III - EL SUCESO

El nacimiento se retrasó unos jornadas de la fecha estimada por el médico del pueblo, y todo el mundo comenzó a impacientarse. No se hacía nada a menos que fuera absolutamente necesario porque temían que cualquiera acto, aun los más benignos hábitos, por nimios que parecieran, provocaran un efecto indeseado en el niño, o peor, su muerte. Por más que el doctor se esforzaba en calmarlos diciendo que ese tipo de atrasos era normal, los ánimos del populacho no se distendían. Hacía tanto tiempo que no sabían lo que era normal en esas situaciones, que hasta el más mínimo cambio climático los agitaba. La vida de los vecinos estaba detenida ante la espera del primer bebé, el hijo del pueblo, su salvación.

Para asistir al gran evento, el nacimiento, migraron cientos de extraños al poblado, quienes afirmaban ser allegados de la familia Morris, de naturaleza vampírica por supuesto. Ellos, junto a los felices ciudadanos, se pasaron las últimas dos semanas brindando por la llegada del bebé y esperaban impacientes el parte del doctor con la esperanza de que la próxima vez que saliese de revisar a la parturienta, les diera la mejor noticia de todas.

Entre los migrantes que acudieron al alumbramiento, se encontraba una mujer que decía poseer experiencia en nacimientos de vampiros. Esta matrona, que no era ni humana ni vampira, se presentó ante sir Joseph como una quimera. Aseguró que fue enviada de parte de un simpatizante suyo en la corte real, quién prometía allanarle el camino para reclamar el trono si el niño nacía sano. El futuro padre, no habiendo hallado a ninguna comadrona de su especie, al principio dudó de la identidad de la misteriosa mujer; pero le abrió las puertas de su casa cuando ella demostró que conocía a la familia real de vampiros originales, y la historia de cómo fueron destronados luego del advenimiento de la infertilidad sobre la especie; además de darle detalles de cómo él fuera exiliado para acabar en Pionners. Aún cuando sir Joseph no conocía a las quimeras más que a través de la mitología y el aroma de la mujer no correspondía con ninguna experiencia pasada, las cicatrices y tatuajes sobre su piel afirmaban que tenía relaciones cercanas con los vampiros y la magia. Fue por esta que él desplazó al buen doctor, rebajándolo a solo comunicar el parte a la gente que esperaba noticias.

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En cambio, en la mansión, Anne no quería que el tiempo avanzara, en los últimos meses su marido se había desocupado para cuidarla, pero últimamente no le quitaba la mirada de encima; sus ansias la perturbaban y no quería ni pensar en los planes que tenía para ella luego del parto.

Durante el período en que sir Joseph no se movió de su lado, manejaba sus obligaciones desde casa, y Anne no pudo evitar escuchar algunas de sus "conversaciones de negocios". No todo eran tierras, gobernar de pueblos y controlar rutas de mercado; también hablaba de secuestros, captura de esclavos, ajustes de cuentas, asesinatos, sacrificios y conversiones. Cada palabra que escuchaba la horrorizaba más. Llegó a conocer las dos caras del sir, el esposo y el "empresario".

Los ojos y oídos de Anne contaban historias diferentes, más bien versiones que no coincidían entre sí, y no sabía a quién creerle. Por momentos olvidaba todo lo que sabía y se dejaba llevar por las palabras hipnóticas de su marido. Inclusive intentaba adaptarse a él, ya que durante toda la gestación no dejó de llenarla de regalos y hasta preparó una habitación para el bebé, equipada para que pudiese pasar toda su vida allí. Además de eso, escogió de antemano a una muchacha para ocupar el cargo de nodriza.



Tal como la matrona lo predijo, el alumbramiento se complicó porque, aunque Anne era humana y fértil, los genes vampíricos del padre venían con un riesgo de muerte. Sir Joseph sabía a qué se enfrentaba, aquella no era la primera vez que intentaba tener un hijo con una humana, pero sus dioses y oráculos le habían prometido que Anne era el receptáculo ideal para llevar a cabo el prodigio, la elegida para devolverlo al trono del que sus hermanos lo expulsaron.

