12 Horas

Hay muchas formas de despertar y caerse de un sillón parece la más común para Donald.

Despertarse cada mañana es un reto para alguien cuyo trabajo es nocturno, pero tener niños en casa te obliga a hacerlo de cualquier forma. Tener el desayuno listo y a tiempo para despertarlos antes de llevarlos a la escuela, volver y preparar todo para la tarde antes de caer dormido en cualquier sitio de la casa hasta que la alarma suene y deba ir por sus hermanos; si tiene algo de suerte, en medio de la siesta su tía llamará diciendo que ella invitará a los niños a comer, ahorrándole una comida y dándole una hora más antes de tener que despertarse y volver a trabajar.

Pero hoy, este día en particular algo está mal. Caerse del sillón por la mañana es parte de su rutina, los constantes moretones del chico lo demuestran, pero usualmente la caída es un duro suelo de madera vieja y rayada en lugar de una suave alfombra descolorida.

-¿Qué...?

No consigue terminar de hablar cuando su cabeza golpea con el borde de una mesa de café mientras se levanta. Casi de inmediato la puerta contigua se abre, dejando escapar un delicioso aroma a café recién preparado y una alegre melodía sonando en una vieja radio.

Donald mira hacia arriba, aun sobando su cabeza en el sitio donde se golpeó, para ver a una alegre mujer rubia balanceando en sus manos un par de tazas, una cafetera y una bandeja con pan tostado.

-¿Mar? -pregunta Don

Su garganta duele al hablar y puede sentir la piel del cuello irritada. Tantea un poco la zona en que se encuentra la cánula para ajustar un poco los sujetadores toma un instante para recuperar el aliento y ponerse de pie, cuidando no golpearse nuevamente con la mesa.

-No deberías forzar mucho la voz, -dice una voz masculina -realmente te diste una buena mojada anoche.

¿Anoche? Su mente aun adormilada comienza a trabajar, tratando de recordar los sucesos de la noche anterior.

-No lo molestes, -reclama Mar -Cisco no tarda en llegar, Don, encontraremos a los niños.

Con la mención de sus hermanos, el cerebro de Don reacciona por completo. La memoria de la llamada de su tía alarmada gritando y llorando por no poder encontrar a los niños resuena en la mente de Donald.

El dolor en su garganta pasa a segundo plano y lo único que puede pensar es que debe salir a seguir buscando. Su primera opción fue revisar con Mar, cuando Finn tiene algún problema suelen recurrir a la mujer rubia como primera opción, incluso antes que ir con su tía. Ni siquiera se dio la oportunidad de avisar su salida del trabajo, solo tomo una camiseta que encontró y salió corriendo mientras intentaba ponerse los tenis en el camino.

Solo ahora nota que durante la noche alguien tuvo que ponerle un cobertor encima, el cual ahora se encuentra en parte en el suelo. Cualquier persona que le haya visto pasar por la calle definitivamente tuvo que llevarse una mala impresión de él.

Mar se acerca a él y coloca una taza en sus manos antes de servirle un poco de café. El aroma es agradable y dulce, nada como la bebida amarga y fuerte que el chico prepara cada mañana, la calidez que da el calor en sus manos es algo que agradece.

-Ten cuidado, -dice Mar -todavía está muy caliente.

La mujer se sienta en el sillón frente a Donald, Bellamy toma asiento en el reposabrazos del sillón donde el chico está sentado. Los dos adultos miran como Don mira con impaciencia la puerta del pequeño departamento.

-¿Cisco dijo que vendría? -pregunta Bell tranquilo

La mujer asiente con la cabeza tomando un sorbo de su bebida, Don mira con curiosidad como ella toma el líquido tan caliente o tal vez solo habían estado despiertos por demasiado tiempo para que estuviera a temperatura ambiente.

-¿Quién es Cisco? -pregunta curioso Donald

-Claro, no lo conoces. -dice animada Mar -Cisco es mi pareja actual

Notando la mirada desconcertada que le dedica el chico, Mar da un largo trago a su café y deja la taza de lado antes de volver a hablar.

-Antes de que preguntes, es detective, -continúa hablando -está cooperando en la investigación policial del asesino de juguetes.

