3. UNA CARTA DE AMOR
A la maestra Meredith le encanta ver videos de youtube en su celular, mientras que el maestro Nicolas, un hombre un poco alto, delgado, de gafas y un buen traje, se la pasa estudiando y preparando sus clases. De repente, el directo llega a la sala y la maestra suelta rápidamente el celular y para de reír. El director se dirige a ella con expresión muy seria.
—Mire esto—le muestra una hoja con unas estadísticas — ¿todavía puede reírse después de ver esto, maestra Meredith? Esta parte de acá es la del profesor Nicolas—dijo mientras señalaba las barras más altas— pero esta parte de acá es suya maestra Meredith—ahora señalaba molestamente las barras más bajas de todas.
—¿Sí, que sucede con eso señor director?
—¡¡Smith!! —gritó fuertemente el apellido de la profesora sin saber que compartía el mismo apellido con el profesor Nicolas, llamando su atención—usted no, maestro Nicolas—le dijo cambiando su tono gruñón a uno muy amable—la clase de la profesora Meredith está arrastrando a toda la escuela hacia el fondo, especialmente estos muchachos: Erika White, Mathew Collins y Layla Lewis, ¿puedes pensar en algo para lidiar con estos tres?
Mientras el director seguía alegando, a la sala entra nada más y nada menos que Sebastian, con una montaña de archivos.
—Buenas tardes—dijo Sebastian dirigiéndose hacia el director de su clase, el maestro Nicolas.
—Pero miren a quién tenemos acá, el orgullo de esta escuela, Sebastian Cooper un buen muchacho y buen estudiante, si tuviese una hija le rogaría que saliera con él—dijo el director con otro semblante.
(...)
—Vamos, esto terminará pronto— nuevamente estaba perdida en mi mundo. No escuchaba ni atendía a nadie y mucho menos a Ashley—enfocándose en los músculos permitirá que el dibujo parezca más en 3D ¿entendieron todos? Mathew ya puedes bajarte.
—¡Ah! Mis músculos están todos tensos—se quejó Mathew mientras su séquito le ayudaba a bajar— ¡Mi pierna, mi pierna!
Ashley pasaba por cada estudiante aprobando o desaprobando cada dibujo. Al pasar por el lado de Sophia, su expresión cambió a una de asombro, de verdad le había gustado su dibujo, pero cuando pasó por mi lado...
—¡Erika! —su grito llamó rápidamente mi atención. Mathew se acercó para ver qué había sucedido, alzó mi dibujo y se alarmó al igual que Ashley. Mi dibujo no era precisamente un dibujo de él, aunque no soy muy buena dibujando se podía observar que el peinado de mi dibujo era muy diferente al peinado de Mathew, era más como, el peinado de... ¿Sebastian?
— ¿Qué es eso? ¿Yo luzco así? —preguntó Mathew muy sorprendido.
Después de clases me gustaba quedarme en la escuela haciendo actividades deportivas hasta que el cielo se oscureciera, y luego me dirigía directo al restaurante de mi padre, era lo de todos los días. El restaurante no era tan lujoso, ni muy grande, un poco rustico, pero era un sitio muy agradable y siempre estaba lleno de gente, restaurante el italiano ese era su nombre y se sentía como el calor de un hogar. Mi padre, Bob White un hombre no tan alto, de cabello y ojos oscuros, muy agradable era el administrador y el chef, él con alguna ayuda se encargaban de su pequeño restaurante, pero en el lugar donde más le gustaba estar era en la cocina, preparando e inventando deliciosos platillos; al llegar ahí, me ponía mi delantal, me sujetaba el cabello en una cola o a veces en una trenza, y trabajaba como mesera o cajera si algún cliente quería pagar. ¡Ah! Se me había olvidado contarles, mi habitación estaba en el segundo piso del restaurante al igual que el de mi padre y un pequeño baño, todo estaba separado por cortinas, era un sitio muy pequeño pero no me quejo, fue mi techo durante mucho tiempo.
