Capítulo 2 - Dos Pares de Hermanos


Condujeron en silencio sin un destino fijo, pero pensando en llegar a la zona norte en la que se reportaban los inviernos más fríos.
Y estaba por comenzar el invierno, de todas formas.

Pero a (T/N) le preocupaba algo. No era inmediato, pero era como ese tipo de preocupaciones por lo que va a pasar dentro de un tiempo.
¿Dónde y cómo iba a vivir? ¿De dónde iba a sacar la comida? ¿Cómo encontraría un lugar lo suficientemente seguro como para instalarse y vivir hasta que todo haya pasado?
O aún más preocupante: ¿pasaría? ¿Morirían eventualmente las abominaciones, o se alimentarían de los cadáveres y vivirían por mucho tiempo más?
No lo sabía, y la incertidumbre le asustaba.

Avanzaron en la oscuridad de la madrugada por la carretera que llegaba a los clubes de campo. En esa época no deberían haber muchos campistas, por lo que al menos tenían la certeza de que no habría muchas abominaciones.
Incluso tenían la pequeña esperanza de que no hubiera, ya que tal vez aún no habían llegado a esa zona.

Oh, lo equivocados que estaban.
Ya se había expandido hasta esa área.

Llegaron a eso de las dos de la mañana casi sin gasolina, por lo que dejaron el auto sin importarles mucho. Se bajaron a la espalda del edificio principal de un centro de campamento.

Ella cargó a los niños y los colocó con cuidado en el piso, algo sorprendida de que no se hubieran dormido en el camino. El policía se dio la vuelta al vehículo y corrió a abrazar a su hermano, arrodillándose a su lado mientras el pequeño se aferraba al uniforme del mayor.

-Peter... -murmuró el oficial, acariciando los cabellos del otro.
-Arthur... tengo hambre, y frío, y sueño... -sollozó el niño, dejándose abrazar.
-Vamos a buscar un lugar pequeño y seguro para dormir, ¿bien? -le aseguró el de ojos esmeraldas, separándose y limpiando las lágrimas del infante con su pulgar.- Tiene que haber comida por aquí.

El pequeño asintió en silencio y tomó la mano de la joven. El otro niño y la niña estaban tomados de la mano para no separarse, y la pequeña le daba la mano a la mayor.
(T/N) miró al joven.

-Así que te llamas Arthur. -sonrió a penas, hablando en voz baja por miedo a que hubiera monstruos cerca. Necesitaban un nombre para esas cosas.
-Arthur Kirkland, lamento no haberlo dicho antes. -sonrió de vuelta él, poniéndose en pie.- Ellos dos son Aurel y Wendy, son compañeros de Peter. -miró a los dos niños y luego volvió a mirarla a ella.- ¿Y tú?
-Ah, yo soy (T/N) (T/A).

El oficial asintió con otra pequeña sonrisa cansada y avanzó dentro del lugar, seguido de los tres niños y ella.

Caminaron lentamente y en silencio por los pasillos, deteniéndose en algunas esquinas para esperar que alguna abominación deambulante pasara de largo.
Al cabo de quince minutos encontraron la cocina. Estaba hecha un desastre, con cosas tiradas por todos lados y una gran cantidad de comida regada por el piso. Hacían falta la mayoría de utensilios, pero supusieron que los campistas debieron correr ahí para armarse de alguna forma con los cuchillos, mazos o rodillos.

Rebuscaron entre los cajones y los almacenes, tratando de buscar algo que aún pudiera comerse. Seguida de Aurel y Wendy -pues Peter fue tras su hermano- (T/N) se dispuso a guardar algunas provisiones en su improvisada mochila-manta.
Tuvo la fortuna de encontrar tres secadores, así que de esa forma separó lo que guardó. En uno metió latas de comida: frijoles, duraznos, atún, y otras cosas; junto con un par de bolsas pequeñas de arroz. En otro guardó sal, pimienta y esas cosas; además de utensilios básicos envueltos en servilletas. En el último envolvió unos pequeños bowls, tazas de plástico y una pequeña olla.
Sueltos en la mochila guardó una caja de fósforos, una cantimplora que llenó con agua y una barra de jabón aún dentro de su empaque.

Arrimaron tres bancos cerca de la isla de la cocina y trabaron la puerta. Mientras (T/N) ayudaba a los tres infantes a sentarse, Arthur arrimó las cosas que estaban tiradas sobre la mesa un poco para tener algo de espacio.
El policía colocó sobre un plato las frutas que había encontrado, junto con un gran trozo de queso, pan y vasos.
Sirvió jugo de una botella y se apoyó contra la isla a cortar el pan.