-Al parecer solo esta mujer encuentra romántica una relación cuando su pareja esta inspeccionando cadáveres. -comenta burlón Bell

Donald está a punto de añadir algo cuando un golpe en la puerta los interrumpe. Cualquier duda de la vida amorosa de su amiga puede esperar.

Mar se levanta rápidamente, una extraña sensación de inquietud invade a los tres a la espera de saber quién está del otro lado. Incluso si lo más seguro sería ver a aquel 'Cisco', la ilusión de Don de ver a tres pequeños niños asustados es lo bastante fuerte para que no pueda despegar la vista de la puerta.

Al otro lado, una vez que la mujer abre, se encuentra un hombre vestido informalmente con un termo de café en la mano; Mar no duda en darle un beso en la mejilla antes de invitarle a pasar al departamento, la mirada decepcionada de Don no pasa desapercibida ante el recién llegado y su pareja, aun así ninguno de los dos menciona nada.

-Mucho gusto, soy Francisco Carmona. -se presenta el hombre -Mary me ha contado lo que sucedió, por lo menos lo que ha podido entender de la situación.

Don asiente, consciente de que en realidad no debe ser mucho lo que su amiga pudo decirle, ni siquiera él está seguro de lo que ha ocurrido.

-Un gusto, mi nombre es Bellamy Harrison y, -dice Bell con calma -él es Donald Cabrera, sus hermanos son quienes están perdidos.

Francisco saca del bolsillo de su sudadera una pequeña grabadora desgastada, la enciende sin mucho cuidado dejando la parpadeante luz roja como único indicador de que funciona. Los cuatro toman asiento en los sillones, formando un cuadrado entre ellos.

-Sé que es una situación delicada y les prometo que haré todo lo posible por encontrar a los niños, -dice Cisco -pero para ello necesito saberlo todo, cualquier detalle puede ser útil para saber su paradero, ¿alguno de ellos ha escapado con anterioridad?

-No. -responde cortante Donald

-Bien, ¿ninguno de ellos ha dado indicios de querer huir de casa? -continua Cisco

Donald observa como el hombre no deja de mirar la grabadora, probablemente comprobando que no dejará de funcionar en algún punto de la conversación. Mar sostiene entre sus manos el termo con el que el detective había llegado, en cualquier otro momento el chico habría hecho una broma sobre el cómo la mujer estaba en ese hombre para obtener café gratis. Cualquier día en que sus hermanos estuvieran con él.

-No, bueno no lo sé. -responde Don nervioso -Flynn ha estado hablando sobre nuestras próximas vacaciones pero nunca ha dicho que quisiera irse solo.

-Ya veo, ¿de qué lugar estamos hablando?

-Iríamos al lago Brazen, los chicos querían aprender a pescar y es el sitio más económico para hacerlo.

-¿Se llevaron algo de la casa? -pregunta interesado Cisco

Donald niega y recuerda su pequeña casa, había corrido ahí tan pronto como recibió aquella llamada, esperando que solo fuera alguna mala broma de los trillizos. No es un sitio grande por lo que no tomo demasiado buscar en las únicas dos habitaciones, sala, baño y cocina, incluso busco en el sótano en caso de que alguno de ellos hubiera ido a esconderse ahí. No había nada, no faltaba nada, ni siquiera había algo que delatara que alguien había estado ahí.

La televisión estaba apagada, las camas estaban tendidas y los juguetes en el suelo estaban tal y como habían quedado aquella mañana.

-Nada, no falta nada. -responde abatido Donald

Su garganta comienza a molestar mientras más habla, la frustración de saber que en cualquier momento tendrá que detenerse y dejar de hablar por un momento le inunda; da un gran sorbo a su taza de café, saboreando por un segundo aquel delicioso sabor que jamás ha logrado crear por su cuenta.

El detective Carmona no despega la vista del chico, como si mientras más mirara al chico más sencillo será el forzarle a admitir que ha mentido sobre algo. Bellamy y Mar continúan atentos a lo que sucede, ambos preparados para intervenir en el momento en que su amigo sea incapaz de continuar hablando o si alguna de sus oraciones se vuelve inentendible para interrogador.

Don aclara ligeramente la garganta, devolviendo la mirada al hombre frente a él.

-¿Todo bien? -pregunta Cisco con duda

El chico asiente, Mar se pone de pie y toma una botella de agua de uno de sus estantes. Donald hace una pequeña seña con la mano extendida antes de tomar la botella que se le ofrece, la mujer sonríe y vuelve a sentarse.