—Saquemos esto esta noche y acabamos—dijo mi padre mientras tocaba las cortinas
—creo que tengo algo de nostalgia... lo he visto desde que era un bebé.
—Ah, no había techo cuando eras pequeña, solo un gran campo abierto.
—Papá—después de un rato volvió a mi mente la pequeña incertidumbre que tenía.
— ¿sí?
— ¿cómo se lo propusiste a mamá?
— ¿Proponerle? —pude ver que mi papá se puso muy incómodo con el tema, pero necesitaba la opinión de un adulto y dado el caso que no tenía a mi mamá solo me quedaba mi padre.
—Sí... confesarte mejor, digo... tú conoces a mi amiga Layla, ¿verdad? —Después de que asintió continué— Ella tiene alguien que le gusta, pero está realmente preocupada por cómo confesárselo.
—Am... entiendo, en aquel tiempo mi auto era muy ruidoso, salí con tú mamá y manejé a una gran velocidad—me estaba contando la historia de una manera entusiasmada—se sentía como si el auto se fuera a volcar, parecía como si las ruedas se le fueran a salir en cualquier momento, tú mamá me dijo "¿estás loco?" — Mi padre imitaba la voz de mi madre de una forma muy graciosa—empezó a gritarme incontrolablemente
— ¿Y entonces? —estaba muy entusiasmada, siempre me entusiasmaba escuchar las historias de mi padre y mucho más si eran acerca de mi madre.
—Entonces... grité mientras conducía ferozmente sin parar: "¿Quieres besarme o quieres salir conmigo?" "¿Quieres estar conmigo o quieres morir conmigo?" le seguía insistiendo una y otra vez.
— ¿Entonces, te dijo que quería estar contigo?
—No, me preguntó que si estaba buscando irme a la tumba y luego me pidió que no soñara despierto.
—¿Qué es eso?—toda mi emoción había desaparecido, regresé a mi estado anterior, un poco achantada.
—Pero Erika, para ese momento, ya me había ganado la mitad de su corazón—dijo de una forma muy orgullosa que llamó nuevamente mi atención y me volví a emocionar.
—¿Enserio? —al escuchar la historia solo me podía imaginar a Sebastian corriendo por un callejón desesperadamente, escapando de unos motociclistas, cuando por fin encontraba un lugar donde esconderse es acorralado por aquellos motociclistas, luego aparecieron muchas personas vestidas de negro y con taches, y su líder era yo, masticando chicle me hacía lucir muy malota, lo teníamos acorralado, no podía escapar... lo intimidaba con mi mirada y bueno los dos hombres musculosos que lo tenían agarrado. Con un dedo le acaricié una mejilla pero luego le golpee fuertemente la frente, sonreí un poco, esto hizo que los otros se rieran pero al instante en que alcé un brazo todos guardaron silencio...
—Hey, Sebastian...—dije de una forma muy misteriosa, mientras agarraba su corbata—¿Quieres besarme o quieres salir conmigo? ¿Quieres estar conmigo o quieres... ser enterrado?
De inmediato Sebastian camina hacia otra dirección, se acerca a un... ¿ataúd? No sé cómo llegó eso a mí sueño pero ahí estaba, él mismo se metió al ataúd, con una cara de alivio y tranquilidad...
AL SIGUIENTE DÍA...
Estaba recordando mí sueño, por lo que no me había dado cuenta que bajé con mi padre a la barra y solo sus deliciosos rollos de queso hicieron que volviera a mi realidad, bueno, por primera vez me alegraba de que mi sueño no fuese real, a veces la imaginación me daba malas jugadas.
—Ya veo, si quieres confesarte—dijo, mientras amasaba una masa y ver que ni sus royos de queso me alegraban—una carta sincera estaría mucho mejor.
—¿Una carta?
—Sí—asintió mientras golpeaba fuertemente la masa y la espolvoreaba con harina—Hay una clase de carta conocida como carta de amor.
—¡Papá te veo luego! —carta de amor... que brillante idea, simplemente agarré la maleta, me despedí de una chica que estaba limpiando las mesas y salí rápidamente por la puerta.
