Capítulo 42 - Lo que queda
(T/N) atravesó la carretera por la madrugada, cuando el sol ni siquiera había salido y hasta los pájaros tenían la lujuria de seguir durmiendo. Llegó hasta la barricada, la escaló como simio en un zoológico, y comprobó con algo de gracia el hecho de que quien estaba de turno de guardia (Ivan) se había quedado dormido sentado sobre el asfalto, espalda contra un mueble que formaba la barricada.
La (nacionalidad) sacó la manta de traumas de su mochila, la misma que le habían dado los policías cuando empezó todo, y se la colocó encima con cuidado de no despertarlo.
El pobre diablo la necesitaba más que ella.
Eran alrededor de las dos de la mañana cuando llegó a la plaza central, habiendo tenido una increíble suerte de no encontrarse con nadie en todo el camino hasta ahí. Había estado en lo correcto cuando supuso que avanzar de madrugada era mucho mejor que durante la noche.
Media hora más de caminata silenciosa la llevó hasta la zona residencial este, en donde estaba el complejo de departamentos de su casa-- o lo que en algún momento lo había sido, por lo menos. Pasó de largo de la escuela primaria de la que habían sacado a Wendy, Peter y Aurel, tratando de no sentir náuseas ante el paisaje de niños infectados muertos sobre la pista y entre los autos destrozados.
Hizo una parada en la comisaría para recargar su pistola, y encontró un infectado muerto en el patio.
Parte de ella esperaba que no hubiera sido uno de los policías que habían estado de turno cuando Arthur y su compañero la trajeron; pero la abominación había estado tan desfigurada que igual no hubiera podido discernir quién era.
Eran las tres de la mañana para cuando llegó al edificio donde estaba su departamento. El callejón sin salida apestaba, y confirmó rápido que, en efecto, era por el infectado muerto al fondo: el mismo que se le había acercado cuando escapó su cuarto por la ventana.
Ingresó al edificio y tomó las escaleras al segundo piso, encontrando la puerta de su casa sacada de sus bisagras y con sangre en el pomo. Se preguntó por un momento si así había sido como su padre logró entrar a la casa, y cómo entonces ni ella ni su madre se habían despertado por el ruido.
A pesar de la entrada abierta, la casa por dentro estaba prácticamente intacta. Había un rastro de sangre sobre las alfombras y el piso que iba directo hacia su cuarto, pero no había necesidad de investigar nada para saber por qué eso estaba ahí. La cocina olía pútrido, y (T/N) descubrió parte de la cena todavía en ollas sobre la cocina: su madre debió dejarlas ahí para que su padre se recalentara algo cuando llegara.
Claro que ahora todo estaba podrido.
Las cosas dentro de la refrigeradora seguían en decente condición, así que empacó unas cuantas en su mochila.
El cuarto de sus padres estaba vacío, al igual que el suyo. Había sangre en su piso, alfombra y cama, y sus mantas seguían tiradas a un costado.
(T/N) se quedó de pie en silencio. Su cuarto se veía mucho más pequeño de lo que recordaba. Olía a sangre seca y a madera, las cortinas moviéndose con la brisa que entraba por la ventana abierta.
¿Dónde estaban sus padres?
(T/N) dejó su cuarto y recorrió su casa una vez más. Salió del departamento y caminó por los pasillos del complejo, escaleras arriba, escaleras abajo, dentro de otras casas. Encontró los cuerpos de la vecina de dos pisos arriba, la que cantaba karaoke todos los viernes a las 5. Encontró al idiota de cuatro puertas a la derecha de su casa que se creía músico y arañaba su guitarra algunos sábados en la noche. Encontró algunos cuantos vecinos que reconocía por sus caras, o por sus ropas, y muchos cuerpos más que ni siquiera logró distinguir.
Pero no estaban sus padres.
Tal vez... ¿Tal vez habían dejado la ciudad en busca de más gente que infectar?
Tal vez alguien los había matado junto a los otros miles de infectados cuando hicieron su limpieza de la ciudad.
Tal vez eso era mejor.
(T/N) regresó a su cuarto y se quedó de pie frente a su cama, mente en blanco y en silencio.
¿Y ahora?
Sin pensar mucho en lo que hacía, recorrió su habitación levantando cachivaches y otras cosas que le pertenecían. Guardó ropa suya que le gustaba, guardó su laptop, sus libretas, un par de libros, chucherías que le habían regalado sus amigos en algún punto y un par de peluches de su infancia.
Un marco de fotos de su familia con el vidrio medio rajado en la esquina, su celular, y su billetera.
Recordó de pronto que aún tenía algo de saldo en su tarjeta del metro, y rió.
No sabía por qué.
Rió en silencio por un rato, no muy segura de si seguía riendo o no para cuando ya no tenía aire y se vio forzada a respirar hondo, jadeando.
Pero era complicado, y seguía riendo. Se le salían las lágrimas de la risa. Se estaba quedando sin aire, tenía que parar.
No había infectados en la ciudad que la encontrarían. Nadie la escucharía, nadie llegaría a atacarla.
Y (T/N) seguía riendo.
Al final terminó por atragantarse con su propio intento de tomar aire, y se apuró tosiendo a la cocina para tomar agua.
Pero con el hedor pútrido de la cena en las ollas, su atraco terminó por convertirse en regurgitación y acabó por vomitar en el lavabo.
