ¿Sucede algo?

_... No, nada...

Preferí bajar la mirada en torno a mi té y seguí bebiéndolo y tratando de no volver a encontrarme con sus ojos fijos en mí.

Cansada, no me sentía muy bien. Me dirigía a mi habitación, cuando oí una suave melodía de guitarra, que provenía de la sala de estudios.

Era Joey; al parecer estaba viendo el sonido para alguna de sus nuevas canciones.

Me agradó escuchar aquella melodía y me coloqué junto a la puerta a oírlo.

Se me iba a salir el corazón del pecho, los oídos se me en contentaron y me sentí de pronto más encantada y enamorada de él.

Pegada tras la puerta, mi mente y corazón estaban en una constante lucha de querer o no aceptarlo, perdonarlo y olvidarlo todo. En una controversia total, comencé de pronto a sentirme mal y mareada; todo me daba vueltas y viendo puntos de colores por todos lados, me tambaleé contra la puerta.

Él escuchó aquel ruido y yo más que nerviosa, me fui corriendo como pude a mi dormitorio.

Salió al pasillo y no viendo nada, miró hacia mi dormitorio y caminó hasta allá.

Sentada junto al baúl, sostenía con cariño su bufanda azul. Pasé el dedo por su suave lana y recordé el día en que me la regaló.

Sentí tristeza, quise llorar y él parado en la puerta, me vio triste y que estaba sosteniendo su bufanda y me observó.

Suspiré de pena y sin soltar su bufanda, escuché su suave voz.

_ Creí que te habías desecho de esa bufanda

Me giré rápidamente y lo vi ahí parado junto a mi puerta. El corazón se me escandalizó y guardé más que rápido su bufanda en el baúl.

_ Ya te he dicho que no me gusta que entres a mi dormitorio

_ Lo sé, pero veo que no estás muy bien

_ Eso a ti no te importa, ahora sal de aquí

Se acercó a mí.

_ Sé que nuestra convivencia no ha sido la mejor estos últimos días, pero

_ Pero ¿Qué? – me miró perdidamente –

_ Yo solo quiero que esto, lo nuestro funcione pequeña

_ No me digas así, que ese derecho lo perdiste hace mucho ¡Ahora sal de aquí!

_ No, no me iré hasta que me aclares porque aún guardas la bufanda que yo te regalé aquel día – lo miré abruptamente –

_ No tengo porque responderte eso. Ahora de verdad, sal de aquí

Se me acercó aún más y me sonrió, como sabiendo en el fondo mi respuesta.

_ ¿A qué le temes Inés? ¿Por qué no me puedes responder algo tan sencillo como lo que te pregunté?

_ No le temo a nada, menos a un hombre como tú – le dije mirándolo fría y en seco –

Solo me miró, y yo otra vez mareada, vi esos horrendos puntos de colores por todas partes. De pronto él se alarmó al ver que mi nariz había comenzado a sangrar.

_ Inés, pequeña. Tú nariz – me dio miedo su actitud –

_ ¿Qué? ¿Qué tengo?

_ Está sangrando – más me alarmé –

_ ¡Que! ¡Oh no!

Se me acercó rápidamente y me sujetó con cuidado de los brazos.

_ Tranquila, ven. Tal vez necesitas descansar

Me dijo preocupado y yo nerviosa, lo miré, el corazón me estalló de inquietud y alegría; él me miró y yo no pude más y me desmayé.

Él me tomó y cargó rápidamente en sus brazos.

_ ¡Inés!

Me miró un segundo así desmayada en sus brazos y luego me recostó en la cama.

Yo inconsciente, él me limpió con cuidado la nariz; me miró y se acostó junto a mí. Sostuvo mi mano, acarició mi pálida mejilla y tratando de hacerme reaccionar, me miró perdidamente enamorado.

_ Inés, vamos cariño. Despierta por favor...

Desesperado, pensó:

<< Esto es culpa mía. Ella tiene problemas de presión alta y yo la he expuesto a constantes tensiones desde que la obligué a casarse conmigo >>

Más que preocupado, apretó mi mano con cariño, y le dio un beso rogando para que yo abriera los ojos.

Desperté lentamente y lo vi a él junto a mí. El corazón se me disparó y sus ojos brillaron de intensidad.

Confundida y aún algo mareada, no entendí que me había pasado.