—¡Recuerda arreglar tú cuarto y cuídate!—fue lo último que escuché de él.
Llegué más temprano a la escuela, durante el camino, en el bus comencé a escribir mi carta de amor y en la escuela logré terminarla. Estaba perfecta, tenía escrito mis más profundos sentimientos, doblé la hoja y la introduje dentro de un sobre amarillo que encontré en la sala de artes, luego, antes de que llegaran las personas metí el sobre en el casillero de Sebastian por una pequeña abertura... solo me quedaba esperar el momento cuando abriera su casillero y encontrara mi hermosa carta que tenía todo de mí en ella.
Ya era hora del descanso, Layla, Sophia y yo estábamos acostadas en un sofá, mientras todos los estudiantes estaban viendo una gran pancarta con unas estadísticas y los puestos de cada estudiante según su rendimiento académico. Además del rendimiento de cada salón, eso siempre me desanimaba, no solo mi salón tenía el peor rendimiento, sino que también quedaba de última.
—¿Todavía no lo has contactado? —me preguntó Layla mientras ojeaba una revista de modas.
—¿Escribiste tú nombre? —ahora me preguntaba Sophia mientras observa una historieta de comics.
—Sí...—le respondí a las dos mientras miraba el techo y hacía como si estuviera escribiendo algo.
—¿Le dejaste el número de tú celular?—continuó preguntando Layla
—Sí, pero parece que no me va a llamar, ¿verdad? —todo el día había estado pendiente de mi celular, hasta traje el cargador conmigo por si se llegaba a descargar, pero nada de nada.
Al instante Sophia se asomó hacia el pasillo, intenté ver lo que estaba viendo... cuando lo vi caminar... con su estilo único y despreocupado, de nuevo con sus manos en los bolsillos del pantalón.
—Viene hacia acá—estaba muy nerviosa, simplemente actúe como si no lo hubiese visto.
—Esto depende de ti, parece que la ha visto.
Como siempre pasó a nuestro lado, me mostró una mala cara y siguió su camino subiendo las escaleras.
—¿Será que no vio tú carta? —dijo Layla un poco triste
—Tal vez fue que no vio a Erika—dijo Sophia intentando consolarme
—¡Erika White! E-R-I-K-A— Layla volvió a gritar mi nombre como el día anterior en la cafetería, esto hizo nuevamente que Sebastian se detuviera y se volteara. Inmediatamente le tapé la boca a Layla, pero cuando me di cuenta que Sebastian me estaba observando me senté de espaldas para no poder verlo, lamentablemente Layla seguía gritando mi nombre, pero se detuvo al instante—Simplemente se fue...
—¡Erika, Erika! —ahora no gritaba Layla pero Sophia empezó a hacerlo, era una chica un poco tímida, pero al verme tan desalentada quiso tomar cartas en el asunto.
—Es suficiente, dejen de gritar— Sé que me quieren, por eso son mis mejores amigas pero eso no lograría que Sebastian me pusiera atención.
—¿Erika? —al instante escuché una voz maravillosa, un poco seria y varonil. Miré para todos lados para ver de dónde provenía aquella voz que pronunció mi nombre... miré al segundo piso y ahí estaba... mi príncipe azul, apoyado en el barandal de las escaleras con una posee muy... sexy—¿Eres Erika? —solo pude afirmar con mi cara, estaba sin palabras, todos me estaban observando pero eso no me importaba solo tenía mi mirada y mi concentración en él.
—¡Allí viene, allí viene—Layla me susurró y estaba muy entusiasmada.
Al instante, de una puerta entra Ashley que se cruza con Sebastian y lo saluda pero este simplemente la ignora. Yo les estaba diciendo a mis amigas que me ayudaran, pero solo con el movimiento de mis labios, no podía pronunciar ni una palabra... estaba justo en frente de mí, no era porque estaba sentada, pero de verdad era muy alto y olía delicioso, al mirar de reojo saca una hoja de los bolsillos y me la extiende, me levanto y la tomo.
