Always

Sus ojos se desviaron un instante, buscando con aquellos ojos verdes el cuerpo masculino en alguna parte de la sala. Lo había sentido llegar, como cada tarde. Aunque se extrañó, luego de casi una hora, cuando ninguna bebida llegó a su mesa. Por lo cual la llevó a fruncir ligeramente los labios en aquel acto tan fuera de lugar y encontrarlo con la mirada para ver que sucedía.

Mitsuri recibió como un golpe en el rostro la sorpresa de encontrar a aquel hombre de cabellera oscura junto con una mujer más pequeña, con una sonrisa que parecía bien ensayada y el cabello con toques morados. Él apoyaba su mentón en su mano y la observaba con detenimiento. Con su atención por completo fijada en ella.

Una ola de desilusión la inundó de golpe, aunque no debería. Había estado imaginando cosas. Como siempre.

Kanroji había imaginado que aquel hombre podría estar interesada de alguna forma en ella. ¿Cómo pudo llegar a esa conclusión? Recordó la primera vez que había visto a ese hombre tan peculiar.

Aquel día, hace dos meses. Sus miradas se encontraron un segundo cuando él pasó a su lado, junto con otro grupo de hombres. Él tenía una mueca abrumada en su rostro, mientras alguien pasaba su brazo encima de sus hombros. Mitsuri pensó que todos eran realmente apuestos. Sin embargo, cuando su mirada se encontró con aquella tan singular, un ojo amarillo y otro turquesa, la curiosidad la abrumó. Ella era bastante curiosa con su entorno y aquella mirada tan singular hizo querer retratarla en un cuadro. Ella jamás había visto a ese hombre en el restaurante. Llevaba toda su carrera yendo a comer a ese establecimiento, ya que su universidad se encontraba a unas cuadras, su hambre voraz siempre la atacaba con fuerza, por lo cual debía comer repetidas veces al día y la comida del sitio era realmente deliciosa a un precio accesible. Mitsuri estudiaba Artes en la Universidad de Tokio, estaba en su ultimo año y era realmente buena, tanto que una beca costeaba gran parte de su matrícula y aún sin culminar su carrera ya había vendido alguna de sus obras.

Recordó entonces que dos de esos hombres, uno que vestía ropa estrambótica y tenía el cabello blanco junto con uno de cabello amarillo con algunos mechones rojos solían frecuentar el sitio. Los había visto un par de veces. Pero aquel día vinieron otros dos; uno con el rostro serio y el cabello largo y aquel de la mirada exótica.

Se sorprendió al día siguiente cuando él regreso, sentándose unas mesas alado. No se había percatado de su presencia, hasta que, buscando a la mesera para pedir otra ración de arroz, lo encontró observándola con detenimiento. Mitsuri se sobresaltó ante eso y desvió la mirada ligeramente, ¿acaso había notado cuanto había comido? Tal vez estaría asustando de su gran apetito. Sin embargo, los días fueron pasando, uno tras del otro, y aquel hombre venía a diario, sea con esos hombres o solo, pidiendo una simple taza de té y encontrándose con su mirada de vez en cuando.

Supo su nombre tiempo después, cuando uno de los hombres que lo acompañaban palmeaba su espalda con gran efusividad y hablaba con fuerza, atrayendo la atención de todos en el lugar, pronunciando con fuerza su nombre. Iguro Obanai. Le resultaba entretenido ver la interacción que tenía esos tres, ya que eran completamente diferentes en actitud.

Kanroji siempre atribuyó el interés de Iguro, al notarlo mirándola, al hecho de las cantidades de comida que llegaba a su mesa. Tal vez preguntándose como podía comer tanto. Ella siempre jugueteaba con su cabello cuando eso pasaba. Aunque la sorpresa la abrumó, unos días después, días antes de la situación presente, cuando una bebida llegó a su mesa un plato de dangos. Ella asombrada por eso le dijo a la mesera que no había encargado nada de eso. La chica, de coletas altas, afirmó, diciendo que aquel caballero se los había mandado.

