Capítulo 7 - La Farmacia
Continuaron la caminata, evadiendo infectados en la medida de lo posible, y teniendo que recurrir a varios palazos en la cabeza para deshacerse de los insistentes. (T/N) tenía la sensación de que comenzaba a agarrarle el truco, y eso la asustaba un poco.
Se estaba acostumbrado a apalear abominaciones hasta que sus cerebros se salieran y dejaran de moverse. Pero al pensar eso, se tragó su miedo y se asió al palo de contención, mirando al frente.
Si eso las mantenía vivas a ambas, y evitaba que Wendy tuviera que hacer lo mismo en algún momento, entonces no importaba.
Perdería su humanidad si eso evitaba que perdieran sus vidas.
Tras cuatro reventadas de cráneo y una huída desesperada, la (nacionalidad) y la niña llegaron a la ciudad en la que la mayor había vivido buena parte de su vida y de la cual habían huído hace menos de dos días.
(T/N) comenzaba a cuestionar seriamente su decisión de traer a la pequeña con ella.
Se movilizaron por las calles, caminando sobre las tuberías rotas y los hidrantes destrozados por algún choque de auto. Dejar huellas de agua era una terrible idea, teniendo en cuenta que tal vez hubieran sobrevivientes dando vueltas por la ciudad en busca de comida; pero estaban dispuestas a todo con tal de evitar a los infectados.
Eso y que el frío del agua ayudaba a aliviar los raspones en los tobillos de la mayor.
Encontraron una farmacia en el camino y se asomaron por la puerta, descubriendo a un infectado rondando entre los anaqueles tumbados y con parte de los productos regados por el piso. Se escondieron en silencio y con algo de miedo detrás de una camioneta que se había estrellado contra el poste de luz al lado del local y pensaron.
(T/N), con una repentina idea, tomó un trozo de cemento de los muchos que estaban tirados cerca al choque y se levantó con cautela de su sitio. Arrojó con fuerza el pedazo, escondiéndose de inmediato y oyendo el objeto caer al otro lado de la pista y arrastrarse por un par de instantes debido al impulso.
Esperaron en silencio hasta que el infectado se asomó por la puerta de la farmacia, con aparente curiosidad, y caminó sin apuro alguno hasta la fuente del sonido.
Aprovecharon esos momentos para escurrirse con cuidado dentro de la tienda.
Caminaron con cuidado entre los estantes casi vacíos, rebuscando en un intento de encontrar algo que pudiera servirles. Hallaron bastante algodón, unas tres botellas medianas de alcohol etílico, una cajita de banditas, un pequeño frasco de agua oxigenada y un par de paquetes de gasas.
Estaban detrás del segundo anaquel para cuando escucharon al infectado volver a ingresar a la tienda. Se inmovilizaron del miedo, y la (nacionalidad) se levantó apenas un poco para observar por encima del estante y saber en dónde se encontraba exactamente la abominación.
Y por la forma en la que se giraba de un lado a otro, parecía saber que se encontraban dentro del local.
(T/N) se maldijo en su mente. ¿Cómo diablos no se le había ocurrido que eso podía pasar? ¡Era más que probable!
Un pequeño tirón en su casaca la sacó de su reprimenda mental, y al bajar la vista se encontró con Wendy. Su expresión aterrada calaba en sus huesos y le estrujaba el corazón, pero la ayudaba a regresar al tema entre manos.
Debían salir de ahí.
Se aferró al palo de contención y se movilizaron lenta, lentamente por los cortos pasillos de la tienda en sentido contrario al infectado. Sus estómagos amenazaban con rugir del hambre de no haber almorzado, pero ambas sabían que en ese instante no tenían tiempo para eso. Se la pasaron treinta eternos segundos dando vueltas sin sentido por el lugar hasta que comenzaron a acercarse a la puerta de entrada. Con una oleada de alivio, comenzaron a apresurar el paso para llegar más rápido.
Sin embargo, esa fue una mala idea.
Al tratar de apurarse, sus pasos dejaron de ser tan silenciosos y atrajeron la atención de, no solo el infectado a unos metros de ellas en la tienda, sino también de otro de ellos que se encontraba a unos diez metros del local, en la calle. La (nacionalidad) tomó el palo de contención con ambas manos y encaró al que las siguió fuera de la farmacia. Con un fuerte batazo de izquierda a derecha, lo desorientó; y no perdió la oportunidad de propinarle un segundo golpe, esta vez hacia el otro lado. El impacto mandó al infectado hacia un costado, chocándose contra el poste frente a la tienda y resbalándose sin vida sobre el asfalto y un charco de su propia sangre.