—Nunca pensé que responderías a mi carta. Gracias— ¿gracias? Que tonta soy—¿Puedo verla? ¿Aquí? —se lo pregunté ya que no dijo nada, había un silencio incómodo y aún seguía enfrente de mí. Simplemente afirmó con su cara sin pronunciar ni una palabra. Estaba muy entusiasmada, ahora sí se me iba a salir mi corazón, pero lo chistoso era que ya no tenía nervios como antes, estaba muy orgullosa de mí. Abrí la hoja y comencé a leer...
. . . .
No, ahora sí me iba a dar un infarto, mi corazón comenzó a arrugarse cada vez que seguía observando la carta, al instante Ashley me la arrebata de mis manos, me quedé helada sin poder moverme, no podía respirar, parecía una estatua.
—¿Qué es esto? ¿Le escribiste una carta de amor a Sebastian?
—Ashley devuelve eso inmediatamente—Sophia se para bruscamente y detrás de ella la sigue Layla que le intentan quitar la carta a Ahley pero esta las esquiva.
—¡corrigió las palabras mal escritas! —dijo Ashley con una sonrisa en su rostro—¿Qué clase de carta es esta? Esto parece un examen, la calificación es una "D" —así era... no había escrito nada en ella, era simplemente la carta que había hecho con enormes tachones y correcciones y una mala nota... todos comenzaron a reírse— "Querido Sebastian, en realidad no te llamo Sebastian, te llamo "Mi príncipe azul" —Ashley comenzó a leer la carta que con tanto esfuerzo había escrito y en la que dejé hasta mis más profundos deseos—¿de verdad escribió mi príncipe azul? —Con esto todos se rieron aún más fuerte—"Si no preguntas la razón..."
—¿Qué están haciendo? —de inmediato se escucha una voz conocida, Mathew, pero en esos momento ya no me importaba nada, solo quería que llegara un meteorito y callera justo en donde estaba parada. No sé si me daba más vergüenza que todos estuvieran escuchando lo que escribí o que Sebastian siguiera parado sin decir nada. Al instante Mathew junto con su séquito logró quitarle la carta de las manos a Ashley y comenzó a observarla.
—Es una lástima que haya resultado así, pero...—dijo Sebastian aún en un tono serio
—¿Pero? —lo interrumpió Sophia rápidamente.
—Lo que más odio son las mujeres estúpidas— aquellas palabras terminaron de destruirme por dentro, estaba temblando.
—¡Hey! ¿A dónde vas? —le gritó fuertemente Mathew antes de que Sebastian diera media vuelta, y se puso frente a él—discúlpate—le dijo mientras me señalaba con la estúpida carta, pero Sebastian simplemente sonrió—¿Qué? ¿Sonríes?
—¿Te puedes quitar? —antes de que pudiera seguir su camino, Mathew lo detiene con un pequeño golpe en el pecho.
—¿Eres sordo? ¡Quiero que te disculpes!
—¿Por qué quieres que me disculpe? ¿Por corregir sus errores?
—Este idiota...—podía notar como Mathew se estaba molestando cada vez más— ¡Tu...! ¿Solo ves los errores adentro? —le dijo con un tono aún más fuerte mientras le mostraba la carta—¡no mires solo las palabras sino el contenido! ¡Deberías ver los sentimientos! —Sebastian mostró una enorme sonrisa que dejó ver sus hermosos y brillantes.... digo, sus dientes—Este idiota, ¿sigues portándote así? —al instante le entrega la carta de Sophia y esta la recibe rápidamente. Mathew se arregla el cuello de su camisa y hace una posición de lucha, intentando asustar a Sebastian, pero este no hace ningún movimiento, simplemente se queda parado con las manos en los bolsillos—Dale... deja de fingir, ¡vamos! —le da un derechazo que alarma a todos y también a mí pero Sebastian fácilmente y sin ningún esfuerzo logra esquivarlo, Mathew es más fornido que Sebastian pero Sebastian es más ágil que Mathew—¿Estás asustado? —no sé por qué lo preguntó, era lógico que no estaba para nada asustado, esquivó el golpe sin ningún esfuerzo—vamos, peleemos, ¿de qué tienes miedo?