-De acuerdo, ¿usted o alguno de ellos se ha visto involucrado en una situación de riesgo en los últimos meses? -continua el detective -¿O tal vez mantuvo contacto con alguien sospechoso?

Esa pregunta es un tanto complicada de responder para el chico, en su trabajo siempre hay personas extrañas o con miradas perdidas por el uso excesivo de drogas y alcohol. Cada noche por lo menos un hombre o mujer se le quedaría mirando de forma excesiva, uno intentaría tocar más de lo debido y, si tiene suerte, evitará que algún borracho le siga todo el camino a casa. Más suerte sería si consigue que en aquella calle no haya nadie durante la noche, realmente puede volverse incomoda la situación con los vecinos.

Aun así, sabiendo que aquel detective conoce a Marisa es claro que se refiere a algo todavía más inusual que un ocasional bebedor o un vagabundo que no sepa cómo llegó a aquel burdel, alguien que se distinguiera por algo de entre el resto de los clientes.

Una mirada profunda y de un verde opaco llega a su mente, las palabras que aquel desconocido pronunciaba cada noche aún le incomoda y la forma tan peculiar de su actuar ha permanecido en su mente durante ese último mes, pero ¿realmente habría alguna relación?

-No estoy seguro. -responde Don nervioso

-Pero pensaste en alguien, -agrega Cisco con interés -incluso si no es importante necesito saberlo. No podemos descartar a nadie hasta estar completamente seguros.

-No es nadie, solo un cliente bastante extraño que visitó el Noctuary este último mes.

-¿Extraño? ¿En qué sentido?

Don hace una pausa, inseguro de como describir aquellas interacciones. No es que algo en particular de ese chico fuera destacable, físicamente podría pasar desapercibido en la calle y no creería ser capaz de reconocerle pero, algo en su comportamiento es definitivamente llamativo: sus movimientos lentos y poco constantes, la manera en que parecería evitar parpadear a propósito y su voz tan clara haciendo de aquellas noches un interrogatorio incomodo.

-No es igual a los demás, -dice inquieto Don -hay algo en él que no es normal.

Bellamy le mira interesado, por la expresión juguetona y la sonrisa de lado que trata de esconder no es difícil saber que piensa que el más joven de la habitación se enamoró de un cliente. Don niega con la cabeza, intentado concentrarse.

-Llegó a principios de mes pero, -continua Donald -no quería lo que cualquier persona que va a esos lugares quiere.

-¿Podrías ser más específico? -pregunta curioso Cisco

Si esa curiosidad es parte de su trabajo o simplemente es una persona demasiado interesada en los detalles, Don comienza a cuestionárselo. Perder el tiempo contando sobre un cliente en lugar de verificar si sus hermanos están vivos no es precisamente lo que esperaba de esta visita.

-Todos los que van a una ventanilla de prostitución llegan buscando sexo o entretenimiento, algunos incluso solo van a ser escuchados por el tiempo que logren pagar -dice Don -pero él llegó una noche con un juego

-¿Un juego? ¿Es algo sexual o algo así? -agrega el detective

-No, él dijo que haría una pregunta y dependiendo de la respuesta mataría a alguien.

Mar y Bellamy se dieron una mirada entre ellos, ambos conocían la historia del cliente misterioso que visitaba a su amigo pero ninguno había escuchado lo que aquel extraño buscaba cada noche.

-Supongo que levantaste la denuncia. -dice Francisco

-Lo intente, pero lo descartaron porque pensaron que se trataba de algún maldito alcohólico. -responde molesto Donald

Su garganta realmente comienza a ser una molestia y estar enojado no ayudaría a amainar el dolor.

-De cualquier forma, ¿qué tiene que ver todo esto con encontrar a mis hermanos?

-¿Qué fue lo que preguntó?

-¿Qué? -pregunta Don molesto

-¿Qué es lo que aquel cliente quería saber? -repite con calma el detective

Mar asiente hacia su amigo, esperando no arrepentirse de apoyar a su pareja en este interrogatorio; algo en la forma tan insistente en que busca obtener respuesta le hace dudar de si aquel desconocido tiene algo de importancia en este asunto. Voltea a ver a Bellamy, su expresión burlona se transforma en una mirada seria como si también acabara de notar lo extraño de la situación.