Su interior se agitó con fuerza ante dicha acción, simplemente lo buscó con la mirada, aunque solamente vio su espalda saliendo del restaurante. Tal comportamiento la confundió ¿acaso tenía prisa? Dicha acción se repitió una y otra vez, le mandaba aquellos dangos que ella realmente disfrutaba. Ella le agradecía con la mirada, con el rostro caliente y sintiendo sus manos temblar levemente. ¿Estaba siendo amable o por que razón estaba haciendo esas cosas? Mitsuri no entendía, aunque su corazón brincaba cada vez que lo veía entrar por esa puerta y no podía controlar sus manos cuando sus miradas se encontraban por un instante. Sin embargo, sus intenciones eran un misterio. Más que nada por que siempre tenía aquel cubrebocas puesto y no podía ver con claridad sus expresiones, ya que más allá, el resto de su rostro no le daba alguna pista.

Aquel el contacto visual cada vez se hacía más profundo y le provocaban que no pudiera respirar correctamente.

Aquel día, luego de meditarlo por mucho tiempo y de poder prepararse mentalmente, ella iba a invitarlo a su mesa. No sabía aún que palabras usaría, pero se había decidido. Por que su interior le gritaba que lo hiciera. Sus planes se derrumbaron cuando Iguro ingresó con aquella mujer, su pecho se contrajo levemente.

Mitsuri sonrió con cierta derrota ¿cómo pudo imaginar, que él podría estar interesado? Si anteriormente ningún hombre lo había estado, sea por que no creían que su cabello era de color natural o por la impresión de ver su buen comer. La frustración la abrumó. Observó un momento la escena a unas mesas y un acido se formó en su estómago. La mujer era realmente hermosa. Tez perfecta, era de baja estatura, esa sonrisa amena y proporciones adecuadas.

Decidió salir lo antes posible de ahí, por que no podía estar en su sitio viendo eso. En su clase de pintura su cabeza daba vueltas una y otra vez ¿Por qué le interesaba tanto esta situación? ¿acaso ella sentía algo por él? Era imposible, aseguró mientras daba una pincelada en el lienzo. No habían hablado en ninguna ocasión, su escasa interacción se basaba en miradas confusas y cortesías que él solía darle. Tal vez él era simplemente amable, podría ser así con todas. La veía disfrutar la comida de ese sitio y le enviaba en forma desinteresada dangos y bebidas que él le veía consumir de vez en cuando. Eso debería ser.

Aunque la cuestión más que nada era saber que es lo que ella sentía por Iguro. Le parecía atractivo como todo el grupo de hombres que había visto el primer día. Sin embargo, podía sentir que era diferente, su pulso se aceleraba al caminar al restaurante y saber que ese día podía encontrarlo. Sus piernas temblaban, escuchaba sus latidos en sus orejas. Pero todo eso podría atribuirse al hecho de haber malinterpretado las cosas, se sentía cortejada, era simplemente eso.

Dejó salir un largo suspiro mientras consideraba no seguir yendo a ese lugar a comer, aunque desechó la idea por completo. Amaba el curry de ese restáurate.

La campana sonó avisando el termino de esa clase, ella simplemente dejó sus cosas a un lado, todo esto la había confundido y no había hecho nada decente. Sus labios se abrieron cuando contempló el lienzo enfrente suyo. Ojos, ojos turquesa y amarillos por todos lados.

―No puede ser...

Los latidos en su corazón se dispararon con intensidad y supo en ese momento que no era solo el cortejo. Que esa mirada la enloquecía y hacia franquear cada célula de su cuerpo. Perfecto, ahora debía tragarse todo eso.

Por que Iguro estaba saliendo con alguien más, con esa mujer que parecía más normal y elegante que su alocada cabellera.

Ese día fue al restaurante sin saber que debería esperar al respecto, siendo optimista de que todo estaría bien y que debería guardar la calma. Sentada mirando hacia la puerta de entrada, cerca de la ventana lo vio entrar, unos cuantos latidos fuertes sacudieron su pecho, aunque fueron detenidos de golpe al ver entrar tras de él a la mujer. Su garganta se secó y el acido comenzó a burbujear en su estómago.

Lo vio buscarla con la mirada y cuando sus ojos hicieron conexión ella simplemente apartó la mirada con cierto disgusto. El apetito se esfumó de su organismo y salió tan rápido del sitio como el papeleo para pagar la cuenta se lo permitió.