Quise enderezarme, pero él me lo impidió.

_ No, no te levantes. Es mejor que reposes unos momentos más

_ ¿Qué fue lo que me pasó?

_ Te desmayaste

_... – pensé de inmediato en mi problema de presión y Joey me miró con lamento –

_ Por un momento creí que tendría que llevarte al hospital

_...

_ Tuve miedo Inés. De verdad sentí mucho miedo de que te pasará algo – lo miré anonadada –

_... Joey

Me miró con ojos tiernos, y nervioso, al fin me lo dijo

_ Me muero si llega a pasarte algo Inés. De verdad no podría soportarlo...

Más asombrada, mi alma vibró y en mi mente y oídos solo se repetían una y otra vez aquellas palabras suyas.

No sabía que decir y mirándolo, él me miró y yo por impulso tomé su mano, la que él atesoró al instante.

Pude ver en sus ojos que todo lo que me había dicho era verdad.

_ Tranquilo. Te aseguro que nada malo va a sucederme

Miró mi mano tomada de la suya y se descolocó un poco.

_... ¿Ya te sientes mejor?

_... Si, es solo la presión, descuida. No es primera vez que me pasa esto

_ Bien. Te dejaré descansar entonces

_...

_ Si necesitas cualquier cosa, no dudes en avisarme por favor

_ Claro, así lo haré...

Parado en la puerta, volvió a mirarme con aquella dulce intensidad, que solo él me había dado.

A punto de irse, tuve otro impulso y lo llamé.

_... Joey – volteó a mirarme – Gracias, gracias por haberte preocupado por mí

_ No hay de qué pequeña. Ahora solo descansa sí. Estaré en mi sala de estudio...

<< Me llamó pequeña >>

<< A pesar de lo que me haya hecho, hoy se comportó todo atento y preocupado por mí >>

Di un suspiro molesta...

<< ¡Detesto tener este estúpido problema de presión alta!

Esa misma noche...

Con el trozo pequeño de confort en mi nariz, me sentí ya mejor y me levanté de la cama. Me acerqué junto a la ventana y vi el cielo cubierto de mágicas y brillantes estrellas. Me parecieron tan divinas que no lo pensé dos veces y salí al jardín a mirarlas por un largo rato.

En cuanto salí al jardín, miré aquel infinito cielo y me perdí en sus constantes estrellas, las que me hipnotizaron al instante.

Viéndome por la ventana de la cocina, salió al jardín...

Sentí la puerta, me volteé y lo vi a él, quien me estaba mirando.

_ ¿Ya te sientes mejor?

_ Si, ya... - se me acercó y dio un vistazo a las estrellas –

_ ¿Estás mirando las estrellas? – titubeé –

_... Eh sí. Me gusta mirarlas, sobre todo cuando están como esta noche – me sonrió tierno y volvió a mirarlas –

_ Si, es cierto. Se ven tan cerca de nosotros – ahora yo le sonreí –

_ Si. Podríamos incluso tomarlas

_ Jejeje. Son increíblemente preciosas

Ambos miramos las estrellas, yo me volteé y miré por un instante a Joey, quien estaba al parecer tan fascinado como yo mirándolas y me perdí en el brillo intenso de sus apasionados y profundos ojos celestes, al igual que las estrellas, que invadían nuestras miradas. Volví a concentrarme en ellas y temblorosa al sentir su dulce presencia junto a mí, él se giró y me miró perdidamente.

De pronto, ambos vimos un luminoso tren a vapor entre tantas estrellas. Lanzó humo y los dos nos sorprendimos.

Abrimos más los ojos y aquel mágico tren pasó frente a los dos; pasmados, sonreímos y nos tomamos la mano con cariño. Nos miramos contentos y nos apretamos más fuerte la mano.

Fascinado, no podía dejar de sonreír. Yo me sentí maravillosa; lo miré y me sentí más enamorada de él.

_ Esto es increíble

_ Si. Es maravilloso – me sonrió –

_ Tanto así que me encantó mirar las estrellas y ese tren a tu lado...

Lo miré con cierta vergüenza, él me miró apasionado y yo miré su mano apretada junto a la mía.

Se me acercó, yo pude sentir su aliento respirar cerca de mi boca. Me miró a los ojos, yo cerré los míos y él me besó.

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