Capítulo 41 - El Regreso
El viaje de regreso a la capital fue monótono, pero no aburrido. Es difícil aburrirse cuando hay que estar constantemente alerta a los sonidos de tu alrededor, esperando escuchar o infectados o personas con malas intenciones.
Cuando eran solo la comitiva era mucho más sencillo no preocuparse. Eran dieciséis, la gran mayoría capaces de velar por sus propios traseros en una pelea. La proporción entre luchadores y protegidos era buena: eran suficientes capaces de pelear para proteger a los que no podían y no quedarse estancados al mismo tiempo.
Pero con las familias siguiéndolos detrás, esa proporción había dado un giro de 180°. Ahora tenían que estar alertas a sus alrededores, no para que un infectado los tome desapercibidos y terminen con un par de arañazos, pero para que no se les mueran alguno de los que iban con ellos.
Les tomó un par de días más hacer el recorrido de regreso de lo que les tomó al inicio el de ida, ya que debían detenerse a descansar mucho más seguido y has horas útiles de caminata terminaban mucho más temprano en la noche.
Fueron emboscados por infectados tres veces, y dos veces se encontraron con hordas deambulando la autopista. No faltaba de vez en cuando, también, el grupo pequeño o el infectado por su cuenta dando vueltas por el bosque.
Tuvieron que usar sus reservas de antídotos cuatro veces, pero en general tuvieron la fortuna de que nadie recibiera heridas en las piernas (sino se hubieran tomado incluso más en avanzar y (T/N) probablemente se hubiera vuelto loca por fin) y de no cruzar caminos con ningún grupo de maleantes.
Fue al cabo de casi una semana de viaje que divisaron una tarde la barricada principal de la capital. La comitiva había enviado ya a Lovino y Feliciano corriendo por su cuenta para avisar al resto de su llegada y no tener que esperar a la entrada para que les dejen pasar.
Fueron recibidos por un pequeño grupo de los encargados del resort, preocupados y nerviosos por saber el resultado de la misión.
Su estado emocional solo empeoró cuando divisaron a (T/N) entre la gente, y ella no podía culparlos. Aunque tal vez era más la impresión de la mitad de su cabeza cubierta en vendas, pero bueno.
Sadik e Ivan les informaron de lo que habían logrado y de la situación con el resto de la gente acompañándolos, y fue como si una manta de estrés se hubiera levantado de los encargados.
Felices, los llevaron hacia donde habían estado limpiando las calles y durmiendo por ahora.
Esa noche festejaron en la plaza.
(T/N) había sido jalada de un lado a otro por Toris y Mei en busca de los médicos para que pudieran encargarse mejor de su ojo. Arthur se pasó por la posta al cabo de unas horas con Peter a su lado, el niño ofreciéndole el parche de pirata negro con una sonrisa entusiasmada.
Resultó que los parches de pirata son incomodísimos. Pero, bueno, (T/N) supuso que era cuestión de acostumbrarse, como todas las cosas. Igual era mejor que andar con la repugnante herida al descubierto.
Como si hubieran coordinado, los tres hermanos italianos llegaron también a la posta, los tres para contarle algo de lo que se habían enterado: un grupo de sobrevivientes algo pequeño había llegado a la capital unos días antes de su regreso, y entre ellos habían estado los padres de Wendy.
Por lo que ni bien el doctor la dejó libre, Feliciano la arrastró hacia donde estaban jugando los pocos niños que quedaban, Arthur siguiéndolos para acompañar a Peter.
Vladimir estaba presente en el patio del pequeño nido, conversando con dos personas mientras Aurel y Wendy jugaban a sus pies.
(T/N) se preparó para disculparse. Se preparó para pedirles perdón por no haber logrado mantener a la niña del todo a salvo y por haber dejado que pasara por tantos terrores mientras estuvo con ella. Intentó prepararse para no sonar molesta mientras dijera eso. Wendy no había hecho nada malo. No había sido su culpa que el único adulto presente con las manos vacías cuando tuvieron que huír hubiera sido la (nacionalidad).
