Capítulo 10 - El Resort
El siguiente día fue tal vez el más incómodo, pero aún así pacífico, que (T/N) había tenido desde el inicio del caos. Se pasaron el día entero en la cabaña, trabajando la tierra, leyendo y tiradas en los sillones de la sala sin nada que hacer. La niña, por suerte, podía entretenerse sola (algo que, si se tomaba en cuenta que no tenía hermanos, la joven no sabía por qué no lo supuso antes); pero la mayor era la que más se aburría conforme pasaban las horas.
No podía hablar con la pequeña, no tenía de qué, no había nada que hacer y salir no era una buena idea.
Llegada la noche y cuando Wendy ya estaba durmiendo con calma en el dormitorio, la (nacionalidad) intentaba al menos tener algo de sueño leyendo un libro en la sala.
Aunque a penas estaba prestando atención a su lectura.
Sin tener mucho más que hacer, sacó la radio del estudio y bajó de nuevo a la sala para ver si lograba captar alguna señal.
Pasó cerca de cinco minutos dándole energía y rotando el dial con cuidado hasta que comenzó a escuchar una voz.
Le bajó el volumen lo más que pudo.
—Esta es una llamad-... todos los sobrevivientes. Repi-... ... -na llamada a todos los sobrevivientes. —sonó con estática entrecortada. Era la voz de una mujer, al parecer con urgencia.— Nos encontramos en el resort de la montaña, entre- ... ...-ya hemos limpiado el área de infectados y hemos- ...-ado una barricada. Es seguro hasta ahora. —continuaba.— Esta es una llamada a las siguientes personas...
La mujer proseguía a recitar un listado de gente entre las que no se encontraban ni ella ni la niña ni alguien que conocieran.
—Si están con vida- ...-scuchan esto, por favor, sus familiares los están- ...-scando. —pidió la mujer.
(T/N) apagó la radio y se quedó un momento pensando sobre el sofá.
¡La gente se estaba organizando para quedarse en un lugar! Y al parecer se estaban protegiendo entre ellos, e incluso ayudando a los demás a buscar a sus seres queridos.
Esas eran buenas noticias.
Eso quería decir que podía ir y dejar a Wendy a salvo con ellos, ¿verdad?
Un momento.
¿Dejar a Wendy...?
A la mañana siguiente, la joven se levantó más temprano que la niña y se paseó por la cocina, pensando en su idea de la noche anterior.
Porque era una buena idea, ¿no? Dejar a Wendy con bastante gente, probablemente adulta y responsable, era mucho mejor que tener que estar cargando con ella por su cuenta. Podría hacer todas las excursiones a la ciudad que quisiera y no tendría que estar pensando en proteger y alimentar a alguien que no fuera ella misma.
Era perfecto, ¡ya no tendría que cargar con la niña-!
¡No, alto! Era una buena idea, pero no podía pensarlo de esa forma.
¡No era la culpa de Wendy que le hubiera tocado estar justo con una joven que no podía cuidar de ella! No era una carga.
No, no lo era.
No lo era.
No-
—¿(T/N)...? —la llamó la pequeña, somnolienta, bajando las escaleras y sacándola de su tren mental.
La (nacionalidad) se reprimió mentalmente a sí misma por pensar de una manera tan egoísta y cruel hacia la niña, y decidió concentrarse en lo que debía hacer ahora.
Convencerla para salir.
—Wendy, hoy voy a llevarte a un lugar seguro. —anunció la joven, firme. Ante la mirada de sorpresa de la niña, continuó.— Ya no vas a tener que volver a salir a la ciudad una vez que estés ahí. Estarás segura.
—¿Y tú, (T/N)? —preguntó Wendy, caminando hacia ella.— ¿Por qué dices que yo voy a estar segura? ¿No vas a quedarte conmigo?
La (nacionalidad) recordó el frasquito que tenía guardado en lo profundo de la mochila, y decidió que no había forma de que se pudiera quedar en un lugar con mucha gente.
Aún no sabía qué hacer con la prueba final, pero sí sabía que debía mantenerla lejos de congregaciones de personas.
—Yo no puedo quedarme con mucha gente. —dijo sin dar más explicaciones.— Pero tú sí, y te aseguro que ahí te vas a divertir mucho más que aquí. No dudo haya más... —se quedó en silencio por un rato. ¿Habría más niños de la edad de la pequeña? Tal vez.— Podría haber más niños de tu edad.
Luego de un par de minutos de conversación y diez de desayuno, las dos estaban dejando el claro para internarse en el bosque.
La niña había estado asustada de la idea de volver a salir, pero parecía aceptarlo si eso significaba llegar a ese refugio.
Así que se pasaron el resto de la mañana caminando alrededor del bosque, a través de la carretera y hacia la otra cadena montañosa. (T/N) sabía a qué resort se refería la mujer de la radio; no había otro en la zona y no podía estar tan lejos porque de otra forma no hubieran captado ninguna señal.
Pero como solo sabía llegar por la pista y no quería perderse en ese bosque, tuvieron que arriesgarse a caminar por la ruta más peligrosa.
