Capítulo 37 - El Sacrificio


"Acampar" era mucho decir, considerando que solo armaron una fogata y se echaron a un lado de la carretera a descansar.

De todas formas, mantuvieron estrictos turnos de guardia y se despertaron a la mañana siguiente habiendo sufrido ningún percance durante la noche.

—¡Ustedes! —llamó un soldado desde su línea defensiva, parte del grupo despertándose y girándose a ver qué quería.— ¡Ya llegó el coronel, vengan aquí!

(T/N) y compañía se desperezaron como pudieron, recogieron sus cosas, y avanzaron de nuevo hasta aduanas. Esta vez, los soldados abrieron paso y les dejaron cruzar al otro lado, el hombre de la estrellita esperándolos en la caseta más cercana.

A su lado estaba de pie un hombre mayor, con tres estrellitas en sus hombreras y un par de medallas en el uniforme.

—¿Entonces? —inquirió (T/N) ni bien estuvieron cerca, evitando que nadie se presentara porque, honestamente, no le importaba.

El supuesto señorón sonrió con poca gracia, al parecer encontrando algo interesante en su intento de mirada asesina.

(T/N) no estaba muy segura si sentirse orgullosa de sí misma o decepcionada del sujeto cuando leyó en mayúsculas lo que decía su mirada.

"Esta ha matado", dedujeron los ojos del tipo al verla, y parecieron llegar a la misma conclusión cuando le asintió a modo de saludo a Arthur y este se cuadró.

La (nacionalidad) no quería saber si esa era una observación positiva, o si ella y el rubio estaban a punto de meter a todo su grupo en problemas.

—Tengo entendido que quieren un suplemento constante de provisiones entregadas por aire a la capital. —el hombre habló, directo al grano.— ¿Hasta cuándo?

—Con suerte, hasta que todas las abominaciones se terminen de morir. —asintió Vladimir.

—¿Para cuántas personas? —continuó el hombre.

Ante esa pregunta, los del grupo se miraron entre ellos, haciendo los cálculos.

—Éramos cerca de cuatrocientos en el resort. —Toris recalcó.

—Si vamos a seguir admitiendo otros sobrevivientes de lugares como la comuna y la ciudad de al lado, yo diría que ese número va a seguir creciendo. —supuso Vladimir.

—Mil personas. —declaró la (nacionalidad).— Si eso es demasiado para una organización que se encarga de millones, entonces supongo que tendremos que arreglárnoslas con provisiones para ochocientos.

Provisiones para mil era más que suficiente, tal vez demasiado. Pero (T/N) no quería arriesgarse a pedir una estimación acertada porque no sabía qué implicaban las provisiones para comenzar. ¿Estaban estrictamente racionadas a las necesidades de los soldados? Era probable. Y si ese era el caso, pues entonces no había forma que les alcance para todos.

—Mil personas. —repitió el hombre, asintiendo.— ¿Cómo sé que no son unos pendejos viniendo a engañarnos?

—Porque unos simples pendejos no se harían la travesía desde la capital hasta la frontera para discutir con uniformados sobre provisiones que podrían no recibir. —retortó (T/N).

—Tus palabras no son prueba suficiente. —el hombre musitó.— Nada me dice que efectivamente vienen de la capital.

—No hay forma de probar que venimos de la capital. —Arthur siseó, irritado.

—Entonces pruébame que de verdad están haciendo algo al respecto de esas cosas. —se encogió de hombros el tres estrellas.

El rubio estuvo a punto de ladrarle algo, pero la (nacionalidad) lo detuvo con una mano alzada hacia él.

—Tenemos un antídoto. —reveló ella.

Hubo un silencio tenso en la caseta, todos los hombres presentes y escuchando desde fuera pausando en lo que sea que hubieran estado pensando para repetir sus palabras mentalmente.

—Si se administra a tiempo, puede salvar a una persona infectada de convertirse en una de las abominaciones. —continuó la (nacionalidad).

Vash deshizo la venda en su brazo y extendió su puño hacia delante, dejando a la vista de todos la aterradora cicatriz de lo que claramente había sido una mordida humana salvaje.

—Funciona. —explicó (T/N), como si el brazo de Vash no les acabara de decir exactamente lo mismo. Su voz sí pareció sacarlos de su estupor, por lo menos.— Es gracias al antídoto que logramos retomar la ciudad, y por lo que no tuvimos mayores preocupaciones de realizar este viaje.

Los soldados no parecían convencidos.

La (nacionalidad) debió suponer que algo así pasaría. Decir que tenían un antídoto y mostrar una herida que, mientras convincente, no era más que algo visual; definitivamente no eran pruebas suficientes para convencer a alguien de algo tan... poco creíble.

La única forma de probar que no estaban mintiendo era demostrarles que funcionaba.