Al día siguiente decidió acudir más temprano, para poder comer en total tranquilidad y evitar algún contacto con Iguro, ya que solía encontrarlo siempre a la misma hora y esa era la solución más viable para poder seguir comiendo ahí y evitar cualquier disgusto. Tal vez podría resultar ridículo su comportamiento, hasta ella misma se asombraba de que estuviera actuando de esa forma cuando nunca había experimentado ese malestar antes. ¿Acaso era que él le interesaba bastante? Se negaba a admitirlo e igual ¿para que? Si no tenía sentido alguno, ella debía olvidarse de todo eso. Es más, debía pensar en los proyectos que debía entregar mañana y de los cuales solo había avanzado una mínima parte.

Suspiró cuando su comida llegó, solamente faltaba un mes para poder terminar ese semestre, debía poner todo su empeño. Aoi, la mesera, depositó un plato de dangos en su mesa. Instantáneamente Mitsuri levantó la mirada, deteniendo levemente en el plato y para buscar entre las personas hasta encontrar aquella mirada exótica observándola con detenimiento. Ella simplemente depositó el dinero de su almuerzo en la mesa y se levanto sin más, saliendo de ahí.

¿Cómo había sucedido eso? Ella había ido antes de tiempo, horas antes, cuando él debería estar dando clases. Por que Iguro era profesor en una secundaria cercana, ya que escuchó como el otro par de hombres mencionaba al respecto uno de tantos días. No comprendía como es que estaba ahí a esa hora. Se enrolló su bufanda en el cuello, cubriendo su boca en el acto. El viento soplaba con fuerza mientras ella iba en contra de el para alejarse.

― Disculpa, Kanroji.

La mencionada se detuvo en seco en su sitio al escuchar aquella voz tras suyo. Volteó a ver por impulso encontrando a Iguro a un metro de distancia con una mirada dolida en el rostro.

― ¿Hice algo mal? No era realmente mi intención.

Ella lo contempló de pie, cerca suyo. Su interior de agitó, ronroneando, al escucharlo decir su nombre, ya que no se detuvo a pensar como lo sabía, tenerlo tan cerca por primera vez y tener ese contacto directo como hace mucho deseaba.

Ella comprendió que se refería a el desplante que le había hecho con la comida, él se había dado cuenta. Mitsuri había actuando de forma impulsiva, dominada por sus frustraciones de no ser correspondida. Había sido grosera, algo impropio de ella misma. Dejó salir un largo suspiro y jugueteó con su cabello, como solía hacer cada vez que se miraban en el restaurante. No pudo evitarlo, él la ponía nerviosa y justo ahora, con ese contacto, su interior colapsaba.

― No te disculpes, la que ha malinterpretado las cosas soy yo, solamente estabas siendo amable y yo...no quiero causar problemas entre tú y...

Iguro la observó con las mejillas sonrojadas por el frio, sus ojos viajando del suelo hacia todas partes, sin detenerse tanto en él. Su largo cabello sujetado en esas trenzas cayendo por sus hombros y los rasgos finos de su rostro. Su pecho se contrajo, como cada vez que la veía o pensaba en ella. Como la primera vez que la vio y supo que estaba irremediable e irrevocablemente enamorado de ella. Su corazón se detuvo y sintió todo girar, fue tan intenso el sentimiento que agradeció en su interior que Rengoku lo tuviera sujetado, por que sintió el mundo moverse con rapidez y como todo parecía encajar por primera vez en su vida. Como si hubiera encontrado aquello que no sabía que estaba buscando, todo lo que necesitaba estaba en esa mirada verde que hacían una espléndida mezcla con ese cabello y sus mejillas rosadas. Su corazón brincaba tan fuerte que pensaba que iba a salirse de su lugar.

― ¿Quién, Kochou? ¿Por qué causarías problemas entre ella y...? ― Meditó sobre sus acciones pasadas. Como la miraba con ira por atreverse a robarse sus momentos donde podía "interactuar" y contemplar a Mitsuri en el restaurante, ya que los intensos latidos de su corazón no le permitían acercarse a ella.