A eso de las dos de la tarde fue que divisaron las rejas frontales del resort a la distancia. En el camino se habían encontrado con dos docenas de infectados, de los cuales seis habían logrado evadir y el resto habían tenido que ser eliminados como se los presentó la ocasión (dos fueron peleas directas y la joven se pasó el resto del camino más alerta que nunca).
De pie tras las rejas del resort, probablemente montando guardia, había dos jóvenes. Uno tenía el cabello marrón oscuro y una mirada aburrida, mientras que el otro era un rubio...
Un rubio que la (nacionalidad) sintió haberlo visto antes, pero no recordaba dónde.
Ella y la niña se aproximaron con calma y ambos jóvenes sostuvieron sus respectivas armas de manera defensiva. Al ver que iba con una infante, sin embargo, se calmaron un poco.
Y, es más, el rubio la reconoció.
—¡Ah! —exclamó, dejando que su raqueta de frontón colgara de su muñeca.— Tú eres... eh, ¡eres la chica que me regaló alcohol etílico y algodones!
—¿Qué? —el otro se sorprendió, regresando su mirada a la (nacionalidad).
Entonces (T/N) se acordó del rubio. ¡Era el escandinavo que las había salvado sin saberlo la primera vez que regresaron a la ciudad!
Era cierto que no sabía su nombre. Vaya, el mundo era tan pequeño.
—Hola. —saludó algo nerviosa la joven, sin saber qué hacer.— Los escuchamos por la radio.
—Ah, vinieron por eso. —el de cabello marrón se relajó, clavando el remo que cargaba en la tierra y cruzándose de brazos.— ¿Parientes de alguien?
—No, en realidad. —la joven negó.— Venía a preguntar si había lugar en el resort para ella. —indicó a Wendy, quien se escondió tras su pierna.
—¿Hermana tuya? —preguntó el rubio, curioso, caminando para abrir la reja.
—No. —negó de nuevo ella. Los jóvenes abrieron la reja apenas para que pasara y la cerraron de inmediato.— No, solo resultó que coincidimos y... bueno, la he estado cuidando desde entonces.
El de cabello marrón soltó un sonido de entendimiento mientras aseguraba la reja, y el rubio se arrodilló para estar al nivel de la niña.
—Hola. —saludó con una sonrisa.— Yo soy Matthias. ¿Cómo te llamas?
—... Wendy. —murmuró la pequeña, pero los tres la oyeron.
—¿Wendy? Es un nombre muy bonito. —comentó Matthias. La niña dejó de aferrarse a la pierna de la mayor.— ¿Cuál es tu apellido? —ante la mirada confundida de Wendy, prosiguió.— Tu apellido. El mío es Køhler, así que mi nombre entero es Matthias Køhler. ¿Cuál es el tuyo?
Wendy continuó mirándolo con expresión confundida, así que el rubio se levantó y dirigió su mirada a la mayor en busca de respuestas.
—Tiene como cinco años. —informó ella, y Matthias suspiró. Al parecer comprendía.— Yo tampoco sé más que su nombre.
—Bueno, eso es útil. —comentó sarcástico el de cabello marrón, regresando hasta su remo y sacándolo de la tierra.— Aunque no creo que sus padres estén aquí. —se giró a verla.— Ya hubieran pedido que la busquemos.
Ahora fue el turno de (T/N) de suspirar, rendida, porque el joven tenía razón.
—Mis papás vendrán por mí. —dijo de pronto la niña, como si los defendiera.— Dijeron que eso harían, y lo harán.
Los otros tres intercambiaron miradas de pena.
—Seguro que sí. —le sonrió amable Matthías a la pequeña.
—¿Se puede quedar? —inquirió la mayor.
—Por supuesto. —declaró el de cabello marrón, como si fuera obvio.— Apenas hay niños aquí, nos alegra ver que una más haya sobrevivido. —añadió, para luego mirar a (T/N).— ¿Y qué hay de tí?
—Yo no. —sonrió por cordialidad ella. Ojalá no preguntaran por qué.
—Eh, pero... ¿por qué? —preguntó Matthías, y la (nacionalidad) sintió ganas de mandarle una mirada asesina.— Este es el lugar más seguro que vas a encontrar.
—Pero... —la mayor desvió la mirada. Sabía que el rubio se equivocaba, pero no iba a revelar su escondite en ese momento. Solo esperaba que la niña no lo hiciera.— Sucede que estoy buscando a alguien. —mintió. Una mentira como esa no dañaba a nadie.— Así que no puedo quedarme por ahora.
Los dos jóvenes le regalaron miradas de comprensión y volvieron a abrir la reja apenas para que saliera.
Una vez fuera, ella se giró a despedirse.
—Gracias, cuiden de Wendy. —sonrió una vez más por cordialidad.
—Cuídate tú también, eh... —comenzó a decir el rubio, pero se detuvo al no saber su nombre.
—(T/N). —dijo simplemente ella.— Soy (T/N).
—(T/N). —repitió Matthías, sonriendo.— Cuídate- ¡Ah! ¡Y gracias de nuevo por lo de la otra vez!
Si saber qué más decir, la joven volvió a sonreír y emprendió su camino de regreso a la cabaña.
A solas.
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Nos vemos el martes que sigue ^^7
Les loveo <3
-Gray
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