El trabajo de parto de Anne duró toda la noche y acabó a primeras horas de la mañana. Entonces la matrona se acercó al padre con noticias terribles, le anunció que debía tomar una decisión difícil. Por un lado, su hijo había nacido muerto, pero ella podía practicar su magia milenaria para resucitarlo. En ese caso, solo le restaba esperar a que la magia de la extraña funcionase. Por otro lado, Anne había perdido mucha sangre y no sobreviviría, a menos que la convirtiera en vampiro de inmediato. Esto representaba un problema para el vampiro, ya que eliminaba para siempre la posibilidad de concebir otro hijo.

Sir Joseph observó cómo la dama iniciaba sus artes oscuras sobre el cuerpo inerte de su hijo, una magia indocumentada que lo deslumbró con luces brillantes y olores fuertes, y que lo dejó inconsciente por unos momentos. Al despertar, se encontró con un bebé perfectamente sano, que se veía muy rozagante como si ya tuviera varias lunas de vida.

El hombre quedó conmovido e intentó abrazar a la mujer como muestra de agradecimiento, pero esta lo esquivó; tanto le molestó a la criatura, que le gruñó y sus ojos se encendieron como fuego. El vampiro comprendió que no le gustaba el contacto y se apartó de ella, a tiempo para que la extraña aflojara sus puños y volviera a ocultar unos filosos caninos que aparecieron de repente. Antes le había jurado que quería ayudarlo en su causa, no obstante se dio cuenta de que en realidad era hostil y que, tal vez, no estaba allí por libre elección.

Sir Joseph se alejó de la mujer y cargó a su hijo, que desprendía la esencia característica a los vampiros originales.

-Aún está débil -le advirtió la matrona-. Debería esperar para iniciarlo. De lo contrario, no soportará la transformación y morirá -sentenció con firmeza.

-¿De verdad tienes experiencia con esto?

-Atendí a la reina cuando dio a luz a sus dhampirs, pero ellos no escucharon y esos niños murieron.

-Creí que la reina los había abortado adrede -inquirió Sir Joseph con duda.

-Las noticias llegan a medias en el exilio -le respondió la mujer-. Lo cierto es que ella lo intentó, pero nacieron débiles como este niño y cuando los iniciaron, murieron.

El reciente padre río con sarcasmo. Sus hermanos mayores, los príncipes herederos a la corona vampírica, lo habían exiliado a causa de una mujer, otra supuesta elegida, y esa mujer los traicionó sin darles nuevos herederos para la corona. Este niño sería su boleto para un regreso triunfal, sus hermanos deberían entregarle el trono y luego todos pagarían por lo que le hicieron.

-No se olvide de su esposa -demandó la mujer-. El niño necesita leche materna para recuperar fuerzas.

El hombre observó a Anne por sobre su hombro sin interés.

-Ella ya no me sirve. Tengo una nodriza esperando para alimentarlo.

-¿Es tan tonto para creer que la leche de una humana común y corriente será suficiente? -le reprochó-. Si no la convierte usted, lo haré yo, pero cuando despierte será mejor que un vampiro, tendrá la fuerza de diez hombres y me será fiel a mí.

Sir Joseph interpretó las palabras de la quimera como una amenaza real, no sabía a qué combinación de criaturas mágicas se enfrentaba y prefirió no arriesgar su vida frente habiendo logrado ya tanto. Así que, recostó a su hijo y fue donde Anne, para luego morderla y darle de beber de su sangre.

Mientras tanto, la matrona salió para informar al médico que el evento por el que estaban todos expectantes, ya había tenido lugar.

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-Nació un varón muy sano y hermoso -anunció el médico a los vecino que esperaban las buenas nuevas frente a la propiedad Morris.

Todo mundo se alegró y organizaron la celebración más grande de todos los tiempos para darle la bienvenida al nuevo habitante de Pionners, la primer fiesta del recién nacido y, obviamente, tuvo lugar en los jardines la vieja casona Morris.

Cuando el momento tan ansiado aconteció, la pareja quedó consagrada como ídolos indiscutibles, tanto para los humanos habitantes de Pionners, como para cada vampiro bajo la autoridad de los Purificadores de la Sangre. El primer bebé nacido de un vampiro consagraba al padre como máximo líder, aun para sus enemigos. El suceso merecía al menos respeto y temor.

