Suena la alarma a las cinco de la madrugada. Delicadamente me retiro de la cama y calzo mis pies con un par de medias.

Mi abuela duerme, claro, ella no sabe que me despierto a semejante hora. Después de ir al baño, me dirijo hacia la cocina, sirvo una taza caliente de café y vuelvo a mi cuarto.

Son las cinco y cuarto. 

Recojo la primer frazada que tengo en mi placar, para colocarla sutilmente sobre mi espalda.

La anorexia junto a la depresión me transmiten el frío que siento, la piel pálida ya la tengo de por si junto a el cansancio. Mi clima parece julio, cuando en realidad, estamos en febrero. Peor no puedo estar.

Abro la ventana para sentarme en el borde, es algo que me encanta. Es una de las cosas que acostumbro hacer en este horario.

Estoy a cierta altura pero no me molesta. Los recuerdos que me transmite ver mis pies flotando en el aire y por ende las cosas que pensé acá, no tienen nombre.

Contemplo la figura del amanecer, las copas de los arboles moviéndose con fuerza, los pájaros cantando y por ultimo, el sol asomándose a lo lejos. 

¡Cómo quisiera renacer otra vez! En la vida, y cuidar mejor las personas... pero no se puede, no hay vuelta atrás. Siento odio hacia el mismísimo mundo peor que el infierno. 

Me extraño tanto, a mi anterior persona, a las personas que estaban en mi vida que me rodeaban, a mi mama, mi papa, el colegio que abandoné por falta de atención y la depresión, mis amigos, quienes se alejaron de mi por la tremenda distancia.

No tengo nada, hasta a veces pienso solo en mi abuela, da tanto por mi, pero no sabe aun como liberarme pero no la culpo, yo soy la idiota que se encierra y se deja caer en ese gran pozo negro de la depresión cada vez más y más.