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La chica cerró la puerta del auto dejando a Ruslan observando detenidamente su anillo, ese que nunca habia tenido el valor de quitarse de su dedo anular. Sin preverlo se le escapó una sonrisa.

“Si que es una chica lista”, pensó.

—Espera,—Ruslan se bajó del auto deteniendo el caminar de la chica hacia el interior del edificio. Ahora ambos se mojaban bajo la lluvia—no sé tu nombre.

—Katerine Clark, así me llamo—Ruslan acarició en su mente dicho nombre al escucharlo.

—Tú no tienes que presentarte—volvió a hablar ella al notar que no se marchaba—se que eres Ruslan Kim.

Katerine volvió a direccionarse hacia su edificio, pero una vez más, el hombre ruso al que tuvo el privilegio de conocer, la detuvo.

—¿No me darás las gracias?—preguntó el, haciendo que ella girase hacia su cuerpo. Ruslan como hombre que no solía relacionarse comúnmente con chicas, mucho menos con chicas tan jóvenes, no detalló en la cercanía que estaba manteniendo con ella. Él no lo sabía, pero ella sí se percató del brillo que traía en los ojos.

—Usted aún no me pide una disculpa—era muy notorio su acento divertido. Las mejillas debían de dolerle de tanto sonreír en los últimos minutos aunque no lo notase.

La conversación entre ellos había culminado hacía mucho, solo que ninguno pensó en ello. Ruslan, en silencio fue hasta el auto. Katherine supuso que el encuentro había finalizado, hasta que lo vió volver.

—¿Te parece bien una disculpa con un café?—le preguntó Ruslan con una sonrisa en los labios. Se había dejado la mascarilla en el auto. Ahora estaba frente a ella extendiendo el café restante.

Katerine no se detuvo a pensar en el café, aunque lo tomó en sus manos, quería grabarse con perfección en la memoria las fracciones del ruso que llevaba tantos años admirando en la televisión. Sí que era un hombre guapo.

—Este ya está frío—dijo temiendo la respuesta del hombre. Aún sonreían, como bobos enamorados.

—Katherine,—la chica soltó una pequeña carcajada al escuchar su nombre en un acento marcado ruso. Ruslan se acercó mucho más—no querrás que te invite a un café. Recuerda las indicaciones del doctor. Vladimir me ha dicho que debes guardar reposo si deseas una rápida recuperación. También lo has dicho antes.

»Sé que eres modelo, y que tal vez tengas una agenda apretada respecto a las sesiones de fotos y pasarelas, o como sea que funcione tu mundo...

—¿Te encargarás de cerciorarte de que cumpla con las indicaciones médicas al pie de la letra?—le interrumpió ella con interés. La lluvia había cesado y algunos vecinos salían del edificio. Ruslan debía resguardar su identidad. Ella se dió cuenta de ello al ser notoria, de pronto, su incomodidad.

—Gracias por tomarte la molestia—se despidió Katherine y entró a su edificio. Ruslan fue apresurado hacia su auto, pero no prendió la marcha de inmediato. Pensó que, tal vez, su estadía en Inglaterra no se trataría de despejar su mente en un pueblo apartado de la civilización. Sino de ocuparse estando pendiente de la salud de una chica inglesa que podría, en otra vida, haber sido su hija. A la que traería dos cafés al día siguiente, justo al mediodía. En el mismo horario en que dicho accidente cambió la rutina de ambos.

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