Capítulo 6 - Hacia la Ciudad


Debían ser las cinco de la tarde, a juzgar por la luz amarillenta del Sol reflejándose en la mesa de la cocina. No habían almorzado, y las barrigas de ambas exigían comida luego de haber caminado y corrido por casi todo el día.

Se sentaron en la mesita redonda con la mochila-manta de (T/N) frente a ambas mientras ella desarmaba los secadores y buscaba cuál tenía las provisiones. Casi no sabía de nutrición, y no estaba muy segura sobre si era buena idea comer algo de lo que tenían o si era mejor esperar a ver si podían conseguir algo de comida en los días siguientes antes de morirse de hambre.
Y el agua era otro problema.

De momento abrieron una lata de atún y la comieron entre las dos. No era lo más delicioso, y probablemente tampoco lo más adecuado, pero tenían hambre y no tenían mucha comida.
Tendría que bastar.

Ante la falta de teteras, (T/N) llenó una olla con agua del caño y la colocó a hervir en una de las hornillas. Suponía que el agua llegaba del río bajo la isla sobre la que estaba la cabaña, por lo que debía ser más o menos potable, pero prefería no arriesgarse. Esperaron a que hirviera en silencio, Wendy explorando con su lengua el sabor a atún que le había quedado en la boca. Una vez el agua comenzó a burbujear, la estufa fue apagada y la mayor sirvió el agua en dos vasos.

Esperaron a que se enfriara un poco y se la tomaron con alivio, habiendo estado sedientas todo el día.

Dejaron la olla, tazas y bowls que se habían llevado del club de deportes entre los cajones de la cocina y colocaron la cantimplora con agua en la refrigeradora para poder llevar agua fresca al día siguiente. Se dirigieron a la habitación matrimonial y verificaron que corriera agua por la ducha.

Sin champú y con una barra de jabón, la (nacionalidad) se bañó rápido para luego ayudar a la pequeña a asearse también.

Ya limpias, algo satisfechas y mucho más calmadas, se dirigieron a la gran cama al caer la noche (tras haber cerrado toda la cabaña, por supuesto) y se dispusieron a dormir.

(T/N) tuvo pesadillas en los cortos intervalos en los que logró conciliar el sueño. Se pasó el resto de la noche descansando sus músculos y abrazando a la pequeña, quien tampoco parecía estar teniendo mucha suerte en su letargo. Se movía de un lado a otro y empujaba las sábanas con sus manos y piernas, soltando ruiditos de incomodidad mientras su ojo derecho lagrimeaba sobre la almohada.

A la joven se le partía el corazón, pero no sabía qué hacer al respecto.

La luz del sol asomó por las cortinas del cuarto luego de lo que se sintió como una eternidad. La (nacionalidad) se levantó con cuidado de no despertar a la niña y se dirigió a la cocina. Puso agua a hervir mientras rebuscaba entre los cajones y alacenas por algo que no hubiera visto el día anterior.

Encontró una caja con unas cinco bolsitas de filtrantes de manzanilla y tres de filtrantes de hierba luiza. Estaban medio secas, por lo que dudaba que el sabor fuera a ser el mismo. Eso y que no había azúcar.

Pasó el agua a dos de las tazas que trajo del club y colocó un filtrante de manzanilla en cada una. Recordó entonces que había traído un poco de azúcar del mismo lugar, y rebuscó la bolsita en su mochila-manta. No había mucha, por lo que puso un poco en cada taza y la guardó con cuidado.

Dejó todo sobre la mesa y se fue a despertar a la niña.

-¿Wendy? -llamó con cuidado, moviéndola despacio y con gentileza.

-Mmnnmmm -murmuró ella, incómoda con que alguien intentase despertarla.

-Wendy, ya es de día.

La pequeña se removió en su sitio y abrió los ojos con pereza. Identificó a la joven frente a ella y se levantó con flojera, sentándose en la cama mientras se frotaba un ojo para aclarar su visión.

-¿Ya es de día?

-Así es, ya amaneció. -le comunicó con tranquilidad la joven. Puso su mejor sonrisa.- Hice manzanilla, levántate.

La (nacionalidad) ayudó a la pequeña a bajar de la cama y lavarse la cara. Se dirigieron a la cocina y tomaron las infusiones en silencio.

(T/N) observaba a la niña bebiendo de su taza sin apuro y se preguntaba qué haría con ella. ¿Tenía hermanos mayores así como Peter y... el otro niño? Tal vez la estarían buscando. ¿Y si sus padres habían sobrevivido?

-¿Tienes hermanos mayores, Wendy? -preguntó en cuanto hubo terminado su taza.

-No. -bostezó la otra.

La joven tomó nota mental y recogió las tazas vacías. Las enjuagó y puso a secar a un costado del lavabo, secándose las manos con su vestido ante la falta de secadores.

Se dirigió al cuarto matrimonial a buscar su mochila-manta.

-¿A dónde vas? -preguntó la niña desde su sitio, bajándose con cuidado de la silla.

La mayor volvió a la cocina, lista para salir.

-Tenemos que salir a buscar comida y un par de cosas más. -declaró, seria. Wendy puso cara de espanto.