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Mientras la gente festejaba, Anne se recuperaba de su transformación y era alimentada con la sangre de una de sus sirvientas. En cuanto sintió que sus fuerzas volvían a su cuerpo y tuvo la capacidad de sostener al fruto de su vientre en brazos, su mundo entero se paralizó, ya nada importaba. De pronto, todas sus dudas, todo vestigio de ira o depresión, el mundo exterior, dejaron de existir. Las preocupaciones sobre el futuro se rindieron a merced de la ternura que causaba tal belleza. Durante la gestación, no se había permitido tener ningún tipo de sentimientos hacia lo que crecía dentro de ella porque no sabía qué sería y a qué propósitos serviría; pero el amor que la joven sintió al ver a su hijo fue inmediato, fue tan fuerte como para convertir aquella situación de cautividad en una condena menos cruel. Ella pronunció en sus oídos unas palabras que nadie más escuchó:

-Daré mi vida para protegerte. Hasta el final.

Y repetía que daría su vida, aún si tuviera que protegerlo de ella misma; que no querría tanto a nadie, ni estaría a su servicio como con su hijo. Viviría solo para él y, si era necesario engañar, manipular y matar por él, lo haría sin pensarlo dos veces. Cada acto ruin que había presenciado en los últimos meses le hacía creer que era capaz de hacer cosas que antes ni hubiera imaginado.



Cuando la medianoche llegó, todos los invitados mortales se sintieron cansados al mismo tiempo y decidieron marcharse del festejo. Solo quedaron los familiares de sir Joseph en casa. Entonces la configuración de la fiesta cambió, los inmortales se sentaron ante largas mesas vacías a discutir el futuro de su comunidad. Encabezaba el encuentro sir Joseph, de pie con su flamante hijo en brazos, manifestando su superioridad. El clima también cambió, dónde antes se percibían risas y música, ahora reinaba la tensión y el murmullo. El destino, no solo de una raza, sino de todo el territorio que estos pudieran subyugar, se sellaba en aquella noche.

Los vampiros se ubicaron por orden filial, solo unos pocos quedaron solos, quienes se rebelaron contra los deseos de su clan o aquellos que veían a la familia como equipaje innecesario, pero todas las familias de vampiros de Europa estaban representadas.

La mitad de los presentes estaba de acuerdo con el liderazgo de sir Joseph, uno de los pocos herederos de vampiros originales que quedaban a quien respetaban por haber demostrado con creces ser superior a todos sus rivales al cumplir lo único que ningún otro vampiro que pisase esas tierras pudo: engendrar un hijo. Esa noche lo aclamarían como emperador y él los conduciría a recuperar los territorios que sus padres conquistaron y que la guerra contra los cazadores de vampiros les había quitado. La otra mitad, con mucha discreción, evitaba emitir opinión sobre el asunto hasta obtener todas las explicaciones acerca del nacimiento del niño, por qué a él y por qué ahora.

El señor de la casa se mostraba apacible ante la multitud y exhibía su trofeo con orgullo. Su silencio solemne pronto se convirtió en el silencio de todos.

Pasados cinco minutos, uno de sus opositores tomó la palabra; lo llamaban el Ilegítimo, apodo que lo llevó a mover multitudes bajo sus órdenes. Los rumores decían que era otro expulsado de la familia real. Lo cierto era que supo demostrar en diversas ocasiones que era un digno contendiente y sus seguidores lo protegían de cualquier amenaza.

-Entiendo tus esfuerzos para que no haya alumbramientos en este pueblo -dijo-, y que eso te sirva para manipular a tus tontos vasallos. Pero nosotros no somos ingenuos. Se nos ha referido múltiples veces porqué no podemos reproducirnos, aún nos advertían de no intentarlo jamás para no enfrentarnos al dolor del fracaso. Y tú, teniendo fama de tramposo y manipulador, ¿eres el primero en ser padre luego de cientos de años? Discúlpame si no te creo, pero no nos has dado razones para hacerlo. -Dicho esto, se alzó el vocerío y el Ilegítimo tuvo que levantar la voz para rematar con malicia:- ¡No creo que ese hijo sea tuyo!

Lejos de airarse, como quien ya obtuvo su victoria, el vampiro que había adoptado el nombre y la identidad de sir Joseph Morris permaneció tranquilo y se se limitó a defenderse con una simple frase:

-No es imposible que podamos procrear, los antiguos lo hacían; en algún momento perdimos el rumbo y fuimos castigados, pero yo fui elegido para corregirlo.

Un silenció espectral volvió a reinar en el lugar.