(T/N) se sentó en un espacio libre sobre la mesa y tomó una manzana, observando cómo los niños pelaban una mandarina y comían uvas. Arthur les pasó una rodaja de pan a cada uno y tomó el trozo de queso, pasando una rodaja de igual manera.
Comieron pan con queso y frutas en silencio.

Una vez hubieron saciado su hambre, los tres infantes comenzaron a poner caras de tener sueño. El oficial rebuscó por la cocina una última vez y tuvo la fortuna de encontrar una riñonera. La acomodó sobre su correa, con cuidado de que no obstruyera el estuche con su pistola ni el palo de contención que tenía del otro lado.
Guardó comida en el pequeño espacio que tenía y cargó a su hermano con un brazo.

-Busquemos dónde dormir. -susurró.

La joven asintió y cargó a los otros dos, siguiendo al rubio fuera de la cocina y a través de los pasillos. Anduvieron a tientas y en silencio, evitando pasar por donde hubiera algún monstruo deambulando, hasta que encontraron la sala en la que el staff debía guardar todas las mantas, almohadas y toallas.
Lamentablemente, la puerta estaba destruída. Y no había muebles cerca para trabar la entrada.

Ingresaron a la sala de todas formas, abriendo uno de los armarios integrados a la pared para descubrir que estaban llenos de mantas gruesas.
Como igual necesitaban dormir, y no quedaban demasiadas horas para que amaneciera, decidieron que podrían acomodarse dentro del gran armario entre todas las telas.

Sacaron unas cuantas para dejar espacio y entraron, echados encogidos en bolita. (T/N) a un lado, seguida de Wendy, Aurel, Peter y Arthur. El oficial cerró la puerta corrediza con seguro desde dentro y con su cuchilla perforó un par de hoyos pequeños en la madera para que entrara aire.

Los cinco se acurrucaron como pudieron y cerraron los ojos para dormir.
Por suerte, el resto de la madrugada transcurrió tranquila y sin problemas.

Se levantaron a eso de las ocho y regresaron a la cocina a tientas. Rebuscaron por más comida y se sirvieron de lo que había, asegurándose de estar bastante llenos antes de dejar el lugar.
Pues no era seguro, se encontraba demasiado cerca de la ciudad todavía.

De modo que se las arreglaron para salir sin que ninguna abominación les siguiera y decidieron internarse en el bosque. ¿Por qué? Pues entonces reducían las probabilidades de encontrar más personas transformadas.
O infectadas. Infectados era un buen nombre. Caminantes tampoco era mala idea, pero infectados sonaba más apropiado.

Si las suposiciones de la joven eran acertadas, entonces los infectados estaban buscando gente sana a la cual contagiar. Debían estar dirigiéndose a las ciudades y avanzando por carreteras.
Por lo que el bosque sonaba como la mejor opción.

Avanzaron tratando de no pisar tanto la hojarasca por cerca de dos horas, probablemente en círculos. Al cabo de ese rato llegaron a una valla rota que les separaba del área de picnic del mismo centro de campo en el que habían pasado la noche.
La valla rota les indicaba que era probable que los campistas que sobrevivieron hubieran tenido la misma idea que ellos y hubieran huido al bosque.
Pero eso no fue lo que los hizo quedarse a ver.

En la zona de picnic pudieron ver a un joven de la edad de ellos. Estaba relativamente lejos, pero podían distinguir su cabello castaño y su saco de invierno carmesí. Se hacía algo asustado y con determinación a un palo de madera grueso y fuerte, repartiendo golpes a diestro y siniestro al grupo de infectados que le rodeaban.
Uno de los niños al lado de la joven se asustó.

-¡¡Vladimir!! -gritó Aurel, desesperado, y solo entonces Arthur pareció percatarse de algo.
-¡Es el hermano de Aurel! -exclamó el policía, más para informarle a ella que a los niños.- Debe haber ido a buscar a su hermano a la escuela como yo, pero no lo encontró...
-¡Bien, ¿pero por qué hablan tan alto?! -gritó en un susurro la joven, viendo cómo los infectados se giraban a verles tras oír el grito del niño.

Al ver que los infectados se distraían, el joven castaño se giró para ver qué pasaba y reconoció al pequeño, batiendo la cabeza de uno de los monstruos en el proceso.

-¡¡Aurel!!

La mitad de las abominaciones fue tras la joven y su pequeño grupo y el resto se quedaron a atacar al castaño. Aurel comenzó a correr hacia su hermano, pero (T/N) lo levantó del piso y evitó que se acercara a las criaturas.
El oficial se paró frente a ella y los infantes y desenfundó su pistola.