Lo cual implicaba someter a alguien a la agonía de ser mordido por un infectado.

Y, como buenos soldados, lo más probable era que no les dejaran probarlo en uno de ellos porque, bueno, no sabían si funcionaba.

Entonces-

—Pruébenlo. —retó el hombre.

(T/N) trató de no suspirar del cansancio.
Por supuesto.

—Búsquenme un infectado, y entonces lo probamos. —retortó Cosette.

—Les acompañaremos a buscar uno. —asintió el hombre, entretenido.

Mientras un pequeño grupo de soldados se preparaban para salir, el grupo de la (nacionalidad) se movió hacia un costado para discutir lo que estaba a punto de suceder.

—De acuerdo, vamos a empezar negando que Vash, Arthur y (T/N) sean voluntarios para este desastre. —decretó Sadik.

—Eh- Espera, ¿por qué? —se confundió la (nacionalidad), quien, obviamente, había estado a punto de ofrecerse.— Todo este desastre fue mi idea, ninguno de ustedes tendría que--

—Tu idea esto, tu idea lo otro, ¡lo sabemos! —refunfuñó Cosette.— Fue tu idea, sí, pero nosotros decidimos seguirte voluntariamente. Esto es tanto nuestra responsabilidad como es la tuya, asi que deja de actuar como si nos hubieras obligado a venir.

(T/N) no estuvo muy segura de cómo responder a eso, y alguien más habló antes de que pudiera formular un par de palabras.

—Me quitas la gloria de ser un tributo voluntario. —bromeó Alfred.

—No, ya la cagaste. —suspiró exasperado Lovino.

Okay, entiendo (T/N) y Vash porque ella aún se está recuperando del ojo y Vash ya ha sido mordido. Lo cual elimina también a Alfred. —Arthur regresó al tema entre manos.— Pero no entiendo por qué yo no.

—Porque tú eres otro uniformado, no tendría sentido. —rodó sus ojos Cosette.— Lo que quieren ver es que estemos dispuestos a "sacrificar" a uno de nosotros para probar nuestro punto. Si lo hacemos con el que consideran el "más apto", entonces perdemos el punto.

—Yo no soy el que está en casaca de policía. —notó el rubio, petulante, pero los demás optaron por ignorarlo.

—Entonces yo lo haré. —decidió Elise.

—No, yo. —negó Sadik, interrumpiendo a Ivan, quien probablemente había estado a punto de ofrecerse a sí mismo, también.

—Si quieren ir por el "menos apto", entonces yo soy una de las mejores opciones. —la rubia insistió.— No tengo miedo, sé que el antídoto funciona. Si salvó a Vash, entonces me salvará a mí también.

—Tendríamos cicatrices que combinan. —musitó su hermano, al parecer entretenido.

—¿Lo ves? Deja que yo lo haga, mi tolerancia al dolor es más alta de lo que parece. —Elise asintió.

Era evidente que nadie en realidad quería pasar por una mordida y casi morir, pero también era obvio que nadie quería dejar que Elise, entre todos, fuera la que usarían de demostración.

Sin embargo, también estaba claro que nadie temía realmente por su vida, ya que todos eran conscientes de que el antídoto la salvaría.

Así que no les quedó de otra más que aceptar, y seguir a los soldados fuera de la caseta y hacia la carretera, pasando aduanas.

(T/N) no tenía ninguna razón para estar nerviosa. Y, aún así, mientras avanzaban sobre sus pasos de vuelta a la zona donde estaban los infectados muertos en la carretera, no podía evitar que un lado de ella no quisiera encontrar una abominación.

Sabía, tanto como los otros, que Elise saldría en una pieza y viva de esto. Lo sabía, porque ella misma había salvado a su hermano con el antídoto que cargaba en la mochila.

Pero las pruebas habían sido distinto. Las pruebas habían sido ella lanzando una soga al mar y esperando que sus conejillos de indias las tomen. Todos y cada uno de ellos la tomaron, pero la soga se rompió en todos los casos.

Hasta que (T/N) cambió la fórmula, y la soga resistió a Vash. Fue entonces que (T/N) logró jalarlo de vuelta a tierra firme, por así decirlo, y a todas las personas subsecuentes que se aferraron a la misma soga de ese entonces.

Esta soga también resistiría a Elise.

La diferencia estaba ahora que (T/N) era la que empujaría a la rubia al mar en primer lugar.

Su lado racional sabía que no había otra opción si querían que los soldados les creyeran y aceptaran enviarles provisiones para sobrevivir.

Pero solo porque sabía que no quedaba otra no quería decir que le debía gustar ni un poco lo que estaban a punto de hacer.

Debieron dejar que fuera ella.


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chan chan chaaaaaaaaaaan

les veo luego <3

-Gray

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