I. Mientete, mientele a todos.

𝕸𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊𝖙𝖊, 𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊𝖑𝖊 𝖆 𝖙𝖔𝖉𝖔𝖘.


―Jaque mate―exclamó Hugo, con una sonrisa de suficiencia plasmada en el rostro, Rose al escuchar aquellas palabras, dirigió la mirada hasta el tablero de ajedrez, sorprendida vio a su hermano.

―Pero ¿qué...?

Antes de que pudiera moverse, se dio cuenta que, en efecto, su rey estaba en jaque, y sin la posibilidad de salir.

Hugo tomó a su reina y golpeó al rey de Rose para que este cayera al tablero, cerrando el juego.

―Tranquila ―dijo el pelirrojo poniéndose de pie y tendiéndole una mano para que se levantara del sofá―, no cuenta si estabas distraída.

― No lo estaba... ―replicó Rose. Hugo alzó una ceja.

―Sí. Claro... —bufó— Hay que irnos, o mamá comenzará a gritar ―La muchacha asintió sin decir nada más y salió del estudio detrás de su hermano.

Abajo, más específicos en el despacho de sus padres, se encontraban estos mismos, Ron Weasley, con su cabello más naranja que rojizo debido a la edad, se encontraba sentado en su escritorio corrigiendo algunos pergaminos, mientras que su madre, Hermione como siempre, leía un libro.

La ministra de magia levantó la mirada y la clavó en sus hijos.

―¿Están listos? -―preguntó.

―Desde luego. ― respondió Hugo mientras arrastraba su maleta afuera. Rose lo imitó.

―De acuerdo chicos... sólo denme un segundo ―pidió su padre anotando rápidamente en el papel. Luego de unos momentos se puso de pie y ayudó a su hija a cargar su baúl al auto.

Era la mañana del 1 de septiembre, lo cual quería decir que, en unas horas, estaría pisando el castillo Hogwarts de magia y hechicería para cursar su sexto año, al igual que Hugo, su mellizo. Quien más que nadie estaba contentísimo de volver al colegio. Y aunque no de la misma forma, Rose también se moría por volver al castillo y tener un descanso de sus padres.

―Cielo ¿llevas todos tus dulces, cierto? ―preguntó su madre una vez bajaron del auto en la estación.

Rose evitó hacer una mueca de disgusto y asintió mecánicamente mientras se paraba frente al andén 9 y 3/4. Detestaba que su madre llamara "dulces" a sus medicamentos, le parecía algo completamente estúpido. Era solo una medicina, pero a Hermione Granger no le gustaba que la vieran débil, menos a su familia.

Desde que se había convertido en ministro, había desarrollado esa obsesión por mostrar un fuerte unido, y no tenía nada de malo al principio, hasta que comenzó a ocultar cada cosa que pareciera o fuera un poco complicada. Rose estaba harta de aquello, sin embargo, no tenía alternativa, por eso dijo:

―Sí, mamá.

―Maravilloso, recuerda que tienes que decirme cuando se terminen, así podré enviarte más. ―Su padre colocó una de sus enormes manos en su hombro y le sonrió.

―Recuerda que si necesitas algo puedes ir con Minerva, o en todo caso con Neville, pero siempre llama a alguien, tus primos tienen la orden de cuidarte... Y en especial he hablado con James para que se ocupe de ti.

― Sí, papá. ―repitió en un tono monótono. La cabeza le dio vueltas, estaba tan abrumada y solo habían pasado un par de minutos, eso es lo que sus padres provocaban en ella. Tan rápido como pudo, se deshizo del agarre de su padre, y corrió al andén atravesándolo bruscamente y sin avisar.

Apenas estuvo dentro, vio a todos sus primos y amigos. Algunos de ellos, como los Potter, la vieron y corrieron a abrazarlos a ella y a Hugo. La primera en llegar fue Lily, que se lanzó directo a los brazos de su Hugo, por su parte, Albus, que había estado recargado en una columna de la estación, se dirigió a ella con una sonrisa de lado a lado.

―Hola fastidiosa. ―Rose le devolvió la sonrisa y correspondió a su abrazo.

―Te extrañé ―murmuró en el cuello de Albus, él la apretó más contra si.

―Lo sé, prometo no dejarte sola tanto tiempo. ―Se separó de ella y le acarició la mejilla ― ¿Estás bien?

― ¿Mejor? imposible. ―intentó sonreír, pero pareció más una mueca.