Wendy solo había tenido la mala suerte de terminar con la persona equivocada en el momento equivocado.
Ni bien la vieron llegar con un alegre Feliciano, sin embargo, no le dejaron ni hablar.
Los padres de Wendy (un australiano y un neozelandés, aparentemente) interrumpieron su intento de disculpa (aunque ni siquiera pudo iniciarlo) con una serie de agradecimientos.
(T/N) escuchó en silencio y confusión mientras los dos le agradecían por haber cuidado de la niña, por haberla mantenido a salvo durante todo el desastre, y por haberse quedado a su lado aunque las cosas se pusieran mal. Le agradecieron, también, por encontrarle un lugar más seguro donde estar.
(T/N) no supo qué decir al respecto, así que no dijo nada.
Durante la celebración en la plaza, los encargados del hotel la felicitaron por haber logrado realizar su idea, por más descabellada que hubiera sido. Le pidieron disculpas por haber dudado de ella desde un inicio, y le aseguraron que la próxima vez la apoyarían con todo lo que tuvieran.
(T/N) no estuvo muy segura de por qué se disculpaban por haber dudado si esa es la reacción común de la gente ante semejante proposición. Sí, había sido irritante, porque hubiera sido mucho mejor que observaran el problema en general y llegaran a la misma conclusión lógica a la que llegó ella; pero qué se podía hacer. Así era la gente.
La celebración duró toda la noche, pero (T/N) no se molestó en prestar demasiada atención a mucho. Aceptó una taza de chocolate caliente y se sentó a un lado entre Cheng y Elise, observando el festejo cerca a la fogata. Podía ver a los demás miembros de la comitiva dar vueltas por el lugar, algunos bailando entre la gente, otros de pie a los lados, y la mayoría sentados en las cercanías mientras conversaban con otras personas.
Era tranquilizante. Tomó otro sorbo de su taza y se relajó en su sitio, respirando hondo.
Lo habían logrado.
Tenían comida y provisiones aseguradas. Ahora, realmente, lo único que quedaba hacer era aguantar hasta que todo hubiera pasado.
Y luego...
¿Luego qué?
Los encargados de resort les habían separado lugares para dormir en cuanto llegaran de la travesía, lo cual era bastante considerado de su parte.
(T/N) no durmió esa noche.
En cuanto salió el sol, se levantó de la cama. Se vistió en piloto automático y se dirigió a la cocina general del complejo habitacional en donde estaban los de la comitiva y unas personas más. Cansada, se sirvió algo de comer de entre lo poco que había, apenas prestando atención a la otra persona que entraba en busca de un desayuno.
Guardó pan y una botella de jugo en su mochila y se acomodó la casaca, girando para salir.
—Eh- ¿(T/N)? —la voz de Alfred la detuvo, sentado en una de las mesas con un yogur de vasito en la mano y una cuchara en la otra.— ¿Vas a salir?
—Dejé cosas en la cabaña. —bostezó ella, pretendiendo que no era probable que tuviera ojeras.— Saben donde encontrarme.
Sin más, salió de la cocina y atravesó el patio hacia la reja que daba a la calle.
Palo de contención en mano y ligera neblina a su alrededor, (T/N) escaló la barricada y dejó la capital en dirección a la cabaña en el bosque.
No le tomó nada en llegar. Es más, cuando salió de su pequeño trance de sueño y monotonía, ya había atravesado el corredor en la montaña y emergido en el pequeño claro entre los cerros.
La cabaña seguía intacta por fuera. Y, en cuanto se acercó e ingresó, confirmó con algo de alivio que lo mismo se podía decir del interior.
