Capítulo 22 - El Búnker
Al día siguiente descubrieron algo que lo cambiaba todo.
Se levantaron temprano en la mañana y se pusieron en marcha tras un corto y rápido desayuno. Se mantuvieron dentro de sus roles asignados, (T/N) en las segundas líneas cuidando los traseros de los de la vanguardia y moviéndose a las filas de atrás de vez en cuando para verificar que los grupos de apoyo y los de vigilancia no estaban teniendo problemas.
A eso de las dos de la tarde, los tres grupos que se habían separado por la ciudad convergieron en la plaza sur. Dos de cada lado se retiraron a la retaguardia para intercambiar información y ponerse at tanto.
Lovino, Romeo, Sadik y Arthur, quienes habían estado divididos entre los otros dos grupos, parecían estar en una pieza.
-Debemos llegar al búnker de emergencia de inmediato. -Arthur sentenció, apresurado, Sadik siguiéndolo de cerca. Los hermanos italianos les miraron confundidos.
-¿Un búnker de...? ¿Te importaría explicar? -Lovino demandó, Romeo frunciendo el ceño ante el tono de su hermano.
Arthur los observó como si debatiera entre preguntarles si hablaban en serio o preocuparse.
-Esta ciudad tiene un búnker subterráneo en caso de emergencia. -Vash explicó, suponiendo que esos dos no eran de esa ciudad.- Se supone que, en caso de una guerra o algo y con alarma de ataque aéreo, los residentes deberían dirigirse a la plaza central para refugiarse ahí.
-Pero... pensé que todo esto había iniciado en el centro. -(T/N) comentó, extrañada.- ¿Por qué querrías ir hacia el epicentro para refugiarte ahí...?
-Porque, en teoría, el centro sería el primer lugar en despejarse. -Arthur insistió, como si supiera que era difícil de explicar pero sin tiempo que perder.- Los infectados avanzarían hacia afuera antes de regresar para seguir buscando presas, lo que te daría una ventana de tiempo en la que podrías acceder al búnker sin problemas.
-Para cuando la gente hubiera reaccionado y recordado lo que debían hacer, es posible que esa ventana estuviera abierta. -Sadik añadió, corroborando la idea del rubio.
-Pero no duraría mucho, y aunque el búnker está bien equipado, no tenemos idea de cuántas personas se encuentran ahí ahora mismo. -Vash musitó, pensativo, entendiendo el problema.- Deben estar atrapados, una concentración así de gente es incluso mayor a la del resort, no hay duda de que los infectados...
El silencio reinó por un momento mientras los presentes sopesaban todo.
Tras la pequeña reunión, los grupos volvieron a separarse en dirección al centro de la ciudad. Establecerían un pequeño perímetro alrededor de la zona central y luego cerrarían la formación en la plaza para acorralar a lo que fuera que estuviera ahí.
Eran las cuatro de la tarde para cuando llegaron, y fue evidente de inmediato que algo andaba mal.
La plaza estaba recubierta de abominaciones caminando de un lado a otro, como si sintiesen algo pero no supieran de dónde venía. La gran mayoría estaban congregados en lo que (T/N) solo podía suponer eran las entradas al búnker subterráneo, una escena parecida a la que encontraron cuando hallaron el resort bajo ataque, pero multiplicada varias veces.
Los médicos se alistaron a lo largo del perímetro y la vanguardia lanzó su ataque sobre los infectados. La idea era rodear la plaza e ir cerrando el círculo hasta acorralar a los "sobrevivientes" en la estatua central, despejando las entradas al subterráneo para que los grupos de apoyo ingresaran a ver cómo estaba la situación ahí abajo.
Treinta tensos y ruidosos minutos tuvieron que pasar antes de que la voz de Alfred resonara sobre la plaza anunciando que era el turno de los grupos de apoyo. (T/N) y compañía pusieron manos a la obra, separándose en dos para cubrir ambas entradas al mismo tiempo.
Con Ivan a su costado entre los de apoyo y Elise, Cosette y Romeo detrás con los médicos, bajaron las casi interminables escaleras hasta las grandes puertas de metal separándolos del búnker, teniendo que acabar con un par de infectados en el camino.
-¡¿Hay alguien ahí?! -Cosette alzó la voz mientras Ivan tocaba la puerta con fuerza, casi golpeándola, intentando hacerse oír sobre el barullo en la plaza.
-¡Hemos venido a ayudar! -Romeo secundó.
Hubo un silencio sepulcral por cerca de un minuto.
-¡Apártense de la puerta si están ahí! -(T/N) exclamó, pues no podían seguir perdiendo tiempo.
Los médicos que se habían acercado a la entrada también obedecieron sus órdenes, retrocediendo. Los de apoyo se juntaron cerca a las puertas de metal y empujaron entre varios para abrirlas. Realizaron tres arremetidas antes de que las bisagras cedieran y las puertas cayeran hacia dentro, los que habían estado al frente cayendo con ellas.
