Capitulo 9.
Berry está huyendo.
Me detengo frente a la habitual puerta de madera, sabía que él estaba ahí, era la habitación de mis pesadillas, él siempre estaría ahí. Trato de alejar el temor, pero no puedo, solo debo pretender ser fuerte porque nunca lograré serlo. Abro la puerta y lo primero que veo son esos ojos azules, malévolos como el infierno, hoy no va a ser generoso, hoy va a ser malo, muy malo.
—Oh Berry, preciosa, ven con tu dueño.
Y debo avanzar hacia él, debo estar con él, porque si no va a ser mucho peor.
Sé que va a castigarme, no debí haber salido de la habitación de su casa, tuve que quedarme a su lado. Su hija nunca tuvo que verme. Nunca. Y ahora por mi estupidez él va a hacerme daño. Lo único que me reconforta saber es que esta era mi única manera de huir de este lugar.
Víctor me toma fuertemente del cabello haciéndome gritar, me lanza sobre el colchón y luego se sube sobre mí casi quitándome el aire.
—¿Crees que he sido duro contigo? Lo que te voy a hacer hoy dejara esas noches como si hubiesen sido una caricia para ti. Sobrepasaste mis límites, Berry.
Y ahí lo sentí, el primer golpe hacia mi espalda. El fuerte grito retumba en las paredes de la habitación de torturas.
—¿Te gusta mi nuevo juguete?—coloca su nuevo juguete frente a mi rostro y me percato que es un cinturón de cuero. Aunque me lo imaginé luego de sentir el primer golpe—. ¿Qué tal si probamos cuanto puedes resistir?
—Eres un psicópata hijo de puta.
—Oh, mi Berry, eso te hizo ganar otros cinco golpes con mi nuevo cinturón.
Uno.
Dos.
Cinco.
Perdí la cuenta a los diez golpes con el cinturón y déjenme decirles que duró mucho más. Mi espalda está mallugada, duele, arde y por un momento mis planes de escapar dejan mi mente, pero cuando el para y golpea mis costillas con sus puños mi mente reacciona con el dolor y me digo que no puedo vivir más así. Esto no es vida.
—Que admirable, no te has desmayado—Y eso es porque no puedo darme el lujo de hacerlo—. Ya vuelvo, iré a tomarme un whiskey. Espérame, Berry, debo estar dentro de ti esta noche antes de irme a casa.
Cuando escucho la puerta cerrarse toma todo de mí para levantarme de la cama. Cojeando camino hacia la mesita de noche, cojo la jeringa y la oculto como puedo. Vuelvo a tirarme sobre la cama y espero.
Él vuelve, me mira lascivamente y feliz de su trabajo. Apenas salga de este lugar debo ir a un hospital.
—Ahora mi premio mayor, ese agujero tuyo tan apretado y húmedo que tanto me encanta.
Se coloca sobre mí y empieza a besarme, me sostiene muy fuerte lastimándome aún más. Pero espero, espero, falta poco. Se quita sus pantalones torpemente y luego su ropa interior, posiciona su pene en mi entrada y antes de que entre en mí lo hago. Clavo la aguja sobre su cuello y dejo todo el contenido salir.
—¡Maldita, perra!
No discute demasiado, sé que su cuerpo empieza a hormiguear y sus vías respiratorias puede que se empiecen a inflamar haciendo que no pueda respirar. Esa es una de las cosas que hace una sobredosis de drogas.
Cuando Víctor cae fuertemente en el suelo yo solo puedo agradecer mentalmente a Apple por haber diluido ese cóctel de pastillas en la bebida de Víctor. Sabía que haría eso, luego de cada paliza que me daba, salía a por un whiskey y luego volvía para tenerme.
Sin pensarlo mucho, salgo corriendo de la habitación y voy rápidamente hacia la mía, tomó la pequeña bolsa con mis ahorros y es ahora que empieza la fase más sencilla de mi plan. Como salir de aquí.
Mi cuerpo duele horrores pero debo hacerlo, salgo de mi habitación dándole una última ojeada, le había dejado una carta a Apple agradeciéndole por lo que había hecho. Le había propuesto escapar conmigo pero ella se había negado. ¿La razón? Aun no lo sé y no lo logró comprender.
Me detengo frente a la puerta de la oficina de Paulette, pocos lo sabían pero ahí estaba la salida de oro, la que no tenía ninguna seguridad. Error de Paulette al haberme traído y haber entrado por ahí. Tal vez pensaba que nunca tendría las agallas de huir o que lo habría olvidado. Tal y como esperaba no había nadie dentro. No lo pienso demasiado. Hallo la puerta y sin mirar atrás salgo de allí.
Al fin soy libre.
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