Capítulo 9 - Segunda Excursión
Para cuando la luz comenzó a filtrarse por las cortinas del dormitorio principal, (T/N) había llegado a una conclusión importante: no iba a poder cuidar de Wendy todo lo que durase la apocalípsis (si es que lograban sobrevivir hasta el final). Tenía que encontrarle un lugar seguro, pero... ¿dónde? No tenía hermanos mayores, y la joven no sabía quiénes eran sus padres.
Pero tampoco se podía quedar con ella.
Se levantó de la cama y caminó por la cabaña, pensando. Observó las bolsitas de semillas sobre la mesa de la cocina y supuso que era buena idea comenzar por eso.
Sin embargo, en cuanto levantó una se dio cuenta de que, si de todas formas no iba a dormir, mejor sería hacerlo durante la noche.
Así podía irse en la mañana de nuevo a la ciudad. Aún había varias cosas que quería recoger, por no mencionar el hecho de que nunca era mala idea tener más comida.
En la cocina pasó una hora preparando algo para almorzar. Pensaba llevárselo en un par de tuppers en la mochila para comer cuando les diera hambre, junto con una cantimplora llena de agua.
Por supuesto que reorganizó la mochila, cargando solo con las cosas necesarias. Se cambió el vestido que ya estaba sucio por un overall que se habían llevado de las tiendas de ropa, poniéndose también otras pantalonetas, las botas, y un polo de manga corta bajo la casaca de Arthur.
Se fue a la lavandería para lavar todo eso y poder dejarlo secando mientras no estuvieran ahí.
Le tomó un buen rato convencer a Wendy de regresar a la ciudad.
Lo peor de todo era que la niña daba argumentos que, aunque claramente dichos por miedo, no dejaban de ser válidos. Sí era cierto que (T/N) le había dicho la última vez que debían encontrar semillas para poder quedarse más tiempo en la cabaña, y ya habían logrado eso. Claro que no le había dicho que no volverían a salir, pero no podía esperar que una niña de cuatro años aterrada a más no poder y sin su familia comprendiera la situación en la que se encontraban.
De alguna forma, decirle de nuevo que se podía quedar en la cabaña si no quería salir fue suficiente para convencerla. (T/N) detestaba tener que acorralarla entre dos opciones tan terribles de esa forma, pero no tenía ni la más remota idea de qué hacer con la niña y para ser honestos estaba algo exasperada por la situación.
Así que dejaron la cabaña a eso de las ocho de la mañana. Recorrieron sin ningún problema el camino hasta la carretera, notando que casi no se habían encontrado con infectados. ¿Sería que habían desistido de buscar gente en el bosque? Era probable, y fuera lo que fuese, a ambas les convenía bastante.
En la zona de la pista llena de autos detenidos fue que volvieron a ver abominaciones. (T/N) se encargó de ellas como pudo sin alertar a nadie y prosiguieron con su camino.
De vuelta a la entrada de la ciudad. Debía haber pasado apenas una hora desde que dejaron la cabaña, y ya estaban ahí. ¿Cuánto tiempo les había tomado el día anterior? (T/N) no estaba segura, pero sí era evidente que habían tenido muchos menos contratiempos.
Sin embargo, apenas habían caminado entre los edificios por unos diez minutos para cuando escucharon un grito proveniente de una de las calles paralelas.
La joven ni siquiera se molestó, solo se limitó a rodar sus ojos en sus cuencas con algo de irritación. ¿Es que la gente no tenía sentido común? ¡Gritar era lo peor que podías hacer!
—¡No- Cecilia!
Igual decidieron ir a ver qué pasaba. Bueno, la mayor decidió; Wendy estuvo en contra porque era obvio que más infectados irían a ese lugar y de todas formas no era asunto de ellas. La joven, por otro lado, aún tenía algo de compasión por los demás y logró convencer a la niña de ayudar a quien fuera que hubiese gritado.
Corrieron hasta la esquina siguiente y giraron a la derecha, cruzando la calle hasta la pista paralela a la que habían estado cuando sonó el grito. Había un hidrante destruído por culpa de un auto, y una buena parte del agua se había regado por la vereda y algo de la pista, así que la mayor le indicó a la niña que se parara en medio del gran charco y esperase ahí.
Wendy asintió, nerviosa pero al menos comprendiendo eso.
(T/N) giró su atención a la fuente del grito en medio de la pista, logrando divisar a tres personas y dos infectados atacando a alguien tirado en el piso. La víctima debía ser esa tal Cecilia, mientras que los otros tres eran una chica y dos chicos, ambos sosteniéndola en un intento de evitar que se acercara a los infectados.
Era claro que trataban de jalarla lejos de la escena antes de que las abominaciones comenzaran a atacarlos a ellos.
A los lados de la pista y de un par de casas comenzaban a salir más infectados, atraídos probablemente por los gritos aterrados de la chica. Eran en total cerca de diez, contando los dos sobre la víctima, y pronto serían once si esa tal Cecilia ya estaba perdida. Tragándose el miedo, (T/N) corrió hacia ellos y de un palazo noqueó a uno de los atacantes, atrayendo la atención del otro y de los tres jóvenes.
La (nacionalidad) les regaló una rápida mirada de reprimenda seria, y los tres parecieron entender al instante que no era momento para eso y debían pelear por sus vidas.