Hizo memoria ese primer día cuando apoyó su mentó en su mano para obligarse a mirarla mientras la maldecía internamente. Podría irse con su estúpido festival de invierno, a él no podría interesarle menos los eventos y como debía organizar un evento con los idiotas chicos de química.

Le daba todo realmente igual, lo único que le importaba era ese momento en el restaurante cuando encontraba aquella mirada verde observarlo y sentía su músculo cardiaco brincar con gran intensidad.

No supo en primera cuenta como se había atrevido al inicio al mandar aquellos primero dangos, pero se forzó a hacerlo y más al deleitarse de ver como ella los disfrutaba tanto. Aunque la primera vez, cuando vio que su pedido se dirigía a esa mesa, no pudo contenerse. Debía salir de ahí pronto. Porque ¿Qué tal que lo rechazaba? Eso sería demasiado para él y más considerando que estaba hecho un mar de nervios. Sus latidos desenfrenados resonando en sus orejas, sus piernas temblando. Jamás había estado de esta forma. Solamente ella había logrado descolocarlo de tal forma. Aunque antes de salir la observó tan jodidamente hermosa sonriendo de complacencia que su corazón brincó satisfecho. Lo repitió una y otra vez, pero después de la primera ocasión decidió quedarse en su lugar y observar como ella se llevaba a la boca lo que fuera que él le hubiera mandado y sonreía satisfecha. Luego de eso solía mirarlo de reojo con las mejillas coloradas. Esa mirada, ese color en esa piel de marfil y esos ojos resplandeciendo de intensidad era lo que detenían su corazón de forma abrupta y sentía como estaba en el mismísimo cielo.

Eso era suficiente para alegrar todo su maldito día, luego de lidiar con esos mocosos del instituto. Ella iluminaba su existencia misma.

Aunque a pesar de tantas veces que había intentado sentarse a su lado degustar aquellos dangos, sus piernas no habían reaccionado. Poco a poco conseguía el valor necesario para cruzar el lugar, o eso quería creer.

Ella lo hacía sentir tan...vivo y completo.

Por eso, confuso por ese desplante que ella jamás le había hecho, la siguió. Sus piernas se movieron antes de que se diera cuenta, saliendo del restaurante y recibiendo una ventisca de aire helado en el rostro. Cada día había hecho la misma acción durante algunos meses ¿por qué ahora le resultó ofensivo? ¿Acaso era su forma de rechazarlo? Entonces él no debería estar ahí, para evitar un completo rechazo, aunque a él le bastaría con una amistad por su parte, con tal de estar con ella disfrutando un té y contemplarla sin medida. Ahora le preocupaba haber provocado esa mirada en ella. Se acercó algunos pasos hasta tenerla cerca, acción involuntaria. Se acercó para evaluar mejor sus reacciones.

―¿Te he ofendido de alguna forma? ― Sus ojos se centraron en ella con fijación.

Mitsuri simplemente titubeó en su lugar, ante esa mirada tan penetrante. Quería poder retratarlos con total justicia en alguno de sus cuadros, pero no podía sostener su mirada tanto tiempo y él no aceptaría. Aunque aquella pregunta la confundió aún más.

― ¡Claro que no! Usted ha sido bastante amable al invitarme, sin conocerme, me ha halagado, aunque...― Miró hacia el costado evitando su mirada. ― No quiero causarle problema alguno entre usted y su pareja.

Iguro quedó en trance total ante esas últimas palabras.

Se repetían una y otra vez por su cabeza. Su mirada se perdió en algún punto de la nada, mientras en su cabeza todo desfallecía.

¡¿Cómo había llegado a esa absurda, estupefacta e hilarante conclusión?!

¿La desalmada Kochou y él? No sabía si reír de histeria o debía tomarse eso como una simple y mala broma. Aunque no tenían la confianza para ese tipo de bromas y él mismo no podía ni siquiera imaginar una escena con ese demonio. Se estremeció ante la simple idea.

Recapituló en su cabeza en cada escena vivida en los últimos días con la Kochou ¿Por qué habían ido juntos al restaurante? Por que él se había brincado las platicas de organización del evento, había huido de ellas. Siempre desaparecía en los descansos, que para él eran sagrados. Para su desgracia la encargada de este año fue Kochou, quien siempre se salía con la suya con esa sonrisa fingida. Por lo cual un día lo interceptó llegando al restaurante y él simplemente no pudo irse a otro lugar.