—¿¡Qué están haciendo!? —de inmediato todos regresan a sus asuntos, el director era realmente temido por todos—Collins, bribón. ¡Ven a mi oficina ahora!
—Director, las cosas no son como parecen, por favor escúcheme
—¿Qué tengo que escuchar? Sr. Cooper, por favor no tome esto en serio, regrese y siga estudiando—el director ahora se dirige a Sebastian con un tono muy amable—no se mezcle con esta clase de estudiantes—ahora señalaba a Mathew
De repente Sebastian señala las estadísticas pegadas en la pared.
—Las primeras barras representan lo mejor, son pocos pero se graduarán con honores y las universidades competirán para tenerlos como estudiantes, las barras naranjas representan a los que tienen posibilidad de terminar la preparatoria, las verdes son para los estudiantes que van más o menos, ustedes caen en la categoría purpura... lo que significan que son la vergüenza de la escuela, según dijo el director. Este mes las primeras 30 personas serán admitidos en el salón especial de estudio, aunque solo es un número, están conscientes de que ninguno de ustedes se encuentra entre esos 30, ¿verdad? —Ahora estaba observando el cuadro de posición de los estudiantes— ¿se toman esto como chiste, pero es que acaso ¿les falta cerebro o en verdad no les preocupa? Desafortunadamente a las mujeres sin cerebro o a las mujeres frívolas... las odio—después de aquel sermón, Sebastian siguió su camino y ahora nadie lo quiso detener...
Simplemente vi cómo se alejaba, ya no estaba temblando, pero el corazón me seguía doliendo y no podía detener aquellas lágrimas que brotaban de mis ojos. Era bruta, me odiaba, no tenía esperanza de graduarme de la preparatoria... todo había acabado para mí.
Después de aquel bochornoso momento que nunca olvidaré en toda mi vida, me puse mis tennis de educación física y me fui a correr un poco. Siempre me gustaba correr hasta más no poder, así olvidaba todo lo malo que me había sucedido. Era mi forma de escapar de la realidad, cuando no estaba en mis fantasías... mis estúpidas fantasías me habían metido en todo ese problema.
Que idiota fui, Sebastian tenía razón soy una chica bruta sin cerebro. Corrí por el campus de la escuela hasta el otro extremo de los salones de clases, donde solo habían árboles y naturaleza, para mi suerte tenía a Layla y Sophia que me acompañaban en mi dolor.
—Deja de correr—no distinguí cuál de las dos me había hablado pero sé que las dos estaban preocupadas por mí.
Del cansancio casi me caigo de las escaleras, eso hubiese sido mejor que haber pasado ese momento tan horrible en el que fui insultada por mi... sí... el que era mi príncipe azul.
—¿Qué te pasa?, ¡ya has corrido 34 vueltas!—me reprochó Layla
—Dos vueltas—tomé mucho aire, me estaba asfixiando—solo dos vueltas más.
—¿Qué está haciendo? ¿Está intentando participar en un maratón? ¿Por qué está corriendo así? —le pregunta Layla a Sophia
—Tú sabes, a Erika le gusta correr, es su forma de desahogarse—le contestó Sophia
—Es cierto, si hubiese forma de entrar a la universidad por correr largas distancias, Erika sería la primera—aquellas palabras lograron sacarme una pequeña sonrisa.
—Tienes razón, eres buena cantando también—seguí corriendo. Tenía que cumplir mi meta, dos vueltas más... no podía rendirme, sí era tonta y bruta pero nunca me rendiría, cumpliría todas mis metas—voy a salir adelante, así tenga que arrastrarme—ya no podía permanecer en pie pero podía seguir. Delante de mi estaba Sophia que me extendió su mano y a mi lado estaba Layla que me sostuvo, las dos estaban junto a mí, tenía personas que me querían, con las que podía contar en las buenas y en las malas. Tal vez mi vida no era tan mala como creía... y ahí estábamos tres chicas tontas contra un malvado mundo.
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