n i n e

Yoongi cargó a Jimin y lo llevó desde el sillón hasta su habitación.

Lo recostó con delicadeza sobre el colchón y se colocó sobre él, besando sus labios pasionalmente.

No era un beso fogoso, de esos de ritmo acelerado y desesperado, sino que al contrario, éste era de ritmo pausado y lento, pero con mucho de por medio.

Tenía claro como Jimin debía ser tratado.

Tenía que hacerlo sentir amado, querido, y por eso tenía que tratarlo con sumo cuidado.

“¿De verdad lo quieres?” preguntó, separándose del beso y mirando directamente hacia esos hermosos irises marrones. “Quiero decir, puedo detenerme si no estás seguro, ya sabes, después de eso” hizo una pausa para que Jimin entendiera a lo que se refería. “Deberías descansar”.

“Te extraño, Hyung. De esta y de todas las maneras. Mi maldita enfermedad está metiéndose en todos los aspectos de mi vida y me estoy perdiendo, por favor no dejes que me pierda. Hazme volver. Recuérdame que me amas, porque ellas tratan de convencerme de que no lo haces” rogó casi con lágrimas en sus ojos.

Y Yoongi volvió a besarlo suavemente.

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