-¡No! -negó, retrocediendo.- ¡No, no quiero volver allá afuera! ¡Dijiste que aquí estábamos a salvo!

-¡Y aquí estamos a salvo! -trató de razonar la mayor.- Pero si nos quedamos aquí por siempre se nos va a acabar la comida. Debemos encontrar semillas para revivir el huerto de allí afuera y poder quedarnos por más tiempo.

-¡No, tengo miedo! -insistió la menor, aterrada de solo pensarlo.- ¡No quiero, no quiero! ¡Esas cosas van a perseguirnos de nuevo!

(T/N) se quedó en silencio por unos instantes. No sabía qué decir, ella se sentía igual. Nunca había tenido que lidiar con niños en una situación de ese tipo. No sabía cómo convencerla de algo que era muy probable que no entendiera. Y lo peor de todo era que ella también quería quedarse ahí por siempre, a salvo y lejos del caos y de los infectados; pero como era la mayor de ahí tenía que ser fuerte por ambas.

Tomó aire.

-¡Bueno, si no quieres ir puedes quedarte aquí! -propuso.- Yo iré a buscar comida y espero regresar hoy por la noche.

Wendy se asustó ante la repentina idea de que se iba a quedar sola en una cabaña vieja y donde nadie la iba a abrazar hasta que se durmiera para alejar sus pesadillas.

Miró al piso aterrada y trató de hablar.

-¡P-Pero no me quiero quedar sola! -soltó, al borde de las lágrimas. La otra se alarmó un poco al ver su estado, hasta que recordó que estaba discutiendo con una niña de cinco años.

-¡Entonces ven conmigo! -insistió (T/N).- Vamos, Wendy, te prometo que no dejaré que nada te pase.

La niña pareció estar barajando sus opciones, y a la mayor se le partía el corazón. No podía evitar imaginarse a ella en su situación.

-¿...Lo prometes? -la miró al cabo de un rato.

-... -(T/N) tragó saliva. Estaba muy consciente de que esa era una promesa que muy probablemente no podría cumplir.- Sí, lo prometo.

Wendy asintió, asustada, y tomó la mano de la mayor.

Sacaron la cantimplora de la refrigeradora y la guardaron, buscando después alrededor de la casa hasta dar con un manojo de llaves. Había cuatro, dos que decían "puerta" y dos "reja". Dejaron la cabaña, cerrándola con seguro, y escondieron una de las dos llaves de la puerta bajo una de las macetas de la entrada.

Por si perdían la otra.

Subieron en silencio la colina del frente hasta la entrada-túnel en la montaña. Apartaron los helechos, cruzaron el pasillo inundado y se detuvieron frente a la otra cortina de plantas.

No querían salir. Pero debían hacerlo, y ambas lo sabían.

(T/N) miró a la niña hasta que esta le devolvió la mirada. Asintieron con miedo y determinación, y apartaron en silencio la cortina de helechos que las separaba del bosque y de los infectados.

Todo estaba en calma. Al menos hasta donde podían ver. El plan de la joven era llegar a alguna ciudad, recoger lo necesario, y regresar a la cabaña. El problema era que no sabía hacia dónde estaba la ciudad más cercana, y le asustaba la posibilidad de no encontrar el túnel de nuevo.

De modo que deambularon con cuidado y en silencio por el bosque, la mayor haciendo pequeñas marcas en los troncos de los árboles con una de las cuchillas aseguradas a sus muslos desde la estación de policías. Esperaba que eso les ayudara de alguna forma a encontrar el camino de regreso.

Avanzaron sin percance alguno por cerca de media hora hasta que llegaron a un río calmado. (T/N) verificó que no era muy profundo y le indicó con señas a la niña que caminarían por el medio del cauce. Le ayudó a amarrar las puntas de su abrigo para evitar que se moje y entraron al agua. A ella le llegaba hasta las pantorrillas, mientras que la pequeña estaba sumergida hasta por encima de las rodillas.

Sintió la frescura del agua como una oleada de alivio para sus tobillos raspados y sus pies dolidos.

Remangó un poco la casaca de policía que aún llevaba para que sus manos estuvieran más libres -ya que de otra forma le cubría hasta los nudillos- y desabotonó los últimos dos botones para amarrar las puntas y evitar que obstruya su movimiento.

Caminaron por el río con mucha más tranquilidad mental, pero aún alertas (al menos la mayor) ante cualquier ruido sospechoso.

Dos horas pasaron antes de que unas pisadas en hojarasca las alertaran a ambas.

-¿Qué fue-?

(T/N) cubrió la boca de la menor y se arrodilló a su lado, mojando los bordes de su vestido y casi todas sus piernas. La abrazó con fuerza y con miedo, sintiendo a la pequeña aferrarse a la casaca.

Esperaron en un tenso silencio por diez segundos que parecieron eternos, hasta que de los arbustos salió una señora sin ojos y con un brazo a la mitad.

Estaba infectada.

