Capítulo 40 - Tras la Palizada
Esperaron cerca de media hora.
Fue terrible.
(T/N) no sabía qué esperar, qué pensar: si es que sus compañeros seguían a salvo y todo esto era simplemente una larga discusión; o si habían sido capturados en silencio sin mayores problemas. De ser el primer caso, entonces no les quedaba más que esperar y confiar en ellos.
De ser el segundo...
—¡Shh! —Lovino calló el murmullo entre Ivan y Alfred. Se giró hacia Romeo a su lado, quien parecía concentrado.
—Escucho algo. —sentenció entonces el otro hermano, y el grupo entero hizo silencio.
A (T/N) se le caían los ojos-- bueno, el ojo. Estaba cansada, tanto que si tenía que esperar un poco más tal vez se quedaría dormida.
Uno pensaría, con una situación tan tensa, que ella estaría igual de alerta.
Pero el sueño...
—Deberíamos ir a ver qué pasa. —refunfuñó Sadik.— No llego a escuchar qué dicen, pero eso sin duda es una discusión.
(T/N), honestamente, no escuchaba nada.
—Bien. —aceptó Cosette.— Vamos a ver. Pero vamos en paz: no nos servirá de nada si terminamos empeorando la situación.
Con el aparente apoyo del resto, se levantaron con cuidado y avanzaron a tientas hacia la palizada.
Mientras más cerca estaban, la (nacionalidad) podía empezar a escuchar voces en alto. Tal y como Sadik había dicho, sonaba como si un grupo de personas estuvieran teniendo un debate agitado.
Se oía, también, una señora llorando.
—¡¿Pero por qué no puedes comprender que esto no es lo que querría tu padre?! —una mujer, pero no era la que lloraba.
—¡Por favor, todo esto tiene que acabar! ¡Vuelve con nosotros! —otra mujer.
—¡Ma, ya te dije que así es mejor! ¡No voy a ir a la carretera a esperar que aparezcan esas cosas y ver como nos quedamos sin comida! ¡Desde aquí te mando pan y agua, ¿no es suficiente?! —un hombre.
—¡No si estás haciendo estas cosas! ¡Es una desgracia, no pensé que te había malcriado tanto! —otra mujer.
Era una cacofonía de cinco o seis discusiones sucediendo al mismo tiempo, y desde afuera era complicado distinguir quién le estaba gritando a quién.
Llegaron al borde de la palizada, las puertas entreabiertas como si se hubieran olvidado de cerrarlas por completo. Ivan y Alfred titubearon en la entrada, dudando de cómo abrirlas para hacer el menor ruido posible.
(T/N), quien solo quería acabar con todo eso para volver a la ciudad de una vez, se levantó de donde se había acuclillado a un lado entre Arthur y Elise y avanzó hacia las puertas, tirándolas abiertas de par en par.
La discusión se apagó de inmediato, los gritos bajando a palabras medio pronunciadas y luego a aire vacío.
Todos se giraron a ver las puertas abiertas, y (T/N) dio unos pasos adentro con Vash y Arthur siguiéndola por detrás.
Los de la comitiva que habían ido por delante estaban de pie a un lado, como si no tuvieran idea de qué hacer para acabar con todo el lloriqueo.
—Okay. —comenzó la (nacionalidad), teniendo que levantar la voz un poco para que toda la entrada de la comuna la escuchara sin problemas, pero no más.— No sé de qué estaban hablando, pero no tenemos todo el día.
—¡¿Cómo-?!
—Cállate, gracias. —cortó ella, su único ojo cayendo en el hombre que debía haberle estado a punto de preguntar cómo se atrevía. Con las bolas que él no tenía, por supuesto. Regresó su atención al grupo en general.— Gente, lamento que tengan tantos problemas familiares y tan poca capacidad de comunicación, pero les dimos unos minutos y llevamos aquí pues ni idea, tal vez veinte. Tenemos una capital a la que darle buenas noticias y cosas más importantes que atender.
—¿Acaso crees que mi hijo no es importante? —una mujer indignada preguntó, al borde de las lágrimas.
—No para mí, no. —(T/N) sacudió su cabeza.— Menos si todavía no comprende que esclavizar gente está mal. Seño, perdón, pero creo que ese ya es un problema que escapa de sus manos.
—¿Nos estás pidiendo que los dejemos aquí? ¿Tienes algo en contra de ellos?—preguntó una chica, incrédula.
—Hija, me quitaron un ojo. —se encogió de hombros la (nacionalidad).— No sé tú, pero creo que tengo derecho de estar enojada. Y si yo estoy enojada, no creo que quieras saber cómo se sienten todos los que viven aquí y que han tenido que trabajar como mulas por quién sabe cuánto bajo el mando de tu querido idiota.
—Entonces los dejamos aquí, esa es tu idea. —comentó un hombre, a modo de pregunta, casi como retándola.
—Mira, perdón si eres ignorante, pero creo que es bastante obvio que obligarlos a venir con nosotros en contra de su voluntad es más o menos lo mismo que ellos le han estado haciendo a todos los habitantes de este lugar. Menos la esclavitud y la crueldad, claro. —(T/N) se encogió de hombros de nuevo.— Estamos aquí para ver si alguno quiere tomar la mano ofrecida e intentar hacer algo con lo que queda de sus vidas en lugar de ser un grupo de mierdas. Si quieren salvarse, estamos para salvarlos. Si no, pues se pueden quemar en el fondo por todo lo que me importa. Lo que sí vengo a exigir es que no obliguen tampoco a que los residentes se queden aquí.