Todo seguía donde lo había dejado el día en que salieron de ese lugar en dirección al resort con un plan en la cabeza y algo de valentía. Los libros de química y los vasos de precipitado, goteros, microscopio y otros implementos de laboratorio seguían en el estudio, desparramados sobre la mesa, tirados sobre la libreta del hombre de la prueba y las notas que ella misma había tomado en su frenesí por crear el antídoto. La cama que ella había ocupado estaba mal hecha, mientras que la cama del cuarto de visitas estaba perfectamente tendida. Los platos estaban secos en el lavabo, y lo poco de comida no perecible que dejaron seguía todo en su lugar.
El huerto...
El huerto, milagrosamente, seguía vivo. ¿Cuánto tiempo había pasado sin que alguien regara los tomates y otras cosas que había plantado? Tal vez la tierra de este lugar era lo suficientemente fértil como para mantener a las pequeñas plantas con la ayuda de la ocasional lluvia.
Aún no habían frutos en ningún lado, pero las plantas habían crecido colgadas de los palitos que ella había puesto, como si le hubieran hecho caso a pesar de su ausencia y ahora hubieran esperado su llegada.
Conmovida por alguna estúpida razón, (T/N) regó los tomates y cortó las hojas y ramas secas para luego remover la tierra y regresar dentro de la cabaña.
Una vez dentro, se sentó en el sillón y miró la pared opuesta en silencio por casi una hora, inmóvil, respirando las partículas de polvo suspendidas en la sala y el olor a madera vieja de la cabaña.
¿Y ahora?
Ya estaban asegurados. Ya tenían comida que llegaría periódicamente, y ya tenían un lugar amplio donde asentarse y esperar.
Pero... ¿qué podía hacer ahora?
Ahora ya no estaba en una búsqueda alocada por un antídoto. Ahora ya no estaba preocupada por el bienestar de una niña con la que acabó por casualidad. Ahora solo estaba ella, (T/N) (T/A), veintiún años vividos en su mayoría en la complacencia de la paz y casi un mes (¿casi? No sabía cuánto tiempo había pasado) perdido en una locura de sobrevivencia que le había volcado la vida de cabeza.
(T/N) (T/A), estudiaba (carrera). Pero ya no podía seguir estudiando. La universidad estaría clausurada en el futuro inmediato, y no se resumirían clases hasta que toda la situación se hubiera tranquilizado. ¿Cuánto duraría eso? Los infectados tenían, como mucho, un mes más de vida; dependiendo de qué tan a salvo estuvieran todas las personas.
Pero, ¿sería eso todo? ¿Podrían continuar con normalidad luego de tan solo un mes?
Tal vez.
Era probable, sí. Si lograban obtener apoyo internacional para la infraestructura y lograban levantar de nuevo las cosas esenciales, entonces podrían volver a construir una sociedad como la tenían antes.
Pero la sociedad no era todo lo que importaba.
Incluso si luego podía retomar su carrera, ¿quién se la pagaría? El dinero en las cuentas de sus padres no le alcanzaría por siempre.
Sus padres...
(T/N) abrazó sus rodillas.
¿Qué le quedaba? Los amigos que había tenido antes estaban todos desaparecidos o muertos, porque sí había reconocido un par de cadáveres en el búnker. Sus padres estaban muertos ambos, y ninguno de sus tíos ni abuelos habían vivido para ver la catástrofe siquiera.
¿Qué le quedaba? Unas quince personas que decidieron seguirla al fin del mundo que tal vez podrían considerarse sus amigos, pero... ¿más allá de eso?
No le quedaba nada.
...
Tal vez debería ir a visitar su departamento.
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lo peor de tener un bloqueo de escritura es tenerlo solo en esta historia y no en la otra que estoy publicando (en otra plataforma y para otro fandom lol)
porque eso resulta en que escribo la otra historia sin problemas y esta se queda a un lado. ya ni sé cuántas veces abrí el documento para mirarlo como idiota y al final no escribir nada xd
como sea, les regalo un cap algo más largo que los anteriores
y, ah, el cap final es el que sigue
creo
descontando los finales, claro
les veo ahí <3
-Gray
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