(T/N) apretó a la niña contra su pecho al mismo tiempo que su mano derecha se aferraba al palo de contención. Observó sin respirar por miedo a hacer ruido a la infectada moverse con torpeza entre las plantas. Giraba su cabeza de un lado a otro, como si esperara, como si estuviera buscando algo.

La observó acercarse hasta el borde del río y detenerse, buscando, girándose en todas las direcciones como si lo que había atraído su atención hubiera desaparecido.

Tuvieron que pasar dos interminables minutos para que se dignara a irse, y otros tres para que las (nacionalidad) se sintiera lo suficientemente segura como para ponerse de pie y seguir con la caminata.

Sentía su corazón latiendo a mil por hora y sus ojos amenazando con romper en llanto. Nunca en su vida había tenido esa sensación de vulnerabilidad y ese frustrante deseo de tener a alguien que fuera fuerte por ella.

Como lo era ella por Wendy.

Continuaron con la caminata por otra hora hasta que dieron con la salida del bosque y se encontraron con una carretera. Ambas tragaron saliva y emergieron del agua, pisando sobre el concreto y armándose de valor para seguir la pista hacia la ciudad.

Hicieron una rajadura en el cemento con la cuchilla para saber que ese era el río que habían tomado para salir.

La caminata se extendió por cerca de dos horas en las que sólo se detuvieron para beber un poco de agua de la cantimplora. Eran cerca de las once y media, y ambas tenían mucha hambre para cuando comenzaron a encontrarse con vehículos abandonados. Los conductores debieron haberlos dejado al acabarse el combustible, y continuaron a pie.

Rebuscaron entre los asientos de diversos autos y tuvieron la fortuna de encontrar un paquete de frutas deshidratadas y un gel antibacterial. Comieron lo que acababan de encontrar y, tras guardar el pequeño frasco en la mochila-manta, siguieron con su camino.

Pasó media hora en la que caminaron entre los autos sin percances hasta que vieron a tres infectados rondando un camión a unos cien metros de ellas. En silencio, asustadas y con cuidado, se salieron de la carretera y dieron todo un rodeo para evitar a las abominaciones. Se aseguraron de estar siempre a más de cien metros de distancia, y continuaron con su camino más alertas que nunca.

A eso de la una y quince, con los edificios de la ciudad a lo lejos, fue que encontraron otro infectado. Estaba examinando un pequeño convertible que se había salido un poco de la pista, y que estaba igual de abandonado que todos los demás vehículos. (T/N), armándose de un valor que no tenía y haciéndose con fuerza al palo de contención, le indicó con un gesto a la niña que se escondiera en silencio detrás de la camioneta al lado de ambas.

Wendy asintió asustada y gateó hasta apoyarse en el parachoques del 4x4. La (nacionalidad), por su parte, avanzó hacia el infectado con sumo cuidado y de la manera más silenciosa que sus zapatos le permitieron. Lenta y con paciencia, llegó hasta estar de pie a la espalda de quien en algún momento debió haber sido un trabajador en un supermercado.

Levantó el palo sobre su cabeza, sosteniéndolo fuerte con ambas manos, y se aseguró de que no fallaría. Tragó saliva y bajó sus brazos en un golpe cuyo único sonido fue el del cráneo del infectado rompiéndose bajo la pútrida piel. La abominación se agachó por el impacto y se giró para ver a su atacante.

(T/N), aterrada y en pánico de ser mordida como lo fue su madre, no perdió un instante en atinarle un segundo golpe en el lado de la cabeza, mandando a volar uno de los globos oculares del monstruo. Lo vio caer al suelo y mover las piernas en confusión y en un intento de levantarse, así que ella se aferró a su arma y le propinó un tercer golpe que lo hizo caer pesado sobre el asfalto una segunda vez. Se dejó caer de rodillas y bateó su cabeza un par de veces más para asegurarse de que no se levantaría de nuevo.

Luego observó aterrada cómo sangre y parte del cerebro se escurría por uno de los huecos que acababa de hacerle.

Se levantó del piso y se tambaleó un poco para mantenerse de pie. Quitó con mucho esfuerzo su mirada del infectado fuera de combate y la pasó a sus manos aferradas al palo de contención. Le temblaban, y podía sentir su corazón latiendo como loco en su pecho.

¿Qué diablos acababa de hacer?

Su lado racional del cerebro le decía que no tenía sentido sentirse culpable al respecto, y que lo que acababa de hacer lo había hecho para salvarse tanto a ella como a Wendy y probarse a sí misma que podía sobrevivir en ese nuevo mundo. Pero su lado sentimental aún quería tiempo para pensarlo.

Inspiró con fuerza y trató de calmarse, soltando una mano de su arma y girándose para llegar hasta donde estaba la niña. Nunca en su vida había tenido una experiencia como esa, y mucho menos contra alguien más resistente y que con morderla la transformaría en una de esas... cosas.

-Wendy, ya podemos seguir. -anunció en un susurro, observando con pena a la niña encogida en una bolita contra el auto.

La pequeña se levantó como un resorte y se lanzó a abrazar a la mayor, aferrándose con fuerza al vestido (C/F) que ya comenzaba a oler a sucio.


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Nos vemos el martes que sigue ^^7
Les loveo <3

-Gray

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