Un grito contenido de la niña alertó a la joven del segundo infectado que venía tras ellas, y se giró apenas a tiempo para escudarse con el palo de un zarpazo dirigido directo a su cabeza. Se agachó para esquivar el segundo e intentó retroceder ante la cercanía de la abominación, pero el dolor de sus tobillos acabó por hacerla perder equilibrio y caer sobre su trasero con pesadez. Wendy, en pánico, aprovechó que era pequeña y que el infectado parecía no tener interés en ella para tratar de ganar tiempo y que la mayor pudiera reincorporarse. Se movió detrás del sujeto y tiró de sus pantalones con toda su fuerza, deteniéndolo por unos instantes en los que se tambaleó al encontrar repentina resistencia para dar un paso.
(T/N) se recuperó del golpe en sus glúteos con esfuerzo y trató de ponerse en cuclillas, usando su mano aferrada al palo para propinarle un golpe en la quijada desde abajo. Wendy cedió ante la fuerza del infectado y soltó los pantalones, cayéndose de espaldas sobre el concreto, mientras la abominación se recuperaba del golpe casi de inmediato y extendía sus manos hacia la joven que no podía pararse al tenerlo inclinado sobre ella.
La mente de la (nacionalidad) trataba de encontrar una posible salida a eso en las fracciones de instantes que tenía, y estaba por decidirse a batear las manos pútridas que intentaban agarrarla para cuando una raqueta de madera de bádminton salió volando de quién sabe dónde e impactó contra el cráneo del infectado.
Noqueado (y con uno de sus ojos cayéndose de su cuenca) por el golpe, el infectado comenzó a caerse sobre la joven en cuclillas frente a él. (T/N) reaccionó a tiempo y bateó asqueada el orbe en lugar de las manos, lanzándose hacia un costado para evitar que esa cosa cayera sobre ella.
Wendy corrió a su lado, y oyeron la raqueta caer sobre el asfalto a un lado al mismo tiempo que alguien salía corriendo de uno de los callejones cercanos, al otro lado de la pista.
Era un joven rubio, alto y de cabellos despeinados que ninguna tuvo tiempo de ver bien, ya que pasó corriendo de largo de ellas para recoger la raqueta e ingresar apresurado a la farmacia.
(T/N) suspiró del alivio y sacó la caja de banditas de su mochila-manta mientras prestaba atención a los sonidos que hacía el tipo en la tienda, por si acaso. Tomó dos, guardó la caja y se las colocó en sus tobillos raspados, justo a la altura que hacía fricción con el borde de sus zapatos. Se volvió a colocar el calzado y se puso en pie, verificando que le dolía menos que antes.
Miró a Wendy y le regaló una pequeña sonrisa cansada.
-Gracias por detenerlo.
La niña rompió a llorar en silencio y enterró su rostro en el vestido sucio de la mayor, quien se limitó a acariciar sus cabellos con pena. No podía imaginar el pánico y la desesperación que debió haber sentido la pequeña en ese instante, lo suficientemente intenso como para sacarla de su estado petrificado por el miedo y llevarla a hacer eso.
El muchacho dentro de la farmacia dejó de rebuscar entre los anaqueles, al parecer frustrado y con algún tema urgente pesando en su conciencia, y salió del local con igual o mayor prisa que con la que ingresó. Su mano derecha se aferraba con fuerza a la raqueta, y pareció pensar unos instantes qué hacer antes de que su mirada cayera sobre la joven a la que acababa de salvar sin darse cuenta.
La mirada que le dió fue tan intensa y llena de urgencia, que la (nacionalidad) no pudo evitar sostener el palo de contención con fuerza en anticipación a lo que fuera que fuese a hacer ese muchacho.
Que, ahora que lo veía por más de un instante, tenía unos preciosos ojos azules y unas facciones definitivamente europeas. Más escandinavas que nada, si se concentraba un poco.
-¿Encontraron alcohol? -inqurió, su voz apresurada e imperativa.
-Eh- -se confundió un momento la joven, suponiendo al instante que el muchacho pensaba que ellas también habían buscado cosas en la farmacia. Guardó silencio por una fracción de segundo, no muy segura de si quería compartir cosas tan valiosas como el alcohol pero tampoco muy segura de querer averiguar qué estaba dispuesto a hacer el joven si no colaboraban. Sobre todo tras haberlas salvado, a propósito o no.- Sí, -observó la expresión del muchacho regalarle una sonrisa de alivio por un par de instantes antes de regresar a una de urgencia. Sacó una de las botellas de su mochila-manta, cuidando que no viera nada más de lo que traía.- ¿una será suficiente?
-¡Sí! -asintió él, tomando la botella y deteniéndose por unos instantes, como si debatiera en su mente sobre algo. (T/N) tuvo de pronto la impresión de que lo único que buscaba el muchacho era tal vez salvar a alguien más. ¿Por qué otra razón estaría alguien tan desesperado por encontrar alcohol etílico?