Intenta recordar aquella primera noche, el recuerdo parece lejano después de todo lo que ha ocurrido en la vida de Donald desde aquel momento.

Aquella noche estaba algo molesto, la hija de Bellamy se había enfermado por lo que Don tuvo que cambiar de compañero de ventana y su jefa, Josephine, había amenazado con mandarle a atender la barra el resto de la semana si no hacía bien su trabajo con uno de los nuevos trabajadores.

No es que le molestará atender el bar, en realidad era menos estresante para él, pero necesitaba el dinero extra que estar en la ventana le da si quería tener el dinero suficiente para comprar los regalos de navidad.

La música era probablemente la más anticlimática que habían puesto en mucho tiempo y el ambiente era bastante aburrido. Donald no había tenido más de un par de clientes: un grupo de estudiantes morbosos que se habían retado para ir a ese lugar y una de sus clientes frecuentes que había ido a hablar de como su marido la había golpeado otra vez. Su compañero, un hombre de mayor edad, aun siendo un novato parecía bastante aburrido de la poca actividad de la noche.

Mientras Don intentaba ignorar el parloteo de su compañero, una luz se encendió encima de la ventana, indicando que un nuevo cliente iba en camino. Ambos se prepararon para lo que fuera que tendrían que hacer mientras la cortina que normalmente cubre el cristal se levantaba.

Un chico, probablemente de la misma edad de Donald, toma asiento frente a la ventana; antes de que Don pudiera decirle a su compañero que preguntará lo que quería que hicieran, aquel chico dijo las palabras que quedarían en su mente durante mucho tiempo.

-Mataré a alguien hoy pero no quiero hacerlo, -dijo calmado -así que les dejaré la elección a ustedes.

-Vete a la mierda.

El grito de su compañero poniéndose de pie y saliendo de la habitación con su ropa en mano, Don solo pudo quedarse quieto en la cama, aferrado a la sábana que tenía encima.

-Bien, creo que él decidió. -dijo divertido aquel chico -Así que, ¿cómo te llamas?

Intento señalando el cartel encima de la cama, Josephine había insistido en que debía colocarlo para evitar que los clientes pidieran una larga charla. El desconocido leyó aquel "El trabajador tiene limitaciones del habla, favor de evitar conversaciones", aun así volvió a preguntar.

Don suspiró, aclarando un poco su garganta esperando que su voz sonará bien, o por lo menos lo bastante entendible para la otra persona.

-Daniel.

Mentir parecía la idea más obvia, si un desconocido llega con aquella declaración lo último que una persona cuerda haría sería darle su nombre. Solo pudo esperar que el temblor en su voz pasará por una molestia de su problema del habla y no como una mentira.

Un golpe en el cristal hizo a Don saltar.

-¡No me mientas, Donald! -grito molesto -Lo sé todo sobre ti, ¿sabes? Alguien realmente quiere que te desaparezca pero así no es como trabajo.

Don tragó saliva, su voz normalmente quebrada ahora se negaba a salir sin importar cuanto quisiera gritar o pedir ayuda. Solo atinó a asentir con la cabeza, esperando que eso fuera suficiente y, por la sonrisa que aquel chico le dedicó, supo que fue suficiente para él.

-Lo dejaré pasar esta vez, -dijo tranquilo -empecemos de nuevo ¿Cuál es tu nombre?

-Donald. -respondió nervioso

La mirada del chico no se despega mientras el cliente regresa a su posición inicial, sentado en la silla con mucha calma. No parece particularmente interesado y, en vista de que ya le conocía, supuso que simplemente confirmaba como actúa cuando miente.

La mirada de Donald permaneció fija en el reloj cercano a la ventana, el tiempo seguía avanzando lentamente mientras el silencio entre ambos se volvía cada vez más inquietante. Sintiendo como aquel chico no apartaba su vista de él, Don solo podía cubrirse ligeramente con la sábana, apretándola con fuerza contra sí mismo; no es la primera ocasión en que alguien le observa, después de todo su trabajo en su mayoría se basa en ello, pero algo en aquella mirada verdosa parecía observar hasta lo más profundo de él y eso era inquietante.

-Bien, Don, -dijo aquel chico -nuestro tiempo juntos casi termina pero antes de irme te dejaré elegir.

Continúa hablando aquel desconocido, acomodándose en su silla y manteniendo su vista en la mirada nerviosa de Donald.