La (nacionalidad) se escurrió fuera del tumulto de gente caída y apuntó a la habitación principal con su linterna.
Se quedó inmóvil.
En ese momento, la puerta directamente frente a ellos al otro lado de la estancia también cayó, y de entre el tumulto emergieron Matthías y Lovino, el rubio iluminando el lugar con su propia linterna.
Mientras los demás de apoyo en ambos lados se recuperaban de la caída y los médicos ingresaban, los que estaban al frente dejaron que la imagen se grabara en su memoria por un momento.
Era una escena indescriptible. Lo primero que surgió en la cabeza de (T/N) fue, además de las ganas de salir corriendo de inmediato y vomitar, la imagen mental que el libro Ensayo Sobre la Ceguera había dejado en su consciencia cuando lo leyó para una clase de literatura en el instituto.
Pero esto era diferente, de cierta forma. Las personas aquí dentro no habían estado ciegas, habían estado completamente conscientes de lo que hacían y lo suficientemente cuerdas para racionalizar las cosas.
Entonces... ¿por qué?
Algo había ido terriblemente mal ahí abajo. Mientras los médicos corrieron dentro, casi en pánico, en busca de alguien a quien aún pudieran salvar, (T/N) permaneció de pie frente a la puerta sumergida en sus pensamientos.
¿Qué diablos había pasado? Ella solo podía imaginar. Entre los refugiados debían haber habido personas susceptibles al pánico y a la presión, y otras dispuestas a tomar ventaja de eso. Después de todo, habían estado encerrados ahí por casi un mes.
El piso estaba, por suerte, en su mayoría limpio. Había claras indicaciones de lugares que debieron haber tenido sangre y vómito en algún momento, y otras en las que aún había. La estancia principal, la más grande y en la que se encontraban los colchones con las mantas y las pocas pertenencias que los refugiados llevaban con ellos cuando ingresaron, era en la que se encontraban ellos ahora. Había una pila de cuerpos en una esquina de la gran sala cubiertos apenas por un par de mantas teñidas marrón y rojo oscuro de la sangre seca, gente (ojalá solo inconscientes) esparcidos por el piso y los colchones, delgados y deshidratados; y una segunda pila de cuerpos en la esquina opuesta a la otra, también apenas cubiertos por mantas teñidas.
Cubriendo sus narices y bocas, los médicos ingresaron a las salas anexas que, si (T/N) no estaba mal informada, debían ser los baños y la cocina.
Ella se negó a ir, solo podía imaginar lo que había ahí dentro y no le gustaba.
Una mano posándose en su hombro la sacó de su estupor, y se giró para encontrar a Ivan, quien le regaló una mirada de expresión tensa.
El suave apretón en su hombro la ayudó a recordar lo que habían venido a hacer ahí, y asintió en silencio a modo de agradecimiento.
Con mucho esfuerzo y teniendo que salir a tomar aire cada dos minutos, los grupos de médicos y los de apoyo se las arreglaron para sacar a veinticinco personas, todas o inconscientes o al borde de desmayarse. Dejaron las puertas abiertas para que el hedor se fuera y poder, luego, dedicarse a limpiar el lugar y enterrar a los cuerpos.
Por ahora, tenían más cosas de las que preocuparse. Veinticinco personas incapaces de moverse por su cuenta estaban ahora bajo su cuidado. Eso quería decir que debían delegar a por lo menos veinticinco de los de apoyo o médicos para cargar con ellos mientras se movieran por la ciudad.
Iban a tomarse más de lo planeado.
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Para quienes hayan leído Ensayo Sobre la Ceguera, de José Saramango, saben a lo que me refiero y por lo que la prota se alegra de que los pisos estén limpios lol
Para quienes no, les recomiendo leerlo. Es muy bueno, y no tan largo (unas 416 páginas en la versión que yo leí, o sea como un par de centímetros máximo de grueso). No es lo que el título da a entender con lo de "ensayo", les aviso. Es una novela distópica (no del tipo de las de hoy en día lol), la premisa es básicamente que un día las personas comienzan a volverse ciegas y solo pueden ver blanco, así de la nada, por lo que creyendo que es algún tipo de enfermedad infecciosa el gobierno encierra a los primeros casos en un hospital/manicomio en desuso a modo de cuarentena.
Como es de esperarse, las cosas salen terriblemente mal. Es súper interesante como una especie de reflección acerca de la naturaleza de los humanos cuando son privados de su principal sentido.
Aunque, si son algo (o peor, bastante) sensibles a temas... explícitos y/o sensibles, entonces me temo que sería mejor que leyeran algún tipo de resumen o reseña para saber de qué va, ya que la novela misma es muy pero muy cruda (no tanto como 120 días de sodoma, pero igual).
Como sea, nos vemos el martes que sigue ^^7
Les loveo <3
-Gray
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