-¿Quieres algodones...? También encontramos eso, y no necesitamos tanto... -ofreció ella, Wendy levantando la vista para verla, confundida. La expresión del muchacho fue suficiente para confirmar la teoría de la joven.
-¡Por favor! -apremió él, tomando con prisa una de las bolsas de algodones que habían encontrado ellas y que la mayor le alcanzaba.- ¡Muchas, muchas gracias!
Tras agradecer, no perdió ningún instante en salir corriendo por donde había venido.
(T/N) sonrió para sí misma y reorganizó la mochila-manta antes de colgársela de nuevo. La niña parecía seguir confundida sobre algo.
-¿Por qué le diste algodones? -preguntó, tirando del vestido de la joven para llamar su atención.
-¿Por qué? -la observó la mayor.- Porque alguien importante debe estar herido, y estaba buscando alcohol para desinfectar esa herida. -explicó.- Además, nos ayudó. Ayudarle de vuelta dándole algodones es lo mínimo que puedo hacer.
Wendy se quedó en silencio, pensando sobre lo que acababa de pasar.
Continuaron por la ciudad en busca de... de todo. Necesitaban ropa, comida, semillas para intentar revivir el huerto al lado de la cabaña; y en realidad cualquier cosa que hubiera existido en sus vidas diarias tan por garantizado que aún no se hubieran dado cuenta qué tanto lo necesitaban.
(T/N) estaba comenzando a sentirse algo orgullosa de su creciente habilidad para combatir y evitar infectados. Le indicaba a la niña que esperase en silencio tras alguna esquina, y ella simplemente se acercaba a lo Metal Gear Solid por detrás y los remataba sin darles tiempo de hacer bulla o atraer la atención de algún otro deambulando por las calles. Claro que no era experta aún, y más de una vez tuvieron que recurrir a correr por sus vidas y esconderse en algún lado hasta que hubieran pasado; pero ahora eso se registraba en la mente de la joven como simples gajes de la nueva vida que se habían forzado a llevar.
Wendy, por otro lado, seguía igual de aterrada. Pero considerando que era una niña de cinco años, (T/N) simplemente aceptaba la situación y hacía todo lo posible por calmarla e indicarle por más cruel que le sonara que, si hiba a llorar, que lo hiciera en silencio.
No era como si ella misma ya no tuviera ganas de llorar.
De modo que avanzaron por la ciudad en su constante misión de sigilo hasta eso de las tres de la tarde (al menos a juzgar por el sol, no tenían manera de saberlo). No habían almorzado y no pensaban que hubiera un lugar ahí lo suficientemente seguro como para detenerse a hacer algo así, por lo que no estaba en sus planes inmediatos.
Eventualmente llegaron a un centro comercial. Ahora, lo primero que haría cualquiera sería agradecer la buena suerte y pensar en ingresar, debido a que ahí podrían encontrar todo tipo de recursos. Por supuesto, cualquier persona con un poco de sentido común se detendría a pensar que tal vez eso era una terrible idea, porque era muy probable que el centro estuviera infestado de, bueno, de infectados; sobre todo porque los malls y centros como ese eran altamente transitados a casi todas las horas del día.
Pero precisamente por eso era que, alguien tan desesperado como ellas o con un ingenio muy grande (a la joven le gustaba hacerse creer que su caso era el segundo, por más que bien adentro supiera que no lo era), llegaría a la lógica conclusión de que todos los recursos estarían casi intactos.
Porque claro. ¿Para qué te arriesgarías a entrar si está repleto de esas monstruosidades? ¡Nadie debía haberse atrevido a ingresar desde que el desastre ocurrió!
Y como (T/N) estaba desesperada por mantenerse a ella y a la niña, porque sino quién lo haría, se tragó sus miedos que de ser tangibles hubieran saciado su hambre y se aventuró con palo en la mano y Wendy sostenida de la otra dentro del centro comercial.
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Perdónenme la vida ;~;
Tuve un chingo de cosas que hacer y cuando me senté a escribir literalmente logré hacer un párrafo antes de darme cuenta de un GRAN problema con la historia que acabaría por encontrar si seguía con lo que tenía planeado
Pero ya encontré una forma de solucionarlo, así que no se preocupen ;)
Ustedes no se van a enterar de los cambios de todas formas, pero hay que ser honestos we :'v
A modo de disculpa, subiré el capítulo siguiente mañana ;w;
Y de ahí continuamos con la programación normal de los martes (?)
Así que sí, nos vemos mañana ^^7
Les loveo <3 (sorry de nuevo por tardarme tanto)
-Gray
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