―Eres pésima mentirosa ―Rose se rio como no lo había hecho en todo el verano.

Las vacaciones habían sido lentas, más que otras. Estas en especial porque los Potter se habían ido la mayor parte del tiempo a vacacionar en Bristol, y el único refugio que Rose tenía, o sea Albus, no estaba. Así que se había limitado a guardarse su dolor, sus pensamientos, todo para ella misma. Le había repetido a sus padres que estaba bien tantas veces, con la única esperanza de creérselo. Cosa que no pasaba todavía.

―Lo siento ―mascullo la muchacha. Albus negó ligeramente y le paso un brazo por los hombros.

―No te disculpes, Ro.

Pronto, Dominique, James, Fred y los gemelos Scamander se acercaron a ellos. Dominique soltó un grito dramático y abrió mucho sus ojos celestes al ver a su prima y mejor amiga.

― ¡Por Salazar Rose! ¡Pareces la hija de un político! ―dijo la rubia señalando su ropa. Rose la miro de soslayo.

―De hecho, Nique... es justo lo que es. ―corrigió Albus, haciendo que los chicos soltaran carcajadas.

―Y ni siquiera esta tan mal... ―murmuró la hija de Hermione viendo su atuendo. Llevaba puesto un pantalón negro de vestir ajustado, con una blusa azul de botones y un saco del mismo color de su pantalón.

―No dije que se vea mal, pero que tu madre sea la ministra de magia, no quiere decir que te tengas que vestir como ella.

― ¡Alguien con sentido común! ―gritó Hugo, que también iba vestido demasiado formal para su gusto.

Rose y Albus sonrieron negando con la cabeza simultáneamente.

―No todos podemos desafiar a nuestros padres, Nique. ―musitó la Ravenclaw, refiriéndose a aquella creencia de su madre por siempre querer mostrar la imagen de una familia perfecta y correcta.

La rubia suspiró dramáticamente y la abrazó por los hombros mientras caminaban hacia el tren.

―Eres el orgasmo de todos los padres, querida Ro.



. . .



Desde el momento en que pisó el andén, todas las miradas se posaron en él y sus padres. Al principio creyó que era por su modo de vestir, tal vez la chaqueta de cuero y los pantalones de mezclilla negros eran demasiado muggles para la ocasión... Pero luego recordó cuál era su nombre, y dónde se encontraba. Ya no estaba en Bulgaria, donde a todo el mundo le importaba un cacahuete su apellido. No, ahora estaba en Londres, donde él era Scorpius Malfoy, el hijo de Draco Malfoy, un ex mortifago. Soltó un bufido y continuó caminando con paso firme, tomando del brazo a su madre, al igual que su padre que le tomaba el otro.

―Recuerda cariño, eres un Malfoy. ―Le dijo Astoria, antes de dejarlo subir al tren.

― ¿Y....?

―Y debes estar orgulloso de serlo. ―terminó de decir su padre con voz firme.

Scorpius sabía quién era, y lo estaba, estaba orgulloso de ser quién era. También entendía por qué sus padres le advertían aquello, y se planteó no dejar que nada, ni nadie, lo hicieran sentirse mal por llevar el apellido Malfoy. Decidió asentir con la cabeza, y no dijo nada, besó a su madre en la frente y se despidió de Draco.

Antes de que subiera, su padre lo tomó del brazo.

―Scorpius, antes de que vayas... hizo una pausa y lo miró a los ojos―No dejes que te provoquen, ¿de acuerdo? ―Scorpius subió al tren con la ultima advertencia de su padre rondando por su cabeza.

Cuando estuvo a bordo, lo primero que vio fue a los niños de primero siendo guiados por los que, supuso, eran los prefectos de Hogwarts. Los hubiera observado un poco más si Blake Zabinni, no se hubiera puesto justo frente a él.

― ¡Hey! ―exclamó el moreno― Creí que bromeabas cuando dijiste que vendrías a Hogwarts este año.

―Pues no bromeaba, aquí estoy...

La mirada de Scorpius se desvió de nuevo hasta donde estaban los prefectos, esta vez sólo pudo ver a una chica con enorme cabello rojo, tanto, que lo hizo dudar de que fuera su color natural. Se quedó unos segundos mirándola, hasta que la voz de Blake lo desconcentró totalmente.

―De acuerdo... ―exclamo su amigo― vamos al vagón de Slytherin, apuesto a que tus primas están ansiosas por verte ―Blake lo tomó del brazo y lo arrastró por todo el tren.