Hubo un silencio incómodo en la comuna cuando ella terminó de hablar, mujeres con lágrimas en la cara mirándola con extrañeza y hombres todavía enfurecidos intentando procesar lo que acababa de decir.
Pasó cerca de un minuto y nadie había dicho nada.
—¿Qué son, de primer grado? —preguntó irritada la (nacionalidad).— ¡Ya les dije los términos, hagan algo! ¡Si quieren ser decentes seres humanos pues empaquen sus cosas y vengan con nosotros! ¡Todos los residentes, a menos que se quieran quedar aquí con los que sobren, pues muévanse! —aplaudió, casi gritando, y la gente comenzó a moverse de un lado a otro como si acabaran de salir de un trance.— ¡Vamos, vamos, vamos!
—¡Nadie se mueva! —un hombre gritó, agarrando a una chica de los pelos y moviendo su bate por el aire.— ¡De aquí no sale nadie! ¡¿Qué mierda les hizo pensar que podían venir aquí y llevarse a todos?!
(T/N) intentó no rodar sus ojos mientras sacaba su pistola y le apuntaba al sujeto, quien pareció palidecer.
Arthur y Vash a sus lados apuntaron sus armas también.
—A ver, tremendo pedacito de cielo, déjame poner algo bien en claro. —musitó (T/N), caminando hacia el sujeto con la pistola en alto. La gente alrededor había dejado de moverse.— Lo que están haciendo aquí es ilegal, pero eso no es que les importe mucho. Obviamente no te puedo convencer de no maltratar a las personas, porque eres demasiado malnacido como para formular pensamientos tan básicos. Así que déjame ponerlo en palabras que sí te interesen.
Bajó la pistola hasta presionarla con fuerza pero lento contra su entrepierna, y lo jaló de la barba hasta poder hablar a su oído.
—Quédate calladito, deja a estos pobres diablos irse si quieren, libera a los residentes, y déjanos marchar en paz... —amenazó.— O te vuelo las bolas.
Pudo escuchar como el tipo tragaba de nervios, e intentó no evidenciar su asco.
La chica fue liberada, y no dudó en salir corriendo lejos de la escena.
—Bien. —apremió (T/N), retirándose del espacio personal del sujeto y bajando su pistola.— Queda algo de sentido en tu cabez-
Ni siquiera había terminado de hablar cuando el tipo, en algún disparate de pensamiento lógico, blandió su bate directo hacia su cráneo.
Arthur bloqueó el golpe con su espada al mismo tiempo en que ella regresó su pistola a donde había apuntado antes y disparó.
El sonido seco de la bala saliendo del cañón pareció sacar a todos de su segundo trance del día, y retomaron lo que sea que habían estado haciendo antes de ese último intento de resistencia.
La (nacionalidad) observó al sujeto encogido de dolor sobre un pequeño charco de su sangre en la tierra, gritando como si la vida se le fuera en ello; e intentó no preguntarse cómo es que más de una persona había sido lo suficientemente estúpida como para pensar que algo así funcionaría.
¿Cómo era que medio mundo no se había muerto de incompetencia todavía?
Las caras de asco y decepción de Cheng y Mei parecían concordar con ella.
Los de la comitiva y las familias que les habían seguido esperaron de pie a un lado mientras los residentes de la comuna y un grupo de los sujetos corrían de un lado a otro. Había unos cuantos parados hacia los lados, con armas en mano, todos entre debates mentales y enojados con la situación.
No hacía falta preguntarles para saber que ellos eran los desgraciados que querían quedarse y vivir solos dentro de la palizada para no enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Al cabo de media hora, todos los residentes de la comuna y unos quince de los desgraciados con cara de arrepentidos e incómodos dejaron las puertas de La Planicie detrás y siguieron a la comitiva y a las familias de vuelta a la capital.
Sadik se encargó de amenazar a todos los que habían decidido intentar cambiar, dejando bien en claro lo que se esperaba de ellos y lo que no tolerarían.
La mayoría de los integrantes de las familias de la carretera estaban aliviados de tener a sus conocidos entre ellos, mientras unos pocos lloraban de la angustia de saber que no les quedaba otra opción más que dejar a sus familiares atrás.
Todos los residentes de la comuna estaban tristes por dejar atrás sus casas, pero infinitamente aliviados de abandonar la situación en la que habían estado antes.
(T/N) los observó sobre su hombro como pudo (ahora solo podía hacer eso de un lado) y supuso que estaba bien.
Estaban haciendo algo por lo que quedaba de los sobrevivientes.
Por los que querían vivir, claro.
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esta rayis: tengo sueño, tengo hambre, ustedes están haciendo ruido y alargando esta wbda; al siguiente que se me ponga exquisito le abro un nuevo hueco
todos los de la comitiva y un par de lectoras: cásate conmigo pls
les traigo badass rayita porque un grupo de ustedes parecen amarla tanto como a los demás personajes hahah
les veo en el siguiente cap <3
-Gray
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