Solo algunos se animaron a exclamar:

-¿Pero, cómo? ¿Y nosotros cuando podremos?

Sir Joseph calmó a sus futuros súbditos, diciendo:

-Esto se hará de a poco. Si me ayudan a reclamar mi lugar como legítimo rey, los guiaré por el camino correcto para recuperar la gloria perdida.

Y las preguntas de cuál era el secreto, o porqué no lo reveló antes, quedaron olvidadas porque los presentes creyeron en su palabra y lo vitoreaban. Un nuevo líder se levantaba y un despiadado ejército de vampiros lo seguiría. Sus enemigos se sujetarían a su poderío. Él planearía la conquista de las grandes ciudades y monopolios de Europa para esparcir desde allí su virus al resto del mundo.



Anne durmió durante tres días y sus noches mientras su transformación se completaba. En ningún momento estuvo consciente de lo que le hicieron. Cuando despertó, recordaba solo algunos de los últimos sucesos. Se levantó de su cama en busca de su hijo de inmediato y no lo halló. Salió de su cuarto gritando el nombre de su esposo, pero no los encontró en ninguna parte. Llegó hasta una de las ventanas que estaban cubiertas por pesadas cortinas, corrió una de ellas y vio que era de día. Entonces intentó abrir el vidrio, pero solo logró hacerlo lo suficiente como para que entraran unos rayos de sol. La luz le acarició uno de sus brazos y empezó a sentir como si pasaran una llama de fuego sobre ella. En ese momento se paralizó, veía su brazo ponerse rojo e inflamarse y no entendía porqué le pasaba eso. Se alejó de la luz del sol, espantada por el dolor indescriptible que sentía, que le recordó el calor que sintió cuando entró en la casa de su infancia envuelta en llamas, aunque este era infinitamente superior. Mientras observaba su brazo en carne viva, comprendió que ya no era humana, que se había convertido en el monstruo que tanto despreciaba.

Oyó pasos que se acercaban desde atrás y, al darse la vuelta, se encontró con su hombre que la mantenía cautiva, quién sostenía a su bebé en brazos y llamaba a su nombre. Todavía aturdida, tomó la mano que le ofrecía y lo siguió hasta donde la guiaba.

Delante de ese gran ventanal que tanto la deslumbró poco menos de un año atrás, cuando llegó a la mansión, su marido le mostró, como si se tratase de un espectáculo, cómo sanaban sus heridas a una velocidad sobrenatural.

-Fue superficial, será como si nunca te lo hubieras hecho -le dijo él.

Anne se resignó, ya no había nada que pudiera hacer para defenderse o evitar su destino. Se encontraba a merced de su condición, la gran alegría que le provocase ser madre se desvaneció en ese instante.

El señor Morris hablaba pero ella no lo escuchaba. Él explicaba sus planes, sus ideas políticas y otras cosas mientras ella permanecía sumida en su propio dolor y desdicha; en vano él gastaba palabras que ella no se esforzaba en entender. Hasta que finalmente dijo algo que la hizo despertar.

-...la familia no estará completa hasta que este pequeñín se nos una...

-¡¿Cómo?! -Anne se sorprendió.

-No me estabas escuchando, ¿verdad? -dijo sir Joseph sonriendo con malicia- Esperaba que lo iniciáramos juntos.

-¿Iniciarlo? ¿Eso qué significa?

-Es el equivalente a la transformación para los humanos. Los vampiros no nacen con sus poderes desarrollados, sino que sus padres deben darle de beber su sangre para que los desarrollen.

-¿Y qué va a pasar con él? ¿Crecerá normalmente?

-Eso está por verse, porque es mitad humano mitad vampiro. Supongo que tendremos que probar y esperar.

Anne no quería que un destino tan cruel le sucediera a un hijo suyo, si estaba en su poder no permitiría que se convirtiera en vampiro. Así que puso en práctica las artimañas que había aprendido de su marido y trató de persuadirlo para que no lo hiciera.

-¿Por qué no esperamos a que crezca, a que sea mayor y pueda tomar sus propias decisiones? -le dijo, dirigiendo la mirada de él hacia ella.

-No, somos sus padres y nosotros tomamos las decisiones. Tenemos la responsabilidad de velar por su futuro, Annie -le respondió el sanguinario vampiro muy calmado y con un tono arrullador.