― ¡Scorp! ―Fue lo que exclamaron las hermanas Nott, Lea y Sam al verlo entrar junto a Zabinni.

El rubio les sonrió y le dio un beso en la mejilla a cada una. Scorpius amaba a sus primas, y aunque no las veía tanto como le gustaría, siempre que coincidían, las chicas se portaban tan amables con él que a Scorpius le era imposible no adorarlas.

Tan pronto como sus dos pies estuvieron dentro del vagón, Sam lo estiro del brazo con brusquedad.

―Este es mi novio, Fred. ―Le dijo Sam, y luego apuntó al chico pelirrojo que estaba sentado a su lado, este le sonrió y chocó su puño con el de Scorpius.

―Soy Scorpius. ―Fred alzó una ceja.

― ¿Scorpius Malfoy? ―Scorpius dijo que sí con la cabeza y enseguida se preparó para cualquier cosa, en serio, para todo, menos para lo que en realidad dijo Fred.

―Genial. Conozco a tu padre, es un buen tipo.

Scorpius se abstuvo de abrir la boca con sorpresa.

―Eres el primero que no usa el nombre de mi padre y la frase "Maldito mortifago" en la misma oración. ―bromeo Malfoy provocando una risa entre los presentes.

―Bueno, es que Fred tiende a hacer comentarios mordaces luego de tres meses de conocerte, no es tan cínico ―Se burló su otra prima, Lea.

Fred rodó los ojos.

Scorpius se sentó frente a ellos al lado de Blake.

―Ella solo bromea, no soy ese tipo de persona. ―renegó Fred, sin quitar su sonrisa― ¿Ya sabes a qué casa quieres ir?

Scorpius negó, aceptando con placer el cambio de tema, estuvo a un segundo de decir algo cuando Blake lo interrumpió.

―Será un Slytherin. ―afirmó.

― ¿Quién será Slytherin? ―preguntó una chica rubia que entró de repente al vagón, detrás de ella iba otro pelirrojo― ¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí? ―miro a Scorpius con una sonrisa maliciosa― ¿Carné fresca?

―Él es mi primo, Scorpius Malfoy. ―Los presentó Lea― Scorp, ella es Dominique Weasley, y él es Hugo Weasley.

― ¿Son hermanos? ―pregunto Malfoy, refiriéndose a Fred y Hugo.

― Fred es uno de mis primos. ―respondió Hugo, luego se sentó al lado de Lea.

― ¿Quiere decir que hay más? ―replicó Scorpius con el ceño fruncido. Todos en el compartimiento soltaron una carcajada colectiva.

―Scorp, aún no has visto nada.

El rubio se le quedo mirando a Sam unos segundos, luego relajó la mandíbula. Dominique soltó un silbido cuando Scorpius se quitó la chaqueta de cuero, quedándose solamente en una camisa negra de manga corta.

―Jamás vi un mago sangre pura con tantos tatuajes. ―se rio la Weasley.

Los ojos de todos los presentes fueron hasta los blanquecinos brazos del chico.

Un enorme dragón le recorría todo el brazo derecho y parte de la muñeca, mientras que en el brazo izquierdo había un par de runas realmente grandes, cubriendo casi todo el brazo.

Lea literalmente saltó de su asiento para ver las runas de su brazo con cara de asombro.

―Son nuevas. ― afirmó con asombro, su primo rio.

―Agrádesele a Alec.

―Creí que habías dicho; y lo cito: "Jamás dejaré que Alec Carson vuelva a tatuarme." ―apuntó Sam, haciendo su voz más gruesa, tratando de imitar a su primo.

Scorpius se encogió de hombros.

―Bueno, es que fue gratis, y estaba borracho.

―Creí que los Malfoy eran muy puristas. ―comentó Fred. Scorpius asintió.

―Mis padres lo son, pero yo no.

―A Scorp le gustan las cosas muggles ―comentó Lea, sentándose al lado del aludido y empujando un poco a Blake.

Hugo lo miró con una ceja alzada.

― ¿Y juegas póker de casualidad? ―Malfoy asintió y automáticamente, la sonrisa de Hugo se ensancho― Perfecto, he estado buscando un oponente digno, pero parece que nadie está a mi altura.

Scorpius sonrió.

―Veamos que tienes Weasley.




¿Dudas?

Espero os haya gustado, actualizo todos los días, ya saben. 😉

―𝓛𝓲𝓿

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