Capítulo 10.
Berry está muerta. Bienvenida, Stella.
Caminé por un montón de tiempo, mis costillas no hacían más que protestar por el dolor, mi espalda pedía a gritos que la ayudara, pero el que más sufría era mi alma que me decía una y otra vez que estaba totalmente lastimada.
Fueron horas de una larga caminata hasta que por fin alguien se apiadó de mí y me llevó a un hospital. Una viejecilla que me encontró prácticamente agonizando sobre la calle. Me ayudó a registrarme en un hospital de Nueva York. No pude estar más agradecida con ella, fue como un ángel caído del cielo.
Cinco grandes cortes en mi espalda, dos costillas fracturadas y el tobillo con un esguince fue mi pronóstico. Llamaron a la policía pero no sabía si decir la verdad, no estaba lista para eso.
A solas en mi habitación esterilizada solo pensaba en lo valiente que fui, siempre estaba viviendo en el aire, sin seguridad en las cosas, esta vez me armé de valor y me convertí en una llama poderosa que hizo daño a las personas que me habían lastimado. Si, Berry fue valiente, pero ella ya no podía seguir viviendo, Berry debía morir.
Aunque Berry había muerto en esa habitación que había rondado tantas veces sus pesadillas, murió en ese momento que no dejó que Víctor Williams la lastimara otra vez.
La puerta de mi habitación es abierta y la enfermera que me ha estado atendiendo las últimas noches entra. Ella se llama Samantha, ha sido una buena compañía. A pesar de saber que debo ser más desconfiada ella me brindaba esa seguridad que alguna vez Penny me dio.
—¿Cómo está mi paciente favorita?—canturrea felizmente con una sonrisa de oreja a oreja.
—Que mentirosa eres, por un momento me sentí especial pero tu compañera, la enfermera Nancy, ya te delató, sé que le dices eso a todos tus pacientes.
—Yo les miento a los demás, realmente eres mi favorita—me hace una inspección y como siempre se sienta a mi lado—. ¿Cómo te sientes?
—Como si un camión hubiese pasado sobre mí.
—¿Eso fue lo que te pasó?
La miro en silencio, sé que está tratando de sacarme las cosas. Ella es la primera que estuvo a favor de que le contara todo a la policía.
—No vas a poder sacarme nada, Sam.
—Solo dime una cosa y te dejaré en paz, ¿fue tu pareja la que te hizo eso?
Río sin una pizca de gracia mientras niego con la cabeza.
—Nunca he tenido un novio, Sam. Realmente no creo que vaya a tener uno, al menos no ahora. No fue ninguna pareja, si, alguien me golpeó, lo conozco, se su nombre, de que trabaja y el otro lado de esa fachada de buena persona para los demás. Pero luego de pensarlo demasiado y consultarlo con la almohada tomé mi decisión. No hablaré sobre él, no le daré esa importancia en mi nueva vida. Ahora soy libre y quiero disfrutarlo. Entiéndeme y apóyame en esto.
Algo molesta, asiente a regañadientes y me alegra, sé que empezará una bonita amistad con Sam.
—De acuerdo. Pero quiero que sepas que si quieres hablar yo estoy aquí para ti.
—Gracias, Sam.
—Ahora, ¿qué es lo primero que quieres hacer luego de que salgas de aquí, Stella?
Hace tanto tiempo la gente no me decía Stella que por un momento olvidé que me llamaba de esa manera. Debo acostumbrarme, lo sé, pero por ahora aún suena extraño, por muy extraño que suene, Stella se escucha real.
—Solo... quiero vivir.
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