-Dependiendo de lo que respondas alguien vivirá o morirá. -comienza a hablar con un tono juguetón -Así que piensa con cuidado lo que me dirás, solo recuerda que no debes mentirme.

-¿Qué es lo que aquel cliente quería saber, Donald? -repite el detective

Donald parpadea un par de veces antes de mirar al novio de su amiga; si su mirada no hubiese sido triste desde el primer momento en que aquel detective le conoció, habría notado como sus ojos se llenaban de la culpa que corroe al chico desde que aquel macabro juego comenzó.

Las palabras exactas que aquel extraño dijo aquella ocasión salen de los labios de Donald sin titubear y, por primera vez desde que la conversación comenzó, puede hablar sabiendo que todos entenderán lo que dice.

-¿Puedes confiar en la gente que conoces?

Bellamy hace una mueca, su mirada luce molesta ante la pregunta; Mar solo intercambia la mirada entre sus dos amigos, esperando con ansias lo siguiente que está por ocurrir.

-¿Y cuál fue tu respuesta? -pregunta ansioso el detective

Don solo asiente con la cabeza, inseguro de que su voz saldría en ese momento.

Francisco se detiene un instante como si intentará evitar que se notará la emoción en su expresión al encontrarse con un caso como este. Aclara un poco su garganta antes de continuar con la última pregunta que podría despejar la duda de su mente.

-¿Y cuál fue el resultado?

El menor de la habitación abre y cierra la boca un par de ocasiones, de sus labios solo brota un poco de aire y algo similar a un silbido. Tomándose un segundo para pensar, coloca cerca de su pecho la mano derecha con los dedos extendidos y la palma mirando al frente, con un movimiento en arco baja la mano hasta tener la palma viendo hacía abajo.

Carmona le mira extrañado, antes de dirigir la vista hacia Mar esperando que ella pueda indicarle el significado de aquella seña. Don también mira nervioso a la mujer; aun con el tiempo que tienen de conocerse, ni Bellamy ni Marisa han podido aprender mucho del lenguaje de señas que emplea Donald por lo que entre ellos crearon algunas señas básicas y sencillas de recordar que podría usar el chico en caso de emergencia. Claro, jamás ninguno de ellos pensó que esta palabra en concreto sería necesaria en algún momento.

Mar mira a Bell, ambos mueven un poco la cabeza como si estuvieran manteniendo una especie de discusión en silencio.

-Murió. -dice Mar

-¿Quién? -continúa preguntando Cisco con interés

Suspirando, Don coloca el puño derecho cerrado sobre su muñeca izquierda antes de levantarla y colocarla en el antebrazo. Sabía que esa seña la conocía Bellamy ya que los niños la ocupaban mucho cuando estaban con su hija intentando enseñarle.

-Compañero. -contesta Bell nervioso

Don asiente con la cabeza y se abraza un tanto incómodo, no deja de mirar la puerta con ansiedad, deseando que esto termine pronto y pueda ir rápido a buscar a sus hermanos.

-Bien, creo que es todo lo que necesitamos por ahora así que si me lo permiten iré a realizar una llamada a la estación y pediré que alguien se dirija al lago Brazen, -dice Cisco -mientras necesito que usted, señor Cabrera, me acompañe a la estación.

La mirada desconfiada que le dedica Don parece suficiente para que el detective continue hablando.

-Es necesario que levantemos el acta por desaparición, -responde tranquilo -¿tiene a la mano alguna fotografía reciente de los menores?

El chico niega con la cabeza, el nerviosismo que tiene es evidente para sus amigos que de inmediato se levantan para acompañarle.

-Podemos pasar y detenernos por su casa, -dice Mar intentando sonar calmada -no está lejos de aquí y podemos recoger todo lo que haga falta.

-Mientras iré al Noctuary, -agrega Bellamy -tal vez alguien los vio pasar por ahí.

-De acuerdo, los espero abajo. -dice Francisco

Mar asiente y se dirige a Donald, sabiendo que el chico no había tenido oportunidad de ponerse algo de ropa decente, se dirige a su habitación donde guarda algunas prendas de sus sobrinos. Si bien hace años que ninguno de ellos había ido a visitar a su tía Marisa, por lo menos estaba segura de que en aquel momento al menos uno de ellos tenía la estatura de Don.