Torció la boca aquella vez y por su total fastidio no pudo convivir en la lejanía con Mitsuri. Y más por que lo vería de un mal humor, de muy mal humor. Él evitaba mostrar ese lado tan desagradable a ella. Por lo cual al día siguiente se mentalizó en acabar todo ese asunto lo antes posible.

Especialmente ese día por fin había acabado todo eso. Él tendría que organizar el bazar de la escuela con las aulas, que él elegiría de cada grado. Y justo cuando volteó para verla, ella no estaba. Solamente alcanzó ver una cabellera rosada salir del restaurante.

Dejó salir un suspiro profundo mientras la observaba detenidamente. Debía dejar de jugar y elegir sus siguientes palabras con lentitud. Porque, aunque él sabía que jamás podría mirar a Kochou como algo más que una persona pequeña maldita. A los ojos de ella, él con una mujer, podría interpretarse de una forma, cuando eso estaba muy lejos de la realidad.

― Tal vez no he sido lo suficientemente claro, tú me has malentendido ―Ella contuvo la respiración ante eso. Mordió su labio, nerviosa, debía alejarse, pero se quedó ahí de pie.

Súbitamente él tomó la punta de su cabello con los dedos acariciándolos, como tanto había querido hacer desde hace tiempo, ya que la tenía a una distancia corta. La combinación entre rosado y verde se le hacía bastante peculiar y que iba por completo con ella.

La observó en la corta distancia en la cual se encontraban y levantó la mirada haciendo contacto visual. ―No puedes ni imaginar el efecto que causas en mí. ― Tragó saliva sin saber de donde estaban saliendo esas palabras. ― Yo solamente voy a ese restaurante para verte.

Mitsuri sintió su interior derretirse ante esas palabras y sus ojos vieron aquel amarillo y turquesa mirándola con gran intensidad. Algo cálido se intensificó en su interior, hasta sentir como le quemaba. Sus rodillas temblaron ligeramente mientras esa sensación cálida se instalaba en su pecho. Escuchó los latidos desenfrenados en sus orejas mientras sostenía la mirada masculina.

Verla de esa forma fue suficiente. El no podía seguir conteniéndose. Debido a el color carmesí, la mirada huyendo de él y mucho más importante que siguiera ahí, solamente significaba una cosa. Su mano ascendió hasta alcanzar la mejilla femenina izquierda, acariciándola con la yema de los dedos. Evaluó los movimientos femeninos. Ella se quedó en su sitio, muy quieta y estupefacta ante ese avance monumental. El pulgar masculino rozó levemente sus labios y ella se estremeció ante la caricia.

Iguro con su mano libre descendió el cubrebocas que siempre portaba y con movimientos lentos y sin alejar la mirada de esos labios carnosos, acortó la distancia. Sus mejillas quemaban y podía escuchar su corazón gritar con fuerza de satisfacción.

Sus labios se unieron con delicadeza y suavidad. Él con todo el cuidado posible acarició esos labios, temiendo que ella terminara alejándose sin más. La sorpresa lo embriagó cuando ella simplemente envolvió su cuello con sus brazos, acercándolo más a ella y de esta forma evitar que ese gesto tan cálido se cortara.

El corazón de Obanai se agitó con fuerza ante ese gesto y sintió su rostro enrojecer aún más. Iba a desmayarse. Ella era demasiado para él. Su esencia, su sabor, su olor y la calidez de su piel.

Se alejaron recobrando la respiración e Iguro intentaba controlar su presión que se había disparado. Era demasiado hermosa y más al verlo con esa amplia sonrisa.

― ¿Quieres ir por unos dangos, Kanroji? ― Soltó sin más para aligerar la plática.

Ella dejó salir una ligera sonrisa mientras se ajustaba la bufanda del cuello.

― ¿Te sentarás junto a mí, Obanai?

El sonrió divertido al entender la referencia que jamás lo habían hecho antes. Y su corazón se infló con fuerza al saber que, de ahora en adelante, él siempre estaría junto a ella.

―Siempre.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top