(T/N) se lavó la cara y regresó a su cuarto, al mismo sitio donde antes había estado de pie, entre la sangre seca y la alfombra torcida. Le dolían los pulmones por el atraco y la falta de aire, le dolía la garganta por el ácido de su desayuno, le dolían las mejillas por la risa, y le ardía el ojo por las lágrimas.
Se echó en su cama y cerró su ojo. Si se concentraba, podía volver a vivir la escena que inició todo para ella. O terminó. Dependía de cómo lo veía.
Podía sentir el ojo de su padre. Podía escuchar su grito. Podía ver la cara desfigurada de su padre y la expresión aterrada de su madre.
Podía escucharla decirle que corra. Podía sentir la falta de aire en su desesperación por escapar.
Y podía sentir el viento en su cara mientras saltaba por la ventana.
Esta vez, sin embargo, (T/N) sí sabía cómo caer. Ahora ya no estaba asustada. Ahora ya no estaba en zapatos incómodos y medio despierta.
Ahora vio el piso acercarse y se preparó. Abrazó su mochila con sus cosas. Recepcionó su caída, rodó sobre su hombro, y se acuclilló en medio del callejón para mirar hacia su ventana en el segundo piso.
Esta vez, ya no le dolió.
Se sentó ahí donde estaba, sobre el asfalto, y miró al portero muerto y pudriéndose al fondo del callejón. Evidentemente, las comitivas de limpieza de cadáveres no habían llegado a esa zona todavía. (T/N) no estaba muy segura si era buena idea dejar que fueran a la escuela, dudaba que muchos en el resort tuvieran el estómago para ver los cuerpos de los niños en ese estado.
Aunque era probable que algunos de ellos los hubieran matado durante la retoma de la ciudad, así que qué sabía ella.
Suspiró, dejando que los músculos de sus piernas descansaran tras el esfuerzo de recepcionar su caída.
Los policías no vendrían a sacarla de ahí ahora: estaban muertos, y Arthur estaba ocupado con su hermano. No había infectados que la atacarían. Ya no le dolía la caída.
Entonces...
(T/N) se echó boca arriba en la pista, mochila sobre su estómago, mirando el cielo poco a poco aclarándose con el amanecer.
¿Ahora qué?
Ya había asegurado su supervivencia. Tenía un lugar donde quedarse, ya sea en la ciudad o en la cabaña. Tenían paz relativa, con las barricadas en su lugar.
¿Qué le quedaba a ella?
No le quedaba una familia. No le quedaban amigos, si es que descontaban a los de la comitiva (aunque ella no estaba muy segura si todos la consideraban su amiga).
No le quedaba un propósito.
¿O sí?
Porque, a pesar de todo, seguía viva. A pesar de todo, seguía ahí, sentada en el callejón, sin dolor en las piernas pero con dolor en todo el resto de su cuerpo.
E igual estaban todos los demás. Los de la comitiva estaban vivos. Los del resort estaban vivos.
Habían sobrevivido.
Los del resort todavía tenían planes. Seguían organizándose para limpiar la ciudad de los cadáveres, para enterrarlos, para sacar el escombro y el desastre y poder instalarse de nuevo.
Todavía había cosas que hacer.
Habían sobrevivido, sí. Pero ahora tenían que volver a comenzar a vivir.
Eso era lo que le quedaba.
El antídoto ya estaba hecho. Wendy ya estaba con sus padres. Ella estaba a salvo. Todo lo que se había propuesto hacer, lo había logrado. Debería estar orgullosa-- no, lo estaba. Estaba orgullosa. Orgullosa de todo lo que habían logrado, tanto ella como los que la siguieron. Orgullosa de ver a los del resort dispuestos a seguir disparates como los suyos en nombre de la supervivencia. Orgullosa de los pocos maleantes que les habían seguido; porque aunque fueran unos imbéciles y los detestara por todo lo que habían hecho, por lo menos habían decidido cambiar.
Porque ahora que miraba la ciudad, podía sentirse orgullosa. Estaba en caos, sí, pero estaba limpia de amenazas. No estaba completamente en ruinas. Seguía ahí, y mientras ahí estuviera, ahí estarían también las personas para volver a levantarla y vivir.
Porque aunque al día siguiente los atacaran una horda inmensa de infectados, ella sabía que pelearían. Que se defenderían unos a otros para sobrevivir.
Y que aunque murieran todos, la siguiente persona que encontrara la ciudad encontraría con ella todas las cosas que habían hecho. Encontraría los antídotos, probablemente. Encontraría sus intentos de limpiar. Encontraría las barricadas.
Encontraría evidencias de que, a pesar de todo lo que había pasado, ellos vivieron.
~~~~~~~~~~~~~~~~~
me iluminé este cap
bueno pues, ese es el último cap! terminar este fic tomó mucho más de lo que me debería haber tomado, pero por lo menos lo terminé hahah
faltan los finales, obvio. los voy a escribir para subirlos lo más seguidos entre ellos que pueda, así que probablemente me tome un tiempito hacerlos
claro que dudo mucho que me tome un hiatus nuevo lol espero que no;;;
así que
eh
nunca sé que decir en los finales lmao
gracias por haber seguido apoyando esta historia aún luego del inesperado hiatus que hubo al medio xd
espero haya sido por lo menos remotamente entretenido
les loveo, como siempre <3
-Gray
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top