Tras buscar un poco en el pequeño baúl, finalmente encuentra algo que no esté destrozado o demasiado sucio para ser usado.

Donald salta del sillón rápidamente en cuanto ve a la chica acercarse, había terminado de doblar la sábana con la que había dormido y había acomodado un poco los cojines; la mujer sonríe ante la imagen y le ofrece la ropa, indicándole que puede pasar al baño a cambiarse.

El chico sale corriendo, ansioso por cubrirse y más desesperado por encontrar a sus hermanos. Aquella conversación con el detective Carmona lo dejo más ansioso de lo que estaba, con su mente trabajando a mil por hora y la sensación de culpa apretando su pecho, dificultándole respirar.

Cierra la puerta con más fuerza de la que esperaba, arrojando la ropa al suelo y corriendo hacia el lavabo para arrojar un poco de agua a su rostro.

Se observa en el espejo un segundo, temiendo lo que vería en aquel momento; con los ojos llorosos, las enormes ojeras notables en su piel pálida y el largo flequillo cayendo sobre sus ojos sin mucho cuidado, realmente se parece a su madre. Sacude la cabeza antes de arrojarse más agua fría al rostro, odia ese pensamiento.

Había algo que no le había dicho a nadie y ahora podría ser la razón por la que sus hermanos no volverían. Ese detalle cambiaba por completo lo que aquel cliente había dicho pero ¿alguien hubiera creído que Don no tuvo la culpa?

-Dependiendo de lo que respondas alguien cercano a ti o desconocido morirá. -comienza a hablar con un tono juguetón -Así que responde lo que quieras, no importa que digas alguien morirá, -su voz se torna levemente melosa -solo recuerda que no debes mentirme, Donnie.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Donald, hace muchos años que nadie le llamaba por aquel apodo; incluso sintiendo como su mente se negaba a responder logra asentir, lo suficientemente visible para que él le entendiera.

-¿Puedes confiar en las personas que conoces?

Abrió la boca quedándose con el "Si" sin decirse, su cliente sonrió al notar como su voz se negó a salir, Don tragó saliva con miedo sintiendo la lengua seca y el aire faltando en sus pulmones.

Permaneció un instante en silencio, sin perder de vista al extraño. A lo largo de estos años las cosas habían estado bien incluso si no fueran perfectas; había construido una vida a salvo del pasado, enterrando aquello que había destrozado su vida y contemplando con optimismo el futuro que lentamente iba trayendo cosas buenas para él y sus hermanos, ¿podría perder todo eso? Su mente repasa la lista de personas que permanecen en su vida, de las amistades que creo, de la familia que conservó cerca, de sus conocidos y personas que frecuenta ¿realmente podría desconfiar de alguno?

-¡Don! Tenemos que irnos -grita Mar

Cerrando la llave del agua, el chico se viste rápidamente con la camisa de franela y los jeans que la mujer le había entregado. Incluso si no puede confiar en todos, espera que la poca confianza que conserva en estas personas sea suficiente para traer a sus hermanos de vuelta a casa.

Abre la puerta con cuidado tras ponerse los tenis aun mojados.

-Vamos. -dice en voz baja Don

Conociendo la situación, la mujer no pudo hacer otra cosa que acomodar un poco el cabello húmedo del chico, apartando el fleco de sus ojos, y ofrecerle su mano que tomo casi de inmediato.

Don no pudo evitar sonreír un poco ante esto, ignorando la inquietud que había tenido hace unos momentos, ¿cómo podría desconfiar de alguien cómo ella? Ambos salieron del departamento juntos, riendo un poco al oír a Bellamy en el interior disculparse con alguna de las muchas mesas que Mar se empeña en conservar.

Al bajar las escaleras puede ver a algunas de las vecinas que había empujado anoche para llegar con Mar, desvía la mirada escuchando a alguna de ellas maldiciéndolo por lo bajo al verle pasar, incluso una de las más jóvenes no pudo evitar hacer un comentario sobre lo malo que era que esta vez trajera ropa puesta.

Eso fue suficiente para que Don apresure el paso, arrastrando a Mar con él, haciendo una nota mental no llevar algo que le cubriera hasta el rostro la próxima vez que entrará a ese edificio. No sería capaz de saludar a alguna de las señoras de nuevo tras esa noche.