Anne, acariciaba a su hijo mientras le hablaba con dulzura:

-Pero, querido, acabas de decir que no sabes si crecerá. Un bebé indefenso no puede enfrentarse por sí solo a todos tus enemigos. No puedes experimentar con tu propio hijo porque todas las miradas estarán sobre él, no puedes dejar que nada salga mal. -Al esperar por la respuesta, le sostuvo la mirada fija como nunca antes, y comenzó a acariciarle el rostro, fingiendo ser una esposa devota.

Estaba decidida a hacerlo cambiar de opinión a toda costa.

-Quizás tengas razón. Si no crece, al igual que los humanos convertidos, estaría echando por tierra todo lo que logré hasta ahora. Aunque... si crece como un simple humano mis enemigos dudarían de mi liderazgo.

-No tienen que saberlo -agregó ella con astucia-. Al menos hasta que estés seguro de lo que pasará si lo conviertes.

-Sí, podría hacer eso, por ahora -concluyó él aún considerándolo.

Anne festejó por dentro su primer éxito, pero permaneció atenta desde entonces ante cualquier cambio repentino de su esposo, suspicaz por si él la estuviese engañando.

-Solo entonces, cuando estemos seguros de que va a crecer fuerte y sano para derrotar a nuestros enemigos, se unirá a nosotros con el frío beso de la muerte.

Sir Joseph no podía creer lo que oía, al fin tenía la cómplice que tanto había buscado. Quedó tan fascinado, que creyó que Anne compartía sus intereses, le sería fiel y haría todo lo que le pidiese.

Anne cambió el tema de conversación antes de que aparecieran nuevas dudas:

-Todavía no decidimos como le vamos a llamar.

-¿Qué nombre te gusta?

-No lo sé. -Anne le sonrío para alimentar su ego-. Eres el padre, tú decide. Confiaré en tu elección.

-Annie -le dijo embobado y la acarició-, lo llamaremos Adam, en honor al primer hombre que desafió al dios de esta tierra. ¿Qué te parece?

-Me encanta -dijo Anne condescendiente-. Al pueblo le va a fascinar y tus enemigos caerán a tus pies.

Pero no estaba nada contenta con la referencia, pues había sido criada bajo la fe católica y las referencias bíblicas eran sagradas para ella; no importaba si ya no era digna de sus creencias por ser una abominación, sus convicciones seguían intactas.

El vampiro se convenció de que las intenciones de Anne eran transparentes y se felicitó a sí mismo por haber logrado su cometido. Esperaba que con el tiempo ella le diera más pruebas de su fidelidad y entonces él la haría su reina, depositando su total confianza en ella.

Luego de esta conversación, sir Joseph ordenó a uno de sus sirvientes que se llevara a su hijo y lo hiciera descansar. Anne intentó seguirlo pero su marido no se lo permitió.

-Aún no te vayas. Tienes que alimentarte, debes estar fuerte para atender a tu hijo.

La chica aún no entendía bien de qué se trataba ser un vampiro y ni siquiera había considerado cómo sobrevivió tanto tiempo en cama sin consumir alimentos. Él le explicó todo lo que debía saber mientras le convidaba una copa con sangre. Le explicó que mientras dormía, tenía una alimentadora a su lado, y que no recordarlo era una consecuencia de la conversión.

Mientras Anne se alimentaba, la quimérica comadrona llamó al señor para anunciarle su partida, ya que no podía hacer nada más por el bebé. Y se despidió aconsejándole a sir Joseph que esperara a su regreso para iniciar a su hijo, porque ella lo visitaría cuando los dioses dictaran que era propicio hacerlo. Esto no le agradó al obstinado vampiro, porque iba en contra de sus planes, ni siquiera pensaba en mantener la promesa que le acababa de hacer a su esposa; sin embargo, luego de haber presenciado la magia de esta singular bruja, no dudó en seguir sus instrucciones.


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Quimera: del griego antiguo, animal fabuloso. Monstruo híbrido de la mitología griega donde una versión decía que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cabeza de dragón o serpiente; otra versión decía que tenía una cabeza de cada uno de esos animales. En el se usa para referirse a cuadrúpedos alados híbridos de leones. En biología y zoología se usa para describir especímenes con genéticas provenientes de dos individuos o de especies diferentes (modificado artificial o naturalmente).


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