Capitulo 11
A la mañana siguiente...
Bajó a tomar desayuno y sus ojos brillaron al verme sentada en el comedor desayunando.
Sonrió inevitable; se acercó y se sentó frente a mí.
_ Hola. Buenos días – lo miré sería –
_ Hola...
_ ¿Dormiste bien?
Lo miré sin palabras, el corazón se me precipitó por completo y no pude evitar admirar sus intensos y seductores ojos celestes. Él me miró amándome con toda la fuerza del mundo.
_ ¿De verdad te importa? – frunció el ceño –
_ ¡Claro que me importa! ¡¿Por qué crees que te lo estoy preguntando?! – no toleré su genio y tiré la servilleta sobres la mesa y me puse de pie –
Pasé por su lado y Joey solo me miró. Cansado de aquel tenso aire entre ambos, no supo qué hacer y dio un suspiro.
Lista para marcharme a la cafetería, tomé mi cartera y Joey entró a mi dormitorio, lo que no me agradó.
_ ¿Qué haces aquí? – me miró serio –
_ ¿Y a dónde se supone que vas?
_ A la cafetería por supuesto
_ ¿Cómo te lo explico? A ver. Ya tú no trabajas allí. Olvidé decírtelo
_ ¿Qué?
_ Así es, desde que firmaste el contrato, dejaste de pertenecer oficialmente a la cafetería, de modo que no tienes ningún derecho de ir allá
_ ¡Pero no es posible! ¡No me puedes hacer esto!
_ Soy del dueño. Claro que puedo
_ ¡Ya me quitaste todo mi dinero! ¡No me quites mi trabajo en la cafetería!
_ Lo siento, pero no irás a la cafetería – más lo detesté y me le fui encima –
_ ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Eres un desgraciado!
Le grité golpeándolo en su pecho y él tratando de defenderse, me tomó fuerte de los brazos.
_ ¡Ya cálmate! ¡Cálmate Inés!
_...– lo miré sobresaltada –
_ No creas que me convencerás con esos estúpidos berrinches tuyos. Eres mi esposa y como tal me obedecerás y si te digo que no irás a la cafetería, no irás ¿Te quedó claro?
_ Como pude equivocarme tanto contigo. No eres más que un desgraciado estafador y mentiroso – él se quebrantó –
_ No me importa lo que digas, y ni pienses si quiera en ir a tu "querida cafetería", porque perderé la poca consideración y paciencia, que me van quedando contigo – se me cubrieron los ojos de lágrimas –
_ Acabas de matar el poco cariño que sentía por ti. Ya no significas nada para mi Joey...
Aquellas palabras se estancaron en lo más profundo de su corazón. Se sintió de lo peor y fingió como siempre; solo me miró y luego salió de mi habitación, no sin antes decirme firme y autoritario:
_ Ya estás advertida Inés. No vas a ir a la cafetería...
Salió dando un fuerte portazo a la puerta y yo destruida por completo, recordé a mi padre y a su tan preciada cafetería y rompí en llantos.
Ido y desecho, yacía sentado en la que era mi silla, en mi oficina, tratando de manejar todo lo que consistía la cafetería.
Desconcentrado, no podía sacarse la pelea que habíamos tenido en la mañana y recordaba una y otra vez mis ojos tristes.
La angustia lo absolvió y se llevó las manos a su rostro.
<< ¡OH! ¿Cómo te estoy haciendo esto Inés? >>
<< ¿Cómo me pude dejar convencer por ese maldito desgraciado para hacerte tanto daño? A ti, a ti a quien yo más amo >>
A punto de llorar, deseó desaparecer y miró una foto mía y de mi padre sobre el escritorio.
La tomó y la miró atentamente. Pasó su mano por mi perdura sonrisa y su corazón vibró.
Laura le dio una seria mirada y Alán solo le sonrió con coquetería.
_ ¿Está tu jefecito?
_ Si. Iré a avisarle que usted llegó
_ No, no es necesario. Yo mismo pasaré a saludarlo...
Ensimismado en sus pensamientos, miraba por la ventana, cuando tocaron a la puerta.
_ Adelante...
_ Hola jefecito del año...
Se volteó y quedó sorprendido al ver a Alán en frente suyo. Lo miró en seco, deseando partirle la cara.
_ ¿Y tú que mierda crees que haces aquí? – Alán sonrió –
_ No te hagas el valiente conmigo Joey. Sé lo que hiciste y déjame decirte que no estoy nada contento
_ Ya hice lo que tanto querías. Soy el dueño de esta cafetería y de todo su dinero, así que ahora déjame en paz
_ Me temo que no será posible mi querido socio, porque tú me desobedeciste. Te casaste con esa mujer y eso no estaba en nuestro acuerdo
_ Si me casé con ella no es asunto tuyo
_ Claro que lo es y ahora ella lo pagará muy caro
_ Con Inés no te metas
_ No se te ocurra amenazarme, porque si yo deseo, tú y esa mujercita los hago desaparecer en este mismo instante
_ Si le haces algo a Inés, yo mismo te mato...
Alán lo miró intimidado, impensable de la actitud de Joey y no sabiendo cómo reaccionar, prefirió largarse.
Joey enfadado, lo vio irse y más odio sintió hacia aquel estafador.
Molesto por el enfrentamiento con Alán, llegó a su hogar...
Una de las servidumbres lo recibió y él no tardó en preguntar...
_ ¿Dónde está mi esposa?
_ En su habitación. No ha bajado para nada desde que usted se marchó para la cafetería – se tornó serio –
_ Está bien. En una hora vendrá una periodista. La recibiré en el jardín trasero, así que quiero que nos lleve café y galletas
_ De acuerdo
_ Ahora si me disculpa, iré a ver a mi esposa...
Triste, estaba sentada en la cama. Rebobinaba una y otra vez la discusión que habíamos tenido y solo quería llorar.
De pronto, alguien tocó a mi puerta...
_ ¿Quién es?
_ Soy yo, Joey
_ ¿Qué quieres? – se puso nervioso –
_... Quería saber si comiste algo
_ No tengo hambre – frunció el ceño –
_ ¡Vamos Inés! Debes comer algo
_ No. No quiero – tocó con violencia la puerta –
_ ¡Pues tienes que salir de ahí! ¡Y lo harás ahora!
Abrió con rudeza la puerta, lo que me asustó un poco. Él me miró con contemplo y yo lo miré fría, sintiendo más rabia y desconfianza; el corazón casi se me iba a salir del pecho.
Amándome con fervor, reaccionó de aquel bello pensamiento.
_ Ahora bajarás y comerás
_ ¡¿Cómo llegas y entras así como así a mi dormitorio?!
_ ¡Si entré así como lo hice, es porque tú te rehúsas a abrirme la puerta!
_ ¡Y como no entiendes que yo no quiero saber nada de ti y menos con haberme prohibido el ir a mi cafetería!
_ ¡Ya no es tu cafetería!
_ ¡Porque tú te encargaste de que así fuera! ¡No te bastó con robarme todo mi dinero, sino también me robaste lo que era lo más valioso para mí, la cafetería de mi padre!
_ ¡¿Sabes qué?! ¡No tengo tiempo para sentimentalismos estúpidos! ¡Haz lo que quieras!
_ Quiero que salgas ahora ya de mi dormitorio
_ Está bien, me iré, eso sí, te aviso que vendrá una periodista a entrevistarme, así que podrás salir de este dormitorio y no verme, como tanto te desagrada
Lo miré aún más molesta, me quedé callada y él solo me miró; dio un suspiro y se marchó.
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