El detective Carmona ya está dentro de su auto, un modesto automóvil marrón con algunos detalles blancos. Al abrir la puerta el fuerte aroma a café recién hecho inunda la nariz de Don, de cierta forma le recordó cómo fue la primera noche en que visitó a Marisa cuando al abrir la puerta escuchó una alegre canción en español que la mujer solo tarareaba mientras servía el café y bailaba con Finn, Flynn y Fry.

Sonríe mirando a través de la ventana imaginando a sus pequeños volviendo a jugar junto a él, si realmente se esfuerza incluso es capaz de escuchar la voz de Finn regañando a Flynn por beber demasiado café mientras que Fry solo se burla de las tonterías que su hermano responde ante tales reclamos, en eso entraría él pretendiendo no haber escuchado nada para sorprenderles con algunos bocadillos y ofreciendo una película como ofrenda de paz.

Su sonrisa se desvanece cuando el auto se detiene a unas calles de su casa, puede escuchar vagamente a Mar conversando con su pareja de algo que no entiende realmente, voltea a verlos y su amiga le hace una rápida seña de que puede bajar ahí.

No del todo convencido, el chico baja del auto con cuidado, cerrando la puerta rápidamente. Por un segundo su mirada se cruzó con los ojos verde claro de su amiga y, con ese breve instante, un escalofrío recorre su columna; algo en aquella mirada normalmente alegre y llena de vida se vuelve inquietante ante la falta de iluminación que el clima nublado ofrece. Don sacude la cabeza antes de salir corriendo.

Corrió, intentando apartar de su mente aquella desconfianza que le invade, concentrándose en alcanzar la desgastada puerta negra que es la entrada a su hogar.

Solo unos pasos más, se recuerda al ver cada vez más cerca aquella pequeña casa pintada de un azul claro suave aunque sucio. Flynn había insistido en que ese era el mejor color para su nuevo hogar y, aunque los otros dos niños discutieron bastante la elección, Don estuvo de acuerdo en aquel momento.

Se detuvo frente a la puerta de metal oxidado, dejando su mano un instante sobre la fría perilla intentando pensar donde había dejado la llave de emergencia. Sus llaves tienen que haberse quedado en el trabajo toda la noche y no hay mucho tiempo para esperar que alguien la traiga; suspirando, hace un intento por girar el pomo de la puerta, sorprendido de que de hecho abriera.

Olvido cerrar la puerta al salir de ahí anoche.

Una preocupación más para su mente ya cansada de reclamarle todo lo que había estado haciendo mal desde el inicio. Intentando no hundirse más en sus pensamientos, entra a la casa: un espacio normalmente pequeño para cuatro personas pero, que ahora, se siente frío y vacío, tan carente de vida y sumido en la oscuridad que cualquiera podría pensar que esa casa ha estado abandonada por años.

El frío que se cuela por las ventanas hace a Don desear haberle pedido a Mary que le prestará un suéter antes de salir, ya pudiendo sentir como su garganta empieza a doler por la noche en la lluvia y su exposición al frio invernal.

Donald se adentra con cuidado en la sala, intentando no pisar los juguetes esparcidos por la entrada, dirigiéndose hacia la vitrina tras el comedor para buscar en alguno de los álbumes la fotografía más reciente de los tres niños, esperando que sea suficientemente clara para encontrarles.

Busco un poco en los cajones de la vitrina, quejándose de porque los álbumes no se encuentran en el cajón de siempre, ya tendría que regañar a los niños por ello, finalmente logra encontrar las imágenes de su último cumpleaños en una bolsa en el cajón donde suele guardar los manteles.

El recuerdo de como los trillizos habían conseguido hacer una fiesta sorpresa para Don en casa de su tía Angela le reconforta un poco. Sonríe viendo la primera fotografía en la que puede verse a sí mismo junto a Bellamy y Marisa, los tres sujetando una rebanada de pastel sin azúcar que Finn había pedido especialmente para que Finnie pudiera comer; en otra se podía apreciar a la tía Angela junto a su prometido Lyam intentando que Flynn deje de intentar abrir los regalos.

Una a una fue viendo como aquella velada había transcurrido, recordando con cariño aquel momento en que todo fue perfecto.