(T/N) esquivó el zarpazo del otro atacante mientras los demás infectados los rodeaban. Bateó a diestro y siniestro hasta que el monstruo estaba tirado en el piso con el cráneo abierto, concentrándose después en los otros ocho. Detrás de ella, los dos chicos se defendían como podían y trataban de alejar a todas las abominaciones de la chica, quien se aferraba a un rodillo de cocina con sangre en donde debía haber harina e intentaba no ser una carga.
—¡Ve con la niña! —(T/N) le indicó en un tono de voz moderado, señalando con el palo a Wendy a un lado de la calle. La chica le miró con unos ojos turquesas en pánico que parecieron sorprenderse aún más en cuanto notaron el terror en los de la joven.— ¡¡Rápido!!
La chica asintió rápido y corrió por su vida hacia la pequeña, quien se aferraba con fuerza a su abrigo y no podía despegar su atención de la pelea. Un par de infectados intentaron seguirla, pero uno de los dos chicos los detuvo con dos batazos usando la culata de un fusil de asalto. (T/N) remató a uno con su palo de contención, y el segundo cayó irreconocible tras el sonoro golpe de una lampa que le metió el otro chico.
Los seis que quedaban más la tal Cecilia (ahora una abominación también) fueron cayendo uno por uno en el transcurso de los siguientes cinco minutos. La joven y los dos chicos se quedaron en silencio por un minuto más, cada uno aferrado a su arma, esperando a ver si ningún otro infectado había escuchado el grito de la chica.
La (nacionalidad) descubrió que le temblaban los brazos y las piernas.
Pasos sobre el charco trajeron a la joven de vuelta al presente, y se giró para ver a la chica seguida de Wendy corriendo desde donde habían estado en la vereda hacia ellos. La pequeña se detuvo frente a la mayor y simplemente se aferró a su pierna, mientras que la de ojos turquesas se lanzó a abrazar al chico del fusil de asalto.
Y ahora que los observaba mejor, la joven se percató de que esos parecían hermanos, los dos rubios y con el cabello corto. El chico le devolvió el abrazo, su mano sosteniendo el arma aun a su lado, y cerró los ojos con alivio.
—Gracias por venir. —dijo en tono serio el otro chico, un tipo alto y moreno con un poco de barba y la capucha de su casaca puesta sobre su cabeza. Él era quien había estado usando la lampa.
—No hay de qué. —suspiró cansada (T/N), tratando de normalizar su respiración.— No deberían gritar así, atraen la atención de los infectados en la zona. —no pudo evitar mirar a la chica.
—Lo siento... —respondió ella, despegando su rostro del polo de su hermano y secándose una lágrima con la manga de su suéter.— Es solo que...
La chica guardó silencio, mirando de reojo el cadáver de esa tal Cecilia y poniendo una expresión de asco y pena, sujetando con fuerza el rodillo.
Su hermano, un joven de la estatura de la (nacionalidad) con unos fieros ojos esmeraldas, acarició su cabeza en un intento de calmarla, su expresión seria como desde el inicio aunque algo más calmada.
—Yo soy Sadik. —se presentó de pronto el más alto, apoyándose en la lampa.— Ellos son Vash y Elise. ¿Y ustedes son...?
—(T/N). —sonrió por cordialidad la otra, su mano libre peinando la coleta de la niña.— Y ella es Wendy.
—(T/N)... —repitió Elise, como para no olvidarlo.— Otra vez, gracias por todo. —logró sonreír, nerviosa.
La (nacionalidad) asintió con una pequeña sonrisa amable y comenzó a caminar en la dirección en la que había venido, girándose por un momento mientras se alejaba para agitar su mano apenas en despedida.
—Cuídense. —se despidió, Wendy agitando su mano también.
Los tres se despidieron al igual que ellas y continuaron por su camino.
(T/N) y Wendy recorrieron la ciudad por media hora más, encontrando una tienda de electrónicos y llevándose una radio a energía cinética (si la gente se estaba organizando en refugios, necesitaban una manera de saberlo) y un par de faros de campamento para colgar del techo de la terraza.
Al mediodía ingresaron a una tienda de libros. Barricaron la entrada luego de asegurarse de estar solas dentro y se sentaron en una de las mesas de lectura para comer el almuerzo.
No estaba delicioso, pero tampoco estaba terrible y se morían de hambre, por lo que lo disfrutaron como si hubiera sido comida gourmet.
Del lugar se llevaron varios libros para tener algo que hacer en la cabaña y emprendieron su camino de retorno al bosque. Encontraron un par de infectados a la salida de la ciudad, así como uno merodeando entre los carros, pero el resto del regreso transcurrió en silencio y en una tensa, tensa tranquilidad.
Llegaron a la cabaña a la una y media y acomodaron la biblioteca del estudio entre las dos, dejando los nuevos libros en los lugares donde cada una los pudiera alcanzar, para luego sentarse a escuchar qué podían encontrar en la radio por ahora.
Solo estática, al parecer, pero no fue una gran sorpresa.
El resto del día la joven se la pasó arando la tierra del huerto con la ayuda ocasional de la niña, y sembrando lo que habían traído de la ciudad con el poco conocimiento de agricultura que tenía. Cenaron a eso de las siete y Wendy se quedó dormida a las ocho.
Por milagro, (T/N) logró quedarse dormida a eso de las nueve y media, aunque se despertó cuando, según el reloj de la sala, aún eran las cuatro de la mañana.
Pero era suficiente para ella saber que aún era capaz de conciliar el sueño.
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La insomnia es frustrante
Nos vemos el martes ^^7
Les loveo <3
-Gray
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