La joven abrazó a los niños y evitó que observaran lo que sucedía en frente. El policía voló las cabezas de los infectados de un balazo cada uno y corrió hacia el castaño, ayudándolo con un par.
Una vez todos los monstruos estuvieron tirados en el piso, muertos; el joven y el rubio regresaron corriendo hacia ella.

Aurel se lanzó a los brazos de su hermano y la joven cargó a Peter y a Wendy, corriendo junto con Arthur tras los otros dos y de vuelta en el bosque.
Los disparos muy probablemente habrían alertado a otros infectados en el área y podían alcanzarles si no se iban de inmediato.

Corrieron a través del bosque con el policía a la cabeza y su pistola lista para defenderles. El castaño cargaba a su hermano y aún se aferraba al palo que había usado contra los infectados.
Bueno, parecía desarmado, así que (T/N) supuso que preferiría tener algo con lo que defenderse a tirar una rama tan fuerte.

Pasaron cerca de cuarenta minutos antes de que se cansaran (en el caso de ella, antes de que la adrenalina dejara de hacer efecto) y decidieran detenerse a descansar. Estaban en un área fría, y se encontraban en una zona del bosque demasiado tupida como para que la luz llegara al suelo.
No querían armar una fogata por miedo a que la luz atrajera a los infectados. Tenían muy poca información sobre ellos, por lo que no querían arriesgarse a nada.

Se detuvieron al pie de un árbol chato que esparcía sus hojas como un techo, rodeado de arbustos que añadían al pequeño escondite de hojas que se formaba debajo.
Gatearon hasta que los seis se hubieran sentado cómodamente y trataron de normalizar sus respiraciones.

Los niños se sentaron juntos a un costado mientras los otros tres jóvenes los rodearon. El castaño tomó el palo que tenía y abrió su pequeña riñonera, sacando de ella una navaja suiza.
Se dedicó a tallar la madera, muy probablemente para convertirla en una estaca.

-Gracias por haber rescatado a Aurel de la escuela. -susurró, dejando de hacer lo que hacía para mirar a los otros dos a pesar de la oscuridad. (T/N) pudo distinguir que estaba sonriendo agradecido.

No lo veía muy bien debido a la oscuridad, pero podía apostar a que sus ojos eran de un color carmesí medio marrón.

-No podíamos dejar a los niños a solas, ¿o sí? -preguntó con voz suave ella en un murmullo, abrazando sus rodillas y mirando el piso de tierra. Tenía frío.
-No, es cierto. -asintió el policía.- Me alegra que te hayamos encontrado. -le sonrió ligeramente al castaño.- Ella es (T/N) (T/A), huimos juntos de la comisaría.
-Mucho gusto. -sonrió cansada ella, levantando la cabeza para mirar al otro.
-Yo soy Vladimir Popescu, el gusto es todo mío. -sonrió de vuelta el castaño.

Ella asintió y el joven regresó a su actividad de tallar el palo. El silencio cayó sobre ellos mientras descansaban, el ambiente tenso ya que aún temían por lo que pasaría.
Arthur se removió en su sitio y se quitó su chaqueta de uniforme policial, quedándose en su camisa blanca y ganando una mirada de confusión de la joven.

-¿No tienes frío? -cuestionó ella, abrazando sus rodillas más cerca.
-Tengo calor. -suspiró el policía como si fuera obvio.- Debajo de esta camisa aún tengo un polo.
-¿M-Me puedes dar tu chaqueta entonces? Yo sí que tengo frío... -susurró ella, frotando sus brazos en un intento de entrar en calor. Después de todo, solo traía su vestido encima ya que estaba usando la manta para cargar con las provisiones.
-Pfft, claro. -se burló de broma el oficial, entregándole la casaca.

(T/N) murmuró un pequeño "gracias" y sostuvo la prenda entre sus manos. Era de color azul oscuro -aunque con esa oscuridad se veía negra- y tenía bolsillos en cada lado del pecho. Se quitó la mochila-manta y la dejó con cuidado a su lado, pasando sus brazos dentro de la casaca y colocándosela: le quedaba grande. No le quedaba enorme, pues el policía era bastante delgado y no era tanto más grande que ella, pero sí le quedaba suelta. Las mangas cubrían un poco sus manos y al cerrarla igual quedaba un espacio.
Pero estaba cálida y olía a hojas de té.

Una vez tenía la casaca puesta, volvió a colgarse la manta-mochila al hombro de forma cruzada y abrazó sus rodillas, mucho más cálida.
Vladimir la había estado observando.

-¿Mejor? -preguntó algo divertido en voz baja, aún tallando su palo de madera.
-Mucho mejor. -sonrió a penas ella.


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Heeey ewe

Como ya se han presentado, supongo que dejaré los diseños por aquí~

Nos vemos el martes que sigue ^^7

Les loveo <3

-Gray

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