Encuentra la fotografía que buscaba, una en la que solo estaban los trillizos, con Flynn en medio de sus hermanos atrayéndolos a un abrazo, Finnie parece aburrido aunque la sonrisa en sus labios le delataba, Finn por su parte sonreía abiertamente dejando a la vista aquel hueco que había dejado su diente al caer.

Estaba listo para irse, entonces algo cayó al suelo.

Una fotografía que no recordaba haber pagado a su vecino que se "ofreció" como fotógrafo. En ella se observa a todos los asistentes a la fiesta, sobre cada uno una palabra está escrita con bolígrafo rojo.

Tomándola entre sus manos la observa con cuidado y lee cada palabra sintiendo como los nervios le impiden concentrarse: "infiel", "mentirosa", ...la lista continua mientras más lee. Su mirada se fija en la forma en que los rostros de los tres niños están completamente cubiertos por rayones y agujeros de la pluma al traspasar el papel.

Pasando su mano por el rostro, nota que en su palma hay un poco de tinta roja, da la vuelta a la fotografía.

' ¿Puedes confiar en ellos? '

Casi suelta un grito mientras arroja el papel lejos de él, cubriendo su boca con la mano. Camina un poco hacia atrás, dejándose caer contra la pared en un intento por calmar su respiración. Su mirada recorre frenéticamente la habitación que solo parece hacerse más pequeña con cada segundo.

Todo está ordenado. Los niños nunca dejan la sala limpia.

Los juguetes nunca están fuera del cuarto de los niños. No había juguetes en el suelo por la noche.

Las cortinas siempre están cerradas. Las ventanas están abiertas.

Las fotografías debían estar en el último cajón. Nunca había visto esa foto.

Entro a su casa por la noche.

Ayer tampoco tenía las llaves con él.

Alguien entro en la casa y no solo fue una vez. Mira nervioso hacia las ventanas, de una en una, sin poder ponerse de pie, observa aterrado el movimiento en el exterior. La gente camina, sus vecinos miran curiosos al chico en el suelo con la mirada tan aterrada que más de uno debió suponer que debía estar bajo alguna droga, todo continúa moviéndose.

Excepto él. Una única silueta que con el pasar del mes había aprendido a temer, permanece de pie a unos pocos metros de su casa saludándole con la mano antes de seguir su camino hacia ninguna parte.

El chico se arrastra hasta la fotografía para tomarla nuevamente entre sus manos, observando cómo, en su propio rostro, una palabra está escrita con más fuerza que la del resto.

"ASESINO"

Solo pudo cerrar los ojos, apretando la imagen en su mano, incapaz de contener más el llanto; Donald solo puede preguntarse si había algo que podría haber hecho diferente aquella noche.

Guardando esa fotografía rápidamente en el bolsillo de la camisa y tomando con cuidado la imagen de los niños, se pone de pie y sale corriendo, asegurándose de cerrar la puerta, en dirección del automóvil donde su amiga y su pareja conversan tranquilos, esperándole.

-¿Estás bien, Don? -pregunta Mar preocupada

El chico mira la fotografía en sus manos, la mirada alegre de sus hermanos le recibe y ayuda a Donald a tranquilizarse un poco.

-Si, vámonos. -dice Don

Francisco asiente y enciende el motor del auto, Mar no aparta la vista del chico castaño notando como su amigo apenas parece capaz de respirar entre sollozos. Ninguno dice nada, en la mente de los tres solo hay un pensamiento urgente: Encontrar a los niños.

-¿Puedes confiar en las personas que conoces?

Cerró los ojos, tomando un instante para respirar y calmar su mente nublada; al abrirlos, supo que no existía otra respuesta para él.

-No.

La sonrisa del desconocido se hizo más grande, satisfecho con la respuesta de Donald. Incluso con su mente repitiendo una y otra vez que eso era una mentira, la sensación en su pecho de calma gritó que dijo la verdad.

-Ya veo, -dijo el cliente con diversión en su voz -espero que lo recuerdes cuando más importe.

Don comenzó a levantarse, queriendo saber lo que quería decir, pero antes de que pudiera poner un pie fuera de la cama la pequeña luz roja sobre la ventana se encendió.

-Nuestro tiempo se acabó pero no dudes que me volverás a ver, Donnie.

Fue lo último que Donald escuchó antes de quedarse sumido en la oscuridad de aquella fría y solitaria habitación, la cortina bajó, cerrándose por última vez aquella noche.

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