Capítulo 39 - De Nuevo


(T/N) decidió dejar que ellos se encargaran de negociar.

Primero, porque ella estaba cansada y no podía, mentalmente hablando, soplarse más horas de escuchar al militar de las estrellitas hablar de opciones y contactos y horarios y quién sabe qué otra cosa. Segundo, porque era una mocosa de veinte- ah, no, veintiuno; que lo único que había estado haciendo antes de todo este desmadre era estudiar. ¡No era una adulta responsable preparada para pagar impuestos y/o estar en planilla! Y mucho menos era la indicada para negociar lo que equivalía a la supervivencia de todos los que habían decidido escucharla.

Tercero, esperaba que los otros sí fueran capaces de eso. O, por lo menos, los que estaban ahí dentro todavía: Sadik, Alfred, Ivan, Arthur, Cosette y Cheng. Todos ellos eran relativamente mayores que ella (¿verdad? No estaba segura) y mucho más conocedores de ese tipo de cosas.

A ella déjenla matar infectados y pensar en planes lo suficientemente estúpidos como para ser brillantes, al parecer.

Estuvieron ahí dentro por casi dos horas.

(T/N) les hubiera regañado por tomarse tanto tiempo si Cosette no hubiera salido triunfante como si hubiera hecho el mejor negocio de su vida, y los demás la siguieran bastante contentos.

—Tenemos provisiones aseguradas. —sonrió Ivan, y Alfred asintió con ganas, como si el otro acabara de ganarle a dar las noticias.

—¿En serio? —Mei se levantó de su sitio al lado de la ya más recuperada Elise.

—Cajas con provisiones para mil personas, todos los miércoles a mediodía. —explicó Cheng, claramente aliviado.— El primer envío va a llegar también con implementos que podamos necesitar.

—Mantas, colchones inflables, y cableado y materiales para ver si alguien quiere comenzar a reparar la torre eléctrica. —listó Arthur.— Y creo que implementos de limpieza, por si queremos intentar limpiar las calles.

—O el búnker. —murmuró Sadik, haciendo una mueca de asco acto seguido.

—Lo despacharán todo sobre la plaza norte mediante sogas y van a requerir que uno de nosotros, —Cosette se señaló a ella y los que habían negociado.— o (T/N) firmen para confirmar que recibimos todo.

—Perfecto. —felicitó la (nacionalidad).— Ahora vámonos de aquí. Podemos celebrar o lo que quieran una vez lleguemos a la capital.

Entusiasmados, el grupo recogió sus cosas y enrumbó de vuelta a la carretera por donde llegaron el día anterior.

Sus espíritus seguían en alto incluso cuando cayó la noche, y la cháchara estuvo especialmente animada alrededor de la fogata.
Al final, Vladimir, Lovino y Vash (benditos sean) ayudaron a (T/N) a callar a todos para ver si lograban dormir algo antes de que amanezca.

Cuando el rayito de sol por la mañana directamente sobre sus ojos forzó a la mayoría a dejar la tierra de los sueños, nadie sentía que habían descansado lo suficiente. (T/N) sabía, al igual que todos, que eso había sido porque Feliciano no fue capaz de quedarse quieto en su sitio, y porque acabó moviendo a Alfred de casualidad en justo el ángulo en que el de lentes comenzó a roncar.

Pero nadie dijo nada, así que avanzaron de todas formas.

Tras un par de hordas de infectados en la carretera y una noche más decente, el grupo llegó de nuevo a la pequeña comunidad sobre la pista.
A juzgar por sus números reducidos, (T/N) supuso que los sujetos que les atacaron en la bodega habían regresado a la otra comuna.

Mei y Romeo se encargaron de explicar a los residentes lo que habían conseguido en la comuna, y les ofrecieron esperarles solo un día a que empacaran sus cosas si querían que les acompañaran hacia la capital.

Así que un día esperaron, y partieron a la mañana siguiente con un grupo de veinti-algo familias caminando justo detrás de ellos.

No pasó mucho antes de que llegaran de nuevo a "La Planicie", o como sea que se llamara la otra comuna.

—No sé qué vamos a hacer con ellos. —comentó honesta (T/N), mirando la palizada desde donde se habían detenido no muy lejos en los campos.— Los inocentes ahí dentro podrían venir con nosotros, pero no confío ni un poco en los demás como para llevarlos e intentar corregirlos.

—Y qué planeas hacer, ¿matarlos a todos? —se cruzó de brazos Lovino, incrédulo.

—No me opongo terriblemente a la idea; unos de ellos me deben un ojo. —se encogió de hombros la (nacionalidad).— Pero no están haciendo nada activamente para molestarnos, así que no le veo mucho el punto. Si salieran todos a atacar, por otro lado...

—Bien, pero no podemos hacer eso. —negó Alfred.

—Entonces no sé qué quieren hacer. —se rindió ella.

—No podríamos... ¿hablar con ellos? —propuso Feliciano.

Hubo un momento de silencio en que todos se giraron a mirarlo, confundidos.

—Todos merecen una segunda oportunidad, ¿no? —insistió.— Y parece que algunos de ellos, —indicó a las familias aglomeradas cerca.— son sus familiares.

—Si entran un par de mamás y hermanos y salen un par de cabezas y pies, no es mi culpa. —sentenció la (nacionalidad).

Feliciano tomó eso como un permiso para proceder, y se giró hacia las familias detrás de ellos. Vladimir, Mei, Toris, Matthías y Cheng lo siguieron, y al poco rato había un pequeño grupo conformado por ellos, unas cuatro señoras, dos señores, una niña y dos niños dirigiéndose todos a las puertas de la palizada.

(T/N) no sabía qué esperar.

Por un lado, era posible que nada malo les pasara. Los habían atacado a ellos antes porque...

...

Bueno, en realidad ni siquiera sabía por qué les habían atacado para comenzar. Pero ellos habían sido desconocidos, extraños; un grupo de raros pidiendo comida como si no supieran (porque no sabían) que adentro estaban intentando mantener una dictadura.

Eso pone a cualquiera nervioso, aunque no excuse para nada lo que hicieron.

Pero ahora eran conocidos. Tal vez madres y padres y hermanos o amigos de los que estaban dentro, pensando que era una oportunidad que no podían perder para tal vez meterles algo de sentido a quienes conocían.

Tal vez.

Tal vez esto funcionaría.

Pero aún así.

Contando cuántos de los familiares se acercaban, era evidente que no eran todos. Buena parte de los desgraciados de adentro no tenían familiares aquí afuera, y por ende no tenían a nadie que los convenza. Suponiendo que todos los familiares lograban convencer a sus respectivos idiotas; eso todavía dejaba a todos los demás. Incluso en el caso en que unos de los convencidos convenzan entonces a sus compañeros más cercanos, (T/N) dudaba que pudieran convencerlos a todos.

Hicieran lo que hicieran, era muy pero muy probable que igual se verían obligados a tener que lidiar con un par de imbéciles.
De nuevo.

(T/N) se asió a su palo de contención e ignoró cómo Cosette le regalaba una mirada acusadora. Arthur y Vash, sin embargo, parecían haber llegado a la misma conclusión que ella, porque ambos sostuvieron sus armas.

—Prepárense. —ordenó la (nacionalidad).


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haha! hoy si logré sacarlo el miércoles a tiempo, nice

así que, ehh

les veo la próxima <3

-Gray

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