Capítulo 38 - De a Bocajarro
El camino en busca del infectado que les ayudaría a probar que el antídoto no era una farsa fue... un trecho incómodo, a falta de una expresión más precisa. La mitad de sus conciencias no querían encontrar cosa alguna por miedo a lo que fuera a pasar, mientras que a la otra parte se le acababa la paciencia y pedía a gritos que algo apareciera de una maldita vez.
Los soldados que les acompañaban, (T/N) notó, estaban nerviosos.
Honestamente, ella no encontró en sí la capacidad de culparlos. Sí se le cayeron, por supuesto, pero considerando que ya los tenía bastante bajo eso no hizo ninguna diferencia.
Es decir, ¡tenían armas! ¡Los habían entrenado para la guerra! ¡¿Y les daban miedo un par de zombies?!
Si (T/N) lo había superado, cobarde e inexperta como había sido cuando todo empezó, pues ellos tendrían que arreglárselas por unos minutos.
Unos minutos que terminaron mucho antes de lo que ella hubiera preferido, a ser sinceros.
—Por ahí. —Los detuvo Sadik.— Escuché algo por ahí.
Siguieron sus direcciones, y en menos de dos minutos de haberse detenido encontraron una abominación a solas deambulando el bosque.
(T/N) sacó el antídoto de su mochila y preparó una dosis.
—Bien. —suspiró el soldado de las estrellitas, agazapado entre los arbustos junto con sus hombres y los demás.— ¿Ahora qué?
—Preferiría que no me muerda el cuello. —murmuró Elise, decidida.
—Entonces hay que capturarlo de alguna forma. —propuso su hermano.
—Alfred e Ivan; —comenzó Vladimir.— ¿lo pueden atrapar de los brazos si lo distraigo?
—No veo por qué no. —asintió el de lentes, regalándole una mirada al otro. Ivan asintió también.
—Nosotros nos encargaremos de la cosa cuando ustedes hayan terminado. —aseguró el soldado.
—Con qué, ¿tu pistola? —espetó Cosette. (T/N) había estado a punto de decir algo parecido, así que no pudo evitar soltar un pequeño sonido de gracia.
—¿Algún problema? —se irritó el hombre.
—Si disparan una de esas, van a alertar a todo el condenado bosque. —recalcó Lovino, indicando el arma de uno de los soldados con desprecio.— A menos que quieran que nos ataquen otros ochenta infectados, yo les recomendaría que no hicieran eso.
—¿Entonces qué diablos proponen? —siseó el de las estrellitas.
—Poli, ¿cuántos cortes te toma bajarte a uno de esos? —Lovino preguntó.
—Uno. —aseguró con simpleza Arthur, una mano posándose en el mango de su espada.
—Un regalo de decoración para tu puerta. —musitó el italiano, y uno de los soldados puso cara de asco.
—(T/N), ¿tienes el antídoto listo? —la miró Romeo, nervioso.
—Hace rato. —asintió ella, alzando la jeringa a la vista de todos. Se giró a Vladimir.— Cuando quieras.
Vladimir la miró con determinación, respiró hondo, y se levantó.
El infectado se giró tan rápido con el repentino ruido que una de sus orejas se desprendió de su cráneo con un sonido repugnante.
Le faltaban ambos ojos, y buena parte de su piel no existía.
(T/N) supuso que este debía ser uno de los más viejos que habían encontrado hasta ahora.
Vladimir dio vueltas por el claro, esquivando los zarpazos del infectado que eran más hueso que manos, lanzando miradas de cuando en cuando al lugar en el que estaban escondidos los demás.
Comprendiendo la señal, Ivan y Alfred se levantaron con cuidado e intentaron acercarse al infectado sin llamar su atención.
Corriendo de un lado a otro y pateando a veces para alejarlo, Vladimir se las arregló como pudo para mantener a la abominación mirando hacia un solo lado. Eso le dio suficiente tiempo a los otros dos para acercarse despacio, paso por paso, hasta que se encontraban directamente detrás de la carne podrida y saltaron como gatos cada uno hacia un brazo.
Hubo un sonido doloroso de algo sólido rompiéndose, y llegaron a escuchar un quejido de sorpresa y nervios de Ivan cuando el brazo que él sostenía se dividió en el codo.
Por suerte fue lo suficientemente rápido como para aferrarse al resto del miembro, ya que la otra parte cayó directo al pasto en un charco de sangre y otros líquidos corporales.
—¡Oigan! —llamó Vladimir, intentando no levantar el volumen de su voz demasiado.— ¡Vengan todos! ¡Si esperamos demasiado, podría liberarse del agarre separándose de sus brazos!
Elise fue la primera en levantarse, seguida de cerca de (T/N) y Vash, los demás no demorando mucho luego de ellos.
La rubia se apresuró a posicionarse frente a la abominación mientras empujaba una de las mangas de su suéter más allá de su codo.
(T/N) le asintió con la jeringa en la mano, y entonces acercó su brazo descubierto hacia el infectando intentando zarandearse del agarre de los otros dos.
Escucharon el sonido de la mandíbula cerrándose contra sus propios dientes un par de veces antes de encontrar carne, y (T/N) hubiera jurado que escuchó a algunos de los soldados intentar retroceder.
Elise soltó un sonido de dolor ahogado en su garganta, claramente intentando no gritar, su mano libre aferrándose a su brazo atrapado en la boca del infectado.
Percatándose de que la abominación no pensaba dejarla ir, Arthur desenvainó su espada y corrió hasta encontrarse a sus espaldas.
—¡Abajo! —comandó.
Ivan y Alfred siguieron la orden, agachándose de inmediato.
El metal de la espada cortó por el aire sobre sus dos cabezas con un sonido suave, y pasó sin mayor aparente resistencia a través del cuello y las vértebras del infectado con un sonido mojado, como una ama de casa cortando pollo crudo para una sopa.
Cuando la cabeza cayó al pasto, todos en las cercanías se alejaron de la escena para evitar el chisporroteo de sangre proveniente de la yugular expuesta mientras el resto del cuerpo siguió el ejemplo del otro trozo.
Una vez liberada, Elise prácticamente colapsó en los brazos de su hermano, pálida, mordiéndose el labio para no gritar y sudando casi tanto como lloraba.
(T/N), teniendo ahora la vía libre, no perdió un segundo más en administrar el antídoto.
Todos esperaron en silencio, escuchando desde donde no podían ver, cómo la respiración de Elise pasaba de agitada en agonía, a débil, a forzada, y luego a dolida.
El colo regresó a su rostro a tiempo en que dejó salir un suspiro de esfuerzo, seguido de cerca de su llanto por el miedo y el dolor de su brazo.
(T/N) casi se une al suspiro grupal de alivio que siguió a los llantos de Elise en cuanto todos confirmaron que estaba bien.
La soga aguantó.
Mei es la primera en reaccionar luego del susto, poniéndose a buscar el kit de primeros auxilios entre su equipaje.
—¿Vash? —se las arregló para soltar Elise entre sus pequeños quejidos de dolor mientras los dos asiáticos se encargaban de limpiar y vestir su herida.
Vash no hizo más que dar un sonido de afirmación, indicando que la escuchaba, negándose a dejar su lado.
—Todas esas veces que te amenacé cuando éramos menores con morderte... —rió apenas, pausando para no sisear del ardor en su herida.— Lo retiro todo. Perdón.
Vash rió, un ruido callado y apenas audible, y no dejó de tener una mirada de alivio en toda la marcha de regreso a la caseta de aduanas en la frontera.
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no puedo creer que hubo gente que creyó que realmente mataría a Elise hahaha
les veo la próxima <3
-Gray
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